Tras unos segundos de suspenso, él se golpeó mentalmente, diciéndose que estaba actuando como un psicópata y decidiendo seguir su camino. Todo esto, no sin antes mirar su reflejo en el impecable vidrio. Sonrió con adoración y re acomodó la corona sobre su cabello, echando a andar como si de verdad, aquel sentimiento no lo hubiera golpeado hacía tan sólo segundos.
Por su parte, Leonidas permanecía mudo, sus ojos bien abiertos y el corazón en los oídos, pensando que había estado inconcebiblemente cerca de ser descubierto; y también, diciéndose que más pronto que tarde, debería dejarse conocer por el rubiecito. Más que nada, afirmándose que aquel omega, era increíblemente más hermoso de lo que pensaba. El omega salió de su última clase y caminó con desgano hacia el cafetín. Aquel día no se sentía especialmente feliz por recorrer la universidad, ni tampoco para esperar a que sus dos amigos salieran de clases, pero se los había prometido. Y Ryle siempre cumplía sus promesas, pues, él creía que era una cuestión bastante importante. Cuando se dejó descasar en una mesa vacía y mordió el interior de su mejilla, admirando a las pocas personas que allí se encontraban, comenzó una nueva fase de divagación, y es que su mente no paraba. Recibió unos cuantos saludos por parte de algunos otros estudiantes, y también, leves miradas llenas de extrañeza por personas nuevas o que simplemente jamás lo habían visto. Llevaba una corona de flores, realmente él lo veía como algo normal. ¿No era así? De igual manera, Ryle supuso que tendría que aburrirse un tiempo indeterminado, esperando por los dos chicos que lo habían acogido, pero cuando él los observó adentrarse al cafetín con sus resplandecientes y características sonrisas, se puso inmediatamente de pie. — ¡Chicos! — Exclamó, casi corriendo hasta llegar a su encuentro. Los dos pares de ojos mieles lo miraron con adoración, y no tardó en estar envuelto entre los torpes brazos de Darrel. — Hola de nuevo, florecitas, ¿has estado mucho tiempo aquí? — Cuestionó, alborotando el cabello del omega, y consiguiendo que la corona se torciera. — Oye — Ryle le reprochó, una sonrisa en sus labios mientras la acomodaba nuevamente— . Llegué hace un ratito, pero la verdad me da gusto que hayan venido pronto. No quería estar mucho tiempo solo. — Y no lo estarás, ¿nos vamos? — Preguntó el Beta, una sonrisa tranquila mientras cogía el brazo del ojimiel y comenzaba a sacarlo fuera de allí— . Darrel tiene un lugar donde podemos ir, pero no estoy muy seguro. — Iré a donde ustedes quieran, chicos — aceptó, encantador. Darrel y Joel de inmediato se miraron cómplices, y Ryle tan sólo obvió aquel intercambio de miradas. Realmente ajeno a la situación. Quizá él nunca se daba cuenta de cuándo sus amigos se aprovechaban de su inocencia, y quizá ellos se preguntasen cómo era que podía ser de aquella manera con dieciocho años cumplidos; pero Ryle era ridículamente adorable y ellos simplemente no podían evitarlo. Era como hablar con un niño, un niño grande. Aunque sin dejar de ser uno. Principalmente, aquella característica era lo que lo había hecho resaltar ante los ojos de los dos chicos, pues cuando observaron aquella tierna y armoniosa presencia cruzar las puertas de la universidad, supieron que sería un viaje interesante. Decidieron apadrinar al novato, y no exactamente de una mala manera. Ellos quedaron tontamente encantados cuando intercambiaron la primera palabra con el amigable omega. Ese día en especial, los dos Betas mayores habían invitado al omega a almorzar, y aunque no tenían idea de a dónde podrían ir, sabían que Ryle aceptaría cualquier cosa. Aquel era otro hábito que los había hecho quedarse, y es que Ryle era tan buen chico, que ni siquiera pensaba en herir a las personas sin intención. Parecía tener un reglamento no estipulado; aunque a Joel y Darrel en ocasiones les gustaría averiguar cómo funcionaba la cabeza de Ryle , se sentían por completo colmados con su sola forma de actuar. Ryle podría definirse como dulce con olor a flores frescas. Era un buen amigo. Un buen amigo demasiado inocente. Cuando los tres individuos estuvieron caminando frente a Sounds&Coffee, los brazos de Joel y Darrel estaban enredados con los dos del omega, llevándolo en medio y haciéndolo reír a carcajadas con chistes lo suficientemente malos. — Este lugar es una opción, he escuchado que el café es grandioso — comentó Joel, deteniéndose prontamente ante el cristal que ponía el nombre; el local con un color vinotinto por fuera, y uno bastante abstracto por dentro. Ryle frunció los labios, sintiendo como un escalofrío recorría su columna. — Preferiría ir a otro...lugar — murmuró, inseguro. Al momento de ganarse las miradas de sus dos amigos, se sonrojó— . Por favor. — ¿Por qué? ¿No te gusta aquí? — Cuestionó el Alfa, una sonrisa ladina mientras picaba las costillas del omega, Ryle se retorció y rio con gracia. — Basta — pidió, alejándose de él por un momento, para luego echar un meticuloso vistazo hacia dentro del local, como había hecho anteriormente. Aún podía sentirlo, y de alguna manera comenzaba a aterrarlo— . No me siento cómodo aquí, y— yo... — Está bien, cariño — aceptó Darrel, moviendo su mano con despreocupación y cogiendo el brazo del omega, acercándolo nuevamente a ellos y perdiendo repentinamente el interés en la cafetería— . Podemos ir a otro lugar. — Siempre podemos — agregó Darrel de inmediato, sonriendo hacia el menor y acariciando cariñosamente su mejilla. Ryle suspiró, dejándose guiar una vez más, aunque no siguió sin antes echarle un último vistazo a aquel establecimiento. ¿Qué sucedía en ese lugar? Verdaderamente ansiaba saberlo. Por su parte, y cuando los tres chicos se alejaron por completo de allí, Leonidas se levantó de la silla. Su ceño por completo fruncido y un nudo amarrando su garganta. ¿Qué había sido todo aquello? No estaba seguro, pero lo que sí sabía era que estaba poderosamente celoso. Había esperado la mañana entera para mirar una vez más al precioso omega, y realmente percibió sus ansias cuando se acercaba la hora pico; sin embargo, no evitó sentirse bastante mal cuando lo vio acompañado. Él nunca pasaba acompañado, y ver como aquellos chicos lo sujetaban y hacían reír, lo hizo hervir en su propio caldero. ¿Por qué siquiera se sentía celoso de una persona que no sabía de su existencia? O bueno, si lo sabía, pero para aquel tiempo ya lo habría olvidado por completo. Aquel pensamiento lo hizo sentirse patético, patético como nunca antes, y cuando se acercó a la barra y admiró a su mejor amigo allí, mirándolo con una ceja alzada, él bufó. Malditamente celoso. Sí, demasiado. — Veo que las cosas no salieron bien el día de hoy, eh — comentó el Enigma, dándole un sorbo al café helado que estaba tomando— . No recordaba jamás verte con esa cara luego de acosar al pequeño omega. — Esto está mal — dejó salir, tomando asiento a su lado y tapándose el rostro con las manos— . No se supone que deba sentirme así, ¿siquiera estoy bien de la cabeza? — No, en lo absoluto — contestó, moviendo su cabeza con gracia— . Realmente pienso que terminaste de perder la cabeza cuando decidiste seguir todos y cada uno de los pasos de ese omega frente a este lugar. Eso es aterrador, amigo, y no sé cuántas veces te lo diré. — Jacob, — se quejó el Alfa, haciendo una mueca incómoda con los labios. El Enigma encogió sus hombros— . ¿Viste como lo sujetaban? Y como lo hacían reír... ¿Yo podría hacerlo reír de esa manera? — Definitivamente — dijo, asintiendo con su cabeza cuando Leonidas lo miró lleno de agonía, se rio— . Vamos, Leonidas . Eres un adulto y estás comportándote como un niño. Si tanto lo quieres, ¿por qué no te tomas el tiempo para conocerlo? Y aquella pregunta nuevamente lograba retumbar en su cabeza. ¿Por qué simplemente no lo hacía? Era sencillo, tan simple, demasiado sencillo, pero el temor extraño de Leonidas le impedía realmente poder llevar aquella acción a cabo. ¿Qué pasaría si Ryle lo rechazaba? Definitivamente estaría destruido, porque sabía que se había ilusionado de una manera extremista, y realmente esperaba poder ser correspondido. O al menos un poco. Exhalando el aire que había retenido en sus pulmones, Leonidas mordió el interior de su mejilla; su mirada fija en un punto indescifrable, y Jacob observándolo con completa atención. El Enigma notaba lo mal que estaba su amigo, en el buen sentido de, Dios, estaba loco por aquel chico. Indudablemente loco. — Supongo que aún no es el momento indicado — respondió por fin, luchando con el nudo estancando en su garganta y divagando con sus ojos hasta posarse en los de color chocolate ante él, Jacob le regaló una sonrisa comprensible, y él realmente agradeció el gesto, para luego bajar la mirada hacia sus manos y fruncir el ceño con desconsuelo— . O quizá yo no estoy realmente preparado para hacerlo.— ¡Hola, mami! — Gritó Ryle , acomodando la mochila sobre sus hombros cuando divisó a su madre en el jardín, podando las flores. Sus ojos por completos iluminados ante la preciosa imagen— . Oh, que bonitas.— Hola, mi amor — saludó la omega mayor, regalándole una pronta sonrisa— . Llegas un poco tarde, eh. Muy tarde, a decir verdad.— Sí, lo siento mucho — se disculpó de inmediato, arrodillándose a un lado de ella, y acariciando los pétalos de las preciosas margaritas— . Salí con Darrel y Joel, debí avisarte. ¿Me perdonas?— Uhm... déjame pensarlo — bromeó, dejando un suave beso en la mejilla del omega, quien prontamente sonrió ensimismado— . Están muy hermosas, ¿eh?— Sí — dejó salir, por completo emocionado— . ¿Puedo coger algunas para nuevas coronas, sí?— Por supuesto que no, cariño — reprendió la omega, pareciendo prontamente escandalizada, aunque Ryle sabía que aquello no era nada más que broma— . ¿Acaso quieres que tengamos un jardín sin flores? No dejaré que las acabes todas.
El fin de semana había resultado ser catastrófico para Leonidas , y es que no pudo sacarse de la mente que el omega hubiera estado con aquellos chicos. Mirándose tan contento como a él le gustaría hacerlo.Feliz.Sus celos habían ido en ascenso, y cuando fue la hora de cerrar la cafetería aquel día, Leonidas podía sentir como de sus orejas salía disparado un humo caliente, haciéndolo hervir y reprocharse a sí mismo el ser tan cobarde e inmaduro. Porque no había duda alguna, eso era.Su cabeza estaba vuelta un lío, más enredada que antes, cuando miró por primera vez a aquel precioso omega en Texas, y desde luego, aquel par de días en los que estuvo consumiéndose en sus celos, pensó mejor las cosas. Él quería conocerlo, hablarle y estar a su lado, ¿por qué no se permitía hacerlo?Había tomado una decisión, aunque resultó ser inconcebiblemente complicada. Jacob había pasado la mayor parte de aquellas cuarenta y ocho horas a su lado, motivándolo, y realmente había funcionado. Al menos un
— ¡Hey! ¡Ryle! — Bramó Joel, agitando su mano por la altura y dándole una seña a Darrel para que fueran en busca de su floreado amigo. El omega de inmediato se emocionó, corriendo hacia su encuentro como si se tratase de un pequeño niño, y cuando estuvo con ellos no dudó saludarlos a ambos con un amigable abrazo— . ¿Cómo te va, amigo?— Muy bien — respondió encantador y cogiendo las correas de su mochila, sonriendo enormemente. Darrel le devolvió el gesto, por completo enternecido— . ¿Y ustedes? Quise hablarles el fin de semana, pero tenía mucha tarea.— Oh, no te preocupes, — dejó saber el Beta, moviendo su mano con despreocupación y pasando su brazo por sobre los hombros del omega, para pronto comenzar a caminar detrás de los pasos del otro adelantado— . Nosotros estuvimos bien.— Eso me alegra mucho, Darrel — dijo, sonriente y mordiendo el interior de su mejilla. El ojiavellana le echó un vistazo por encima de su hombro y le sonrió, esperándolo hasta que se pusiese a su lado.— ¿Ir
Cuando se fue acercando la hora pico, Leonidas comenzó a percibir corrientes eléctricas jugando por todo su cuerpo; correteando y haciéndole cosquillas. Sentado en una silla de la barra junto a su Enigma amigo, distraído en un infantil juego de su teléfono, Leonidas observaba del gran reloj al vitral, y viceversa. Esperando no perderse de la caminata que acompañaba al omega diariamente, ni tampoco, de la hora que era en ese preciso momento.El sonido del teléfono de Leonidas lo distrajo de su osadía, y admirando el nombre del contacto en la pantalla alumbrada, él miró rápidamente a Jacob antes de llevarse el móvil al oído. Realmente esperaba que no ocurriera nada inoportuno, pero en ocasiones, él no solía tener tanta suerte.— ¿Lisa? — Intentó sonar calmado, y golpeando la pierna de Jacob, éste hizo una mueca sorprendido— . ¡Que dicha recibir tu llamada! ¿Cómo has estado?— Muy bien, Leonidas . Gracias — respondió, encantadora— . Me preguntaba si este día podríamos vernos. Me gustaría
El Alfa achicó los ojos en una mueca disgustada; por supuesto que no deseaba perder la oportunidad de hablar con Lisa, pero tampoco quería perderla con el niño de las flores en el cabello. De igual manera, él tuvo que tomar una rápida decisión, y caminando desganado hacia la puerta de la cafetería, le echó un último vistazo agradecido a su amigo.— Quiero que me llames si llegas a saber algo, por favor — pidió, prensando sus labios para luchar contra la presión en su pecho. Prontamente sintiéndolo dolorido y falto de aire. Tras ver al Enigma asentir, él salió de la tienda.Los rayos de luz cálida que aún bañaban la ciudad entera, lo recibieron con gozo cuando al aire chocó contra su rostro. Amaba el clima de Carolina del Norte , y por supuesto, aquel aroma playero que invadía por completo a la ciudad. Pero sin duda alguna, más amaría poder hablar con el rubiecito.Le resultaba incomprensible toda aquella situación, haciéndole doler la cabeza y tragar el nudo que se había instalado cr
— Sí..., me gusta mucho el aroma del café — aceptó, su voz demasiado baja, pero no lo suficiente como para pasar a ser inaudible. Percibía el rebote incesante de su órgano interno, y se preguntó por un segundo, si su corazón realmente sería capaz de saltar fuera de su cuerpo; porque de así hacerlo, procuraría calmarse un poco. Tampoco era como si él pudiese controlar sus propias emociones en aquel momento.¡Y es que no lo podía creer!Cuando siguió al cuerpo más alto y éste le permitió la entrada al local, Ryle mordió el interior de su mejilla. Sabía que aquel lugar no era por completo de su agrado, pero el estar con el Alfa le hacía sentirse seguro. De igual manera, él supo que quizá, tan sólo estaba exagerando, y la verdad nadie lo vigilaba. Realmente esperaba que así fuese.Dentro de la cafetería, Jacob echó un vistazo a su amigo en la entrada, caminando junto al omega hacia su mesa común, y abriendo sus ojos con extrema sorpresa, pudo sentirse incomparablemente orgulloso de su mej
— Cumplí dieciocho — admitió, emocionado— . Soy grande, pero a veces pienso como un niño y..., Dios, eso me hace creer que soy muy tonto.— No, por supuesto que no eres tonto — dejó saber el Alfa de inmediato, cogiendo la mano del omega en un arrebato de valentía, y admirando las mejillas completamente rojas de éste— . Yo tengo veintiocho y a veces actúo como un niño, eso no me hace uno, ¿o sí?— No lo creo — se rio Ryle , encogiendo sus hombros y mirando hacia otro lado. En la caja, admiró como un chico los veía con atención, y sonriéndole deliberadamente, alzó su mano y lo saludó— . Él nos está observando, ¿querrá venir y sentarse con nosotros?Leonidas de inmediato volteó hacia donde el omega observaba, y cuando admiró la enorme sonrisa de su mejor amigo, negó con la cabeza antes de reír suavemente y llamar la atención del omega— . Él quisiera venir, pero no lo hará. Tampoco es muy divertido, no te dejes llevar por sus ojos de gatito — murmuró, como si se tratase de un secreto, y R
Tocando la piel llameante que habían rozado los labios del omega, Leonidas sonrió estúpidamente, y admirando como su madre lo adentraba a su casa antes de echarle un vistazo dudoso a él, se sintió por completo realizado. Después de todo, había logrado hablar con Ryle , y aunque fue por pura coincidencia, agradecía al mundo haber estado a su favor por primera vez en su vida.Por su parte, y cuando entró en la casa, Ryle soltó una encantadora risa, recostándose de la pared y cerrando los ojos cuando logró tropezarse con sus propios pies. Angela mirándolo con una ceja alzada, y su padre en el salón, perdiendo la atención en el programa que miraba en la televisión. Los dos mayores no pasaron desapercibido el suspiro enamorado que surgió de los labios del omega, ni tampoco, las poderosas y sonrojadas mejillas que éste poseía, y aclarando su garganta, la omega decidió que era hora de hablar.— ¿En dónde estabas, Ryle? — Cuestionó, intentando sonar dura, pero realmente no podía lograrlo. Cua