Los dos chicos restantes dejaron escapar una animada risa, logrando que el omega se encogiera de hombros y sonriera, confundido. Joel y Darrel eran un par de años mayores que él, y se ofrecieron de voluntarios para acogerlo bajo sus alas cuando él pisó la universidad.
Ryle no lo comprendió enseguida, pero luego supuso que era por su facilidad de encantar a las personas. No estaba especialmente equivocado. Sus dos amigos estaban totalmente encantados con él y su completa inocencia. A las personas que lo rodeaban, se les hacía inusualmente adorable el hecho de que fuera tan tierno, y no tan sólo por parecer un simple omega, también, el adorno sobre su cabello ayudaba a conseguir miradas de más. Nunca se interesó especialmente por lo que las demás personas, y vivía continuamente en un mundo completamente aislado e irreal. En ocasiones, le costaba comprender el humor de otros, y sin duda alguna, podía notar que algunas personas eran completamente malvadas. Sin embargo, él huía de ellas la mayor parte del tiempo, aunque en contadas veces le fuera imposible diferenciar cuándo le hablaban en serio o cuándo, simplemente, se burlaban de él. Deshaciéndose prontamente de la compañía de sus dos amigos, él se adentró en su primera clase, sentándose a mitad del salón y sonriendo a las pocas personas que le echaban un vistazo, para seguidamente agitar su mano en forma de saludo. Cuando el profesor comenzó, minutos después, él se perdió increíblemente, dibujando garabatos en su libreta e ignorando por completo la voz que resonaba por toda el aula. Y es que a menudo, su cabeza vagaba por lugares inexplicables. Aún más, cuando no deseaba prestar atención a una tediosa charla sobre la conducta humana, que, aunque al principio le pareció increíblemente interesante, al pasar los días se volvió rutinario y fastidioso. Con mucho cuidado él acomodó la coronita que reposaba sobre su cabello. Aquél día era de impresionantes flores turquesa; cuando se dio cuenta de que aquel color le lucía maravillosamente bien, se sintió por completo colmado. Sus ojos de inmediato comenzaron a revolotear por todo el salón, admirando a cada uno de sus compañeros y fundiéndose en sus pensamientos, como casi siempre solía hacerlo. Y aquella vez, la imagen de un increíblemente guapo hombre, no pasó desapercibida en sus recuerdos. Y es que desde aquel Desfile, el primero de enero era su día favorito en el mundo. Tan sólo por aquellos ojos color chocolate y sonrisa por completo preciosa. Él sabía que, indudablemente, se había quedado flechado. No tenía idea de quién era o por qué causaba aquellos estragos en su interior; mariposas volando de aquí para allá en su estómago y cosquillas en sus piernas. Pero de lo que estaba completamente seguro era de que, a pesar de el tiempo transcurrido, él no podría sacarlo de su cabeza. En ocasiones se regañaba por estar prácticamente enamorado de alguien que jamás volvería a ver, pero cuando el Alfa volvía en una vívida imagen frente a sus ojos, olvidaba todos sus cuestionamientos y se permitía suspirar feliz. Él nunca se había enamorado, realmente, y estarlo de una persona que tan sólo vio en una ocasión le parecía frustrante; aún así, tenía la ligera esperanza de encontrarlo en su camino una vez más. Y sabía que posiblemente pudiera sufrir un desmayo al tenerlo frente a frente, pero aquello lo valdría si tan sólo pudiera volver a verlo. Si tan sólo pudiera permitirse observar aquella maravillosa sonrisa una vez más. Caminando de regreso a su casa, admiró como el sol parecía golpearlo con sutileza. Inspiró con fuerza, olores ligeros abarcando sus fosas nasales y sonriendo esplendorosamente al pensar en lo bueno que estaba el clima. Aunque de por sí, siempre estaba casi igual. Las clases ese día pasaron completamente rápido, sin excepción; y él no estaba muy seguro de si era porque el destino se había puesto a su favor o porque, simplemente, él pasó el día entero pensando en el precioso hombre de Texas . Cuando él estuvo pasando frente a la cafetería Sounds&Coffee, percibió el peculiar escalofrío que lo arrasaba todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar. Él, completamente desentendido, intentaba no mantener un contacto visual con aquel local, pero increíblemente, había ocurrido por mucho tiempo. Ryle repentinamente se detuvo, una oleada de calor abrasándolo mientras giraba sobre sus talones y daba pequeños pasos hacia al frente, tanto como para observar la cafetería a través del cristal. De inmediato indagó con su mirada, podía sentir su corazón rebotando fugazmente dentro de su pecho por la anticipación, y no deseaba más que saber por qué se sentía de aquella extraña manera cada vez que cruzaba por allí. Sentía como... ¿si le observaran?Tras unos segundos de suspenso, él se golpeó mentalmente, diciéndose que estaba actuando como un psicópata y decidiendo seguir su camino. Todo esto, no sin antes mirar su reflejo en el impecable vidrio. Sonrió con adoración y re acomodó la corona sobre su cabello, echando a andar como si de verdad, aquel sentimiento no lo hubiera golpeado hacía tan sólo segundos.Por su parte, Leonidas permanecía mudo, sus ojos bien abiertos y el corazón en los oídos, pensando que había estado inconcebiblemente cerca de ser descubierto; y también, diciéndose que más pronto que tarde, debería dejarse conocer por el rubiecito.Más que nada, afirmándose que aquel omega, era increíblemente más hermoso de lo que pensaba.El omega salió de su última clase y caminó con desgano hacia el cafetín. Aquel día no se sentía especialmente feliz por recorrer la universidad, ni tampoco para esperar a que sus dos amigos salieran de clases, pero se los había prometido.Y Ryle siempre cumplía sus promesas, pues, él creía
— ¡Hola, mami! — Gritó Ryle , acomodando la mochila sobre sus hombros cuando divisó a su madre en el jardín, podando las flores. Sus ojos por completos iluminados ante la preciosa imagen— . Oh, que bonitas.— Hola, mi amor — saludó la omega mayor, regalándole una pronta sonrisa— . Llegas un poco tarde, eh. Muy tarde, a decir verdad.— Sí, lo siento mucho — se disculpó de inmediato, arrodillándose a un lado de ella, y acariciando los pétalos de las preciosas margaritas— . Salí con Darrel y Joel, debí avisarte. ¿Me perdonas?— Uhm... déjame pensarlo — bromeó, dejando un suave beso en la mejilla del omega, quien prontamente sonrió ensimismado— . Están muy hermosas, ¿eh?— Sí — dejó salir, por completo emocionado— . ¿Puedo coger algunas para nuevas coronas, sí?— Por supuesto que no, cariño — reprendió la omega, pareciendo prontamente escandalizada, aunque Ryle sabía que aquello no era nada más que broma— . ¿Acaso quieres que tengamos un jardín sin flores? No dejaré que las acabes todas.
El fin de semana había resultado ser catastrófico para Leonidas , y es que no pudo sacarse de la mente que el omega hubiera estado con aquellos chicos. Mirándose tan contento como a él le gustaría hacerlo.Feliz.Sus celos habían ido en ascenso, y cuando fue la hora de cerrar la cafetería aquel día, Leonidas podía sentir como de sus orejas salía disparado un humo caliente, haciéndolo hervir y reprocharse a sí mismo el ser tan cobarde e inmaduro. Porque no había duda alguna, eso era.Su cabeza estaba vuelta un lío, más enredada que antes, cuando miró por primera vez a aquel precioso omega en Texas, y desde luego, aquel par de días en los que estuvo consumiéndose en sus celos, pensó mejor las cosas. Él quería conocerlo, hablarle y estar a su lado, ¿por qué no se permitía hacerlo?Había tomado una decisión, aunque resultó ser inconcebiblemente complicada. Jacob había pasado la mayor parte de aquellas cuarenta y ocho horas a su lado, motivándolo, y realmente había funcionado. Al menos un
— ¡Hey! ¡Ryle! — Bramó Joel, agitando su mano por la altura y dándole una seña a Darrel para que fueran en busca de su floreado amigo. El omega de inmediato se emocionó, corriendo hacia su encuentro como si se tratase de un pequeño niño, y cuando estuvo con ellos no dudó saludarlos a ambos con un amigable abrazo— . ¿Cómo te va, amigo?— Muy bien — respondió encantador y cogiendo las correas de su mochila, sonriendo enormemente. Darrel le devolvió el gesto, por completo enternecido— . ¿Y ustedes? Quise hablarles el fin de semana, pero tenía mucha tarea.— Oh, no te preocupes, — dejó saber el Beta, moviendo su mano con despreocupación y pasando su brazo por sobre los hombros del omega, para pronto comenzar a caminar detrás de los pasos del otro adelantado— . Nosotros estuvimos bien.— Eso me alegra mucho, Darrel — dijo, sonriente y mordiendo el interior de su mejilla. El ojiavellana le echó un vistazo por encima de su hombro y le sonrió, esperándolo hasta que se pusiese a su lado.— ¿Ir
Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte.— ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado?— Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría
El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda.Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito.Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cr
— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R