El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.
— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda. Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito. Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cruelmente en su garganta. Admirando su auto aparcado justo al frente de la cafetería, se puso en marcha hasta llegar a él, pero su mente despistada y cuerpo descoordinado, no le hicieron darse cuenta que estaría rodeado de personas. O al menos, demasiado cerca de una. Cuando sintió el doloroso impacto de su cuerpo chocando contra otro, él se permitió reaccionar, y escuchando el jadeo doloroso que dejó salir la otra persona, apretó sus manos con vergüenza. — Lo siento mucho — dijo de inmediato Leonidas , sin siquiera reparar en la otra persona o verla. Cuando admiró que algo había caído al suelo, velozmente se agachó; siendo rápidamente imitado por la otra presencia. Cogiendo la corona de flores en sus manos, él tragó saliva. Su corazón comenzando un rápido trote cuando el delicioso aroma de los pétalos se extendió a lo largo de sus fosas nasales, cautivándolo de inmediato, y sintiendo como la saliva se secaba en su boca al comenzar a suponer millones de cuestiones. ¿Sería lo que estaba pensando? — No te preocupes, fue mi culpa. Venía distraído — aquella voz por completo sutil a los oídos del Alfa, quien no pudiendo aguantarse mucho más, elevó su mirada hasta posarla en la contraria; levantándose ambos segundo a segundo. Los ojos del omega abriéndose con sorpresa, y sus mejillas sonrojándose de la manera más furiosa que hubiera deseado. Su corazón latiendo erráticamente y sus piernas comenzando un ligero tembleque vergonzoso. Cuando admiró aquellos preciosos color chocolate mirarlo como si, realmente, él fuera irreal, extendió una sonrisa por sus mejillas. Mientras tanto, Leonidas no podía creerlo, y percibiendo como su pecho se hinchaba de alivio mezclado con un enorme amor, él se permitió devolverle la sonrisa. Estirando entre sus manos la delicada corona y sin apartar la mirada de la contraria, se sintió flotar en el aire. Demasiado bueno como para ser cierto. — Creo que..., esto es tuyo — murmuró Leonidas , relamiendo sus labios cuando el pequeño encogió sus hombros. Aquella acción pareciendo más tierna de lo que debería, y sus impulsos ganándole rápidamente. Reposando la corona sobre el brilloso cabello omega, Leonidas sintió el corazón en la garganta, y cuando la mano del omega se posó sobre la coronita, arreglándola encantadoramente, se sintió por completo colmado. Y tras aquella descuidada afirmación, ambos dejaron salir una encantadora risa; sintiéndose irrevocablemente maravillados. — Supongo que sí. Definitivamente, se habían encontrado. Ryle se encontraba increíblemente estupefacto, sin embargo, su corazón parecía querer trepar por su garganta y por consiguiente, abandonar su cuerpo de una abrupta manera. Desde luego, Ryle jamás imaginó que encontrar al dueño de sus pensamientos desde hacía unos cuatro meses, sería una tarea tan sencilla y obviamente, él habría dado por hecho que no lo era. Pero ahora el mundo parecía estar a su favor, y no podía sentir nada más que una emoción tremenda recorrer por completo sus venas. Desde el primero de enero en Texas , el juró que aquel hombre era la invención más preciosa del planeta, pero ahora, y observándolo de cerca, podía confirmarlo. Aquel hermoso espécimen era ridículamente bello; y la obvia afirmación tan solo logró que su estómago se revolviese de emoción y sintiese cosquillas en su interior. Agradándole el revoltijo que se había vuelto su cabeza, estiró una sonrisa por sus labios, aún mucho más pronunciada que la anterior, y es que simplemente no podía hacer otra acción porque de así efectuarlo, posiblemente quedaría avergonzado por alguna cuestión. Percibiendo la pronta frialdad que habían adquirido sus manos, el carraspeó; los característicos ojos color chocolate admirándolo intensamente, y una sonrisa que recordaba con exactitud, plasmada en los rosados y gruesos labios del otro hombre. — Yo..., ehm — murmuró Leonidas , evitando hacer por completo el ridículo. Sabía que podría arruinarlo en cualquier momento, y esperaba que tener al omega en frente, no resultase ser tan vergonzoso como en ocasiones, él imaginó que sería— . H— hola. — Hola — respondió el omega, agitando sus largas pestañas en un gesto tierno, y sacudiendo su mano alzada por encima de su hombro. Podía sentir como sus piernas comenzaban a temblar, y el armonioso latido de su corazón descontrolándose cada segundo más. Sabía que debía controlarse, pero jamás había logrado sentirse tan nervioso frente a otra persona, porque, desde luego, las demás no habían sido catalogadas como eternos amores improvisados— . Y— yo..., yo te recuerdo. En aquel justo momento, cuando Leonidas pudo detallar más la voz de su pequeño hermoso; dulce y melódica como la imaginó, sintió que podría caerse en cualquier momento. Ryle tampoco estaba tan lejos de su realidad, y percibiendo el tremendo nudo que se instaló en su garganta, casi impidiéndole hablar, Leonidas se fijó en los incomparablemente preciosos ojos color miel. Aquel niño era terriblemente perfecto. — ¿Me recuerdas? — Cuestionó, sintiéndose estúpido en ese justo momento. Cuando la tierna risa llenó sus oídos, mordió el interior de su mejilla; sintiendo el poderoso latido de su corazón, en sus propios oídos. Y es que, Dios, estaba justo en frente de la persona que lo hacía desvelarse cada mañana y esperarlo cada tarde— . Digo, es obvio porque me lo has dicho pero..., oh, Dios — jadeó Leonidas, sintiéndose ridículo cuando una nueva y ligera carcajada cedió. — Está bien — asintió el omega, abrazándose a sí mismo y bajando por un segundo su mirada. Las mejillas incontrolablemente sonrojadas y su cabeza aún, inmune a creer lo que en realidad estaba pasando. ¿Sería otro de sus sueños despierto? Realmente esperaba que no— .Yo también me siento un poquito nervioso, no estés triste por eso. Y desviando la mirada del delgado cuerpo, Leonidas cogió el suficiente aire que sus pulmones le permitieron, estirando una auténtica sonrisa por sus labios y reteniendo sus ganas de atraer el cuerpo del chico y abrazarlo fuertemente. Podía sentir las ansias recorriendo su completa anatomía, y cuando dirigió un rápido vistazo hacia su cafetería, supo que debería hacer algo porque, y era obvio, él no lo dejaría escapar. — ¿Estás ocupado ahora? — Preguntó el Alfa, ganándose la pronta e inocente mirada brillante del niño, quien con ímpetu, negó furiosamente. Acción que, nuevamente, logró que Leonidas se sintiese colmado. Era precioso, demasiado. Hermoso. — No, no lo estoy, pero si lo estaría yo..., no importa. — Se rio, sonrojado y acariciando sus propios brazos, dándose el calor que no escaseaba— . No estoy ocupado ahora. — Bien — sonrió Leonidas , cerrando sus ojos por una milésima de segundo antes de señalar el local y aclararse la garganta, increíblemente nervioso— . ¿Quisieras..., uhm, tú? ¿Te gustaría, oh..., aceptas tomar un café conmigo? Tras pronunciar aquellas complicadas palabras, Leonidas sintió un ardor característico en la boca del estómago. Los ojos del omega mirándolo con pronta sorpresa, y su cuerpo encogiéndose a la vez que una nueva y temblorosa sonrisa, iluminaba su rostro. Parecía estarse debatiendo internamente, y Leonidas creyó por un momento que lo rechazaría, como siempre temió. Pero cuando el sonrojo en el rostro del omega se convirtió en uno más furioso, Leonidas suspiró lleno de alivio, tan sólo esperando que las palabras del omega fueran las acertadas, porque de otro modo, se sentiría completamente patético.— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R
Tocando la piel llameante que habían rozado los labios del omega, Leonidas sonrió estúpidamente, y admirando como su madre lo adentraba a su casa antes de echarle un vistazo dudoso a él, se sintió por completo realizado. Después de todo, había logrado hablar con Ryle , y aunque fue por pura coincidencia, agradecía al mundo haber estado a su favor por primera vez en su vida.Por su parte, y cuando entró en la casa, Ryle soltó una encantadora risa, recostándose de la pared y cerrando los ojos cuando logró tropezarse con sus propios pies. Angela mirándolo con una ceja alzada, y su padre en el salón, perdiendo la atención en el programa que miraba en la televisión. Los dos mayores no pasaron desapercibido el suspiro enamorado que surgió de los labios del omega, ni tampoco, las poderosas y sonrojadas mejillas que éste poseía, y aclarando su garganta, la omega decidió que era hora de hablar.— ¿En dónde estabas, Ryle? — Cuestionó, intentando sonar dura, pero realmente no podía lograrlo. Cua
Perdiendo su mirada en cualquier parte del salón, Leonidas volvió a suspirar. Una nueva blanca y enamoradiza sonrisa haciéndole extender las mejillas, y es que su corazón no dejaba de saltar patéticamente feliz en su interior. Sabía que, definitivamente, aquel día estaba en la lista de los mejores..., posiblemente, ocupando el puesto número uno.Decidiendo que debería ir a preparar su cena para luego irse a dormir, pensó lo que pasaría de ahora en adelante. Ahora él y Ryle se conocían más que de un simple vistazo, y ahora, ellos podrían estar imposiblemente cerca. ¿Qué sucedería al día siguiente con ellos? ¿El omega entraría en la cafetería para saludar a Leonidas ?Nuevas preguntas comenzaron a formularse en la cabeza del Alfa, y supo de inmediato que aunque hubiera colgado la llamada de Jacob, debería volver a contactar con él; de otra manera, Leonidas no podría establecer un buen plan para ejecutarlo en unas cuantas horas.Y es que movería cielo y tierra para ganarse el completo am
Al momento en que varias risas, acompañadas de jadeos sorprendidos se escucharon, Ryle se permitió sonrojarse fugazmente, alzándose en su altura y acomodando el adorno de flores sobre su rubia cabellera; por completo avergonzado.— ¿A dónde ibas tan apurado, florecitas? — Cuestionó un curioso Darrel, segundos después de ver como el omega se recomponía de lo que, posiblemente, iba a ser un doloroso impacto contra el piso.— Deberías tener más cuidado, Ryleie. Podrías haberte partido los dientes — y con aquel comentario gracioso, Joel se permitió reírse, al igual que el resto de personas que los rodeaban. A diferencia de ellos, el omega reía sin ningún rastro de maldad— . No serías igual de lindo sin ellos.— Lo siento — se disculpó el omega, mordiendo su labio y jugando con el dobladillo de la camisa. Desde luego, le gustaba que las personas lo notasen, pero prefería no ser el centro de atención por aquellas cuestiones— . Yo..., yo debo irme.— ¿Tienes algo qué hacer? — Volvió a interr
Comenzando una lenta caminata entre la cafetería, Jacob hinchaba el pecho de emoción. Por supuesto, él esperaba ver la reacción de su mejor amigo cuando su precioso amor estuviera pisando su oficina; tan bonito como aquel día iba. Por otra parte, el omega tomaba inspiraciones profundas, intentando calmar el acelerado latido de su corazón, como también, el tembleque que recorría por toda su anatomía.Se sentía ridículo, pero de igual manera, no podía evitar estar tan nervioso como, posiblemente, lo estuvo el día anterior cuando su mirada se cruzó con aquella tan preciosa, por segunda vez.Cuando ambos estuvieron frente a la puerta que adentraba a la oficina de Leonidas, el omega mordió su labio. Sus manos frías y rígidas, y su rostro caliente y rojo. Una combinación que rápidamente causó un terrible escalofrío a lo largo de su columna, y por supuesto, sacó una risa del ojiavellana cuando posó sus orbes en el más bajo.»— Tranquilo — animó el mayor, un suave toque al hombro del omega qu
La emoción convulsa recorría completamente el cuerpo del menor, haciéndole sentirse más nervioso de lo que antes se encontraba, cuando caminaba junto a Jacob directo al despacho de Leonidas . Y lo cierto es que Ryle nunca pensó que aquel nerviosismo pudiera ser superado.Cuando el Alfa lo guio fuera de la oficina y llevó donde el anterior Enigma se encontraba, las mejillas no variaron de su color carmín, y olfateando las bonitas margaritas que aún reposaban en sus manos, exhaló fuertemente. En aquel justo momento podía sentirse ridiculizado de mil maneras posibles, pero realmente no le importaba mucho aquel hecho.El que Leonidas lo observase de esa manera tan preciosa, lo hacía revolotear como millones de pajarillos felices.— Jacob, necesito que cuides la cafetería por mí — suplicó el Alfa, una sonrisa bobalicona en su rostro cuando el omega le regaló una mirada teñida de sorpresa— . Prometo que te compensaré esto.— Deberás comenzar a rebajar mi cuenta acá — bromeó el más alto, luc
El Alfa guardó las manos dentro de sus bolsillos, una sonrisa tímida en sus labios cuando la mirada marrón de Angela lo miró con fijeza, haciéndole sentir que estaba entrando en terreno peligroso. Muy, pero muy incómodo.Cuando aclaró su garganta y decidió desviar su mirada de la otra, creyó que con aquello podría cesar, pero sabía que no sería tan sencillo. Al momento en que Ryle volvió a su lado, él respiró tranquilo, y sintiendo como la mano del menor lo apretaba confortantemente, se permitió volver a sonreír.— ¿Y a dónde irán? — Interrogó la omega, pareciendo más interesada, y sin variar su mirada del rostro de Leonidas, sigilosa— . Espero que no sea un lugar desconocido, ni muy lejos. Mañana tienes que estudiar, Ryle.— Lo sé, mami, ya no soy un niño — susurró el omega, sintiéndose avergonzado por las cosas que decía su madre— . Y no sé a dónde iremos. Es como una sorpresa, Leonidas y yo tendremos una cita.— ¿C— cita? — De inmediato, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Leoni