Bastián Schneider lo tenía todo... hasta que su esposa, Adelaida, lo abandona sin dar ninguna explicación. Desesperado por recuperar el control de su vida, se muda con su hijo Liam a Sierra Verde, un pequeño pueblo rodeado de montañas y secretos. Pero el cambio no trae la paz que esperaba: a pesar de todos sus sacrificios, su relación con Liam se vuelve cada vez más frágil, y Bastián empieza a preguntarse si alguna vez podrá reparar lo que está roto. Entonces aparece Bárbara Montenegro; excéntrica, enigmática y con un aire de caos que parece envolverla. Bárbara no solo desafía todo lo que Bastián cree saber sobre el control y la estabilidad, sino que, de forma inesperada, despierta en él una renovada esperanza de acercarse a Liam. Pero confiar en ella podría ser un error devastador. Cargada de cicatrices, tanto físicas como emocionales, Bárbara amenaza con derrumbar las creencias que Bastián ha construido a lo largo de su vida y lo obliga a replantearse cómo enfrenta el dolor y la incertidumbre. Mientras los fantasmas del pasado de Bastián y los secretos de Bárbara comienzan a entrelazarse, ambos deberán enfrentarse a sus propias heridas. Entre el caos y el amor, Bastián descubrirá que a veces vivir significa aceptar estar roto y, aun así, encontrar la fuerza para avanzar. Que a veces, la única forma de hacerlo es rompiéndose en el proceso.
Leer másBastiánVer a Liam profundamente dormido fue como recibir una suave brisa. Bastián quería hacer un escudo protector donde nada tocara a su hijo, donde nada lo lastimara, quería protegerlo incluso de el mismo. Pero también estaba esa punzada de querer llevarlo a casa, quería dejar la habitación de hospital porque constantemente le recordaba lo amargo de la realidad. Las cosas no estaban bien. Y era momento de aceptarlo. Por más aterrorizado que estuviera, ese hecho tenía que aceptarlo. Porque lo rompió más ver a su hijo agazapado y temblando, sabiendo que se paralizada ante su dolor que su propio miedo a sus propias emociones.No quería volver a verlo de esa forma. Se negó a que sucediera, sabía que la pediatra de Liam había usado una cascada de tecnicismo para explicar a Bastián porque las pruebas estaban bien y a pesar de eso Liam había sufrido el ataque. La forma en que se rebuscaba para darle explicaciones era obvia que no quería decirle directame
Bárbara—Betsy vamos, dijiste que irías si venia por ti, ahora estoy aquí así que baja.La voz de Jean resonó más alto en medio del silencio de la noche. Su corazón dio un vuelco haciendo que se aferrara a las bisagras tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos. Se giro hacía la puerta detrás de ella atenta a cualquier moviendo o ruido que proviniera de afuera espero unos segundos antes que sus pulmones ardieran y tuviera que soltar el aire.Cuando nada paso regreso su vista a Jean.Jean, parada justo en el patio de aquella casa vieja. Una de las más antiguas del vecindario. Rodeada de arboles sin podar y un jardín sin cuidar. Había juguetes de niños y triciclos tirados, llenos de moho y oxidados. Aun así, nadie se preocupaba por ellos. Y Jean no era la excepción. Se había escapado como varias otras noches hasta su casa para verla.Bárbara respiro con dificultad con el pasar de los minutos. Con el peso de la realidad cerniéndose sobre ella. Le adv
BárbaraAún podía sentir la calidez de aquel agarre.Bárbara apoyó la barbilla en su muñeca mientras mantenía la vista fija en su otra mano. La observó con detenimiento, buscando algún cambio: un ligero temblor, una nueva coloración, un cambio en la temperatura. Sin embargo, no había nada fuera de lo normal. Su mano lucía exactamente igual, y aun así, la sensación persistía, como si el calor de la mano de Bastián hubiese dejado una huella en su piel."¿Por qué sigo sintiendo esto?"Con un movimiento brusco, Bárbara sacudió la mano, intentando desprenderse de aquella sensación que parecía aferrarse a ella. Al final, la dejó descansar sobre sus muslos, todavía percibiendo un calor que no le pertenecía.Es realmente rígido...Se reprochó, tratando de ignorar la forma en que su corazón había reaccionado al toque de BastiánEstaba segura que no la tomaría. Que el simplemente se dirigiria a Liam y ella solo se apartaria, estaba lista para que es
BastiánEl aroma picante fue lo primero que percibió.El cabello castaño fue lo segundo que vio.Y luego, la espalda de alguien que reconoció de inmediato.Su figura se movió entre la gente hasta llegar al centro junto a su hijo. Ella se agacho hasta la altura de Liam manteniendo una distancia segura. No supo que susurro, pero lo que sea que haya dicho hizo que el cuerpo de Liam reaccionara, sin levantar su rostro. Ella toco el pasto entre ellos y suavemente toco una de sus pequeñas manitas hecha puño sobre su cabeza, hasta que la coloco sobre la tierra, Liam cerro los dedos sobre la grama tan fuerte que Bastián sintió que estaba hiriéndose así mismo, pero la mano de ella lo sostenía. Levanto la mirada hacía los presentes haciendo ademán de que se alejaran. Algunos entendieron y comenzaron a alejarse. Otros no se movieron. Fue entonces que Bastián reacciono, miro hacía Camille.—Diles que se vayan de aquí por favor—rogo antes de comenzar a acercarse a ellos.Bastián dio un paso a la v
BastiánLiam caminó tres pasos antes de girar su pequeño rostro hacia el, Bastián asintió con el nudo en su estómago aflojándose. Liam se giró de nuevo y se dejo arrastrar por Sofía. El oso de peluche se levantó dándole la espalda a ellos. Bastián lo observó. Metió las manos en los bolsillos, aclarándose la garganta.Aunque parecía imposible de percibir, el oso enorme se crispo como si se acabase de dar cuenta de lo que había hecho y peor aún, estuviese delante del hombre que le daba una mirada inquisitiva.Bastián estaba a punto de hablarle cuando el oso saltó, seguido de un leve “¡Bum!” el quedó perplejo. Cientos de papeles brillantes volaron por los aires, cayendo a su alrededor como una lluvia de colores.—Qué hermoso —comentó Camille mirando los papeles caer sobre ellos.Uno de los papeles se enredó en el cabello de Bastián. El resoplo intentando quitarlo. Se percató que el oso dirigía todo su semblante h
Bastián Bastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando q
BastiánBastián observaba el ajetreo a su alrededor. El jardín del hospital estaba lleno de niños corriendo en todas direcciones, con pequeñas batas blancas que les colgaban casi hasta los tobillos. Las risas infantiles y los murmullos de los médicos que los guiaban llenaban el aire, creando una mezcla caótica de voces. Para muchos, aquello parecía un juego, una alegre fantasía de ser médicos por un día. Pero para él, cada sonido y cada movimiento acentuaban la creciente ansiedad que llevaba dentro.Había aceptado participar en la “Semana de los Pequeños Doctores” por Liam. Cuando su hijo le entregó el boletín con la invitación, pensó que había dado un paso, que tal vez se estaba abriendo, aunque fuera solo un poco. Pero ahora, viendo a su hijo de pie a su lado, aferrando su mano como si fuera su única ancla en medio de una tormenta, Bastián se preguntaba si había interpretado mal esa señal.—Todo estará bien, Liam —murmuró, intentando que su
BÁRBARACaminar más rápido que Greta era algo que podría decirse que sería más fácil si comparaba las piernas cortas de una mujer de 1.50 metros. Pero Greta ya era experta en aparecer y desaparecer a una velocidad alarmante. Así que, su deseo de dejarla atrás era constantemente frustrado con ella pisándole los talones. Era capaz de sentir sus ojos clavándose en su espalda con un aura oscura que no dejaba de crecer.Se sentía como un conejo huyendo de un lobo feroz. Bárbara cruzó las puertas hasta la escalera de servicios, dispuesta a correr de una buena vez por su vida, cuando sintió que se le cortó la respiración. La cuerda de su gafete impidió que siguiera adelante, regresándose a donde estaba.El ataque de tos que siguió solo provocó un resoplido en su atacante como si no fuera gran cosa.Greta se cruzó de brazos, refunfuñando y lanzando unas cuantas maldiciones en sueco.—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Greta molesta.Bárbara se tocó el cuello, regresando su carné a su lug
BÁRBARAHay un dicho que Isabela siempre dice cuando las cosas se tornan, incluso un poco mal:"Las tormentas siempre tienen un final".La primera vez que lo escuchó, escupió unas cuantas maldiciones y se escapó de casa. Corrió tan lejos como sus piernas le permitieron. Y para empeorar las cosas, estaba cayendo una de las peores tormentas de la época. Fue un mal chiste en su vida. Pero no dejo de avanzar. Sus pies ardieron y sus rodillas casi cedían al peso de la ropa mojada y de su propio cuerpo a medida que avanzaba.No tenía idea de a donde quería ir, pero tampoco quería regresar. Solo quería escapar a un lugar donde nada pudiera dañarla, un lugar donde se sintiera a salvo. Por supuesto, en ese entonces ese lugar no existía. No en su mente.Avanzó por varias horas hasta que se dio cuenta de que había dejado de llover y ahora solo era ella empapada por la lluvia con el dolor quemante sobre su espalda… Recuerda haber