Stefano Zabet-Ángel lleva 5 años buscando a Macarena, su novia de universidad, la cual perdió por no poder manejar sus brotes de ira, fue el primer hombre en su cama y está seguro de que ella estaba embarazada cuando desapareció. Hoy con 23 años no descansara hasta recuperar lo que considera que es suyo. Hades Ángel-Olid tenía 25 años cuando encontró el amor en un aeropuerto, Macarena de 18 años lo enamoro día a día sin darse cuenta, mucho menos pretender aquello, mientras él solo quería ayudarla para calmar su conciencia por un trabajo que salió mal, estuvo a su lado por dos años, la acompaño durante su embarazo y vio crecer a una hermosa niña, Alma, pero no podía seguir huyendo de lo que era, Hades guarda un secreto que la latina desconoce y es que él es el gran asesino conocido como el Ángel de la muerte, la noche que al fin la hizo suya, fue la misma noche que la abandono. Pero regresara dos años después para decirle la verdad y recuperar su amor. Mateo Zabet-Ángel lleva tres años enamorado de la empleada de los recados de su empresa y a pesar de hacer todo lo posible por acercarse a ella, la latina lo evita, como si fuera el mismo demonio, hasta que un día al fin la tiene a su merced, aprovechándose de su desesperación ve la oportunidad para enamorarla o por lo menos obligarla a estar con él. Stefano es hermano de Mateo y ambos son primos de Hades, ¿qué sucederá cuando descubran que comparten más que el apellido ÁNGEL? ¿Qué hará Macarena cuando comprenda que a los tres hombres que se entregó en cuerpo y alma comparten la misma sangre?
Leer másDicen que los años no perdonan a nadie, que el paso del tiempo todo lo calma y lo cura, que no hay mal que dure cien años, eso es lo que dicen, pero Macarena sentía que estaba atrapada en un bucle de tiempo, donde las cosas se repetían una y otra vez, la felicidad y tristeza, al amor y el temor, era un Torbellino que a veces no respetaba orden.La respiración de la morena se agitaba con cada paso que daba entre el enorme viñedo, se suponía que nadie estaría allí, en la finca de LA SANTA, en Sicilia, la boda de su sobrina Alejandra Santoro y Simón Rossi, había llegado a su fin, debían regresar a su hogar, junto con sus hijos, parecía que al fin tendrían un poco de paz, que era lo que merecían, los años habían pasado, sin perdón u olvido para nadie, la alegría de ver a sus hijos crecer y saber defenderse de todo aquel que los quisiera dañar, se vio opacada con la muerte de sus suegros, Matt Ángel y Melody habían dejado de existir, pero su legado perduraría por mucho tempo más, y aunque
Mateo ingreso a la mansión de sus padres, o mejor dicho al gran jardín que la rodeaba, dejo su descapotable en la entrada principal y se dispuso a recorrer el jardín trasero, se podría decir que la soledad estaba haciendo estragos en su vida, la cual era cada vez más aburrida y solitaria.Se tomo unos minutos para ver la pequeña casa del árbol que una vez fue el lugar donde jugo con sus hermanos, y que ahora era el refugió preferido de sus sobrinos, en especial de los hijos de Hades y Macarena, ya que su hogar estaba a solo unos metros, convirtiendo el jardín trasero de sus padres, en el patio delantero de la pequeña, pero acogedora casa que Hades había construido para su familia.— Tío Mateo ya llego, ahora tendrás con quien jugar al ajedrez. — informo Gabriel Ángel, el ultimo hijo que Macarena había traído al mundo y quien tenía 9 años, apenas asomo su cabeza por la ventana de la casa de madera.— Creo que, siendo hoy el cumpleaños de Baltazar, debería estar recibiendo a sus invitad
Macarena se cuestionaba casi a diario, si la felicidad iba de la mano con la tristeza, y si era así, ¿Cuánto estaba dispuesta a sufrir con tal de ser feliz? Aunque Candy le aseguraba que hay ciertas cosas que nadie puede controlar y que simplemente deben suceder. No era fácil para la morena hablar con la señora Zabet, más porque desde hacía casi cuatro meses Mateo había desaparecido, para Macarena ella estaba relacionada directamente con ese asunto, y ¿Cómo no creerlo? Si incluso Diego la había dejado, pues cuando la latina comenzó a mover sus pies, fue la señal que el menor de los Fernández estaba esperando para tomar distancia y pensar, el solo recordar aquel día, el corazón de Maca se oprimía.— Me marcho. — informo el menor apenas la vio que se podía poner de pie, aunque aún no se arriesgaba a dar pasos porque su vientre abultado de cuatro meses, la desequilibraba al querer caminar.— ¿Cómo que te marchas? ¿de qué hablas? — interrogo confusa.— No puedo seguir bajo el mismo techo
Macarena se removió incomoda bajo la atenta mirada de Hades, sabía que sentir vergüenza en este momento era estúpido, pero no lo podía evitar.— Ve a otro lado. — pidió en un susurro y a Hades se le dio por reír a carcajadas, algo que por supuesto molesto a la latina.— No es divertido. — lo regaño.— No, por supuesto que no, pero es lo que tú has querido. — el reproche suplicaba salir y él solo lo dejo libre, causando el bufido de Maca.— creí que ya estábamos en paz.— Pues no Maca, el hecho que no nos dirijamos la palabra en un par de días, no quiere decir que ya todo esta como si nada, aun debemos hablar…— De nada, no cambiare mi decisión… quiero lavar mis manos. — pidió ahora con suavidad, era odioso depender de alguien, aunque esa persona sea su futuro esposo.— ¿Por qué rayos no llamaste a alguien para que te trajera al baño? — otro reclamo y Hades estaba rompiendo récord.— Tu no estabas y no pienso pedirle a mi hermano o a alguien de tu familia que me ayude a orinar. — el as
Definitivamente nada era color de rosas y Macarena estaba a punto de descubrirlo, dos días después de su primer discusión con Hades, fue llevada a la mansión Zabet y a nadie le importo sus quejas, ni siquiera a su hermano Digo.— Se supone que debes estar de mi lado siempre, somo familia. — reprocho la latina apenas fue dejada en una habitación, muy distinta a la que compartía con Hades hasta ese entonces.— ¿Y piensas que no lo estoy?— Pues no lo veo, te dije que regresáramos a nuestro departamento…— ¿Para qué? Dime genio, como subirás o bajaras del edificio si esa porquería de ascensor ni siquiera funciona, como te moverás por ese diminuto lugar, porque si aún no tomas noción de lo que te espera, deja que te lo informe, ¡tendrás que usar sillas de ruedas Macarena! ¿lo comprendes? ¿o quieres que te lo explique con manzanas?— No me grites Diego que aun puedo partirte la madre así y todo como estoy. — amenazó la joven tratando de tomar cualquier cosa que estuviera a su alcance para
Hades ingreso en la habitación y vio a la única mujer que amaba sobre la faz de la tierra tratar de tomar un vaso con agua, pero sin lograr llegar a el, si tan solo pudiera mover sus piernas y girar en la cama, no habría problema en realizar tal tarea; sin demora alguna fue a su lado y le entrego el vaso, regalándole una sonrisa a la cual Maca respondió.— Gracias. — dijo luego de beber y aclarando su garganta.— No te ves preocupada. — dijo Hades sin comprender porque no estaba llorando, o reclamándole por su condición.— No lo estoy. — respondió tomando su mano y disfrutando de su tacto.— ¿No lo estas? Maca ¿sientes tus piernas? — quizás y los medico se equivocaban, tal vez la recuperación de meses no fuera necesaria, pero solo le basto con ver el mohín que Macarena hizo con su rostro, para saber que todo lo que los doctores le habían dicho era la verdad.— No, no las siento. — confeso con un largo suspiro.— ¿Entonces? — no la comprendía, cualquiera en su caso se hubiera puesto a
Hades le hizo honor al apodo que había heredado de su padre, sus manos eran dos alas y en cada una de ellas sus arma, cumplían la función de la guadaña, sus movimientos se los podrían comparar con un baile de ballet, la destreza al gira, la delicadeza al mover sus manos y la fuerza al jalar del gatilló y repeler la sacudida sin que el blanco se saliera de foco, era única, tenía sed de sangre, deseaba torturar a cada uno de esos hombres, pero por ahora, solo apuntaba, jalaba el gatillo y mataba, directo a la cabeza, sin errores, sin segundas oportunidades.La técnica de Hades era buena y única, pero la del caimán ocasionaba aún más miedo, si ver disparar a Hades era saber que tu fin llego, ver al caimán con una escopeta recortada disparando en medio del pecho a todo aquel que se le atravesaba, era lo mismo que ver a un caimán destrozar a sus presas, pues las municiones que usaba el sicario en pocas y especiales ocasiones, estaban destinadas a dejar el mayor daño posible, más de un c
MacarenaMi respiración sale entre cortada, mis piernas tiemblan como si fueran de gelatina, y mi corazón estoy segura de que dentro de poco saldrá de mi pecho, aun así, continúo corriendo al tiempo que me pregunto porque rayos estoy siguiendo a Felipe al lugar donde se escuchó el estruendo, en lugar de correr al lado contrario, para ponerme a resguardo y es cuando el rubio grita con desespero, que recuerdo porque lo estoy siguiendo y no estoy huyendo por mi vida.— ¡Hijo! ¡hijo! ¡Pedro donde estas! — el grito del rubio es aún mayor que todo el ruido que nos rodea, su desesperación atraviesa mi piel provocando que esta se ponga de gallina, las detonaciones, que ahora se son disparos, no han cesado, mis ojos no dan crédito a lo que ven, creí que la seguridad que vi al llegar a esta casona se había marchado con Hades y los demás, ahora me doy cuenta de que no es así, su función es cuidar a Felipe y su hijo.— ¡Papá! — grita el pequeño moreno bajándolas escaleras y es cuando un hombre lo
Macarena nunca pensó en asistir al funeral de un mafioso, mucho menos dejar a su hija con personas que hasta un mes atrás eran meros extraños, pero así fue, Hades le pidió acompañarlo a Chicago, ya que no solo conocía muy bien al difunto Don de la ciudad, sino que era uno de los mejores amigos de Valentina, no pudo negarse, aunque las piernas le temblaran de solo pensar que tipos de personas verían allí, aunque su malestar aumento con el solo hecho de subir al avión privado de la familia Zabet y encontrar allí a Stefano y Mateo.— Hola Maca. — reconoció la intención de Stefano de saludarla con un beso en la mejilla, pero antes que este desatara una masacre sobre el avión, levanto su mano para darle un apretón, algo que tranquilizo en un cincuenta por ciento a Hades.— Hola Stefano, lamento mucho lo de su amigo. — se limitó a decir mientras liberaba su mano del fuerte agarre del grandulón.— Sí, es una pena su muerte, aunque no era mi amigo, el Don era alguien a quien todos respetábamo