Capítulo 5: Un Acuerdo y una Enferma RebeldeEl éxito de su presentación fue rotundo, pero Vanessa no tuvo mucho tiempo para celebrarlo. Apenas terminó la reunión, sintió que el cuerpo le pesaba como si hubiera corrido un maratón. La fiebre la estaba golpeando con fuerza.—¡Lo hiciste increíble! —exclamó Sofía emocionada cuando salieron de la sala de conferencias—. Pero, amiga… pareces a punto de colapsar.—No exageres. —Vanessa se apoyó contra la pared, intentando disimular el temblor en sus piernas.—No está exagerando —intervino una voz grave y autoritaria detrás de ellas.Vanessa cerró los ojos por un segundo. Claro. Porque si su día no podía ponerse peor, Alexandro tenía que aparecer con su mirada evaluadora y su ceño fruncido.—Estoy bien —repitió ella, aunque su nariz congestionada la traicionó, haciéndola sonar como un gato resfriado.Alexandro cruzó los brazos, analizándola de arriba abajo.—Durand, pareces a punto de desmayarte. No seas terca.Vanessa bufó y, con su último a
Vanessa despertó al día siguiente con la cabeza embotada y la nariz congestionada, pero mucho mejor que la noche anterior. Lo que no esperaba era encontrarse con una taza de té caliente en la mesita de noche y a Nico, el enorme golden retriever negro de Alexandro, mirándola fijamente desde la puerta con la cabeza ladeada.—Oh, hola, grandote —murmuró con voz ronca, sentándose con esfuerzo.Nico movió la cola y trotó hacia ella, subiendo sus patas delanteras a la cama con descaro.—Así que ya tienes un nuevo mejor amigo —la voz de Alexandro la tomó por sorpresa.Vanessa giró la cabeza y lo encontró apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.—No es mi culpa que le caiga bien —respondió ella con una sonrisa cansada, acariciando la cabeza del perro.Alexandro la miró unos segundos más y luego señaló la taza.—Bébelo. Es para la fiebre.Vanessa arrugó la nariz.—¿Y si está envenenado?—Sería ilegal envenenar a mi propia socia —respondió él con un tono se
Después de su tensa—y extrañamente emocionante—conversación con Alexandro, Vanessa salió de la oficina con el documento de la herencia en mano. Su cabeza iba a mil por hora. Necesitaba desahogarse. Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a Sofía: "Urgente. Café. Chisme nivel 10." La respuesta no tardó en llegar. "¿Te metiste en problemas o besaste a Montenegro?" Vanessa puso los ojos en blanco y sonrió. "Lo primero… y casi lo segundo." "¡Nos vemos en 10 minutos!" Vanessa llegó a su cafetería favorita con la cabeza hecha un caos. Encontró a Sofía ya instalada en una mesa junto a la ventana, con dos capuchinos listos y la mirada de alguien que esperaba la noticia más jugosa del mes. —A ver, suéltalo —exigió Sofía, dándole una mirada intensa. Vanessa suspiró y se dejó caer en la silla como si su alma pesara toneladas. —Tengo que mudarme con Alexandro este fin de semana. Sofía se atragantó con su café, tosiendo hasta que Vanessa tuvo que pasarle una servilleta. —
--- El fin de semana llegó más rápido de lo que Vanessa esperaba. Apenas llevaba unos días procesando la locura de compartir la herencia con Alexandro, y ahora tenía que enfrentarse a la realidad de vivir con él. —Dime que estás bromeando —dijo Sofía, dejando caer una caja sobre el piso del departamento mientras Vanessa revisaba su maleta. —Desearía que sí. —¿Cómo es que vas a vivir con el hombre que te hace sudar frío cada vez que te mira? —Sofía se cruzó de brazos, alzando una ceja—. Y no me digas que no te afecta porque lo he visto. Es como un depredador analizándote, y tú… bueno, tú corres directo al peligro. Vanessa bufó, tirándose sobre la cama. —No tenía opción, ¿ok? Es eso o perder la herencia. Además, es solo un año. —Un año entero. —Sofía se dejó caer a su lado—. Un año viéndolo recién salido de la ducha, con su cabello perfecto y esos brazos que parecen esculpidos por los dioses… —¡Sofía! —Perdón, pero alguien tenía que decirlo. Vanessa se tapó la cara
La convivencia con Alexandro había traído muchas sorpresas, pero Vanessa jamás imaginó que un día lo tendría descalzo, con el torso al descubierto y posando en medio de su taller improvisado.Y todo por abrir la boca de más.—No puedo creer que me hicieras esto —gruñó Alexandro, cruzado de brazos, mientras Vanessa ajustaba la cinta métrica alrededor de su pecho.—Tú me pediste una semana más de plazo —respondió ella, con toda la inocencia del mundo—. Y yo te dije que necesitaba un modelo para terminar los bocetos. ¿Qué esperabas?Alexandro entrecerró los ojos.—Que fuera cualquier otra persona.Vanessa le dio una palmadita en el hombro.—Oh, pero nadie más tiene tu... —Pausó, recorriéndolo con la mirada—. Físico imponente.Él soltó un suspiro exasperado, pero una sonrisa se asomó en las comisuras de sus labios.—Me estás disfrutando demasiado.—Muchísimo —admitió ella, riendo.Desde un rincón, Nico observaba con absoluta fascinación. El perro estaba echado sobre una manta, la cabeza l
Alexandro Montenegro no era un hombre que se dejara afectar fácilmente. Había aprendido desde pequeño a controlar sus emociones, a pensar antes de actuar, a no dejar que nada ni nadie lo desestabilizara.Y sin embargo…Ahí estaba.De pie en la puerta de la habitación de Vanessa, mirándola despertar con su perro dormido encima.¿Cómo demonios había llegado a esto?Él, el hombre que controlaba cada aspecto de su vida con precisión quirúrgica, ahora vivía con una mujer que revolvía todo su mundo con solo existir.Y no solo eso.A pesar de que se decía a sí mismo que todo estaba bajo control, que Vanessa no tenía ningún efecto en él, la noche anterior se había sentado frente a ella como un maldito modelo de pasarela, dejándola tocarlo sin oponer resistencia.¿Desde cuándo era tan fácil de manipular?Vanessa se removió en la cama y murmuró algo entre sueños.Alexandro apretó los dientes.Le gustaba verla así.Relajada.Con los labios entreabiertos, con su cabello alborotado y su respiració
La tormenta afuera golpeaba con fuerza contra las ventanas, pero dentro de la casa, la verdadera tormenta estaba en la sala.—¡No, Nico, suéltalo! —Vanessa corrió tras el perro, que había robado una de sus telas y la sacudía como si fuera su juguete favorito.Alexandro, aún con la camisa a medio abrochar tras la sesión de medidas, se apoyó en el marco de la puerta con los brazos cruzados, disfrutando del caos con una sonrisa arrogante.—Bueno, técnicamente, es un modelo en movimiento —comentó, divertido.Vanessa le lanzó una mirada fulminante antes de girarse hacia Nico.—¡Dámelo, bebé, no es para jugar!Nico, lejos de ceder, salió disparado con la tela en la boca, corriendo en círculos como si se tratara de un juego de persecución.—Por Dios… —Vanessa suspiró, agotada.—Déjame intentarlo —dijo Alexandro, avanzando con seguridad. Se agachó frente a Nico, le rascó detrás de las orejas y, con un tono de voz bajo y persuasivo, ordenó—: Suelta, campeón.Para sorpresa de Vanessa, Nico obed
La oficina estaba más ajetreada que nunca. Con la llegada de nuevos empleados y la expansión de proyectos, Montenegro Luxe se sentía como un hervidero de creatividad y competencia.Vanessa caminaba por los pasillos con su tableta en mano, revisando los ajustes finales de su colección. Su atención estaba en los detalles… o al menos, lo intentaba.Porque a unos metros de ella, una nueva diseñadora, Valeria, estaba demasiado cerca de Alexandro.Demasiado cerca para su gusto.—Es un placer trabajar aquí, señor Montenegro —dijo Valeria con una sonrisa brillante, inclinándose apenas para tocar su brazo—. Admiro muchísimo su visión para la moda.Vanessa entornó los ojos.—Visión mi abuela… —murmuró entre dientes.Mariana, que caminaba a su lado, la miró divertida.—Uy, alguien tiene el ceño más fruncido que Alex cuando le bajan el espresso descafeinado.—¿Yo? Para nada. Solo me sorprende que haya gente tan… ¿cómo decirlo? Entusiasta en su primer día.—¿Entusiasta o coqueta?Vanessa resopló y