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77. ¿Por qué la felicidad no perdura?

—¿¡De qué hablas, Eva?! —la toma de los brazos.

—No consiguen a Angelito por ningún lado. Los policías dicen que la mujer que lo cuidaba estaba tirada en el piso, desmayada. Además, la casa del señor Carvajal está…está…

—Roselia —jadea María Teresa—. ¿Qué quieres decir con la casa…?

—Está incendiándose —Eva se lleva la mano hacia los labios—. Tu casa se incendia, María Teresa. Luis Ángel me pidió que no te dejara ir y que mucho menos te-

María Teresa suelta a Eva y por poco trastabilla hacia un lado. Pero Eva la sostiene mucho antes de que pueda golpearse con la pared.

—Mi hijo, mi papá…

Siente desfallecer.

—Por Dios —jadea. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué si hace sólo unos momentos estaba compartiendo con Luis Ángel la felicidad…? Ya no usa el ascensor sino las escaleras mientras Eva la sigue por detrás, gritándole que se detenga.

Se monta en el auto y junto a Eva acelera hacia la casa de los Carvajal.

Cuando llega, ni siquiera las llamas dejan acercarse a la casa. El fuego devora todo a s
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