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Capítulo 8 : Primeras noches, primeras batallas

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El fin de semana llegó más rápido de lo que Vanessa esperaba.

Apenas llevaba unos días procesando la locura de compartir la herencia con Alexandro, y ahora tenía que enfrentarse a la realidad de vivir con él.

—Dime que estás bromeando —dijo Sofía, dejando caer una caja sobre el piso del departamento mientras Vanessa revisaba su maleta.

—Desearía que sí.

—¿Cómo es que vas a vivir con el hombre que te hace sudar frío cada vez que te mira? —Sofía se cruzó de brazos, alzando una ceja—. Y no me digas que no te afecta porque lo he visto. Es como un depredador analizándote, y tú… bueno, tú corres directo al peligro.

Vanessa bufó, tirándose sobre la cama.

—No tenía opción, ¿ok? Es eso o perder la herencia. Además, es solo un año.

—Un año entero. —Sofía se dejó caer a su lado—. Un año viéndolo recién salido de la ducha, con su cabello perfecto y esos brazos que parecen esculpidos por los dioses…

—¡Sofía!

—Perdón, pero alguien tenía que decirlo.

Vanessa se tapó la cara con una almohada.

—No lo empeores.

Sofía sonrió, divertida.

—Mira, puede que este sea el peor error de tu vida… o la mejor experiencia que hayas tenido. Depende de cómo lo tomes.

Vanessa no contestó, porque en el fondo sabía que su amiga tenía razón.

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Alexandro estaba en su estudio cuando escuchó el ruido de un auto estacionándose en la entrada. Se asomó por la ventana y ahí estaba ella, bajando con Sofía y Mariana, rodeada de cajas y bolsas como si estuviera a punto de tomar el control del lugar.

—Esto va a ser un desastre… —murmuró para sí mismo.

Damián, sentado en el sofá con un vaso de whisky en la mano, rió.

—No te veo quejándote demasiado.

—Porque ya no tiene remedio.

—Claro. —

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Alexandro estaba en su estudio cuando escuchó el ruido de un auto estacionándose en la entrada. Se asomó por la ventana y ahí estaba ella, bajando con Sofía y Mariana, rodeada de cajas y bolsas como si estuviera a punto de tomar el control del lugar.

—Esto va a ser un desastre… —murmuró para sí mismo.

Damián, sentado en el sofá con un vaso de whisky en la mano, rió.

—No te veo quejándote demasiado.

—Porque ya no tiene remedio.

—Claro —Damián le dio un trago a su whisky—. Seguro que no tiene nada que ver con que la has estado observando en la oficina como si quisieras devorarla viva.

Alexandro le lanzó una mirada asesina, pero Damián solo sonrió.

—Es una molestia —dijo Alexandro con indiferencia—. Es ruidosa, desordenada y va a alterar mi rutina.

—Ajá. —Damián dejó su vaso en la mesa—. ¿Y por qué sigues asomado por la ventana como si estuvieras contando los segundos para que entre?

Alexandro chasqueó la lengua y se alejó sin contestar.

—¡Cuidado, Mariana, que esa caja tiene cosas frágiles! —Vanessa intentaba coordinar la mudanza, pero Sofía y Mariana estaban más entretenidas riéndose de la situación.

—No puedo creer que realmente te mudes con el señor "te-miro-como-si-fuera-a-devorarte" —bromeó Sofía.

—No me mires así, tú también estás emocionada por esto —dijo Mariana, cargando una caja.

—¡No estoy emocionada! Estoy aterrada —Vanessa exhaló, apoyando las manos en las caderas—. Este lugar es demasiado grande, demasiado elegante, demasiado... él.

—Lo dices como si fuera algo malo.

—¡Es algo malo! ¿Sabes lo incómodo que va a ser? Alexandro Montenegro y yo no podemos estar en la misma habitación sin que haya tensión. Imagínate lo que será compartir una casa.

Antes de que Sofía pudiera responder, la puerta principal se abrió y ahí estaba él, apoyado en el marco con los brazos cruzados y una expresión de absoluta paciencia agotada.

—¿Piensas entrar o vas a montar una obra de teatro en la entrada?

Vanessa cerró los ojos un segundo y exhaló.

—Ya voy.

Caminó con toda la dignidad que pudo reunir y pasó junto a él, rozándolo levemente con su hombro. Sintió su mirada siguiéndola de cerca, y por alguna razón, eso la hizo sentir más nerviosa.

—Tu habitación está en el ala este. No invadas mi espacio y todo estará bien —dijo él con tono neutral.

—Qué cálida bienvenida… —murmuró Vanessa con sarcasmo.

Sofía y Mariana intercambiaron miradas divertidas mientras llevaban las cajas adentro.

Unas horas después, todo estaba acomodado. Vanessa se dejó caer en el sofá con un suspiro, mientras Sofía y Mariana inspeccionaban la casa.

—Esto es como un castillo moderno —comentó Sofía.

—No me sorprende, él tiene cara de villano de novela —añadió Mariana.

—Las escucho —dijo Alexandro desde la cocina.

Vanessa rodó los ojos y se puso de pie.

—Gracias por ayudarme, chicas. Prometo sobrevivir a esto.

Sofía le lanzó una mirada de advertencia.

—Sobrevivir no es suficiente. Disfrútalo un poco, mujer.

Vanessa fingió no haber escuchado eso.

Cuando Sofía y Mariana se fueron, la casa se sintió de repente muy… silenciosa.

Vanessa pasó por el pasillo, camino a su habitación, cuando sintió la presencia de Alexandro detrás de ella.

—Espero que puedas seguir las reglas —dijo él, su voz profunda y controlada.

Ella se giró con una sonrisa desafiante.

—¿Y si no?

Alexandro se inclinó apenas, reduciendo el espacio entre ellos.

—Te aseguro que no quieres averiguarlo.

Vanessa sintió un escalofrío recorrer su piel.

—Qué intimidante —dijo con fingida inocencia—. Pero no me asustas, Montenegro.

Alexandro la miró por un segundo, luego sonrió de lado.

—Ya veremos, Durand.

Vanessa se giró y se alejó con el corazón latiéndole más rápido de lo normal.

Esto apenas estaba comenzando.

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