Bastián Esta era la segunda vez que Bastián se sentía genuinamente sorprendido. Al igual que con la doctora Vogt, no esperaba que la presencia de un paciente oncológico fuese tan poderosa. Aunque las marcas de la quimioterapia eran evidentes en su cuerpo—pómulos pronunciados, una delgadez extrema que parecía desafiar a la gravedad, y una piel casi traslúcida—, el aura de Isabela trascendía sus límites físicos. La manera en que hablaba, la firmeza en sus gestos y, sobre todo, esa sonrisa amplia que parecía desafiar al tiempo y al sufrimiento, le daban la imagen de alguien que se aferraba a la vida con fuerza implacable.Bastián tardó un instante en reaccionar, pero finalmente levantó su mano en un saludo educado, intentando disimular su sorpresa inicial. Sin embargo, Isabela ignoró el gesto formal y, con una sonrisa desvergonzada, chocó sus palmas contra los brazos de Bastián. Su toque era ligero, casi débil, pero el impacto emocional fue suficiente para hacerlo tambalearse internamen
Bastián Esta era la segunda vez que Bastián se sentía genuinamente sorprendido. Al igual que con la doctora Vogt, no esperaba que la presencia de un paciente oncológico fuese tan poderosa. Aunque las marcas de la quimioterapia eran evidentes en su cuerpo—pómulos pronunciados, una delgadez extrema que parecía desafiar a la gravedad, y una piel casi traslúcida—, el aura de Isabela trascendía sus límites físicos. La manera en que hablaba, la firmeza en sus gestos y, sobre todo, esa sonrisa amplia que parecía desafiar al tiempo y al sufrimiento, le daban la imagen de alguien que se aferraba a la vida con fuerza implacable.Bastián tardó un instante en reaccionar, pero finalmente levantó su mano en un saludo educado, intentando disimular su sorpresa inicial. Sin embargo, Isabela ignoró el gesto formal y, con una sonrisa desvergonzada, chocó sus palmas contra los brazos de Bastián. Su toque era ligero, casi débil, pero el impacto emocional fue suficiente para hacerlo tambalearse internament
Bastián La voz de Cecilia aún zumbaba en su mente, como un eco venenoso."Perder a alguien tan importante en el quirófano te deja con resentimientos, ¿no?""Me sorprende que aceptaran a alguien con sus antecedentes aquí..."El aire se volvió más denso. Su pecho se contrajo. Fue entonces cuando la voz de Isabela lo trajo de vuelta, como un ancla.—No pongas esa expresión —murmuró con una suavidad que parecía dirigida a un niño perdido más que a un hombre hecho y derecho—. A cambio... te contaré una historia.Se acomodó contra las cajas del almacén, cruzándose de brazos. Sus ojos parecían más viejos, más apagados de lo que Bastián recordaba.—Bárbara me idolatra —dijo con una sonrisa triste—. Pero la verdad… es que no merezco ese tipo de amor.Bastián frunció el ceño, sin comprender. Isabela bajó la mirada antes de continuar, como si cada palabra doliera más que la anterior.—¿Te contó que la saqué de los hogares de acogida? —No esperó su respuesta—. La conocí cuando era apenas una niñ
Bárbara No pudo evitar notar cómo la opresión en su pecho aumentó. Barbara se dio cuenta que incluso con este frío Bastián parecía inmune. Como si su calor irradiaba un campo protector. Ella bajó la mirada de nuevo. Sus últimas palabras se sintieron tan extrañas al mismo tiempo que despertaban algo en su interior. Algo que no había sentido antes. Saber que sin importar lo que pasara, exista una persona que se quede. Es algo que jamás había experimentado. Pasó una vida peleando sola sus propias batallas, y la otra mitad cargando con los restos que quedaron. No espero juntar las piezas jamás, así como tampoco guardo el anhelo por hacerlo. Aprendió a vivir con esa verdad. Su verdad. Escuchar a Bastián decir aquello la sacó de órbita. Ni siquiera sabía que contestar. El hecho de que él no pareciera preocupado por obtener respuestas de ella en este momento lo volvía aún peor. —¿Tienes idea de lo peligroso que puede ser?—Bueno, soy Bastián Schneider creo que puedo manejarlo— dirigió
Las voces de la televisión rompían el silencio de la sala.Las noticias del clima prometían un día soleado, ideal para un paseo por el parque.Bastián ajustaba su corbata cuando sintió el pequeño cuerpo de Liam a su lado. Con sus manos regordetas, el niño agarró la enorme cuchara y la metió en el tazón hondo.Bastián observó con una sonrisa mientras Liam se esforzaba por verter la leche en el cereal, logrando casi no derramar nada antes de comenzar a comer lentamente.Lo que provocó una punzada de dolor en el corazón de Bastián, se aclaró la garganta y le dedicó una leve sonrisa a Liam.— ¿Te apetece algo de fruta, campeón? —preguntó Bastián.Liam negó con la cabeza y siguió comiendo. Bastián intentó no sonar desesperado, pero tal vez lo hizo.—¿Qué quieres almorzar esta tarde? Saldré a reunirme con alguien, puedo comprarte algunos dulces.El niño no respondió de inmediato, pero al menos parecía estar escuchando, o eso quería creer.Liam tomó la servilleta que su padre había colocado j
Balancear su vida privada y su trabajo era algo que Bastián hacía mejor que nadie.Una vez que dejaba a Liam en la guardería, podía ponerse manos a la obra hasta que regresaba a casa y entendía la cantidad de problemas que verdaderamente tenía.Y para empeorar las cosas, tratar con personas problemáticas como lo era la “Reina del trombo” volvía la única parte de su vida que de verdad creía que tenía controlada en un desastre.Cuando empezó a trabajar en el hospital, le pidió un protocolo de compra explicando detalladamente la razón y el uso del equipo. Lo único que recibió fue una hoja diciendo que lo quería.Eso era todo, sin explicaciones ni formato formal. En ese momento debió haber sabido que su relación no iría bien.Después de eso, intentó reunirse con ella, enviándole correos, pero nunca respondió.Fue a buscarla directamente a su oficina varias veces, y encontró letreros en la puerta con mensajes como: "Di la contraseña," "Estoy escondiéndome," "Sí estoy, pero no abriré", "Dame
Los monitores cardíacos pitaban sin cesar, mientras Barbara Montenegro se movía entre los pacientes en la sala de emergencias del Hospital General de Sierra Verde.Con precisión calculada, pero con una chispa de adrenalina en cada paso.Cada pitido, cada rostro pálido, era un recordatorio de que el tiempo era oro.—Necesito más heparina, ¡ahora! —ordenó con voz firme a una enfermera cercana, mientras sus ojos seguían concentrados en la pantalla que mostraba los signos vitales de su paciente más reciente.—Dra. Montenegro, ya hemos superado las dosis indicadas. Si seguimos así, puede que haya una hemorragia —manifestó la enfermera con voz temblorosa.A pesar de la tensión y el caos, Barbara mantenía una calma exterior que enmascaraba el torbellino de emociones dentro de ella.—Si no la aplicamos ahora, igual morirá de un infarto —contestó de inmediato, aunque la enfermera dudó en aplicar la otra ampolla.Barbará tomó la jeringa preparada de las manos de la enfermera y se acercó a la cam
El primer año fue el más difícil de los dos.Bárbara tuvo que aprender a lidiar con el hecho de que ahora no solo era la “loca asesina” en una tierra lejana, sin pasado ni padres, sino también la “paria” del hospital en un pueblo tan pequeño como Sierra Verde, donde las costumbres eran tan antiguas que ni siquiera le dieron la bienvenida.Sus métodos poco convencionales para tratar a los pacientes no le ganaron popularidad, y más de una vez pensó que la echarían antes de siquiera poder comenzar. Pero entonces, resolvió uno de los casos más complejos que habían llegado al hospital, y el desprecio que le tenían se transformó en un respeto-odio.Ahora, por lo menos, casi nadie se atrevía a meterse con ella, salvo por uno que otro comentario amargo.Bárbara se había acostumbrado a esos comentarios.Dos años después, casi se había hecho inmune a escucharlos. Aun así, mentiría si dijera que era algo con lo que le gustaba vivir. Quizás solo necesitaba salir.Escapar por un rato, tomarse un tr