El fin de semana había resultado ser catastrófico para Leonidas , y es que no pudo sacarse de la mente que el omega hubiera estado con aquellos chicos. Mirándose tan contento como a él le gustaría hacerlo.
Feliz. Sus celos habían ido en ascenso, y cuando fue la hora de cerrar la cafetería aquel día, Leonidas podía sentir como de sus orejas salía disparado un humo caliente, haciéndolo hervir y reprocharse a sí mismo el ser tan cobarde e inmaduro. Porque no había duda alguna, eso era. Su cabeza estaba vuelta un lío, más enredada que antes, cuando miró por primera vez a aquel precioso omega en Texas, y desde luego, aquel par de días en los que estuvo consumiéndose en sus celos, pensó mejor las cosas. Él quería conocerlo, hablarle y estar a su lado, ¿por qué no se permitía hacerlo? Había tomado una decisión, aunque resultó ser inconcebiblemente complicada. Jacob había pasado la mayor parte de aquellas cuarenta y ocho horas a su lado, motivándolo, y realmente había funcionado. Al menos un poco. Jacob se sentía feliz por su mejor amigo, porque, desde luego, Leonidas no podía seguir simplemente escondiéndose de aquella patética manera ante el rubiecito. Leonidas hablaría con él, de una vez por todas. Y se encontraba tremendamente nervioso, sin poderlo negar. Cuando arribó en la cafetería aquella mañana, más tarde de lo normal, se sintió sofocado al darse cuenta de que casi perdía la oportunidad de ver al omega cruzar ante su mirada. Como todos los días. Pero se sintió mucho más aliviado cuando notó que, realmente, aún no eran las ocho. Sus ansias a la anticipación lo hicieron ignorar a todos y cada uno de los empleados que irrumpían en la cafetería, o que se pasaban por su lado organizando el lugar para darle apertura en unos cuantos minutos más. Leonidas había tomado asiento en su mesa habitual, sus manos entrelazadas y temblando, con su labio inferior atrapado entre sus dientes. Nunca en su vida se sintió tan patético, salvo, claro, cuando observó al omega ser feliz junto a aquellos dos chicos, pero Leonidas ni siquiera se había tomado el tiempo de pensar que ellos sólo podrían ser amigos, lo cual era obvio, pero sus formas de tratarlo lograron calcinarlo por dentro. Los quería lejos de él, porque él sería suyo. Y esperaba que aquella afirmación se volviera cierta pronto. Demasiado pronto. Cuando la cafetería fue abierta por Mark, uno de sus empleados, él captó toda su atención en el risueño niño que caminaba por la vereda. Su sonrisa contagiosa como siempre, y una preciosa corona de margaritas adornando sus omegas cabellos. Leonidas sintió una pronta presión en el estómago, un nudo conocido amarrándolo con crueldad para seguidamente, desatar todas y cada una de aquellas revoltosas mariposas que volaban en su interior. Sus ojos abriéndose ante la preciosa imagen y su boca dejando escapar el aire retenido. Aquel día lucía excepcionalmente precioso, y las piernas del Alfa desearon salir corriendo a su encuentro; realmente estuvo a punto de hacerlo. Cuando los rayos del sol impactaron contra aquel rostro angelical y pulido, él estiró una sonrisa temblorosa por sus labios, y es que, por Dios, estaba ridículamente enamorado de un chico que ni siquiera conocía. ¿Podría existir algo más patético que aquello? Leonidas no estaba seguro, pero al momento en que la cabeza del omega se ladeó y echó un rápido vistazo en su dirección, sintió que su corazón se detuvo. Las ansias de llegar a su lado incrementándose y su nerviosismo reapareciendo. Desde luego, su cuerpo quedándose inerte y sin movimiento, como siempre sucedía, y su cabeza trabajando a toda máquina. ¿Él lo estaba mirando? La sonrisa en el rostro del omega permaneció intacta, y en escasos segundos, él volvió a tener su mirada hacia al frente. Al igual que su paso, el que pronto lo hizo desaparecer de la vista de Leonidas . Justo en aquel momento, Leonidas se sintió como un fracasado. Nuevamente. Sintió la repentina decepción invadiendo cada arteria de su cuerpo, y el pronto enojo consigo mismo haciendo mella en él. Apoyó su cabeza en sus manos, devastado, y gritándose internamente el ser tan estúpido. Por supuesto, si seguía actuando de aquella patética manera, jamás conseguiría siquiera entablar una conversación con el chico. De ese modo, y evitando sentirse tan miserable una vez más, él se prometió que cuando el omega estuviese de regreso; realmente lo haría. Cuando estuviera de regreso, él lo buscaría.— ¡Hey! ¡Ryle! — Bramó Joel, agitando su mano por la altura y dándole una seña a Darrel para que fueran en busca de su floreado amigo. El omega de inmediato se emocionó, corriendo hacia su encuentro como si se tratase de un pequeño niño, y cuando estuvo con ellos no dudó saludarlos a ambos con un amigable abrazo— . ¿Cómo te va, amigo?— Muy bien — respondió encantador y cogiendo las correas de su mochila, sonriendo enormemente. Darrel le devolvió el gesto, por completo enternecido— . ¿Y ustedes? Quise hablarles el fin de semana, pero tenía mucha tarea.— Oh, no te preocupes, — dejó saber el Beta, moviendo su mano con despreocupación y pasando su brazo por sobre los hombros del omega, para pronto comenzar a caminar detrás de los pasos del otro adelantado— . Nosotros estuvimos bien.— Eso me alegra mucho, Darrel — dijo, sonriente y mordiendo el interior de su mejilla. El ojiavellana le echó un vistazo por encima de su hombro y le sonrió, esperándolo hasta que se pusiese a su lado.— ¿Ir
Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte.— ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado?— Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría
El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda.Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito.Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cr
— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R
Tocando la piel llameante que habían rozado los labios del omega, Leonidas sonrió estúpidamente, y admirando como su madre lo adentraba a su casa antes de echarle un vistazo dudoso a él, se sintió por completo realizado. Después de todo, había logrado hablar con Ryle , y aunque fue por pura coincidencia, agradecía al mundo haber estado a su favor por primera vez en su vida.Por su parte, y cuando entró en la casa, Ryle soltó una encantadora risa, recostándose de la pared y cerrando los ojos cuando logró tropezarse con sus propios pies. Angela mirándolo con una ceja alzada, y su padre en el salón, perdiendo la atención en el programa que miraba en la televisión. Los dos mayores no pasaron desapercibido el suspiro enamorado que surgió de los labios del omega, ni tampoco, las poderosas y sonrojadas mejillas que éste poseía, y aclarando su garganta, la omega decidió que era hora de hablar.— ¿En dónde estabas, Ryle? — Cuestionó, intentando sonar dura, pero realmente no podía lograrlo. Cua
Perdiendo su mirada en cualquier parte del salón, Leonidas volvió a suspirar. Una nueva blanca y enamoradiza sonrisa haciéndole extender las mejillas, y es que su corazón no dejaba de saltar patéticamente feliz en su interior. Sabía que, definitivamente, aquel día estaba en la lista de los mejores..., posiblemente, ocupando el puesto número uno.Decidiendo que debería ir a preparar su cena para luego irse a dormir, pensó lo que pasaría de ahora en adelante. Ahora él y Ryle se conocían más que de un simple vistazo, y ahora, ellos podrían estar imposiblemente cerca. ¿Qué sucedería al día siguiente con ellos? ¿El omega entraría en la cafetería para saludar a Leonidas ?Nuevas preguntas comenzaron a formularse en la cabeza del Alfa, y supo de inmediato que aunque hubiera colgado la llamada de Jacob, debería volver a contactar con él; de otra manera, Leonidas no podría establecer un buen plan para ejecutarlo en unas cuantas horas.Y es que movería cielo y tierra para ganarse el completo am
Al momento en que varias risas, acompañadas de jadeos sorprendidos se escucharon, Ryle se permitió sonrojarse fugazmente, alzándose en su altura y acomodando el adorno de flores sobre su rubia cabellera; por completo avergonzado.— ¿A dónde ibas tan apurado, florecitas? — Cuestionó un curioso Darrel, segundos después de ver como el omega se recomponía de lo que, posiblemente, iba a ser un doloroso impacto contra el piso.— Deberías tener más cuidado, Ryleie. Podrías haberte partido los dientes — y con aquel comentario gracioso, Joel se permitió reírse, al igual que el resto de personas que los rodeaban. A diferencia de ellos, el omega reía sin ningún rastro de maldad— . No serías igual de lindo sin ellos.— Lo siento — se disculpó el omega, mordiendo su labio y jugando con el dobladillo de la camisa. Desde luego, le gustaba que las personas lo notasen, pero prefería no ser el centro de atención por aquellas cuestiones— . Yo..., yo debo irme.— ¿Tienes algo qué hacer? — Volvió a interr