Capítulo 7: Entre Retos y Mudanzas

Después de su tensa—y extrañamente emocionante—conversación con Alexandro, Vanessa salió de la oficina con el documento de la herencia en mano. Su cabeza iba a mil por hora.

Necesitaba desahogarse.

Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Sofía:

"Urgente. Café. Chisme nivel 10."

La respuesta no tardó en llegar.

"¿Te metiste en problemas o besaste a Montenegro?"

Vanessa puso los ojos en blanco y sonrió.

"Lo primero… y casi lo segundo."

"¡Nos vemos en 10 minutos!"

Vanessa llegó a su cafetería favorita con la cabeza hecha un caos. Encontró a Sofía ya instalada en una mesa junto a la ventana, con dos capuchinos listos y la mirada de alguien que esperaba la noticia más jugosa del mes.

—A ver, suéltalo —exigió Sofía, dándole una mirada intensa.

Vanessa suspiró y se dejó caer en la silla como si su alma pesara toneladas.

—Tengo que mudarme con Alexandro este fin de semana.

Sofía se atragantó con su café, tosiendo hasta que Vanessa tuvo que pasarle una servilleta.

—¡¿Qué?! —logró decir, entre tosidos.

—Lo que oyes —Vanessa revolvió su café con nerviosismo—. Resulta que no solo heredé la casa de los abuelos Montenegro. También un montón de acciones de la empresa.

Sofía la miró con los ojos abiertos como platos.

—Espera, espera… ¿Me estás diciendo que ahora eres accionista de Montenegro Luxe?

Vanessa asintió con un suspiro.

—Y hay una cláusula que dice que si no vivimos juntos en la casa durante un año, perdemos la herencia.

Sofía dejó su taza sobre la mesa con un golpe seco.

—¿Quién demonios redactó esa cláusula? ¿Un escritor de novelas románticas?

Vanessa soltó una risa, aunque la situación no tenía nada de gracioso.

—Lo peor es que Alexandro y yo no lo sabíamos. Nos enteramos al mismo tiempo.

Sofía chasqueó la lengua.

—Esto es oro puro. Pero dime, ¿cómo reaccionó el CEO del siglo ante la noticia? ¿Se desmayó? ¿Se arrancó el traje de Armani del estrés?

Vanessa bufó.

—Como siempre, serio, controlador y algo arrogante. Pero… también parecía desconcertado.

Sofía apoyó la barbilla en su mano y la miró con interés.

—Ajá. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes con todo esto?

Vanessa se mordió el labio, jugando con la cucharilla en su café.

—Honestamente… No sé.

Porque, si era sincera consigo misma, había algo en la idea de vivir con Alexandro que la ponía nerviosa. Y no precisamente de una mala manera.

—Solo digo —dijo Sofía con picardía— que compartir casa con un hombre como él puede traer… situaciones interesantes.

Vanessa rodó los ojos.

—Nada de eso pasará. Solo es un acuerdo.

Sofía arqueó una ceja.

—Ajá. Un acuerdo con un hombre que te mira como si quisiera devorarte.

Vanessa sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Porque, en el fondo, sabía que Sofía no estaba del todo equivocada.

—Además —continuó Sofía, sonriendo como quien sabe más de la cuenta—, Montenegro tiene esa vibra de hombre que, una vez que se obsesiona con algo, no lo deja ir fácilmente.

Vanessa tomó un sorbo de café, intentando no pensar en los ojos grises que la analizaban cada vez que se cruzaban.

—No me obsesionará.

—¿Tú a él o él a ti?

Vanessa dejó su taza sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.

—¡No va a pasar nada!

—Si tú lo dices…

El tono burlón de Sofía hizo que Vanessa suspirara.

Porque, por mucho que quisiera negarlo… algo le decía que nada en los próximos meses iba a ser tan simple como ella quería.

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