Episodio 5

El fin de semana había resultado ser catastrófico para Leonidas , y es que no pudo sacarse de la mente que el omega hubiera estado con aquellos chicos. Mirándose tan contento como a él le gustaría hacerlo.

Feliz.

Sus celos habían ido en ascenso, y cuando fue la hora de cerrar la cafetería aquel día, Leonidas podía sentir como de sus orejas salía disparado un humo caliente, haciéndolo hervir y reprocharse a sí mismo el ser tan cobarde e inmaduro. Porque no había duda alguna, eso era.

Su cabeza estaba vuelta un lío, más enredada que antes, cuando miró por primera vez a aquel precioso omega en Texas, y desde luego, aquel par de días en los que estuvo consumiéndose en sus celos, pensó mejor las cosas. Él quería conocerlo, hablarle y estar a su lado, ¿por qué no se permitía hacerlo?

Había tomado una decisión, aunque resultó ser inconcebiblemente complicada. Jacob había pasado la mayor parte de aquellas cuarenta y ocho horas a su lado, motivándolo, y realmente había funcionado. Al menos un poco. Jacob se sentía feliz por su mejor amigo, porque, desde luego, Leonidas no podía seguir simplemente escondiéndose de aquella patética manera ante el rubiecito.

Leonidas hablaría con él, de una vez por todas. Y se encontraba tremendamente nervioso, sin poderlo negar.

Cuando arribó en la cafetería aquella mañana, más tarde de lo normal, se sintió sofocado al darse cuenta de que casi perdía la oportunidad de ver al omega cruzar ante su mirada. Como todos los días. Pero se sintió mucho más aliviado cuando notó que, realmente, aún no eran las ocho.

Sus ansias a la anticipación lo hicieron ignorar a todos y cada uno de los empleados que irrumpían en la cafetería, o que se pasaban por su lado organizando el lugar para darle apertura en unos cuantos minutos más. Leonidas había tomado asiento en su mesa habitual, sus manos entrelazadas y temblando, con su labio inferior atrapado entre sus dientes. Nunca en su vida se sintió tan patético, salvo, claro, cuando observó al omega ser feliz junto a aquellos dos chicos, pero Leonidas ni siquiera se había tomado el tiempo de pensar que ellos sólo podrían ser amigos, lo cual era obvio, pero sus formas de tratarlo lograron calcinarlo por dentro.

Los quería lejos de él, porque él sería suyo. Y esperaba que aquella afirmación se volviera cierta pronto. Demasiado pronto.

Cuando la cafetería fue abierta por Mark, uno de sus empleados, él captó toda su atención en el risueño niño que caminaba por la vereda. Su sonrisa contagiosa como siempre, y una preciosa corona de margaritas adornando sus omegas cabellos. Leonidas sintió una pronta presión en el estómago, un nudo conocido amarrándolo con crueldad para seguidamente, desatar todas y cada una de aquellas revoltosas mariposas que volaban en su interior. Sus ojos abriéndose ante la preciosa imagen y su boca dejando escapar el aire retenido. Aquel día lucía excepcionalmente precioso, y las piernas del Alfa desearon salir corriendo a su encuentro; realmente estuvo a punto de hacerlo.

Cuando los rayos del sol impactaron contra aquel rostro angelical y pulido, él estiró una sonrisa temblorosa por sus labios, y es que, por Dios, estaba ridículamente enamorado de un chico que ni siquiera conocía. ¿Podría existir algo más patético que aquello? Leonidas no estaba seguro, pero al momento en que la cabeza del omega se ladeó y echó un rápido vistazo en su dirección, sintió que su corazón se detuvo.

Las ansias de llegar a su lado incrementándose y su nerviosismo reapareciendo. Desde luego, su cuerpo quedándose inerte y sin movimiento, como siempre sucedía, y su cabeza trabajando a toda máquina. ¿Él lo estaba mirando? La sonrisa en el rostro del omega permaneció intacta, y en escasos segundos, él volvió a tener su mirada hacia al frente. Al igual que su paso, el que pronto lo hizo desaparecer de la vista de Leonidas .

Justo en aquel momento, Leonidas se sintió como un fracasado. Nuevamente.

Sintió la repentina decepción invadiendo cada arteria de su cuerpo, y el pronto enojo consigo mismo haciendo mella en él. Apoyó su cabeza en sus manos, devastado, y gritándose internamente el ser tan estúpido. Por supuesto, si seguía actuando de aquella patética manera, jamás conseguiría siquiera entablar una conversación con el chico. De ese modo, y evitando sentirse tan miserable una vez más, él se prometió que cuando el omega estuviese de regreso; realmente lo haría.

Cuando estuviera de regreso, él lo buscaría.

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