Episodio 10

— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.

— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?

— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?

Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y Ryle no evitó reír cómplice, asintiendo como un bebé.

En medio de las carcajadas, el teléfono del Alfa sonó, y haciendo una mueca de disculpa hacia Ryle , tragó saliva cuando admiró el nombre en la pantalla, y seguidamente, la hora que indicaba el reloj. 4:50. Lisa estaría terriblemente enojada.

— Joder — susurró Leonidas , echándole un rápido vistazo al omega quien, lleno de incertidumbre, lo miraba fijamente. Llevándose el teléfono a la oreja, Leonidas aclaró su garganta antes de morder el interior de su mejilla, sin saber muy bien qué hacer— . Lisa. No sabes cuánto lo siento.

— Creí haberte citado hace veinte minutos, Leonidas . ¿Qué pasó? — Utilizando una voz autoritaria, la omega se hizo resonar. Leonidas cerró sus ojos, exhalando por un segundo antes de tapar su frente. El omega mirándolo sin perderse sus gestos, y una sensación extraña haciéndole sentir malestar.

— Hubo un cambio de planes, salió algo de improvisto y olvidé decirte. No fue mi intención que esto sucediera — aunque Leonidas sabía que, desde luego, toda su intención estaba puesta en aquel acontecimiento. Dirigiéndole una sonrisa circunstancial al omega, él mordió el interior de su labio, nervioso— . ¿Podemos reprogramar la cita?

— ¿No puedes venir ahora? — Interrogó, sonando molesta. El Alfa frunció los labios, no por completo seguro de su respuesta. Mirando a su amigo preocupado en la caja, y luego al omega frente a él, cogió aire ruidosamente— . Dudo tener más tiempo disponible, y creo que esta es una conversación que me conviene tanto a mí como a ti, cielo.

Leonidas de inmediato se vio sumergido en un nuevo pozo, ¿por qué rayos le ocurrían aquel tipo de cosas a él? Debería tomar una decisión nuevamente, y no una cualquiera. Era Lisa o... Ryle .

Suspirando, él cerró los ojos antes de poder hablar nuevamente, sintiendo una presión conocida en su estómago cuando supo que sería inútil seguir alargando la conversación— . Lo siento, Lisa. En este momento estoy ocupado, supongo que nos tendremos que ver luego. Da igual, muchas gracias.

— Bien — murmuró, aclarando su garganta y sonando aún más disgustada.

Y sin esperar que pudiera responder algo a cambio, ella cortó la llamada. El Alfa evitando la mirada insistente de Jacob, y centrándose en la de Ryle , la cual pronto estuvo fija en la mesa y las manos de éste, cogiendo el vaso de café helado.

— Si tienes que hacer algo, yo puedo irme, Leonidas — expresó el omega, su voz diminuta y su corazón repiqueteando con dolor. Por supuesto que no deseaba irse, pero si Leonidas así lo quería, él lo haría. Todo porque, y aunque sonara ridículo, sentía que lo quería con exageración— . No arruines tus planes por mí.

— Oh, por supuesto que no — dejó saber de inmediato, sonando horrorizado— . No he arruinado nada, pequeño. No digas cosas como esas; eres igual de importante que cualquier otra cosa, ¿lo sabes, no?

— Pero..., apenas nos conocemos y ya hice que cancelaras una cita con Lisa y... — deteniéndose, él elevó su mirada. Leonidas notando la pronta tristeza que invadía a ésta, y su pecho hinchándose de algo similar al amor. Demasiado similar.

— No te preocupes por ello, Ryle — dejó saber, elevando su mano y acariciando la mejilla suave, sin recato alguno y sacándole una sonrisa al omega— . Podría asegurarte que preferiría pasar tiempo contigo a cumplir mis demás compromisos.

Y sin esperar nada más que una preciosa cara roja y sonrisa esplendorosa, Leonidas se repitió que aquello estaba resultando ser mejor de lo que pudo haber soñado.

(...)

Indicándole el camino, Ryle estuvo frente a su casa. Leonidas había conducido por las calles, grabándose todas y cada una de las intersecciones y caminos que conducían hacia la residencia donde el menor habitaba; deseando poder visitar aquel lugar con mucha más frecuencia de lo que sus propios amigos los harían.

Cuando fueron las siete en punto, Ryle decidió que era hora de irse o de otro modo, estaría en serios problemas, y es que una vez más, él olvidó decirle a su madre que se quedaría vagando por las calles un cierto tiempo extra. Si tenía suerte, ella lo perdonaría, y si tenía mucha más, su padre aún no habría llegado del trabajo. Aunque él sabía que aquello no era nada más que crearse falsas ilusiones.

Deseando prolongar el tiempo en el auto del Alfa, Ryle comenzó a tararear la canción que se reproducía en el estéreo, agitando su cabeza con convicción y pareciendo recientemente entretenido. Leonidas rio, siguiéndole el juego y cantando a voz más alta la canción vieja, sorprendiéndose de que el niño realmente la conociera, pero resultándole innegablemente atractivo el gesto.

Hubieran estado allí la noche entera, y realmente ambos lo deseaban, pero cuando la puerta de la casa del omega se abrió y dejó ver a su madre, Ryle se sobresaltó; pensando que ya estaba excediendo los límites de confianza. Él jamás había sido de llegar tarde, ni tampoco de avisar a donde iba porque, realmente, él nunca iba a otro lugar que no fuese su hogar; pero sabía que posiblemente, aquella noche sería buena para un llamado de atención.

— Me temo que debo irme — murmuró el omega, mirando de reojo como su madre, con los brazos cruzados, parecía apurarlo con la mirada— . Muchas gracias, Leo. La pasé muy bien, me gustaría tomar más café contigo.

— No hay problema, Ryle — admitió, asintiendo con ímpetu, y es que escuchar aquellas palabras habían subido su presión— . También la pasé excelente, ha sido bueno volver a verte y esta vez, hablar contigo.

— Hasta pronto — murmuró, abriendo la puerta y sintiendo el corazón en la garganta cuando decidió, por un acto reflejo, volver y besar la mejilla del Alfa, dejándolo estupefacto y sonrojado; para pronto escabullirse saltarinamente hacia su casa, echando un último vistazo atrás y con una preciosa sonrisa estirando sus mejillas.

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