La emoción convulsa recorría completamente el cuerpo del menor, haciéndole sentirse más nervioso de lo que antes se encontraba, cuando caminaba junto a Jacob directo al despacho de Leonidas . Y lo cierto es que Ryle nunca pensó que aquel nerviosismo pudiera ser superado.Cuando el Alfa lo guio fuera de la oficina y llevó donde el anterior Enigma se encontraba, las mejillas no variaron de su color carmín, y olfateando las bonitas margaritas que aún reposaban en sus manos, exhaló fuertemente. En aquel justo momento podía sentirse ridiculizado de mil maneras posibles, pero realmente no le importaba mucho aquel hecho.El que Leonidas lo observase de esa manera tan preciosa, lo hacía revolotear como millones de pajarillos felices.— Jacob, necesito que cuides la cafetería por mí — suplicó el Alfa, una sonrisa bobalicona en su rostro cuando el omega le regaló una mirada teñida de sorpresa— . Prometo que te compensaré esto.— Deberás comenzar a rebajar mi cuenta acá — bromeó el más alto, luc
El Alfa guardó las manos dentro de sus bolsillos, una sonrisa tímida en sus labios cuando la mirada marrón de Angela lo miró con fijeza, haciéndole sentir que estaba entrando en terreno peligroso. Muy, pero muy incómodo.Cuando aclaró su garganta y decidió desviar su mirada de la otra, creyó que con aquello podría cesar, pero sabía que no sería tan sencillo. Al momento en que Ryle volvió a su lado, él respiró tranquilo, y sintiendo como la mano del menor lo apretaba confortantemente, se permitió volver a sonreír.— ¿Y a dónde irán? — Interrogó la omega, pareciendo más interesada, y sin variar su mirada del rostro de Leonidas, sigilosa— . Espero que no sea un lugar desconocido, ni muy lejos. Mañana tienes que estudiar, Ryle.— Lo sé, mami, ya no soy un niño — susurró el omega, sintiéndose avergonzado por las cosas que decía su madre— . Y no sé a dónde iremos. Es como una sorpresa, Leonidas y yo tendremos una cita.— ¿C— cita? — De inmediato, sus ojos se abrieron desmesuradamente. Leoni
Tras aquella confesión, Ryle sintió sus mejillas querer explotar. Cosquillas inevitables viajando por todo su cuerpo, y escalofríos soportables haciendo mella en él. El tacto de Leonidas junto al suyo era, posiblemente, la mejor sensación que su cuerpo pudo haber percibido en todos sus años de vida, y sin poder contener sus palabras apresuradas, él revoloteó sus pestañas.— ¿Yo te gusto? — Preguntó, cubriendo su boca con su mano disponible segundos después, cuando notó lo que de ésta había salido. La sonrisa del mayor ensanchándose y sus emociones afirmando lo irremediablemente tierno que era el chico a su lado— . Y- yo n-no...—— Después de mirarte en Texas , deseé poder encontrarte — murmuró, su mirada clavada en la contraria, y las emociones aumentando su valentía. Cuando su mano cogió con más fuerza la del omega, juró poder sentir el pulso de éste, y riendo silenciosamente, relamió sus labios— . Y cuando lo hice, me sentí muy feliz..., aunque no tanto como ayer, cuando por fin pud
Su primer atardecer juntos.— Cariño, estaba comenzando a preocuparme — la voz de Angela lo sacó de su completa ensoñación, logrando que enfocase su mirada en el cuerpo de su madre. Un gesto preocupado y sus cejas frunciéndose de una extraña manera.— No es tan tarde aún, mamá — dijo bajo, mordiendo el interior de su mejilla. Aun mirando el gesto de su madre, él no pudo deshacer su sonrisa, y es que parecía imposible el que algo lo hiciese desecharla.— Como sea, Ryle, me gustaría hablar contigo — intentando acercarse a él, la omega mayor tragó saliva. Cuando los ojos curiosos del menor se posaron en ella, creyó que lo tenía en sus manos, pero al momento en que éste comenzó a corretear hacia las escaleras como sólo un niño pequeño lo haría, supo que estaba completamente equivocada— . ¡Ryle, es algo serio!— Eso puede esperar un momento, mami — apenas alcanzó a decir, subiendo las escaleras y llegando a su habitación. Cuando se asomó por la ventana y admiró como la perfecta silueta de
Ante aquella confesión, Angela lo observó horrorizada, no creyendo lo que su hijo acababa de decir, y tampoco imaginándose aquellas palabras en la realidad— . ¡Por supuesto que no! ¡Él no te enseñará nada, Jesús! — Exaltada, la omega se puso de pie, sobresaltando al omega quien frunció los labios— . Escucha, corazón. Soy tu madre, y eso me da el derecho a querer lo mejor para ti.— Pero...— Lo mejor para ti no ha llegado, cielo — prosiguió, alterada; sin embargo, con un tono de voz bastante cariñoso— . No me agrada Leonidas , más bien..., no nos agrada.— ¿A quiénes no les agrada?— Tu padre piensa lo mismo que yo, no nos sentimos seguros con esto que..., lo que sea que esté sucediendo entre ustedes, cariño. Debe parar, no puedes dejar que esto pase a ser algo más..., serio. ¿Entiendes?— ¿Por qué? — Sintiéndose dolido, Ryle percibió el engorroso nudo que se creó en su garganta. Por supuesto, jamás se imaginó que algo como aquello podría salir de la boca de su madre— . A mí sí me agr
El Alfa admiraba todo a su alrededor, sus ojos vagando por el restaurante y de vez en cuando, deteniéndose en su reloj de muñequera. Repiqueteaba las yemas de sus dedos en la madera de la mesa, mordiendo el interior de su mejilla y comenzando a desesperar. Eran las cuatro cincuenta y Lisa no aparecía; aquello no era una buena noticia, desde luego.Cuando admiró la entrada del lujoso restaurante y notó la pomposa presencia de la omega, él soltó el aire que habría estado reteniendo durante los treinta minutos en espera. Levantándose de la silla educadamente, sonrió ante la mueca amable que le dirigió la pelirroja, y percibiendo el insoportable desasosiego que comenzó a calcinarlo, asintió con la cabeza en forma de saludo.— Lisa — dijo, su voz grave y demasiado propia.— Hola, cielo — sonrió, sin siquiera mirar la silla para sentarse. De pie frente a la mesa, cogió la mano de Leonidas , dejando relucir sus uñas largas y recién pintadas. Los ojos de Leonidas mirándola con simpatía, y el
Doblando en una avenida un poco solitaria, Leonidas posó sus ojos en la delgada y escurridiza presencia que cruzaba la calle correteando, sus ojos posados en el auto que venía hacia él y sus pies apresurándose a llegar al otro extremo. El corazón de Leonidas dio un brinco de felicidad, estirando una enorme sonrisa en sus labios cuando reconoció inmediatamente aquella corona perfectamente elaborada, y rápidamente dio un par de bocinazos, llamando la atención del omega que lo observaba.Cuando los ojos mieles se encontraron con los achocolatados, Leonidas alzó su mano y lo saludó. La sonrisa en el rostro del omega volviéndose contagiosa, aunque el Alfa notó que, increíblemente, algo no iba del todo bien.Bajando la ventanilla del auto, y llegando a un costado del omega, el mayor sintió los latidos de su órgano interno palpitar en sus sienes, y prontamente percibió el asombroso sonrojo que se apoderó de su propio rostro, cuando el omega se acercó al auto y apoyó sus brazos en la ventana
Leonidas sentía sus manos sudar de manera exagerada. El Enigma le regalaba miradas llenas de ansia y extrañeza, mientras observaba de aquí para allá como caminaban los clientes de Sounds&Coffee. La música que ambientaba el lugar resultaba ser por completo relajante, pero a Leo no parecía estarle haciendo efecto. Jacob sospechaba que su mejor amigo tenía que contarle algo grande, y todo esto porque estuvo la mañana entera actuando de la misma patética manera. De igual forma, el Enigma se sentía preocupado, y no evitó pensar que el alfa había cometido una estupidez con el floreado y risueño omega; aunque aquella posibilidad había quedado enterrada cuando a las ocho en punto, Ryle entró a la cafetería y se guindó empalagosamente al cuello del mayor. — Entonces... ¿A quién has matado? — Cuestionó Jacob, un gesto pensativo cuando los ojos entrecerrados de Leo lo observaron con incertidumbre. El bufido que abandonó la boca del Enigma logró rebajar la pronta tensión que se había creado a s