El magnate de los negocios Lewis Travis ya había roto el corazón de Samira una vez hace años, por lo que había decidido no permitirle que se volviera a acercar a ella. Pero lo que él le estaba proponiendo no era precisamente una boda, sino una relación más libre… Samira sabía que debería rehusar, pero resultaba muy difícil negarle algo a Travis. Además, era más madura que en aquella primera ocasión, por lo que podría arriesgarse a tener una relación sin ataduras con aquel atractivo playboy. Sin embargo, Samira quebrantó dos reglas: se enamoró de Lewis… y se quedó embarazada.
Leer más—Sí, pero en Nueva York, me dijiste que sólo querías una aventura. —¡Vamos, Amira! Por una jugarreta del destino me encontré con el único amor de mi vida y me di cuenta enseguida de que seguía igual de enamorado de ti que antes. Si te soy sincero, te hubiera dicho cualquier cosa con tal de conservarte e impedir que desaparecieras de mi vida antes de que hubiéramos tenido la oportunidad de consolidar nuestra relación — admitió él—. Por eso, cuando vi que estábamos más a gusto que nunca juntos, tenía que proponerte una relación que te hiciera sentir tan libre como un pájaro. Sin embargo, tenía que permitirme verte tan frecuentemente como me fuera posible hasta que pudiera persuadirte de que me dieras otra oportunidad. —Lewis… si me hubieras dicho la verdad… —¿Cómo podría haberlo hecho? Podrías haber tenido una pareja en Londres. Además, tuve que convencerte para que accedieras a llevarme a casa de tu hermana durante aquel fin de semana. Créeme, ¡intentar mantener una relación a distan
—Sí, tienes razón —reconoció Lewis con un suspiro, antes de seguir utilizando toda la persuasión que tenía para conseguir que Henry le diera el paradero de Amira, ya que estaba convencido de que él sabía donde se encontraba. Y así se lo dijo al joven. —No —replicó él—. Estás equivocado. Amira me caló muy bien desde el primer momento que empecé a trabajar para ella. Ella sabe que yo no soy demasiado listo. Así que seguro que se ha imaginado que tú intentarías sacármelo, ¿no crees? Lewis asintió lentamente, reconociendo lo que le habría costado a Henry admitir la realidad con tanta franqueza. —De acuerdo… pero estoy seguro de que sí que sabes algo —le dijo, obligándole un poco más—. ¡Y no me marcharé de aquí hasta que te lo saque! —De acuerdo —suspiró Henry—. Supongo que lo contemplaré como un caso de solidaridad masculina. No sé dónde está, y eso es cierto. Todo lo que le pude sacar fue que está en algún lugar de la campiña inglesa, lo que significa que podemos descartar Escocia, G
Manteniendo su promesa, Amira pensó largo y tendido todo lo que había pasado esa noche entre ellos. De hecho, a la mañana siguiente, llamó a Henry para decirle que no iba a ir a trabajar aquel día. Y entonces no hizo otra cosa durante las veinticuatro horas siguientes que revisar, metódica y lentamente, el pasado y el futuro, con el mismo grado de concentración que hubiera empleado para tomar cualquier importante decisión en su trabajo.Al final, después de haber llegado a una conclusión inapelable basada en los datos de los que disponía, Amira cogió él teléfono.Lewis dio un profundo suspiro al reclinarse en su sillón. Todo aquel ir y venir atravesando el Atlántico, a pesar de hacerlo en el cómodo y rápido Concorde, estaba arruinando sus esquemas de sueño.—De acuerdo, Ruth. Me imagino que eso es todo por el momento —le dijo a su ayudante personal.—. Sé que te he hecho trabajar mucho durante estas últimas semanas. Pero si me pudieras mandar ese e-mail a Australia tan pronto como sea
—¡Espera! —exclamó ella, mientras la confusión y la sorpresa por la rapidez con la que él iba organizando todo le iban desapareciendo de la cabeza—. Todavía tenemos muchas cosas de las que hablar.—Supongo que ya te habrás ocupado de conseguir un buen médico — continuó él, ignorando la protesta de Amira—. Sin embargo, me gustaría tener la opinión de otro para poder estar tranquilos.Completamente descontenta con la manera en la que Lewis parecía ir tomando las riendas de las cosas y de su vida, Amira, trató varias veces de detenerle. Sin embargo, él seguía paseando arriba y abajo de la habitación, organizando detalles y tomando decisiones tanto para ella como para el niño, por lo que ella decidió esperar a que él se detuviera. Había muchas más cosas en juego entre ellos dos que un embarazo no esperado.—De hecho, cuanto más pienso en ello —le decía él—, más me parece que una boda en el campo, tal vez en la iglesia del pueblo donde vive tu hermana sería ideal a estas alturas del año —a
El silencio se adueñó de la habitación. Por mucho que Amira lo deseaba, no podía apartar los ojos de la figura de Lewis. Cada una de las sensaciones físicas que ella experimentaba con Lewis la asaltaban en aquel momento con más fiereza que nunca. ¿Por qué era él el único que le hacía latir el corazón de aquella manera y que temblara como si tuviera fiebre?Aquel hombre la había utilizado para sus propios fines. Estaba claro que no le importaba que ella pudiera perder su trabajo por aquella aventura. Si no era corrupto, tal y como ella le había acusado el día anterior, sí que era un hombre de negocios muy astuto, perfectamente capaz de sacrificar a cualquiera con tal de conseguir sus fines.Pero, a pesar de todo eso, ella sabía que él era el único hombre que ella podría amar, era el primer y último amor de su vida. Por muchos adjetivos que quisiera aplicarle, eso no cambiaría sus sentimientos.Sin embargo, tenía que ser fuerte. Tanto por él como por ella misma. Cuanto antes le sacara d
El roce de sus manos y de sus labios le había seducido completamente mientras él la acariciaba y le besaba los senos, pero al tocarle los pezones, ella sintió una molestia que le hizo recobrar la consciencia y volver al mundo real.—Cariño, ¿qué te pasa? —musitó él, mirándola con preocupación—. No quería hacerte daño, cielo… —añadió él, mirándole los pechos, que parecían ser más turgentes de lo que él recordaba.—¡Déjame en paz! —exclamó ella, sin escucharle, mientras le empujaba para poder sentarse e intentaba volver a ponerse la ropa. Pero no parecía ni ser capaz de eso, por lo que tuvo que dejar que Lewis le ajustara el sujetador.—Lo siento. No debería haberme dejado llevar de esa manera —se disculpó él—. De hecho, yo debería de haberme imaginado lo que iba a pasar. Cada vez que quiero tener una conversación larga y seria contigo, siempre parece que acabamos haciendo el amor.—¡Habla por ti mismo! —le espetó ella, mientras intentaba recogerse el pelo.—Sí, claro. Hablaba por mí mi
Sin embargo, a medida que pasaba la tarde, le resultó más difícil mantener el nivel de su enojo. Se sentía triste, deprimida, tanto que, si no hubiera necesitado aquel trabajo para mantener a su hijo, hubiera tirado la toalla allí mismo.—¿Te apetece venir a cenar conmigo? —le preguntó Henry, cuando la jornada llegaba a su fin.—Gracias —dijo Amira—. Pero estoy completamente agotada. Sólo quiero irme a casa, tomarme algo caliente, darme un baño y meterme en la cama.—Yo tampoco me encuentro con ganas —asintió él, mientras se metían en el ascensor—. Ha sido un día muy largo. Por cierto, me ha parecido que ese tipo, Lewishew Warner, defendía muy bien su caso.—Fue sólo obra de las relaciones públicas —le dijo Amira mientras salían a la calle—. Es muy fácil dejarse influir por la publicidad, así que convéncete de que eso es todo lo que viste.—No te preocupes, te entiendo perfectamente —respondió Henry, con una sonrisa, mientras la tomaba por la cintura y le daba un beso en la mejilla—.
Él debería haber sabido por aquel entonces la amenaza de absorción.¿Cómo podría asegurarse de que iba a ganar aquella batalla? Todo lo que tenía que hacer era seducir a una estúpida mujer, que, además, podría inclinar la balanza a su lado y persuadirla de que él y su empresa eran lo mejor del mundo.Además, si ella no hubiese estado metida tanto en el asunto, podría haber caído en sus redes. Desgraciadamente, por la presión de los negocios, había descuidado un poco a su víctima, permitiéndola que se diera cuenta de la situación. Y aquel había sido un grave error, y pronto lo descubriría.Amira se prometió venganza antes de que Henry la hiciera volver al presente con una tosecita.—Pensé que debía mencionarte… el hecho es que no estoy seguro si esto es lo correcto… —musitó él, algo inseguro.—¡Vamos, Henry! ¿Qué has hecho ahora? —preguntó ella.—Bueno, veras… lo que ocurre es…—¡Vamos, cuéntamelo! —exclamó ella impaciente—. Aunque si has seducido a la hija del presidente, no hay nada
—¿Y qué te puedo contar? —respondió Amira, secándose los ojos y sonándose la nariz—. He sido una estúpida y una descuidada. Eso es todo.—Yo creo que hay mucho más que eso. Toma, bébete el coñac poquito a poco y verás como te sientes mejor.—¿Cómo… cómo puedes tomarte todo esto con tanta tranquilidad? — preguntó Amira, haciendo lo que ella le decía.—Mira, todo esto no es el fin del mundo, ¿sabes? Me… me imagino que Lewis es el padre, ¿no? —dijo Elena. Amira asintió—. Bueno, yo no veo demasiados problemas. Está clarísimo que los dos os queréis con locura. Entonces, ¿qué os impide casaros y vivir felices?—¡Tú no lo entiendes! —gritó Amira, antes de cubrirse los ojos con el pañuelo otra vez—. ¡Dios mío! No soy el tipo de persona que se echa a llorar de esta manera. No sé lo que me pasa últimamente.—Son las hormonas. Pero dime, ¿qué es exactamente lo que yo no entiendo? Porque no hay ningún problema sin solución, créeme.Sin embargo, tras persuadir a Amira para que le contara el proble