Episodio 2

Los dos chicos restantes dejaron escapar una animada risa, logrando que el omega se encogiera de hombros y sonriera, confundido. Joel y Darrel eran un par de años mayores que él, y se ofrecieron de voluntarios para acogerlo bajo sus alas cuando él pisó la universidad.

Ryle no lo comprendió enseguida, pero luego supuso que era por su facilidad de encantar a las personas. No estaba especialmente equivocado.

Sus dos amigos estaban totalmente encantados con él y su completa inocencia.

A las personas que lo rodeaban, se les hacía inusualmente adorable el hecho de que fuera tan tierno, y no tan sólo por parecer un simple omega, también, el adorno sobre su cabello ayudaba a conseguir miradas de más. Nunca se interesó especialmente por lo que las demás personas, y vivía continuamente en un mundo completamente aislado e irreal.

En ocasiones, le costaba comprender el humor de otros, y sin duda alguna, podía notar que algunas personas eran completamente malvadas. Sin embargo, él huía de ellas la mayor parte del tiempo, aunque en contadas veces le fuera imposible diferenciar cuándo le hablaban en serio o cuándo, simplemente, se burlaban de él.

Deshaciéndose prontamente de la compañía de sus dos amigos, él se adentró en su primera clase, sentándose a mitad del salón y sonriendo a las pocas personas que le echaban un vistazo, para seguidamente agitar su mano en forma de saludo. Cuando el profesor comenzó, minutos después, él se perdió increíblemente, dibujando garabatos en su libreta e ignorando por completo la voz que resonaba por toda el aula.

Y es que a menudo, su cabeza vagaba por lugares inexplicables. Aún más, cuando no deseaba prestar atención a una tediosa charla sobre la conducta humana, que, aunque al principio le pareció increíblemente interesante, al pasar los días se volvió rutinario y fastidioso.

Con mucho cuidado él acomodó la coronita que reposaba sobre su cabello. Aquél día era de impresionantes flores turquesa; cuando se dio cuenta de que aquel color le lucía maravillosamente bien, se sintió por completo colmado. Sus ojos de inmediato comenzaron a revolotear por todo el salón, admirando a cada uno de sus compañeros y fundiéndose en sus pensamientos, como casi siempre solía hacerlo.

Y aquella vez, la imagen de un increíblemente guapo hombre, no pasó desapercibida en sus recuerdos. Y es que desde aquel Desfile, el primero de enero era su día favorito en el mundo. Tan sólo por aquellos ojos color chocolate y sonrisa por completo preciosa.

Él sabía que, indudablemente, se había quedado flechado.

No tenía idea de quién era o por qué causaba aquellos estragos en su interior; mariposas volando de aquí para allá en su estómago y cosquillas en sus piernas. Pero de lo que estaba completamente seguro era de que, a pesar de el tiempo transcurrido, él no podría sacarlo de su cabeza. En ocasiones se regañaba por estar prácticamente enamorado de alguien que jamás volvería a ver, pero cuando el Alfa volvía en una vívida imagen frente a sus ojos, olvidaba todos sus cuestionamientos y se permitía suspirar feliz.

Él nunca se había enamorado, realmente, y estarlo de una persona que tan sólo vio en una ocasión le parecía frustrante; aún así, tenía la ligera esperanza de encontrarlo en su camino una vez más. Y sabía que posiblemente pudiera sufrir un desmayo al tenerlo frente a frente, pero aquello lo valdría si tan sólo pudiera volver a verlo.

Si tan sólo pudiera permitirse observar aquella maravillosa sonrisa una vez más.

Caminando de regreso a su casa, admiró como el sol parecía golpearlo con sutileza. Inspiró con fuerza, olores ligeros abarcando sus fosas nasales y sonriendo esplendorosamente al pensar en lo bueno que estaba el clima. Aunque de por sí, siempre estaba casi igual.

Las clases ese día pasaron completamente rápido, sin excepción; y él no estaba muy seguro de si era porque el destino se había puesto a su favor o porque, simplemente, él pasó el día entero pensando en el precioso hombre de Texas .

Cuando él estuvo pasando frente a la cafetería Sounds&Coffee, percibió el peculiar escalofrío que lo arrasaba todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar. Él, completamente desentendido, intentaba no mantener un contacto visual con aquel local, pero increíblemente, había ocurrido por mucho tiempo.

Ryle repentinamente se detuvo, una oleada de calor abrasándolo mientras giraba sobre sus talones y daba pequeños pasos hacia al frente, tanto como para observar la cafetería a través del cristal. De inmediato indagó con su mirada, podía sentir su corazón rebotando fugazmente dentro de su pecho por la anticipación, y no deseaba más que saber por qué se sentía de aquella extraña manera cada vez que cruzaba por allí.

Sentía como... ¿si le observaran?

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