Después de su tensa—y extrañamente emocionante—conversación con Alexandro, Vanessa salió de la oficina con el documento de la herencia en mano. Su cabeza iba a mil por hora. Necesitaba desahogarse. Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Sofía: "Urgente. Café. Chisme nivel 10." La respuesta no tardó en llegar. "¿Te metiste en problemas o besaste a Montenegro?" Vanessa puso los ojos en blanco y sonrió. "Lo primero… y casi lo segundo." "¡Nos vemos en 10 minutos!" Vanessa llegó a su cafetería favorita con la cabeza hecha un caos. Encontró a Sofía ya instalada en una mesa junto a la ventana, con dos capuchinos listos y la mirada de alguien que esperaba la noticia más jugosa del mes. —A ver, suéltalo —exigió Sofía, dándole una mirada intensa. Vanessa suspiró y se dejó caer en la silla como si su alma pesara toneladas. —Tengo que mudarme con Alexandro este fin de semana. Sofía se atragantó con su café, tosiendo hasta que Vanessa tuvo que pasarle una servilleta. —
--- El fin de semana llegó más rápido de lo que Vanessa esperaba. Apenas llevaba unos días procesando la locura de compartir la herencia con Alexandro, y ahora tenía que enfrentarse a la realidad de vivir con él. —Dime que estás bromeando —dijo Sofía, dejando caer una caja sobre el piso del departamento mientras Vanessa revisaba su maleta. —Desearía que sí. —¿Cómo es que vas a vivir con el hombre que te hace sudar frío cada vez que te mira? —Sofía se cruzó de brazos, alzando una ceja—. Y no me digas que no te afecta porque lo he visto. Es como un depredador analizándote, y tú… bueno, tú corres directo al peligro. Vanessa bufó, tirándose sobre la cama. —No tenía opción, ¿ok? Es eso o perder la herencia. Además, es solo un año. —Un año entero. —Sofía se dejó caer a su lado—. Un año viéndolo recién salido de la ducha, con su cabello perfecto y esos brazos que parecen esculpidos por los dioses… —¡Sofía! —Perdón, pero alguien tenía que decirlo. Vanessa se tapó la cara
La convivencia con Alexandro había traído muchas sorpresas, pero Vanessa jamás imaginó que un día lo tendría descalzo, con el torso al descubierto y posando en medio de su taller improvisado.Y todo por abrir la boca de más.—No puedo creer que me hicieras esto —gruñó Alexandro, cruzado de brazos, mientras Vanessa ajustaba la cinta métrica alrededor de su pecho.—Tú me pediste una semana más de plazo —respondió ella, con toda la inocencia del mundo—. Y yo te dije que necesitaba un modelo para terminar los bocetos. ¿Qué esperabas?Alexandro entrecerró los ojos.—Que fuera cualquier otra persona.Vanessa le dio una palmadita en el hombro.—Oh, pero nadie más tiene tu... —Pausó, recorriéndolo con la mirada—. Físico imponente.Él soltó un suspiro exasperado, pero una sonrisa se asomó en las comisuras de sus labios.—Me estás disfrutando demasiado.—Muchísimo —admitió ella, riendo.Desde un rincón, Nico observaba con absoluta fascinación. El perro estaba echado sobre una manta, la cabeza l
Alexandro Montenegro no era un hombre que se dejara afectar fácilmente. Había aprendido desde pequeño a controlar sus emociones, a pensar antes de actuar, a no dejar que nada ni nadie lo desestabilizara.Y sin embargo…Ahí estaba.De pie en la puerta de la habitación de Vanessa, mirándola despertar con su perro dormido encima.¿Cómo demonios había llegado a esto?Él, el hombre que controlaba cada aspecto de su vida con precisión quirúrgica, ahora vivía con una mujer que revolvía todo su mundo con solo existir.Y no solo eso.A pesar de que se decía a sí mismo que todo estaba bajo control, que Vanessa no tenía ningún efecto en él, la noche anterior se había sentado frente a ella como un maldito modelo de pasarela, dejándola tocarlo sin oponer resistencia.¿Desde cuándo era tan fácil de manipular?Vanessa se removió en la cama y murmuró algo entre sueños.Alexandro apretó los dientes.Le gustaba verla así.Relajada.Con los labios entreabiertos, con su cabello alborotado y su respiració
La tormenta afuera golpeaba con fuerza contra las ventanas, pero dentro de la casa, la verdadera tormenta estaba en la sala.—¡No, Nico, suéltalo! —Vanessa corrió tras el perro, que había robado una de sus telas y la sacudía como si fuera su juguete favorito.Alexandro, aún con la camisa a medio abrochar tras la sesión de medidas, se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados, disfrutando del caos con una sonrisa arrogante.—Bueno, técnicamente, es un modelo en movimiento —comentó, divertido.Vanessa le lanzó una mirada fulminante antes de girarse hacia Nico.—¡Dámelo, bebé, no es para jugar!Nico, lejos de ceder, salió disparado con la tela en la boca, corriendo en círculos como si se tratara de un juego de persecución.—Por Dios… —Vanessa suspiró, agotada.—Déjame intentarlo —dijo Alexandro, avanzando con seguridad. Se agachó frente a Nico, le rascó detrás de las orejas y, con un tono de voz bajo y persuasivo, ordenó—: Suelta, campeón.Para sorpresa de Vanessa, Nico obed
La oficina estaba más ajetreada que nunca. Con la llegada de nuevos empleados y la expansión de proyectos, Montenegro Luxe se sentía como un hervidero de creatividad y competencia.Vanessa caminaba por los pasillos con su tableta en mano, revisando los ajustes finales de su colección. Su atención estaba en los detalles… o al menos, lo intentaba.Porque a unos metros de ella, una nueva diseñadora, Valeria, estaba demasiado cerca de Alexandro.Demasiado cerca para su gusto.—Es un placer trabajar aquí, señor Montenegro —dijo Valeria con una sonrisa brillante, inclinándose apenas para tocar su brazo—. Admiro muchísimo su visión para la moda.Vanessa entornó los ojos.—Visión mi abuela… —murmuró entre dientes.Mariana, que caminaba a su lado, la miró divertida.—Uy, alguien tiene el ceño más fruncido que Alex cuando le bajan el espresso descafeinado.—¿Yo? Para nada. Solo me sorprende que haya gente tan… ¿cómo decirlo? Entusiasta en su primer día.—¿Entusiasta o coqueta?Vanessa resopló y
Al día siguiente... El apartamento de Sofía estaba iluminado con luces cálidas y olía a palomitas de maíz recién hechas. La mesa de centro estaba repleta de snacks, botellas de vino y un par de revistas de moda abiertas al azar. Nico estaba cómodamente echado sobre la alfombra, con la cabeza apoyada en el regazo de Vanessa, mirándola con ojos de súplica cada vez que ella tomaba un trozo de pizza.—No, Nico —dijo, dándole un toquecito en la nariz—. Esta es mía. Vanessa llevó a Nico con sus amigas para no dejarlo solo en casa ya que Alex aún estaba trabajando. —Yo no sé para qué le dices que no —intervino Mariana, riendo—. Sabemos que vas a terminar dándole un pedazo.—No es cierto —protestó Vanessa, pero en cuanto miró esos ojos café llenos de esperanza, suspiró y le dio un trocito de la orilla.Sofía bufó y negó con la cabeza.—Tienes cero autoridad con ese perro.—Ni con el perro ni con cierto jefe en traje caro —añadió Mariana con picardía, dándole un sorbo a su copa de vino.V
El día que Vanessa y Alexandro se cruzaron por primera vez comenzó como cualquier otro. Para él, la rutina estaba perfectamente programada, sin espacio para imprevistos. Para ella, la vida era un torbellino de proyectos, plazos y una agenda que parecía desmoronarse cada día. Aquella tarde, en una elegante cafetería del centro, todo cambió. Alexandro Montenegro estaba allí, impecable como siempre. Su traje azul oscuro estaba hecho a la medida, resaltando su imponente figura. Alto, de hombros anchos y porte autoritario, exudaba poder con cada movimiento preciso. Su cabello oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás, sin un solo mechón fuera de lugar, y sus ojos grises reflejaban el mismo control absoluto que aplicaba en su vida. Esperaba su café mientras revisaba su teléfono, la mandíbula tensa y la mente en otro negocio millonario. La puntualidad era su sello, la eficiencia su regla de oro. Nunca se permitía distracciones. Hasta que ella apareció. Vanessa entró apresur