34. Pasión que nace

Elisa frunce el ceño ligeramente por la confusión. Es como si la reconociera de algún lado.

Luis Ángel deja a Angélica con la palabra en la boca, encaminado con pasos cortos y lentos, sin quitar la mirada. El poder que emana bajo esa impresionante apariencia es abismal.

Está tan bella que cualquier rosa no puede pertenecer a su jardín, porque llorarían ante su hermosura. Es de las mujeres más hermosas que ha visto en esta vida, antes o después, siempre fue la mujer más deslumbrante.

—Estás preciosa.

Suelta de una vez, admirándola por completo. La pronta necesidad que tiene por tomar su mano y arrebatar ese beso que lo ha de volver loco lo atonta un momento. Pero le estira su mano.

Y ella no sabe qué responder.

Le da su mano. Y la besa.

—Sé que eres tú. Esos ojos jamás los olvidaría, y aunque quisiera, ya no podría.

La admiro una vez más..

—María Teresa.

Ella traga saliva.

—No sé si fue buena idea venir. Todos me están mirando —deja saber con prontitud, dándose cuenta que son mu
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