Episodio 3

Tras unos segundos de suspenso, él se golpeó mentalmente, diciéndose que estaba actuando como un psicópata y decidiendo seguir su camino. Todo esto, no sin antes mirar su reflejo en el impecable vidrio. Sonrió con adoración y re acomodó la corona sobre su cabello, echando a andar como si de verdad, aquel sentimiento no lo hubiera golpeado hacía tan sólo segundos.

Por su parte, Leonidas permanecía mudo, sus ojos bien abiertos y el corazón en los oídos, pensando que había estado inconcebiblemente cerca de ser descubierto; y también, diciéndose que más pronto que tarde, debería dejarse conocer por el rubiecito.

Más que nada, afirmándose que aquel omega, era increíblemente más hermoso de lo que pensaba.

El omega salió de su última clase y caminó con desgano hacia el cafetín. Aquel día no se sentía especialmente feliz por recorrer la universidad, ni tampoco para esperar a que sus dos amigos salieran de clases, pero se los había prometido.

Y Ryle siempre cumplía sus promesas, pues, él creía que era una cuestión bastante importante.

Cuando se dejó descasar en una mesa vacía y mordió el interior de su mejilla, admirando a las pocas personas que allí se encontraban, comenzó una nueva fase de divagación, y es que su mente no paraba. Recibió unos cuantos saludos por parte de algunos otros estudiantes, y también, leves miradas llenas de extrañeza por personas nuevas o que simplemente jamás lo habían visto.

Llevaba una corona de flores, realmente él lo veía como algo normal. ¿No era así?

De igual manera, Ryle supuso que tendría que aburrirse un tiempo indeterminado, esperando por los dos chicos que lo habían acogido, pero cuando él los observó adentrarse al cafetín con sus resplandecientes y características sonrisas, se puso inmediatamente de pie.

— ¡Chicos! — Exclamó, casi corriendo hasta llegar a su encuentro. Los dos pares de ojos mieles lo miraron con adoración, y no tardó en estar envuelto entre los torpes brazos de Darrel.

— Hola de nuevo, florecitas, ¿has estado mucho tiempo aquí? — Cuestionó, alborotando el cabello del omega, y consiguiendo que la corona se torciera.

— Oye — Ryle le reprochó, una sonrisa en sus labios mientras la acomodaba nuevamente— . Llegué hace un ratito, pero la verdad me da gusto que hayan venido pronto. No quería estar mucho tiempo solo.

— Y no lo estarás, ¿nos vamos? — Preguntó el Beta, una sonrisa tranquila mientras cogía el brazo del ojimiel y comenzaba a sacarlo fuera de allí— . Darrel tiene un lugar donde podemos ir, pero no estoy muy seguro.

— Iré a donde ustedes quieran, chicos — aceptó, encantador.

Darrel y Joel de inmediato se miraron cómplices, y Ryle tan sólo obvió aquel intercambio de miradas. Realmente ajeno a la situación.

Quizá él nunca se daba cuenta de cuándo sus amigos se aprovechaban de su inocencia, y quizá ellos se preguntasen cómo era que podía ser de aquella manera con dieciocho años cumplidos; pero Ryle era ridículamente adorable y ellos simplemente no podían evitarlo. Era como hablar con un niño, un niño grande.

Aunque sin dejar de ser uno.

Principalmente, aquella característica era lo que lo había hecho resaltar ante los ojos de los dos chicos, pues cuando observaron aquella tierna y armoniosa presencia cruzar las puertas de la universidad, supieron que sería un viaje interesante. Decidieron apadrinar al novato, y no exactamente de una mala manera. Ellos quedaron tontamente encantados cuando intercambiaron la primera palabra con el amigable omega.

Ese día en especial, los dos Betas mayores habían invitado al omega a almorzar, y aunque no tenían idea de a dónde podrían ir, sabían que Ryle aceptaría cualquier cosa. Aquel era otro hábito que los había hecho quedarse, y es que Ryle era tan buen chico, que ni siquiera pensaba en herir a las personas sin intención. Parecía tener un reglamento no estipulado; aunque a Joel y Darrel en ocasiones les gustaría averiguar cómo funcionaba la cabeza de Ryle , se sentían por completo colmados con su sola forma de actuar. Ryle podría definirse como dulce con olor a flores frescas.

Era un buen amigo. Un buen amigo demasiado inocente.

Cuando los tres individuos estuvieron caminando frente a Sounds&Coffee, los brazos de Joel y Darrel estaban enredados con los dos del omega, llevándolo en medio y haciéndolo reír a carcajadas con chistes lo suficientemente malos.

— Este lugar es una opción, he escuchado que el café es grandioso — comentó Joel, deteniéndose prontamente ante el cristal que ponía el nombre; el local con un color vinotinto por fuera, y uno bastante abstracto por dentro. Ryle frunció los labios, sintiendo como un escalofrío recorría su columna.

— Preferiría ir a otro...lugar — murmuró, inseguro. Al momento de ganarse las miradas de sus dos amigos, se sonrojó— . Por favor.

— ¿Por qué? ¿No te gusta aquí? — Cuestionó el Alfa, una sonrisa ladina mientras picaba las costillas del omega, Ryle se retorció y rio con gracia.

— Basta — pidió, alejándose de él por un momento, para luego echar un meticuloso vistazo hacia dentro del local, como había hecho anteriormente. Aún podía sentirlo, y de alguna manera comenzaba a aterrarlo— . No me siento cómodo aquí, y— yo...

— Está bien, cariño — aceptó Darrel, moviendo su mano con despreocupación y cogiendo el brazo del omega, acercándolo nuevamente a ellos y perdiendo repentinamente el interés en la cafetería— . Podemos ir a otro lugar.

— Siempre podemos — agregó Darrel de inmediato, sonriendo hacia el menor y acariciando cariñosamente su mejilla. Ryle suspiró, dejándose guiar una vez más, aunque no siguió sin antes echarle un último vistazo a aquel establecimiento.

¿Qué sucedía en ese lugar? Verdaderamente ansiaba saberlo.

Por su parte, y cuando los tres chicos se alejaron por completo de allí, Leonidas se levantó de la silla. Su ceño por completo fruncido y un nudo amarrando su garganta. ¿Qué había sido todo aquello? No estaba seguro, pero lo que sí sabía era que estaba poderosamente celoso.

Había esperado la mañana entera para mirar una vez más al precioso omega, y realmente percibió sus ansias cuando se acercaba la hora pico; sin embargo, no evitó sentirse bastante mal cuando lo vio acompañado.

Él nunca pasaba acompañado, y ver como aquellos chicos lo sujetaban y hacían reír, lo hizo hervir en su propio caldero. ¿Por qué siquiera se sentía celoso de una persona que no sabía de su existencia? O bueno, si lo sabía, pero para aquel tiempo ya lo habría olvidado por completo.

Aquel pensamiento lo hizo sentirse patético, patético como nunca antes, y cuando se acercó a la barra y admiró a su mejor amigo allí, mirándolo con una ceja alzada, él bufó.

Malditamente celoso. Sí, demasiado.

— Veo que las cosas no salieron bien el día de hoy, eh — comentó el Enigma, dándole un sorbo al café helado que estaba tomando— . No recordaba jamás verte con esa cara luego de acosar al pequeño omega.

— Esto está mal — dejó salir, tomando asiento a su lado y tapándose el rostro con las manos— . No se supone que deba sentirme así, ¿siquiera estoy bien de la cabeza?

— No, en lo absoluto — contestó, moviendo su cabeza con gracia— . Realmente pienso que terminaste de perder la cabeza cuando decidiste seguir todos y cada uno de los pasos de ese omega frente a este lugar. Eso es aterrador, amigo, y no sé cuántas veces te lo diré.

— Jacob, — se quejó el Alfa, haciendo una mueca incómoda con los labios. El Enigma encogió sus hombros— . ¿Viste como lo sujetaban? Y como lo hacían reír... ¿Yo podría hacerlo reír de esa manera?

— Definitivamente — dijo, asintiendo con su cabeza cuando Leonidas lo miró lleno de agonía, se rio— . Vamos, Leonidas . Eres un adulto y estás comportándote como un niño. Si tanto lo quieres, ¿por qué no te tomas el tiempo para conocerlo?

Y aquella pregunta nuevamente lograba retumbar en su cabeza. ¿Por qué simplemente no lo hacía? Era sencillo, tan simple, demasiado sencillo, pero el temor extraño de Leonidas le impedía realmente poder llevar aquella acción a cabo.

¿Qué pasaría si Ryle lo rechazaba? Definitivamente estaría destruido, porque sabía que se había ilusionado de una manera extremista, y realmente esperaba poder ser correspondido. O al menos un poco.

Exhalando el aire que había retenido en sus pulmones, Leonidas mordió el interior de su mejilla; su mirada fija en un punto indescifrable, y Jacob observándolo con completa atención. El Enigma notaba lo mal que estaba su amigo, en el buen sentido de, Dios, estaba loco por aquel chico. Indudablemente loco.

— Supongo que aún no es el momento indicado — respondió por fin, luchando con el nudo estancando en su garganta y divagando con sus ojos hasta posarse en los de color chocolate ante él, Jacob le regaló una sonrisa comprensible, y él realmente agradeció el gesto, para luego bajar la mirada hacia sus manos y fruncir el ceño con desconsuelo— . O quizá yo no estoy realmente preparado para hacerlo.

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