Las voces de la televisión rompían el silencio de la sala.
Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.
Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.
Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.
Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.
— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.
Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.
—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.
El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.
Liam tomó la servilleta que su padre había colocado junto a su plato y se limpió la boca antes de bajarse de la silla y caminar hacia la salida, donde estaba su bolsón colgado junto a algunos maletines ordenados.
Después de ponerse el bolsón, que casi era el doble de su tamaño, se giró hacia Bastián, con esos ojos dorados y rasgados iguales a los suyos.
—Estoy listo, papá —dijo con su vocecilla que, a pesar de carecer de emoción, para Bastián sonaba adorable.
Bastián le dedicó una sonrisa y se levantó, siguiendo su ritmo.
Ambos salieron de casa temprano esa mañana. Liam caminaba a su lado, intentando seguir el ritmo con sus pequeñas piernas.
Bastián le agarró la mano antes de salir para acomodarse a su paso, pero a veces sentía que debía detenerse para ajustarse a él.
—¡Mira a quién tenemos aquí! ¡El pequeño príncipe y su papá! —dijo la señora Parker, una mujer de unos 60 años, sonriendo ampliamente al ver a Liam, quien se escondió detrás de la pierna de Bastián.
—Liam, dile hola a la señora Parker —le dijo Bastián en tono calmado.
El niño apretó la mano de su padre y saludó con la mejor voz que pudo. Bastián quiso disculparse, pero la señora Parker se río a carcajadas.
—Es tan adorable, debe ser difícil... —comenzó. Bastián sabía a dónde iba eso. Levantó a Liam por debajo de los hombros y lo sostuvo en sus brazos.
—Despídete de la señora Parker, Liam —concluyó Bastián antes de escucharla. Liam escondió la cabeza en el cuello de su padre y levantó la mano en señal de despedida.
Eso era lo mejor que podía ofrecerle en ese momento.
—Hasta luego, señor Schneider, pequeño príncipe —dijo la señora Parker con una gran sonrisa.
No era que tuviera algo en contra de la agradable señora Parker, pero Bastián había pasado bastante tiempo evitando las conversaciones largas después de descubrir que dos años eran suficientes para que ella formulara sus propias teorías sobre la vida de Bastián y eran desde si su esposa trabajaba en la gran ciudad hasta que era viudo y ninguna de sus constantes preguntas le gustaban.
Aprendió a que las conversaciones no duraran más de un minuto hasta que pisaran terreno peligroso.
Ambos se dirigieron al hospital. Al llegar, Liam seguía recostado en su hombro.
En plena mañana de lunes, la emergencia estaba colapsada. Doctores iban y venían por todos lados. Bastián se dirigió a la recepción.
—Hola Bas, buenos días —saludó Elena, la recepcionista. Una mujer en sus 20, que había llegado a ese trabajo de casualidad, como muchos. Conocía a Elena desde que llegó a este pueblo y a este hospital; siempre había estado pendiente de Liam y de él—. El pequeño se quedó dormido, es increíble que pueda con todo este ruido.
Bastián miró el rostro durmiente de Liam y acomodó su bolsón en su hombro.
—Subiré, ¿tienes los documentos de ayer? —pregunto Bastián cuando vio el cambio en la expresión de Elena. Parecía dudar en decir algo. Levantó una ceja, encontrándose con su mirada. Ella no podía ocultarlo bien. — ¿Qué sucede?
—Señor Schneider... —empezó Elena. "Uh-oh," siempre que Elena usaba su apellido, significaba problemas. Levantó una torre de papeles que apenas podía sostener y la colocó en el escritorio. Eran folders manila apilados. — Intenté decirle que con uno bastaba, pero la Reina del Trombo —dijo más bajo, casi en un susurro, mirando a los lados— siguió trayendo uno tras otro y no pude detenerla.
—¿Ella? —repitió Bastián, viendo el primer folder manila con la palabra "IMPORTANTE" escrita con una horrible caligrafía. Debajo había otro folder con "AUN MÁS IMPORTANTE," y el tercero decía "TRIPLEMENTE IMPORTANTE." Ni siquiera tenía que leer el remitente; ya sabía de quién se trataba.
"La reina del trombo," es quien ha hecho su vida imposible desde que llego al Hospital General de Sierra Verde. La jefa del departamento de radiología siempre enviaba solicitudes de compras con presupuestos exorbitantes. ¿Cómo alguien sin sentido común llegó a ser jefa de un departamento completo?
“Que sea buena en su área no la hace inteligente en otras”. Pensó Bastián
Hace dos años, cuando llegó a Sierra Verde por primera vez con una vida reducida a dos maletas y con un niño de 3 años en brazos, pensó que podía hacerlo.
Volver a reconstruir su vida “perfecta” después de que Adelaida, su ex esposa, le dejara una carta en la mesa anunciando su partida, con un claro énfasis en que no la buscara, fue suficiente para que el mundo de Bastián tambaleara.
Por lo que tomó sus cosas, a su hijo y renunció a su puesto de director en el hospital para mudarse casi al otro lado del país a comenzar de nuevo, y lo había hecho bien.
Sin contar el hecho de que desde entonces la cantidad de tiempo que creyó que pasaría con Liam se convertiría en horas de silencio sin ninguna clase de expresión.
Liam raramente sonreía, o pedía algo; apenas e incluso notaba su presencia cuando estaban en casa solo porque se preocupaba si había comido o si necesitaba algo eran sus pocas interacciones.
Era como si estuviera en un punto de no retorno, y si no encontraba la manera de acercarse a Liam, jamás podría hacerlo. Pero el asunto era que no sabía cómo hacerlo.
Balancear su vida privada y su trabajo era algo que Bastián hacía mejor que nadie.Una vez que dejaba a Liam en la guardería, podía ponerse manos a la obra hasta que regresaba a casa y entendía la cantidad de problemas que verdaderamente tenía.Y para empeorar las cosas, tratar con personas problemáticas como lo era la “Reina del trombo” volvía la única parte de su vida que de verdad creía que tenía controlada en un desastre.Cuando empezó a trabajar en el hospital, le pidió un protocolo de compra explicando detalladamente la razón y el uso del equipo. Lo único que recibió fue una hoja diciendo que lo quería.Eso era todo, sin explicaciones ni formato formal. En ese momento debió haber sabido que su relación no iría bien.Después de eso, intentó reunirse con ella, enviándole correos, pero nunca respondió.Fue a buscarla directamente a su oficina varias veces, y encontró letreros en la puerta con mensajes como: "Di la contraseña," "Estoy escondiéndome," "Sí estoy, pero no abriré", "Dame
Los monitores cardíacos pitaban sin cesar, mientras Barbara Montenegro se movía entre los pacientes en la sala de emergencias del Hospital General de Sierra Verde.Con precisión calculada, pero con una chispa de adrenalina en cada paso.Cada pitido, cada rostro pálido, era un recordatorio de que el tiempo era oro.—Necesito más heparina, ¡ahora! —ordenó con voz firme a una enfermera cercana, mientras sus ojos seguían concentrados en la pantalla que mostraba los signos vitales de su paciente más reciente.—Dra. Montenegro, ya hemos superado las dosis indicadas. Si seguimos así, puede que haya una hemorragia —manifestó la enfermera con voz temblorosa.A pesar de la tensión y el caos, Barbara mantenía una calma exterior que enmascaraba el torbellino de emociones dentro de ella.—Si no la aplicamos ahora, igual morirá de un infarto —contestó de inmediato, aunque la enfermera dudó en aplicar la otra ampolla.Barbará tomó la jeringa preparada de las manos de la enfermera y se acercó a la cam
El primer año fue el más difícil de los dos.Bárbara tuvo que aprender a lidiar con el hecho de que ahora no solo era la “loca asesina” en una tierra lejana, sin pasado ni padres, sino también la “paria” del hospital en un pueblo tan pequeño como Sierra Verde, donde las costumbres eran tan antiguas que ni siquiera le dieron la bienvenida.Sus métodos poco convencionales para tratar a los pacientes no le ganaron popularidad, y más de una vez pensó que la echarían antes de siquiera poder comenzar. Pero entonces, resolvió uno de los casos más complejos que habían llegado al hospital, y el desprecio que le tenían se transformó en un respeto-odio.Ahora, por lo menos, casi nadie se atrevía a meterse con ella, salvo por uno que otro comentario amargo.Bárbara se había acostumbrado a esos comentarios.Dos años después, casi se había hecho inmune a escucharlos. Aun así, mentiría si dijera que era algo con lo que le gustaba vivir. Quizás solo necesitaba salir.Escapar por un rato, tomarse un tr
Bastián se sentó frente a su computadora, su mirada fija en la hoja en blanco que solo contenía una palabra.Sentía una punzada de irritación al ver una respuesta tan despectiva a su meticuloso memorándum.Cada detalle debía ser perfecto, cada paso cuidadosamente planificado, y esta respuesta desordenada iba en contra de todo lo que valoraba. Incluso si su receptora no tenía ninguna clase o mereciera el esfuerzo.Dejó salir un suspiro cansado cuando se cruzó de piernas con los dedos entrelazados sobre su estómago, pensativo.¿Sería suficiente para hacerla llegar?¿No sospecharía de ninguna forma?Después de dos años sin verse mutuamente y negarle cada una de sus propuestas, que de la nada aceptara a cualquiera podría ponerla a la defensiva, así que esperó.El hecho de que no haya llegado otro folder manila ni se estuvieran acumulando en su escritorio las últimas 4 horas era una buena señal.Tal vez apareciera en cualquier momento. Así que se preparó mentalmente.Era hora de terminar la
Bastián cerró los ojos, tragó en seco antes de volver a centrar su vista en la mujer que tenía en frente, un destello de diversión cruzó la mirada de ella, lo que disparó una pizca de molestia en su interior.¿Cómo podía estar tan tranquila con toda aquella situación? Pero como si el universo se hubiese puesto de acuerdo para hacer aquel día peor, observó cómo mordió su labio inferior sin borrar esa sonrisa por completo.Aparto la mirada, pensando lo peligrosa que era aquella mujer. Ni siquiera la conocía, no sabía de dónde había salido, pero la desconfianza y su preocupación por Liam pesaron sobre todo lo demás.No tardó mucho en oler aquel aroma a mar y levemente picante, el mismo que habían sentido en el ascensor. El aroma de los lirios.Su hijo se había escapado de la guardería por una mujer desconocida, persiguiendo su aroma.Sino había sentido enojo por lo que había hecho Liam, ahora lo sentía.Por ese aroma, por esa mujer que probablemente no tenía idea de la obsesión de Liam
“¡Lirios!”Las palabras del niño resonaron en lo profundo de su mente.Barbara ya no estaba en la recepción del departamento de radiología, sino de vuelta en aquel prado lleno de lirios bajo el sol del mediodía.La brisa movía suavemente las flores, intensificando su aroma picante. A medida que se hundía más en el recuerdo, su corazón se sumergía en un abismo terriblemente familiar.Bajó la mirada y ahí, entre las flores, había una lápida plateada sencilla y reluciente, con una inscripción:“En memoria de Clara Navarro Madre amorosa y alma bondadosa Su amor nos guía, su espíritu nos fortalece. Que encuentre paz eterna”Apretó inconscientemente su mano buscando otra más pequeña, pero no encontró nada.Barbará escuchó el quejido del niño y regresó de nuevo a la realidad.Un par de lágrimas se deslizaron por el rostro ruborizado del niño.El sollozo de un niño silencioso le pareció tan extraño de ver. La sangre de su nariz había ensuciado buena parte de su propia ropa.Barbara se acerc
Solo se dio cuenta de que estaba sonriendo cuando él la fulminó con la mirada. Se mordió el labio, tratando de borrar esa sonrisa, pero era inútil; había aparecido antes de que pudiera evitarla. La furia en los ojos del hombre estaba contenida, apenas domada por la pequeña figura a su lado, quien parecía luchar por encontrar su voz.“Este hombre es estricto”, pensó Bárbara. Liam apenas podía expresarse frente a él, ni siquiera para algo tan sencillo como una disculpa. Esa mirada en el rostro del niño no le gustó en absoluto.Ver a Liam aferrarse a la ropa de su padre, mientras sus ojos oscilaban entre él y ella, le arrancó otra sonrisa. El hombre sacó su teléfono con ese aire de suficiencia, listo para pagarle. Ni siquiera hizo contacto visual con ella. "Típico", pensó Bárbara.Apoyó una mano en su cintura, disfrutando del momento, y decidió provocarlo un poco más.—Un simple "gracias" sería suficiente, pero ya que insistes... quiero 150,000 pesos. En dólares, por supuesto.La expresió
No podía describir exactamente cómo se sentía en ese momento; solo sabía que era frustrante no ser capaz de ponerle nombre a esas emociones. Ni siquiera entendía cómo esa mujer había logrado decir tanto y, al mismo tiempo, dejarlo con más preguntas que respuestas. Todo en ella era confuso, y él no soportaba la confusión.Se dejó caer en una banca junto a uno de los puestos de flores, sintiendo que sus fuerzas lo abandonaban. El peso de la tensión que había cargado durante horas se disipaba tan rápido, que lo dejó exhausto. Su cuerpo, normalmente rígido y controlado, ahora parecía haberse relajado de golpe, como si solo la cercanía de Liam lo mantuviera en pie.Pero algo lo seguía molestando, un zumbido incómodo en el fondo de su mente, como una advertencia que no quería escuchar. Decidió ignorarlo y centrarse en lo que tenía frente a él.Liam se había escapado de la guardería para buscar ese aroma a lirios que desprendía esa mujer. Bastián sabía que había una posibilidad de que volvier