Episodio 84

El ojimiel gimió acaloradamente, apretando los ojos con ímpetu y mordiendo su labio. Sentir a Leonidas tras suyo y no poder verlo estaba torturándolo. Cuando el alfa entró por completo, Ryle tomó una respiración profunda. Juró sentir su cara arder, y ni siquiera quiso imaginar la magnitud de su sonrojo.

Leonidas de inmediato besó la espalda del más pequeño, acariciando su abdomen y pasando su mano descuidada por sobre su erección retenida. La suave tela de encaje haciéndole perder la cordura, y sus movimientos tomando vida propia cuando apretó con gozo las delgadas caderas del omega.

Sus jadeos se escucharon al unísono, y cuando Leonidas embistió el apretado agujero con los ojos cerrados, sintió ahogarse de una vez por todas en aquel lago en el que siempre se sumergía. Aquél lleno de innegable y asombroso placer.

»— Infiernos, Ryle — Leonidas rugió, movimientos pausados y profundos. Deleitándose cada centímetro y no pudiendo apartar su achocolatada mirada del precioso rostro de Ryl
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