Episodio 7

Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.

El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte.

— ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado?

— Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría hablarte sobre algunas cosas importantes.

— ¿Este día? — Murmuró, frunciendo los labios al posar su vista en el gran vitral. Jacob asintió con su cabeza, y Leonidas se vio rápidamente sumergido en una terrible confusión.

— ¿Estás ahí?

— ¿Qué le digo? — Apartando rápido el móvil de su oreja, Leonidas le susurró a Jacob. El ojimarrón de inmediato se notó desesperado, y tras unos segundos, volvió a asentir.

— Que sí, idiota. Dile que sí — lo empujó, llevando una vez más el teléfono a su oreja. Leonidas tragó saliva, no por completo seguro de que aquella fuera una buena idea. O por lo menos, no ese día.

— Lo siento, Lisa. Jacob estaba diciéndome algo — dijo, cerrando un ojo ante el repentino silencio en la otra línea, pero cuando escuchó la divertida risa de la omega, él se relajó.

— Oh, ese Jacob. Mándale saludos — dijo, apaciguando su risa— . Bien, ¿si puedes este día? ¿A las cuatro treinta?

— Yo..., eh — inseguro, admiró los ojos de cachorro que poseía su mejor amigo, y maldiciendo por dentro, suspiró— . Claro, sí que puedo. ¿Dónde te encuentro?

— ¿Podrías llegar a mi oficina?

— Sí, claro — murmuró, repentinamente desganado— . Allí estaré, Lisa. Gracias por llamar.

— No es nada, cielo. Nos vemos.

Y tras aquellas últimas palabras, la omega colgó.

Y tras aquellas últimas palabras, la omega colgó.

Leonidas admiró el gesto de felicidad que poseía el Enigma, pero él mismo se sintió decepcionado de que su plan fuese frustrado de aquella manera, una vez más. ¿Aquello significaba que no podría hablar con el omega? Bueno, desde luego que podría, pero no como él deseaba. Y es que, aunque sonase patético, Leonidas esperaba poder pasar el resto del día al lado del niño.

— Se supone que deberías estar feliz — comentó el Enigma, elevando sus cejas de manera graciosa. Leonidas bufó.

— Lo estoy pero..., realmente hubiera preferido que Lisa me citara en otro momento, no cuando estoy por romper mi racha de fracasado. — Aquel comentario logró sacar una carcajada del más alto, y rodando en el banco giratorio, echó un vistazo a la hora, para prontamente mirar a Leonidas y luego, al exterior por medio del ventanal.

— ¿No debería haber pasado ya?

— No siempre pasa a la misma hora en punto, Jacob — murmuró, evitando darle demasiadas vueltas a la cabeza.

Si tenía suerte, la conversación con el chico se volvería amena, y si tenía mucha más, Lisa le llamaría para cancelar repentinamente la cita, debido a que tenía que atender otros compromisos. Pero sabía que aquello era soñar con exageración.

De igual modo, no evitaba sentirse mal, y su caso de nervios empeoró cuando media hora después, el pequeño chico aún no había pasado. Y por Dios, la preocupación en su interior comenzó a volverlo loco.

— Exageras — soltó Jacob, dando un sorbo al café que había ordenado. No se habían movido siquiera un segundo de sus lugares, y sabía que su mejor amigo tan sólo estaba demasiado chiflado— . Tú mismo lo has dicho, él nunca pasa a la misma hora.

— Pero nunca tarda más de diez minutos, y ahora está tardando demasiado. ¿Le ocurriría algo? — Cuestionó, cerrando los ojos por un segundo antes de volver a posarlos en su punto fijo. El hombre a su lado bufó, pareciéndole divertidamente patética la situación— . No es gracioso, Jacob.

— Sí lo es, porque pareces una madre preocupada. Lleva treinta minutos de retraso, ¿acaso eso es demasiado? Por supuesto que no. Espera un poco más, él no tardará en pasar por allí y hacerte el día feliz, lo sé.

Obviamente, Leonidas hizo caso omiso a las palabras de su mejor amigo, porque a medida que los minutos transcurrían, el pánico comenzaba a florecer en su completa anatomía. Y es que nunca antes había ocurrido algo igual, ¿tenía motivos para preocuparse? ¡Desde luego que sí! Leonidas comenzaba a salirse de sus casillas, y cuando su teléfono sonó con un nuevo mensaje de Lucia diciéndole que estaba lista, el aire comenzó a faltarle.

Él no podía simplemente abandonar aquel lugar sin haber visto al pequeño; sin haber garantizado que realmente estaba bien. Jacob lo miró inexpresivo, pero muy en el fondo, sabía que el Enigma comenzaba a compartir su preocupación. Eran las cuatro y el omega floreado no daba ni una pizca de presencia. Definitivamente, Leonidas no la estaba pasando bien.

¿Y cómo la estaría pasando el omega? Leonidas esperaba que no estuviera realmente en peligro, o alguna cosa por el estilo.

Por millonésima vez en su vida, se recordó la mala suerte que cargaba encima. Y es que no podía simplemente evitar pensar aquello, porque el primer día que estaba realmente dispuesto a hablarle, él había decidido perderse.

— Lo único que tengo para decir, es que eres demasiado dramático — suspiró el ojimarrón, evitando sentirse demasiado mal por la actitud prontamente decaída de su mejor amigo. Caminando detrás de la barra y metiéndose en la caja registradora, para hacer el trabajo que Leonidas ignoró el día entero y cuidar de la cafetería mientras Leonidas iba a su cita.

¿Acaso la vida podría ser más cruel?

— No lo soy..., me dijiste que esperara un rato más, pero han pasado dos horas y él no ha aparecido. Estoy preocupado porque, aunque no lo creas, él me interesa, Jacob.

Jacob mordió su labio, decidido a permanecer en silencio al menos hasta que su cerebro procesase alguna rima que no hiriera más los delicados sentimientos de su amigo. Se vio prontamente distraído, pero volvió a fijar la atención en el Alfa cuando el teléfono de éste sonó una vez más. Un suspiro afligido abandonando la boca del ojiavellana mientras miraba hacia el vitral nuevamente, deseando poder presenciar un maravilloso milagro en aquel justo momento.

— Escucha, él seguro cogió otro camino de regreso a su casa... — Murmuró el Enigma, acabándosele los argumentos para levantar el ánimo de Leonidas ; pero cuando Leonidas lo observó con una mirada llena de burla, él supo que había fallado una vez más— . Bien, como sea. Debes ir con Lisa, yo no me moveré de este lugar y si llego a verlo, te llamaré de inmediato, pero no pierdas esa oportunidad por algo como esto, Leonidas .

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