Episodio 9

— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.

¡Y es que no lo podía creer!

Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.

Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mejor amigo.

Sabía lo mucho que Leonidas habría estado esperando un momento como aquel, y cuando se permitió observar la extrema felicidad que irradiaba el rostro del Alfa, lo confirmó. No quedando demasiado atrás las mejillas rojas del niño, y su peculiar ternura siendo caracterizada por la delicada corona de flores.

En su lugar, cuando Leonidas arrimó la silla del omega y tomó asiento a su frente, repitió en su cabeza que no podría pasar el día entero tan sólo mirándolo, aunque aquello no fuese en absoluto una mala idea. Debería aprovechar el tiempo al máximo, y definitivamente lo haría; aunque estuviese tan nervioso como una novia antes de su boda.

Y definitivamente, aquella comparación lo hizo reír, aligerando su pronta tensión y admirando como el omega reía bajo, intentando imitar su carcajada y sintiéndose confundido; aunque de una manera perfectamente aceptable.

— ¿De qué te ríes? — Preguntó, divertido. Y cuando Leonidas lo observó avergonzado, fue su momento de soltar una adorable carcajada— . Me gusta reír.

— Sí..., a mí también me gusta hacerlo — soltó, mordiendo su labio cuando sintió el calor abrasar su pecho. La pregunta que se había hecho hacía unos días, fue respondida en aquel momento. Por supuesto, él sí pudo hacerlo reír, también— . ¿Cómo te llamas, eh? Supongo que tu nombre debe ser igual de lindo que tú.

Sin darse cuenta de las deliberadas palabras que salieron de su boca, admiró como el omega detuvo su carcajada, sonriendo tímidamente y comenzando a jugar con sus propias manos. Cuando Leonidas reparó en lo que realmente había dicho, abrió su boca para decir algo al respecto, pero nada salió, y Ryle tampoco lo dejó organizarse.

— Mi nombre es Ryle ... ¿Y tú cómo te llamas? — Preguntó, llevando el dedo gordo a su boca y mordisqueando la uña nerviosamente. Leonidas sonrió enternecido, y exhalando el aire retenido hacía unos contados segundos, él sintió sus mejillas adormecidas al no poder dejar de estirarlas desde minutos atrás— . Y— yo supongo que..., tu nombre debe ser..., Dios.

— No, no debes decir nada — aclaró de inmediato, sintiendo el furioso y pronto latido que arremetió contra su pecho; riendo suevamente, volvió a notar el nuevo sonrojo que se apoderó del omega, y notando perfectamente su precioso rostro aniñado, negó con adoración— . Me llamo Leonidas , y es un placer conocerte, Ryle . Después de tanto tiempo...

— Ha sido bastante tiempo, la verdad — soltó de inmediato, un suspiro afligido abandonando su labios— . Creí que no volvería a verte, pero aún mantenía mis esperanzas.

Con aquella confesión, Leonidas se miró abriendo los ojos con sorpresa. ¿Aquello qué quería decir, exactamente? ¿Qué Ryle esperaba verlo de igual manera, como él mismo esperaba hablarle?

Sin podérselo creer, Leonidas alzó la mano y llamó a uno de sus empleados, el cual pronto los estuvo atendiendo y llevando sus órdenes. Durante unos minutos, ambas miradas perdidas en la contraria, y el omega desviando la suya por escasos segundos, al verse irremediablemente nervioso de sostenerle la mirada a Leonidas demasiado tiempo. Y es que no podía evitar pensar en lo fantásticamente hermoso que era.

— Bien y... ¿qué haces, Ryle ? ¿Estudias? — Interrogó, rompiendo el pronto y no incómodo silencio que se había formado tras la marcha del empleado. El omega doblando y desdoblando una servilleta, y sus pestañas rizando cada vez que se movían en dirección a Leonidas , quien parecía estar perdiendo la noción del tiempo.

— Sí — afirmó, asintiendo a su vez con la cabeza— . Recién comencé mi primer año en la universidad..., estudio psicología y la verdad me gusta mucho, se me hace interesante — soltó, sintiéndose extrañamente feliz cuando admiró al Alfa completamente atento a sus palabras— . Tengo dos amigos, ellos son muy lindos conmigo y me cuidan desde que entré allí; son agradables. Deberías conocerlos.

— Me encantaría — dijo, completamente encantado ante la espontaneidad del chico. Éste sonrió, acomodando la corona de flores sobre su cabello y mordiendo su labio de manera cómica. Cuando los pedidos estuvieron a su frente, Leonidas dio una palmada amigable a su empleado— . Gracias, Mark.

— Muchas gracias, señor — soltó Ryle , cogiendo de inmediato el café helado y dándole un sorbo a la pajilla. Leonidas mirándolo sin poder evitarlo, y es que no se creía el que, realmente y después de dos largos y arduos meses intentando lo que parecía imposible, él tenía al niño justo a su frente— . Oh, esto está delicioso, Leonidas . Gracias.

— No es nada, pequeño. Siempre trato que mi café sea el mejor — alardeó en broma, riendo antes de darle un trago a su propio vaso, pero cuando las grandes perlas color miel se posaron sobre él, se vio obligado a reposar el objeto sobre la mesa.

— ¿Oh..., este es tu café? Es decir... ¿todo este es tu café? ¡Siento mucho tomarlo, no sabía! — Dijo avergonzado, dejando su vaso en la mesa y arrimándolo hacia Leonidas , quien no evitó reír enternecido, y demasiado sorprendido de que la inocencia del joven fuese más allá de lo que realmente, él imaginó.

— No, no — negó, devolviendo el envase frente al omega— . No quise decir eso, me refería a que ésta es mi cafetería, Ryle . Ese café es tuyo, así que no sientas tomártelo. Te lo estoy invitando.

— ¿Es tuya esta cafetería? ¡Oh, Dios, que fantástico! — Exclamó, dejando notar su pronta emoción, como si lo de hacía segundos no fuese ocurrido jamás. De inmediato, Leonidas se vio increíblemente atraído hacia aquel chico, y es que era lo que siempre buscó— . Quisiera tener algo..., me gustaría ser dueño de mi propia tienda de coronas. ¡Coronitas de flores!

— ¿Te gustan mucho las flores, eh? — Cuestionó, sonriendo abiertamente ante la mueca fascinada que adornaba la cara de Ryle , haciéndolo lucir completamente radiante.

— ¡Las adoro! ¡Son preciosas! Mi mami tiene un jardín muy grande y hermoso, pero nunca me deja coger sus flores — murmuró, haciendo un pequeño puchero que Leonidas no pudo pasar desapercibido. De inmediato relamió sus labios, cogiendo el vaso y dándole un nuevo sorbo a su café, intentando drenar por completo sus sentimientos hacia el precioso niño. Pero desde luego, él no podía— . Yo igual las tomo, no puedo resistirme.

— Oye, que malo eres — bromeó, sacándole una pronta risa al omega, quien encogiéndose de hombros, bebió de su delicioso café. Su mirada conectada con la contraria, y los labios de Leonidas curvados en una sonrisa jocosa— . ¿Cuántos años tienes, Ryle?

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