¿Qué pasa cuando dos personas que solo saben huir… terminan corriendo en la misma dirección? Bastián Schneider lo tenía todo: una esposa perfecta, una vida planificada, un apellido que pesa más que el oro. Hasta que todo se derrumbó. Abandonado sin explicación, huye con su hijo Liam a Sierra Verde, un pequeño pueblo rodeado de montañas, silencio y heridas que no dejan de sangrar. Allí, intenta aprender a respirar sin culpa. Y a sostener una relación con un niño que ya no sonríe. Bárbara Montenegro es la mejor en lo que hace: una cirujana intervencionista brillante, temida y aislada, con cicatrices que no solo están en su cuerpo. Nadie se atreve a preguntar qué esconde su mirada afilada. Y ella no da respuestas. Pero cuando Liam —silencioso, roto— llama a Bárbara por un nuevo nombre… algo cambia. Ella no cree en los milagros. Bastián ya no cree en segundas oportunidades. Y Liam solo quiere volver a sentirse a salvo. En un hospital donde el silencio pesa más que los bisturíes, entre pasillos helados y cicatrices que no sanan, tres vidas descubrirán que amar no siempre es fácil… pero quedarse puede ser la forma más valiente de sobrevivir.
Leer másBárbara No pudo evitar notar cómo la opresión en su pecho aumentó. Barbara se dio cuenta que incluso con este frío Bastián parecía inmune. Como si su calor irradiaba un campo protector. Ella bajó la mirada de nuevo. Sus últimas palabras se sintieron tan extrañas al mismo tiempo que despertaban algo en su interior. Algo que no había sentido antes. Saber que sin importar lo que pasara, exista una persona que se quede. Es algo que jamás había experimentado. Pasó una vida peleando sola sus propias batallas, y la otra mitad cargando con los restos que quedaron. No espero juntar las piezas jamás, así como tampoco guardo el anhelo por hacerlo. Aprendió a vivir con esa verdad. Su verdad. Escuchar a Bastián decir aquello la sacó de órbita. Ni siquiera sabía que contestar. El hecho de que él no pareciera preocupado por obtener respuestas de ella en este momento lo volvía aún peor. —¿Tienes idea de lo peligroso que puede ser?—Bueno, soy Bastián Schneider creo que puedo manejarlo— dirigió
Bastián La voz de Cecilia aún zumbaba en su mente, como un eco venenoso."Perder a alguien tan importante en el quirófano te deja con resentimientos, ¿no?""Me sorprende que aceptaran a alguien con sus antecedentes aquí..."El aire se volvió más denso. Su pecho se contrajo. Fue entonces cuando la voz de Isabela lo trajo de vuelta, como un ancla.—No pongas esa expresión —murmuró con una suavidad que parecía dirigida a un niño perdido más que a un hombre hecho y derecho—. A cambio... te contaré una historia.Se acomodó contra las cajas del almacén, cruzándose de brazos. Sus ojos parecían más viejos, más apagados de lo que Bastián recordaba.—Bárbara me idolatra —dijo con una sonrisa triste—. Pero la verdad… es que no merezco ese tipo de amor.Bastián frunció el ceño, sin comprender. Isabela bajó la mirada antes de continuar, como si cada palabra doliera más que la anterior.—¿Te contó que la saqué de los hogares de acogida? —No esperó su respuesta—. La conocí cuando era apenas una niñ
Bastián Esta era la segunda vez que Bastián se sentía genuinamente sorprendido. Al igual que con la doctora Vogt, no esperaba que la presencia de un paciente oncológico fuese tan poderosa. Aunque las marcas de la quimioterapia eran evidentes en su cuerpo—pómulos pronunciados, una delgadez extrema que parecía desafiar a la gravedad, y una piel casi traslúcida—, el aura de Isabela trascendía sus límites físicos. La manera en que hablaba, la firmeza en sus gestos y, sobre todo, esa sonrisa amplia que parecía desafiar al tiempo y al sufrimiento, le daban la imagen de alguien que se aferraba a la vida con fuerza implacable.Bastián tardó un instante en reaccionar, pero finalmente levantó su mano en un saludo educado, intentando disimular su sorpresa inicial. Sin embargo, Isabela ignoró el gesto formal y, con una sonrisa desvergonzada, chocó sus palmas contra los brazos de Bastián. Su toque era ligero, casi débil, pero el impacto emocional fue suficiente para hacerlo tambalearse internament
Bastián Esta era la segunda vez que Bastián se sentía genuinamente sorprendido. Al igual que con la doctora Vogt, no esperaba que la presencia de un paciente oncológico fuese tan poderosa. Aunque las marcas de la quimioterapia eran evidentes en su cuerpo—pómulos pronunciados, una delgadez extrema que parecía desafiar a la gravedad, y una piel casi traslúcida—, el aura de Isabela trascendía sus límites físicos. La manera en que hablaba, la firmeza en sus gestos y, sobre todo, esa sonrisa amplia que parecía desafiar al tiempo y al sufrimiento, le daban la imagen de alguien que se aferraba a la vida con fuerza implacable.Bastián tardó un instante en reaccionar, pero finalmente levantó su mano en un saludo educado, intentando disimular su sorpresa inicial. Sin embargo, Isabela ignoró el gesto formal y, con una sonrisa desvergonzada, chocó sus palmas contra los brazos de Bastián. Su toque era ligero, casi débil, pero el impacto emocional fue suficiente para hacerlo tambalearse internamen
Bárbara Liam se sentó en medio de Bastián y Barbara. Ella podía sentir los ojos del niño mirándola de soslayo sin decir una palabra. Además, que Annaliese estaba enfrascada en la conversación con el taxista. Barbara capturó la mirada de Liam. Sus mejillas se sonrojaron bajando la mirada a sus manitas. Ella no pudo evitarlo. Con dos dedos comenzó a caminar en su estómago dando pequeños saltitos y ejerciendo presión hasta llegar a su nariz. Liam soltó una suave risa ante esa tonta acción. Se enfocó en la forma en que Liam intentaba capturar sus dedos, pero ella le ganaba en velocidad. Inconscientemente levantó la mirada hacía Bastián, siendo atrapada de inmediato. Sus ojos dorados se sentían cercanos. Un hormigueo se disparó por sus brazos, hasta la punta de sus dedos. —Te tengo—farfulló Liam riendo. —Eso fue trampa, papá me distrajo— contestó incapaz de apartar la mirada.Bastián fue tomado por sorpresa al ser arrastrado a esa conversación. Liam se giró para ver a su padre acusado
BarbaráLiam se aferró a sus piernas y su bolso como si no la hubiera visto en años. No pudo evitar sonreír y tocar su mejilla para comprobar que era real. Sabía que Liam tenía la cita con Annaliese estaría en la ciudad para visitar a Isabela. Desde que se fueron la ciudad no se habían logrado encontrar hasta ahora. Lo que no espero es que ella fuera aprovechar la oportunidad para encontrar con Liam y Bastián. Al pensar en su nombre el recuerdo del aroma y la forma en cómo se durmió aferrándose a su saco llegó. Ignorando la forma en como Annaliese, evaluaba la situación y ataba cabos en su mente miró a Bastián. El se encontraba parado a unos pocos pasos de distancia mirándola, ella pudo notar como dejó escapar un suspiro, la forma en cómo su mirada se suavizó con un alivio inesperado.—Entonces—comenzó Bastián cerrando el espacio entre ellos— la persona tan fuerte como un roble de la que hablaba la doctora Vogt ¿Eres tú? Ella abrió los ojos confundida. La mirada de Bastián era prof
Bastián La mujer que apareció frente a el distaba mucho de la imagen que tenía en mente de una psiquiatra y sobre todo de niños. La sonrisa dientuda de la mujer fue en lo primero que se fijó. Tenía un semblante animado, y los colores pasteles que la adornaban le daban un toque cálido. —Debes ser el señor Schneider —hablo con voz suave—y ese pequeño de ahí debe ser Liam ¿Verdad?La cafetería no estaba tan rebosante de personas, pero aún se sentía incomodo por estar en un lugar tan público. Bastián se levantó del sofá de inmediato extendiendo su mano hacía ella. Liam estaba sentado frente a la mesa de juegos armando una torre con cubos que caían mientras él los apilaba de nuevo, ajeno a la recién llegada. —Gracias por venir hasta aquí— ella le devolvió el saludo tomando asiento frente a él.—No se preocupe, iba a venir de todas formas, hay una vieja amiga ingresada en una clínica de aquí, así que todo encajo perfecto—canturreo sin borrar la sonrisa, parecía feliz genuinamente. Bast
Bastián Guardo las cosas y arreglo la sala. Frente a el, Hans y Greta continúan hablando entre ellos lanzándole miradas a Cecilia poco amistosas. La mencionada tomo el reporte que Bastián estaba a punto de agarrar. —¿Necesitas más ayuda? —Cecilia acomodo la carpetas y se las tendio en el aire. Bastián dudo un momento. Sin pensarlo miro de reojo hacía Hans y Greta que seguían hablando entre ellos. Tomo las carpetas. —No, gracias. Cecilia entre cerro los ojos mirando a Bastián con cautela. Inclino su rostro y le dedico una sonrisa. —Se que soy nueva aquí y puede que no me haya adaptado al ritmo del departamento de Barbara, pero estoy interesada en que funcione. Cecilia miro a Bastián paciente. No parecía tener intenciones de marcharse o si quiera dejarlo ir. Y Bastián ya tenia bastante experiencia en los asuntos sociales para notar que había cosas que todavía quería decirle. En definitiva, hay cosas que quería decir. Bastián miro hacía ella. Aun sí el no haría nada sin pruebas o
¡Hola a todos!Espero que se encuentren disfrutando la historia y acompañando a Bastián, Liam y Bárbara hasta el final.Ha sido un proceso largo y hermosamente doloroso continuar esta historia. Quiero decir que, más de una vez, tuve que detenerme y pensar bien en lo que quería seguir escribiendo, pero algunas cosas se sintieron... "necesarias" para entender.Aclaro que las escenas que continúan pueden dañar la susceptibilidad de más de algún lector. Pido, por favor, disculpas en ese caso. Tratar temas como el trauma, el abuso, la violencia y el abandono nunca es fácil para nadie que lo haya vivido.Gracias a todos por seguir.Espero que disfruten este último tramo del libro.Probablemente haya un segundo libro...