Ante aquella confesión, Angela lo observó horrorizada, no creyendo lo que su hijo acababa de decir, y tampoco imaginándose aquellas palabras en la realidad— . ¡Por supuesto que no! ¡Él no te enseñará nada, Jesús! — Exaltada, la omega se puso de pie, sobresaltando al omega quien frunció los labios— . Escucha, corazón. Soy tu madre, y eso me da el derecho a querer lo mejor para ti.— Pero...— Lo mejor para ti no ha llegado, cielo — prosiguió, alterada; sin embargo, con un tono de voz bastante cariñoso— . No me agrada Leonidas , más bien..., no nos agrada.— ¿A quiénes no les agrada?— Tu padre piensa lo mismo que yo, no nos sentimos seguros con esto que..., lo que sea que esté sucediendo entre ustedes, cariño. Debe parar, no puedes dejar que esto pase a ser algo más..., serio. ¿Entiendes?— ¿Por qué? — Sintiéndose dolido, Ryle percibió el engorroso nudo que se creó en su garganta. Por supuesto, jamás se imaginó que algo como aquello podría salir de la boca de su madre— . A mí sí me agr
El Alfa admiraba todo a su alrededor, sus ojos vagando por el restaurante y de vez en cuando, deteniéndose en su reloj de muñequera. Repiqueteaba las yemas de sus dedos en la madera de la mesa, mordiendo el interior de su mejilla y comenzando a desesperar. Eran las cuatro cincuenta y Lisa no aparecía; aquello no era una buena noticia, desde luego.Cuando admiró la entrada del lujoso restaurante y notó la pomposa presencia de la omega, él soltó el aire que habría estado reteniendo durante los treinta minutos en espera. Levantándose de la silla educadamente, sonrió ante la mueca amable que le dirigió la pelirroja, y percibiendo el insoportable desasosiego que comenzó a calcinarlo, asintió con la cabeza en forma de saludo.— Lisa — dijo, su voz grave y demasiado propia.— Hola, cielo — sonrió, sin siquiera mirar la silla para sentarse. De pie frente a la mesa, cogió la mano de Leonidas , dejando relucir sus uñas largas y recién pintadas. Los ojos de Leonidas mirándola con simpatía, y el
Doblando en una avenida un poco solitaria, Leonidas posó sus ojos en la delgada y escurridiza presencia que cruzaba la calle correteando, sus ojos posados en el auto que venía hacia él y sus pies apresurándose a llegar al otro extremo. El corazón de Leonidas dio un brinco de felicidad, estirando una enorme sonrisa en sus labios cuando reconoció inmediatamente aquella corona perfectamente elaborada, y rápidamente dio un par de bocinazos, llamando la atención del omega que lo observaba.Cuando los ojos mieles se encontraron con los achocolatados, Leonidas alzó su mano y lo saludó. La sonrisa en el rostro del omega volviéndose contagiosa, aunque el Alfa notó que, increíblemente, algo no iba del todo bien.Bajando la ventanilla del auto, y llegando a un costado del omega, el mayor sintió los latidos de su órgano interno palpitar en sus sienes, y prontamente percibió el asombroso sonrojo que se apoderó de su propio rostro, cuando el omega se acercó al auto y apoyó sus brazos en la ventana
Leonidas sentía sus manos sudar de manera exagerada. El Enigma le regalaba miradas llenas de ansia y extrañeza, mientras observaba de aquí para allá como caminaban los clientes de Sounds&Coffee. La música que ambientaba el lugar resultaba ser por completo relajante, pero a Leo no parecía estarle haciendo efecto. Jacob sospechaba que su mejor amigo tenía que contarle algo grande, y todo esto porque estuvo la mañana entera actuando de la misma patética manera. De igual forma, el Enigma se sentía preocupado, y no evitó pensar que el alfa había cometido una estupidez con el floreado y risueño omega; aunque aquella posibilidad había quedado enterrada cuando a las ocho en punto, Ryle entró a la cafetería y se guindó empalagosamente al cuello del mayor. — Entonces... ¿A quién has matado? — Cuestionó Jacob, un gesto pensativo cuando los ojos entrecerrados de Leo lo observaron con incertidumbre. El bufido que abandonó la boca del Enigma logró rebajar la pronta tensión que se había creado a s
El omega repiqueteaba su pie sobre el piso, al compás que sus dedos lo hacían en su rodilla. El campus se encontraba casi vacío, y los rayos del sol calentaban todos y cada uno de los rincones de su cuerpo disponibles a ellos. Admiraba todo a su alrededor, el silencio reinante mientras esperaba a sus dos amigos, los cuales minutos atrás le preguntaron dónde se encontraba. En su periodo libre, Ryle decidió que sería hora de contarles sobre su enamoramiento, y aprovechando la aburrida clase en la que se encontraban los dos chicos betas, salieron en busca del pequeño floreado. Cuando ambos ojimarrón es notaron la delgada contextura del menor sentado en un banco de concreto fuera de la universidad, sonrieron de manera exagerada. Sabían que algo sucedía con Ryle, y se sentían completamente curiosos. Nunca habían visto al pequeño actuar de la manera que llevaba haciéndolo en el último tiempo, y habían comenzado a sospechar que algo se traía entre manos. Finalmente, y cuando Ryle se permit
De igual manera, la manta suave que cubría el cuerpo de Ryle , no permitió que éste notase la ligera molestia que Darrel y Joel sintieron al momento de la confesión, y en su lugar, pensó que estaban tan contentos como él. Desde luego, siendo ridículamente inocente, como estaba acostumbrado.En la calle, y admirando como un auto se detenía justo frente a la universidad, Ryle sintió sus ojos brillar de manera ilusionada. Aquel vehículo podría reconocerlo en cualquier momento, y percibió el desesperado rebote que comenzó su corazón cuando miró a Leonidas . Sabía que aquella relación había comenzado una nueva fase, pero jamás esperó mirarlo allí..., buscándolo en su salida, como un novio haría. Como Leonidas Drakos haría. Sintiéndose demasiado emocionado, el omega corrió hacia la puerta de copiloto, y abriéndola con la mayor sonrisa que sus mejillas le permitieron expresar, sintió su pecho doler. El asiento siendo ocupado por una omega con grandes lentes oscuros, y una sonrisa rebosada e
Tras aquellas palabras, Ryle se acomodó bien en el asiento, mordiendo su labio con nerviosismo y fijando su mirada al frente, cuando escuchó la leve risilla que dejó salir Leo, se permitió sonreír; encogiendo sus hombros de manera ingenua. — Fueron muchos. — Y eso no es algo que me desagrade. De hecho, me encanta — murmuró el Alfa, encendiendo el auto una vez más y regalándole un guiño al omega cuando lo observó. Ryle sonriendo, y Leonidas sintiéndose contento de ser quien disminuyera sus preocupaciones— . Sé que en algún momento yo también me pondré celoso — dijo divertido y metiéndose en el poco tráfico que había; el omega poniéndose enseguida el cinturón de seguridad y sus pestañas rizando suavemente sobre sus mejillas; feliz— . Y espero que no te moleste cuando pase. — Nada que provenga de ti podría molestarme..., Leo — y con aquél último susurro, Ryle plantó un rápido beso en la mejilla de Leo, quien ante el acto sonrió como un enamorado sin remedio. Justo como se sentía. En
Él no sabía cómo reaccionarían ellos ante la idea de conocer a Leonidas , y realmente esperaba que no se saliese nada de sus manos. De igual forma, luego de aquella conversación tediosa y desconsiderada que le dio su madre hacía unos días, él no se sentía íntegramente seguro de lo que podría pasar. Aclarándose la garganta y llevando un bocado de comida a sus labios, el omega tomó una respiración profunda, y tras masticar pausadamente, se dispuso a romper el desagradable silencio— . Quisiera hablar algo con ustedes. Ambos pares de orbes posándose momentáneamente en él, y los nervios convulsos trepando de una manera cruel por su garganta, aglomerándose en forma de nudo en el interior de ésta. Ryle sacudió la cabeza, sintiéndose libre de hacerlo al no poseer la coronita puesta en aquel momento, y segundos después, dejó que sus brazos cayeran inertes sobre la mesa. Angela sabía que algo se traía entre manos, y desde luego, no era para nada de su agrado el pensar que, efectivamente, tend