Las palabras para este momento no son más que débiles para definir el momento que están viviendo. En brazos de Ricardo, su mundo vuelve a florecer una vez más, la conexión que habían sentido no se trataba sólo de confianza y cariño, sino de algo más. Y era precisamente esto: estar rodeando a la familia que siempre había creído que no sentía, porque desde niña siempre fue despojada de el amor fraternal y hogareño de una familia. Han tenido que dejar a Abigail en manos de las enfermeras para chequear sus proceso pero duraron unos cinco minutos oyendo lo que tenía a los dos.—¿Cómo te enteraste? —preguntó Ricardo—. Hija, ¿Cómo es posible?—¿No creíste que tantas coincidencias con María Teresa se debían a algo? Yo lo creí desde el primer momento —Abigail respondió con suavidad—. Fui al pueblo en donde María Teresa se había criado y conseguí a la monja que la crió. Ella me dio la cadena, papá. Idéntica a la que yo poseo —Abigail miró a María Teresa, tomando su mano—. Deberás mostrarsela.
—No me iré sin antes dejarle a esa pordiosera que nunca debió haberse metido conmigo ni arrebatarme lo que me pertenece por ser hombre. Maximino nunca antes estaba tan furioso. María Teresa le había arrebatado todo lo que había querido en la vida y Abigail fue la segunda quien vino detrás de ella. Está mirando el ventanal de su oficina, apretando el télefono. Le han comunicado ya que Abigail salió del estado de emergencias. —Fuiste tú quien intentó matarlas, y eres un criminal. ¿Crees que vas a tener la decencia ahora? —Carmen le golpea el hombro herido—. Debemos hacer algo, antes de que esa imbécil nos eche a ti a mí de la propiedad. Maximino deja de ver la ventana para comenzar a caminar alrededor de la oficina. —Se despertó —repite, con hastío—. Y en cualquier momento abrirá la boca, no si es que lo hizo. Le vi esa m*****a cadena a María Teresa —escupe, rabioso. Luego tira el télefono al suelo—, de seguro ya saben la verdad —mira a su madre—, y de seguro te metió ahí en ese mis
Ya ha atardecido considerablemente cuando Luis Ángel se dirige hacia el apartamento. Puede descansar por hoy de la compañía, de los accionistas y en sí de todo lo que tenga que ver con la empresa. Trata de llamar a María Teresa pero no contesta, y se sorprende al ver a Roselia con el niño.—¡Señor! —expresa Roselia una vez lo ve entrar a la sala—. Su madre, la señora Torrealba, estaba aquí hace unos instantes. Fue ella quien me dejó al niño.—¿Mamá? —pregunta Luis Ángel con algo de confusión. Toma a Ángel entre sus brazos—. ¿Y María Teresa? —No estaba junto a ella, señor. Dijo que estaba en la clínica, con la señorita Carvajal —Roselia hace saber con tranquilidad—. Señor, debo decirle algo.Luis Ángel deja de ver su teléfono para atisbar a Roselia.—¿Qué sucede?—Es que —comienza Roselia, con gestos nerviosos—. Hoy en la clínica yo fui al baño sólo un momento, y cuando volví había un hombre frente a la señora María Teresa, ¡Incluso la insultó! No pudimos obtener los resultado del niñ
—Soy el hombre más feliz del mundo —Luis Ángel entre lágrimas sonríe—. Me has hecho el hombre más feliz del mundo, mi ángel.María Teresa limpia sus lágrimas y luego deposita otro beso en sus labios.—¿Y en dónde está Ángel? —pregunta María Teresa llena de ilusión, mirando detrás de su hombro y hacia todas partes—. Debemos ir con él, y mostrarles a todos la verdad. ¡Debemos hacerlo! Luis Ángel la mira un momento, tratando de buscar las palabras. —Tenemos qué hablar de eso —Luis Ángel suaviza el tono de su voz, siempre era así con María Teresa. Toma aire antes de hablar—. Leonardo ordenó que se lleve al cabo el caso de la custodia el día de mañana.El rostro de María Teresa cambia por completo cuando oye esto. —¡Es mentira! ¡No pueden hacer eso! —María Teresa niega rotundamente—. Es nuestro hijo, Luis Ángel. Aquí está la prueba de la verdad. ¡Su prueba de ADN es una farsa! Y eso es un delito. —Tenía motivos para luchar por mi hijo, porque nadie me los iba a quitar. Ahora se absten
—¿¡De qué hablas, Eva?! —la toma de los brazos.—No consiguen a Angelito por ningún lado. Los policías dicen que la mujer que lo cuidaba estaba tirada en el piso, desmayada. Además, la casa del señor Carvajal está…está…—Roselia —jadea María Teresa—. ¿Qué quieres decir con la casa…?—Está incendiándose —Eva se lleva la mano hacia los labios—. Tu casa se incendia, María Teresa. Luis Ángel me pidió que no te dejara ir y que mucho menos te-María Teresa suelta a Eva y por poco trastabilla hacia un lado. Pero Eva la sostiene mucho antes de que pueda golpearse con la pared.—Mi hijo, mi papá…Siente desfallecer. —Por Dios —jadea. ¿Hasta cuándo? ¿Por qué si hace sólo unos momentos estaba compartiendo con Luis Ángel la felicidad…? Ya no usa el ascensor sino las escaleras mientras Eva la sigue por detrás, gritándole que se detenga.Se monta en el auto y junto a Eva acelera hacia la casa de los Carvajal. Cuando llega, ni siquiera las llamas dejan acercarse a la casa. El fuego devora todo a s
—Nada le sucederá. Nuestro hijo está bien, amor mío. Estará bien y estará junto a nosotros.Cualquier palabra dicha por Luis Ángel en estos momentos no es suficiente, porque dentro de su corazón la esperanza yace al borde del colapso, y ninguna fuerza es capaz de tranquilizarla. Pero su corazón se envuelven con el de Luis Ángel, porque también lo nota tenso, rígido y con facciones preocupadas. Se separan. Una mano de Luis Ángel se acurruca en su mandíbula y cuello.—Escúchame, María Teresa —Luis Ángel le dedica una mirada fija—. Me encargaré de buscar a nuestro hijo y de mandar a ese imbécil a la cárcel. Me parte el corazón verte así pero te pediré que confíes en mí. ¿De acuerdo? Amor.María Teresa descansa su mirada en él, y acaricia su mano. Asiente.—Lo hago —murmura—, confío en ti más que a nadie.Y acerca a María Teresa para besar su frente.—Estoy aquí, cariño. Traeré a nuestro hijo de vuelta.—¡María Teresa! —exclama Eva una vez se dirige hacia los dos—. Por Dios, me diste un
Mientras la policía rodea el patio de la mansión de los Carvajal, Amanda sigue caminando hacia María Teresa. Los ojos de María Teresa están abiertos en su totalidad, conmocionada, anonadada, llena de preocupación. Sus manos tiemblan al observar los ojos verdes de su hijo en los brazos de su tía, pero está sano, sólo está tranquilo en aquellos brazos. Su esperanza vuelve al verlo cerca de ella, y María Teresa suelta un jadeo vigoroso al mirar a su ángel. Alza la vista y de inmediato observa los ojos de Amanda, ésta baja la vista hacia su sobrino y un momento después, estira sus brazos para entregalo a su madre. Anonadada, María Teresa siente el cuerpo de su hijo y gime de desconsuelo, como si fuese un sueño, arropando a su hijo con sus brazos, comenzando a llorar por el alivio de tenerlo con ella, de esta manera. —Mi niño —jadea María Teresa en llanto—. Mi pequeño, gracias mi Dios. Mi bebé…—sus ojos vuelven a caer sobre Amanda. —Cuida mucho a Angelito —es lo que dice—, cuídalo
EPÍLOGOCarmen y Maximino Carvajal fueron sentenciados a cadena perpetua por múltiples acusaciones: lavado de dinero, asesinato, extorsión y narcotráfic0 son algunos de las acusaciones que se dijeron el juicio. Y sin ya escapatoria, tanto madre e hijo no volverían a ver la luz del sol por mucho tiempo. Antonio Guiterrez fue condenado a prisión por abuso de menores y maltrato físico. Había sido uno de los secuestradores del pequeño Ángel Torrealba, a quién aprisionaron tratando de salir del país al lado de Leonardo, otro de los tantos extorsionistas que habían mentido con la prueba de ADN al pagar millones. Era cierto que era hermano de Angélica, pero por parte materna. Angélica Rincón también recibió su castigo al ser cómplice de la muerte de su hermana, Magdalena Fuentes y haber sido cómplice de Maximino Carvajal.Amanda Torrealba, también a cadena perpetua, por ser cómplice de la muerte de Magdalena Fuentes, mentir acerca de la acusación contra María Teresa Carvajal, haber sido cóm