Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.
El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte. — ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado? — Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría hablarte sobre algunas cosas importantes. — ¿Este día? — Murmuró, frunciendo los labios al posar su vista en el gran vitral. Jacob asintió con su cabeza, y Leonidas se vio rápidamente sumergido en una terrible confusión. — ¿Estás ahí? — ¿Qué le digo? — Apartando rápido el móvil de su oreja, Leonidas le susurró a Jacob. El ojimarrón de inmediato se notó desesperado, y tras unos segundos, volvió a asentir. — Que sí, idiota. Dile que sí — lo empujó, llevando una vez más el teléfono a su oreja. Leonidas tragó saliva, no por completo seguro de que aquella fuera una buena idea. O por lo menos, no ese día. — Lo siento, Lisa. Jacob estaba diciéndome algo — dijo, cerrando un ojo ante el repentino silencio en la otra línea, pero cuando escuchó la divertida risa de la omega, él se relajó. — Oh, ese Jacob. Mándale saludos — dijo, apaciguando su risa— . Bien, ¿si puedes este día? ¿A las cuatro treinta? — Yo..., eh — inseguro, admiró los ojos de cachorro que poseía su mejor amigo, y maldiciendo por dentro, suspiró— . Claro, sí que puedo. ¿Dónde te encuentro? — ¿Podrías llegar a mi oficina? — Sí, claro — murmuró, repentinamente desganado— . Allí estaré, Lisa. Gracias por llamar. — No es nada, cielo. Nos vemos. Y tras aquellas últimas palabras, la omega colgó. Y tras aquellas últimas palabras, la omega colgó. Leonidas admiró el gesto de felicidad que poseía el Enigma, pero él mismo se sintió decepcionado de que su plan fuese frustrado de aquella manera, una vez más. ¿Aquello significaba que no podría hablar con el omega? Bueno, desde luego que podría, pero no como él deseaba. Y es que, aunque sonase patético, Leonidas esperaba poder pasar el resto del día al lado del niño. — Se supone que deberías estar feliz — comentó el Enigma, elevando sus cejas de manera graciosa. Leonidas bufó. — Lo estoy pero..., realmente hubiera preferido que Lisa me citara en otro momento, no cuando estoy por romper mi racha de fracasado. — Aquel comentario logró sacar una carcajada del más alto, y rodando en el banco giratorio, echó un vistazo a la hora, para prontamente mirar a Leonidas y luego, al exterior por medio del ventanal. — ¿No debería haber pasado ya? — No siempre pasa a la misma hora en punto, Jacob — murmuró, evitando darle demasiadas vueltas a la cabeza. Si tenía suerte, la conversación con el chico se volvería amena, y si tenía mucha más, Lisa le llamaría para cancelar repentinamente la cita, debido a que tenía que atender otros compromisos. Pero sabía que aquello era soñar con exageración. De igual modo, no evitaba sentirse mal, y su caso de nervios empeoró cuando media hora después, el pequeño chico aún no había pasado. Y por Dios, la preocupación en su interior comenzó a volverlo loco. — Exageras — soltó Jacob, dando un sorbo al café que había ordenado. No se habían movido siquiera un segundo de sus lugares, y sabía que su mejor amigo tan sólo estaba demasiado chiflado— . Tú mismo lo has dicho, él nunca pasa a la misma hora. — Pero nunca tarda más de diez minutos, y ahora está tardando demasiado. ¿Le ocurriría algo? — Cuestionó, cerrando los ojos por un segundo antes de volver a posarlos en su punto fijo. El hombre a su lado bufó, pareciéndole divertidamente patética la situación— . No es gracioso, Jacob. — Sí lo es, porque pareces una madre preocupada. Lleva treinta minutos de retraso, ¿acaso eso es demasiado? Por supuesto que no. Espera un poco más, él no tardará en pasar por allí y hacerte el día feliz, lo sé. Obviamente, Leonidas hizo caso omiso a las palabras de su mejor amigo, porque a medida que los minutos transcurrían, el pánico comenzaba a florecer en su completa anatomía. Y es que nunca antes había ocurrido algo igual, ¿tenía motivos para preocuparse? ¡Desde luego que sí! Leonidas comenzaba a salirse de sus casillas, y cuando su teléfono sonó con un nuevo mensaje de Lucia diciéndole que estaba lista, el aire comenzó a faltarle. Él no podía simplemente abandonar aquel lugar sin haber visto al pequeño; sin haber garantizado que realmente estaba bien. Jacob lo miró inexpresivo, pero muy en el fondo, sabía que el Enigma comenzaba a compartir su preocupación. Eran las cuatro y el omega floreado no daba ni una pizca de presencia. Definitivamente, Leonidas no la estaba pasando bien. ¿Y cómo la estaría pasando el omega? Leonidas esperaba que no estuviera realmente en peligro, o alguna cosa por el estilo. Por millonésima vez en su vida, se recordó la mala suerte que cargaba encima. Y es que no podía simplemente evitar pensar aquello, porque el primer día que estaba realmente dispuesto a hablarle, él había decidido perderse. — Lo único que tengo para decir, es que eres demasiado dramático — suspiró el ojimarrón, evitando sentirse demasiado mal por la actitud prontamente decaída de su mejor amigo. Caminando detrás de la barra y metiéndose en la caja registradora, para hacer el trabajo que Leonidas ignoró el día entero y cuidar de la cafetería mientras Leonidas iba a su cita. ¿Acaso la vida podría ser más cruel? — No lo soy..., me dijiste que esperara un rato más, pero han pasado dos horas y él no ha aparecido. Estoy preocupado porque, aunque no lo creas, él me interesa, Jacob. Jacob mordió su labio, decidido a permanecer en silencio al menos hasta que su cerebro procesase alguna rima que no hiriera más los delicados sentimientos de su amigo. Se vio prontamente distraído, pero volvió a fijar la atención en el Alfa cuando el teléfono de éste sonó una vez más. Un suspiro afligido abandonando la boca del ojiavellana mientras miraba hacia el vitral nuevamente, deseando poder presenciar un maravilloso milagro en aquel justo momento. — Escucha, él seguro cogió otro camino de regreso a su casa... — Murmuró el Enigma, acabándosele los argumentos para levantar el ánimo de Leonidas ; pero cuando Leonidas lo observó con una mirada llena de burla, él supo que había fallado una vez más— . Bien, como sea. Debes ir con Lisa, yo no me moveré de este lugar y si llego a verlo, te llamaré de inmediato, pero no pierdas esa oportunidad por algo como esto, Leonidas .El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda.Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito.Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cr
— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R
Tocando la piel llameante que habían rozado los labios del omega, Leonidas sonrió estúpidamente, y admirando como su madre lo adentraba a su casa antes de echarle un vistazo dudoso a él, se sintió por completo realizado. Después de todo, había logrado hablar con Ryle , y aunque fue por pura coincidencia, agradecía al mundo haber estado a su favor por primera vez en su vida.Por su parte, y cuando entró en la casa, Ryle soltó una encantadora risa, recostándose de la pared y cerrando los ojos cuando logró tropezarse con sus propios pies. Angela mirándolo con una ceja alzada, y su padre en el salón, perdiendo la atención en el programa que miraba en la televisión. Los dos mayores no pasaron desapercibido el suspiro enamorado que surgió de los labios del omega, ni tampoco, las poderosas y sonrojadas mejillas que éste poseía, y aclarando su garganta, la omega decidió que era hora de hablar.— ¿En dónde estabas, Ryle? — Cuestionó, intentando sonar dura, pero realmente no podía lograrlo. Cua
Perdiendo su mirada en cualquier parte del salón, Leonidas volvió a suspirar. Una nueva blanca y enamoradiza sonrisa haciéndole extender las mejillas, y es que su corazón no dejaba de saltar patéticamente feliz en su interior. Sabía que, definitivamente, aquel día estaba en la lista de los mejores..., posiblemente, ocupando el puesto número uno.Decidiendo que debería ir a preparar su cena para luego irse a dormir, pensó lo que pasaría de ahora en adelante. Ahora él y Ryle se conocían más que de un simple vistazo, y ahora, ellos podrían estar imposiblemente cerca. ¿Qué sucedería al día siguiente con ellos? ¿El omega entraría en la cafetería para saludar a Leonidas ?Nuevas preguntas comenzaron a formularse en la cabeza del Alfa, y supo de inmediato que aunque hubiera colgado la llamada de Jacob, debería volver a contactar con él; de otra manera, Leonidas no podría establecer un buen plan para ejecutarlo en unas cuantas horas.Y es que movería cielo y tierra para ganarse el completo am
Al momento en que varias risas, acompañadas de jadeos sorprendidos se escucharon, Ryle se permitió sonrojarse fugazmente, alzándose en su altura y acomodando el adorno de flores sobre su rubia cabellera; por completo avergonzado.— ¿A dónde ibas tan apurado, florecitas? — Cuestionó un curioso Darrel, segundos después de ver como el omega se recomponía de lo que, posiblemente, iba a ser un doloroso impacto contra el piso.— Deberías tener más cuidado, Ryleie. Podrías haberte partido los dientes — y con aquel comentario gracioso, Joel se permitió reírse, al igual que el resto de personas que los rodeaban. A diferencia de ellos, el omega reía sin ningún rastro de maldad— . No serías igual de lindo sin ellos.— Lo siento — se disculpó el omega, mordiendo su labio y jugando con el dobladillo de la camisa. Desde luego, le gustaba que las personas lo notasen, pero prefería no ser el centro de atención por aquellas cuestiones— . Yo..., yo debo irme.— ¿Tienes algo qué hacer? — Volvió a interr
Comenzando una lenta caminata entre la cafetería, Jacob hinchaba el pecho de emoción. Por supuesto, él esperaba ver la reacción de su mejor amigo cuando su precioso amor estuviera pisando su oficina; tan bonito como aquel día iba. Por otra parte, el omega tomaba inspiraciones profundas, intentando calmar el acelerado latido de su corazón, como también, el tembleque que recorría por toda su anatomía.Se sentía ridículo, pero de igual manera, no podía evitar estar tan nervioso como, posiblemente, lo estuvo el día anterior cuando su mirada se cruzó con aquella tan preciosa, por segunda vez.Cuando ambos estuvieron frente a la puerta que adentraba a la oficina de Leonidas, el omega mordió su labio. Sus manos frías y rígidas, y su rostro caliente y rojo. Una combinación que rápidamente causó un terrible escalofrío a lo largo de su columna, y por supuesto, sacó una risa del ojiavellana cuando posó sus orbes en el más bajo.»— Tranquilo — animó el mayor, un suave toque al hombro del omega qu
La emoción convulsa recorría completamente el cuerpo del menor, haciéndole sentirse más nervioso de lo que antes se encontraba, cuando caminaba junto a Jacob directo al despacho de Leonidas . Y lo cierto es que Ryle nunca pensó que aquel nerviosismo pudiera ser superado.Cuando el Alfa lo guio fuera de la oficina y llevó donde el anterior Enigma se encontraba, las mejillas no variaron de su color carmín, y olfateando las bonitas margaritas que aún reposaban en sus manos, exhaló fuertemente. En aquel justo momento podía sentirse ridiculizado de mil maneras posibles, pero realmente no le importaba mucho aquel hecho.El que Leonidas lo observase de esa manera tan preciosa, lo hacía revolotear como millones de pajarillos felices.— Jacob, necesito que cuides la cafetería por mí — suplicó el Alfa, una sonrisa bobalicona en su rostro cuando el omega le regaló una mirada teñida de sorpresa— . Prometo que te compensaré esto.— Deberás comenzar a rebajar mi cuenta acá — bromeó el más alto, luc