— ¡Hola, mami! — Gritó Ryle , acomodando la mochila sobre sus hombros cuando divisó a su madre en el jardín, podando las flores. Sus ojos por completos iluminados ante la preciosa imagen— . Oh, que bonitas.
— Hola, mi amor — saludó la omega mayor, regalándole una pronta sonrisa— . Llegas un poco tarde, eh. Muy tarde, a decir verdad. — Sí, lo siento mucho — se disculpó de inmediato, arrodillándose a un lado de ella, y acariciando los pétalos de las preciosas margaritas— . Salí con Darrel y Joel, debí avisarte. ¿Me perdonas? — Uhm... déjame pensarlo — bromeó, dejando un suave beso en la mejilla del omega, quien prontamente sonrió ensimismado— . Están muy hermosas, ¿eh? — Sí — dejó salir, por completo emocionado— . ¿Puedo coger algunas para nuevas coronas, sí? — Por supuesto que no, cariño — reprendió la omega, pareciendo prontamente escandalizada, aunque Ryle sabía que aquello no era nada más que broma— . ¿Acaso quieres que tengamos un jardín sin flores? No dejaré que las acabes todas. — Pero mamá... — Lloriqueó, poniéndose de pie y quitándose la corona que llevaba aquel día, mostrándola— . Mira, ya necesito otra. — Lo sé, y puedo darte dinero para que vayas a la floristería, si quieres — le sonrió, guiñándole un ojo. Ryle entrecerró los suyos, y haciendo un puchero, intentó convencerla— . Oh, no. Esta vez no, Ryle Santos . — Bueno... — murmuró, pareciendo desganado y volviendo a reposar la suave corona sobre su omega cabello— . Estaré adentro, si cambias de idea, llámame. — No lo haré, cielo. Y con una última sonrisa, Ryle se adentró en su hogar. La tarde junto a sus amigos había sido fabulosa, desde que entró en la universidad no había salido mucho con Joel y Darrel, pero definitivamente, amaba hacerlo. Los chicos eran por completo divertidos y lograban hacerlo reír con sus extraños chistes; aunque Ryle debía admitir que, en ocasiones, él no comprendía su humor. A veces ellos hacían chistes por completo crueles, que más que risa, le ocasionaban al menor un completo remordimiento. Cuando él estuvo pasando por el salón, captó de inmediato el precioso ramo de flores que adornaba la mesa ratona rodeada por sofás. Sus ojos volviendo a poseer el brillo anterior y su cabeza dejando de pensar en el almuerzo junto a sus dos amigos. Sonrió con la malicia que su cuerpo no poseía, y sintiéndose como un niño a punto de cometer una travesura, cogió todas las margaritas que al florero adornaban. Sabía que su madre sería incapaz de obsequiarle alguna de sus flores para hacer coronitas, pero sí podría utilizarlas para hacer bonitos floreros. De igual manera, no sería la primera vez que Ryle se comportaba como un auténtico ladrón; porque eso era lo que él pensaba de sí mismo cada vez que cometía el acto. Cuando las tuvo en sus manos, evitó sentirse culpable, y con una pronta sonrisa extendiendo sus mejillas, pensó que su mamá tendría muchas más margaritas de dónde sacó aquellas, pero era definitivo; Ryle no se quedaría sin su corona. Llegando a su habitación y deshaciéndose de su bolso, se sentó en su cama, dispuesto a comenzar a tejer la preciosa corona, como ya hacía muchos años había aprendido. Los sutiles tallos enredándose entre sí mientras sus dedos trataban las flores con cuidado, y su lengua salía por un costado de su boca, demostrando concentración. Cuando hubo terminado, se sintió por completo feliz. Poniéndose rápidamente de pie, y enfrentándose contra su espejo de cuerpo completo, se quitó la corona de flores violetas que llevaba puesta, dejándola junto a las otras que aún se mantenían, y descansando la nueva sobre su cabeza. De inmediato sonrió, pensando que había quedado ridículamente preciosa, y esperando lucirla fuera de su casa. De inmediato, él se imaginó a sí mismo caminando, sonriendo a todos y siendo amable, como lo habían enseñado; pero lo mejor de su fantasía no fue el maravilloso clima, ni tampoco el delicioso aroma a mar que dejaba el muelle de Carolina del Norte , sino que, a lo lejos, divisó aquel precioso hombre que había estado deambulando por su cabeza desde el primero de enero. Y es que simplemente no podía dejar de pensar en él. — Oh, Dios. Desearía volver a verte — murmuró, sonriéndose a sí mismo y juntando sus manos. Suspiros enamorados saliendo de sus labios cuando mandó la frustración al demonio; porque sabía que, a pesar de todo, tenía una posibilidad de volver a encontrarlo. Porque nada era realmente imposible. Y él más que nadie, confiaba en aquella frase. — ¡Ryle , te has robado las margaritas del florero! — Por supuesto, aquel grito lo sacó de su maravillosa ensoñación, y cubriendo su boca con las manos, evitó soltar la carcajada que lo delatase. — ¿Qué? No, ¿qué dices? — Apaciguando su risa, él volvió a mirarse en el espejo. Su mente imaginativa creando una vívida imagen del guapo Alfa, de pie detrás de él. Sonrió, completamente enamoradizo— . No sé de qué hablas.... Mamá. Sí, debería volver a verlo pronto. Y aunque tuviera que buscar bajo las rocas; se proponía a encontrarlo.El fin de semana había resultado ser catastrófico para Leonidas , y es que no pudo sacarse de la mente que el omega hubiera estado con aquellos chicos. Mirándose tan contento como a él le gustaría hacerlo.Feliz.Sus celos habían ido en ascenso, y cuando fue la hora de cerrar la cafetería aquel día, Leonidas podía sentir como de sus orejas salía disparado un humo caliente, haciéndolo hervir y reprocharse a sí mismo el ser tan cobarde e inmaduro. Porque no había duda alguna, eso era.Su cabeza estaba vuelta un lío, más enredada que antes, cuando miró por primera vez a aquel precioso omega en Texas, y desde luego, aquel par de días en los que estuvo consumiéndose en sus celos, pensó mejor las cosas. Él quería conocerlo, hablarle y estar a su lado, ¿por qué no se permitía hacerlo?Había tomado una decisión, aunque resultó ser inconcebiblemente complicada. Jacob había pasado la mayor parte de aquellas cuarenta y ocho horas a su lado, motivándolo, y realmente había funcionado. Al menos un
— ¡Hey! ¡Ryle! — Bramó Joel, agitando su mano por la altura y dándole una seña a Darrel para que fueran en busca de su floreado amigo. El omega de inmediato se emocionó, corriendo hacia su encuentro como si se tratase de un pequeño niño, y cuando estuvo con ellos no dudó saludarlos a ambos con un amigable abrazo— . ¿Cómo te va, amigo?— Muy bien — respondió encantador y cogiendo las correas de su mochila, sonriendo enormemente. Darrel le devolvió el gesto, por completo enternecido— . ¿Y ustedes? Quise hablarles el fin de semana, pero tenía mucha tarea.— Oh, no te preocupes, — dejó saber el Beta, moviendo su mano con despreocupación y pasando su brazo por sobre los hombros del omega, para pronto comenzar a caminar detrás de los pasos del otro adelantado— . Nosotros estuvimos bien.— Eso me alegra mucho, Darrel — dijo, sonriente y mordiendo el interior de su mejilla. El ojiavellana le echó un vistazo por encima de su hombro y le sonrió, esperándolo hasta que se pusiese a su lado.— ¿Ir
Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte.— ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado?— Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría
El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda.Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito.Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cr
— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R
Tocando la piel llameante que habían rozado los labios del omega, Leonidas sonrió estúpidamente, y admirando como su madre lo adentraba a su casa antes de echarle un vistazo dudoso a él, se sintió por completo realizado. Después de todo, había logrado hablar con Ryle , y aunque fue por pura coincidencia, agradecía al mundo haber estado a su favor por primera vez en su vida.Por su parte, y cuando entró en la casa, Ryle soltó una encantadora risa, recostándose de la pared y cerrando los ojos cuando logró tropezarse con sus propios pies. Angela mirándolo con una ceja alzada, y su padre en el salón, perdiendo la atención en el programa que miraba en la televisión. Los dos mayores no pasaron desapercibido el suspiro enamorado que surgió de los labios del omega, ni tampoco, las poderosas y sonrojadas mejillas que éste poseía, y aclarando su garganta, la omega decidió que era hora de hablar.— ¿En dónde estabas, Ryle? — Cuestionó, intentando sonar dura, pero realmente no podía lograrlo. Cua
Perdiendo su mirada en cualquier parte del salón, Leonidas volvió a suspirar. Una nueva blanca y enamoradiza sonrisa haciéndole extender las mejillas, y es que su corazón no dejaba de saltar patéticamente feliz en su interior. Sabía que, definitivamente, aquel día estaba en la lista de los mejores..., posiblemente, ocupando el puesto número uno.Decidiendo que debería ir a preparar su cena para luego irse a dormir, pensó lo que pasaría de ahora en adelante. Ahora él y Ryle se conocían más que de un simple vistazo, y ahora, ellos podrían estar imposiblemente cerca. ¿Qué sucedería al día siguiente con ellos? ¿El omega entraría en la cafetería para saludar a Leonidas ?Nuevas preguntas comenzaron a formularse en la cabeza del Alfa, y supo de inmediato que aunque hubiera colgado la llamada de Jacob, debería volver a contactar con él; de otra manera, Leonidas no podría establecer un buen plan para ejecutarlo en unas cuantas horas.Y es que movería cielo y tierra para ganarse el completo am