El silencio se adueñó de la habitación. Por mucho que Amira lo deseaba, no podía apartar los ojos de la figura de Lewis. Cada una de las sensaciones físicas que ella experimentaba con Lewis la asaltaban en aquel momento con más fiereza que nunca. ¿Por qué era él el único que le hacía latir el corazón de aquella manera y que temblara como si tuviera fiebre?Aquel hombre la había utilizado para sus propios fines. Estaba claro que no le importaba que ella pudiera perder su trabajo por aquella aventura. Si no era corrupto, tal y como ella le había acusado el día anterior, sí que era un hombre de negocios muy astuto, perfectamente capaz de sacrificar a cualquiera con tal de conseguir sus fines.Pero, a pesar de todo eso, ella sabía que él era el único hombre que ella podría amar, era el primer y último amor de su vida. Por muchos adjetivos que quisiera aplicarle, eso no cambiaría sus sentimientos.Sin embargo, tenía que ser fuerte. Tanto por él como por ella misma. Cuanto antes le sacara d
—¡Espera! —exclamó ella, mientras la confusión y la sorpresa por la rapidez con la que él iba organizando todo le iban desapareciendo de la cabeza—. Todavía tenemos muchas cosas de las que hablar.—Supongo que ya te habrás ocupado de conseguir un buen médico — continuó él, ignorando la protesta de Amira—. Sin embargo, me gustaría tener la opinión de otro para poder estar tranquilos.Completamente descontenta con la manera en la que Lewis parecía ir tomando las riendas de las cosas y de su vida, Amira, trató varias veces de detenerle. Sin embargo, él seguía paseando arriba y abajo de la habitación, organizando detalles y tomando decisiones tanto para ella como para el niño, por lo que ella decidió esperar a que él se detuviera. Había muchas más cosas en juego entre ellos dos que un embarazo no esperado.—De hecho, cuanto más pienso en ello —le decía él—, más me parece que una boda en el campo, tal vez en la iglesia del pueblo donde vive tu hermana sería ideal a estas alturas del año —a
Manteniendo su promesa, Amira pensó largo y tendido todo lo que había pasado esa noche entre ellos. De hecho, a la mañana siguiente, llamó a Henry para decirle que no iba a ir a trabajar aquel día. Y entonces no hizo otra cosa durante las veinticuatro horas siguientes que revisar, metódica y lentamente, el pasado y el futuro, con el mismo grado de concentración que hubiera empleado para tomar cualquier importante decisión en su trabajo.Al final, después de haber llegado a una conclusión inapelable basada en los datos de los que disponía, Amira cogió él teléfono.Lewis dio un profundo suspiro al reclinarse en su sillón. Todo aquel ir y venir atravesando el Atlántico, a pesar de hacerlo en el cómodo y rápido Concorde, estaba arruinando sus esquemas de sueño.—De acuerdo, Ruth. Me imagino que eso es todo por el momento —le dijo a su ayudante personal.—. Sé que te he hecho trabajar mucho durante estas últimas semanas. Pero si me pudieras mandar ese e-mail a Australia tan pronto como sea
—Sí, tienes razón —reconoció Lewis con un suspiro, antes de seguir utilizando toda la persuasión que tenía para conseguir que Henry le diera el paradero de Amira, ya que estaba convencido de que él sabía donde se encontraba. Y así se lo dijo al joven. —No —replicó él—. Estás equivocado. Amira me caló muy bien desde el primer momento que empecé a trabajar para ella. Ella sabe que yo no soy demasiado listo. Así que seguro que se ha imaginado que tú intentarías sacármelo, ¿no crees? Lewis asintió lentamente, reconociendo lo que le habría costado a Henry admitir la realidad con tanta franqueza. —De acuerdo… pero estoy seguro de que sí que sabes algo —le dijo, obligándole un poco más—. ¡Y no me marcharé de aquí hasta que te lo saque! —De acuerdo —suspiró Henry—. Supongo que lo contemplaré como un caso de solidaridad masculina. No sé dónde está, y eso es cierto. Todo lo que le pude sacar fue que está en algún lugar de la campiña inglesa, lo que significa que podemos descartar Escocia, G
—Sí, pero en Nueva York, me dijiste que sólo querías una aventura. —¡Vamos, Amira! Por una jugarreta del destino me encontré con el único amor de mi vida y me di cuenta enseguida de que seguía igual de enamorado de ti que antes. Si te soy sincero, te hubiera dicho cualquier cosa con tal de conservarte e impedir que desaparecieras de mi vida antes de que hubiéramos tenido la oportunidad de consolidar nuestra relación — admitió él—. Por eso, cuando vi que estábamos más a gusto que nunca juntos, tenía que proponerte una relación que te hiciera sentir tan libre como un pájaro. Sin embargo, tenía que permitirme verte tan frecuentemente como me fuera posible hasta que pudiera persuadirte de que me dieras otra oportunidad. —Lewis… si me hubieras dicho la verdad… —¿Cómo podría haberlo hecho? Podrías haber tenido una pareja en Londres. Además, tuve que convencerte para que accedieras a llevarme a casa de tu hermana durante aquel fin de semana. Créeme, ¡intentar mantener una relación a distan
—Bien, jovencita, todos estamos deseando escucharla en la presentación de esta tarde —le dijo con una sonrisa el presidente de una de las compañías más importantes de los Estados Unidos a la esbelta rubia que estaba sentada a su lado—. Me parece que tiene la intención de hablarnos sobre el Mercado Europeo.—Bueno… —respondió Samira algo nerviosa, aclarándose la garganta mientras intentaba desesperadamente encontrar algo que decirle a aquel distinguido caballero, que seguramente sabía mucho más del tema que ella misma.Samira se preguntó ¿Qué demonios estaba haciendo en Nueva York? Las manos le temblaban tanto que tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para que la taza de café y el plato no se le cayeran de las manos. ¿Cómo podía haber accedido a dar la charla principal en aquel seminario financiero? Allí iban a estar reunidos los principales banqueros y economistas, todos los cuales eran obviamente mucho más inteligentes e importantes de lo que ella podría esperar ser.Sin embargo, el an
—Bueno, sí, supongo que sí —reconoció Samira, encogiéndose de hombros, avergonzada por haberse mostrado tan vulnerable a los ojos de Lewis.Desgraciadamente, no era sólo que se sintiera vulnerable. Sino tener tan cerca a ese hombre, al que no había visto hacía mucho tiempo, parecía estar afectando a su equilibrio y a su estabilidad. Tal vez debería echarle otro vistazo al discurso para lograr calmarle los nervios.—No quiero volver a oír más que te menosprecias —le estaba diciendo Lewis con una sonrisa, mientras ella empezaba a sacar el discurso mecanografiado del bolso—. Créeme, ése es el peor de los errores.—¿Cómo dices? —le preguntó ella, muy confusa.—¿Son esas las notas para el discurso de esta tarde?—Sí. Justamente estaba pensando que… ¡Eh! ¿Qué diablos te crees que estás haciendo? —exclamó ella, mientras él le quitaba los papeles de las manos.—Me imagino que ya sabes de lo que vas a hablar ¿no? —replicó él, mirando rápidamente las notas.—¡Claro que lo sé! —le espetó ella mu
Aquel hotel era fantástico. Aparte de rodear de lujos a sus huéspedes, tenía el aliciente añadido de que ponía a disposición de sus clientes una oficina completa en cada habitación, con fax, teléfono y todos los cables y mecanismos necesarios para conectar el ordenador portátil.Todo ello significaba que podía seguir en contacto con su despacho de España a través del teléfono, del fax y del correo electrónico. Sin embargo, no dejó de sorprenderla el hecho de que su despacho intentara comunicarse con ella, dado que debería ser medianoche en España.¿Habría surgido algún problema?Pero el fax no provenía de la oficina de Mayorca. Samira abrió los ojos con incredulidad al ver el membrete que figuraba en la parte superior del papel. A pesar de que no estaba muy familiarizada con las grandes compañías norteamericanas, sabía que Broadwood Securities Inc era una de las empresas más importantes de los Estados Unidos. Su sorpresa fue aún mayor al ver que la carta llevaba la firma de Lewis Trav