5 Niños.

Hades había regresado a Nueva York, era su deber estar con su familia en este momento, su padre fue un famoso asesino conocido como el ángel de la muerte y su madre como la susurradora, jamás en la historia existió una pareja tan letal como ellos, y Hades era su único heredero, la primera vez que mato y cuando adopto el apodo de su padre fue para defender a Rosita, este joven apenas tenía 18 años cuando mato por primera vez y aprendió que siempre que el muerto fuera culpable, su conciencia estaba tranquila, pero ahora no se sentía bien, su último trabajo salió mal, acabar con un conocido narcotraficante parecía tarea fácil, sin embargo hubo un daño colateral, dos inocentes en la línea de fuego y Hades Ángel con 28 años al fin supo lo que era sentir culpa, el encontrar a Macarena ese día en el aeropuerto fue lo mismo que encontrar un faro en medio de una tormenta, al principio la vio como lo que era, una joven sola, embarazada y con una gran responsabilidad sobre sus hombros, pero ahora… no sabía cómo mirarla o mejor dicho, como dejar de verla, Hades se había enamorado, pero tuvo que dejarla sola, su familia lo necesitaba, Arkady Neizan, primo de Neri, había atacado la mansión de sus tíos, había querido secuestrar a su prima Victoria, y no era el único, el maldito de Ming Han Sug, el líder del dragón rojo, también estaba involucrado, pero este iba por su primo Felipe, por suerte no pudieron lograr su cometido, pero las consecuencias de esos actos fueron muchas. Su familia lo necesitaba.

— Vicky. — dijo de forma agitada el hombre mientras ingresaba en la habitación del hospital, bajo la atenta mirada de toda su familia.

— Y hasta que el señorcito al fin aparece, ¿me quieres decir donde estaba el padrino de mi hija? — Hades la observo mientras una enorme sonrisa se extendía por su rostro. Había desaparecido por cuatro meses, era razonable que su prima, casi hermana le reclamara.

— Perdón por la demora, estaba solucionando algo. — respondió evasivamente mientras la abrazaba y Vicky descubrió que la piel de su primo tenía un aroma distinto, olía a hogar, felicidad, familia.

— ¿Hades? — dijo confundida.

— ¿Qué sucede pequeña? — pregunto mientras acariciaba su melena dorada.

— ¿Qué has estado haciendo? — el ángel de la muerte vio el brillo en los ojos de su prima, aunque era ciega estos siempre brillaban, curiosidad pura, eso es lo que mostraban, pero no hablaría con toda su familia allí presente.

— Luego te cuento. — fue todo lo que el hombre le dijo.

Los días pasaron y a pesar de que cada vez que podía hablaba con Macarena y Diego por teléfono, los extrañaba, realmente los necesitaba, sentía que, sin ellos, su vida no era la misma, quería pasar tiempo enseñándole a Diego a perfeccionar su inglés, y se desesperaba de solo saber que Macarena tenía hinchados sus pies, todo porque él no estaba allí para hacerla sentir mejor.

— ¿Hades? — pregunto Victoria entrando a la cocina, a pesar de su ceguera nunca tuvo problemas para identificar a su familia, por su aroma o pasos, pero Hades ya no olía a muerte, ni dolor, el olía a felicidad.

— Aquí estoy pequeña. — respondió al tiempo que dejaba su teléfono móvil, estaba a punto de llamar a su latina.

— ¿Y me contaras porque hueles diferente?  — Vicky tomo asiento al lado de su primo y al afamado asesino solo le quedo por sonreír, sabía que nadie podía engañar a Victoria, bueno quizás su esposo Alessandro.

— Conocí a una chica, solo quería ayudarla y ayudarme… mate a dos inocentes Vicky. — confeso con dolor en cada palabra y la rubia tomo su mano. —Fue un maldito error, se suponía que no habría nadie en ese lugar, solo aparecieron de la nada. — era el riesgo que se corría en cada trabajo, Hades lo sabía, pero eso no quería decir que estuviera preparado para cargar con la culpa. — Hui como un cobarde, no pude ni siquiera quedarme a saber sus nombres, solo quería regresar a casa, me oculte en un hotel de mala muerte durante dos días, hasta que al fin decidí escapar de México y fue ahí que ella apareció, como un ángel de salvación, chocamos en medio del aeropuerto y mientras se disculpaba veía lo mal que estaba… — Hades le conto todo a su prima, la única que él sabía que no lo juzgaría.

— Creo que debes decirle que la amas.

— Ella esta tan dolida, no quiero que piense que me aprovecho de su soledad o su condición, tiene un carácter del demonio. — recordó con una gran sonrisa.

— Hades mientras más tiempo pase siendo solo su amigo, más la confundirás. — Victoria podría ser ciega, pero de todos, ella y Felipe eran lo que más entendían el amor y el corazón de los demás.

Pasaron dos meses hasta que pudo regresar a su hogar, porque mientras el hombre estuvo lejos se dio cuenta que ese era su hogar, solo al lado de Macarena y Diego él se sentía en paz.

— ¡Hades! — el grito de Diego lo sorprendió, el niño de 12 años estaba fuera de la casa arreglando el jardín y no dudo en correr para saludarlo.

— Diego, veo que me extrañaste. — dijo mientras lo abrazaba y se sentía lleno de felicidad, al ver que el cariño que él sentía era reciproco.

— Solo estaba preocupado de que no regresaras, ya no quiero ver llorar a mi hermana. — dijo con preocupación el niño.

— ¿Por qué llora? — indago al tiempo que veía hacia la casa, deseando tener vista de rayos X para ver en su interior y cerciorarse que su latina estuviera bien.

— No lo sé, dice que es por la bebé, pero sé que es otra cosa, solo quiero crecer y poder cuidarla, yo nunca la dejare. — Hades acaricio el cabello del niño y sabía muy bien que a pesar de que tenía solo 12 años cumpliría su promesa.

Cuando abrió la puerta vio a la mujer con la que había soñado cada día desde que se fue, la noto tan cambiada, su barriga era aún un poco pequeña cuando él se fue, pero ahora era enorme. Ocho meses de embarazo y ella parecía que se había comido un mundo.

— Maca. — la llamo ya que la joven no volteo cuando la puerta se abrió.

— ¡¿HADES?! — el hombre no podía creer con la facilidad que la joven corrió hasta su lado, pero el abrazo que le dio fue lo que más le gusto, ella lo había extrañado, tanto como él la había extrañado.

Se sorprendió cuando Macarena le dijo que no había comprado nada para la niña, ni siquiera había elegido un nombre, todo por estar esperándolo, Macarena lo necesitaba, lo quería.

— No creo que sea…

— Eres todo lo que tengo además de Diego, has estado con nosotros y nos has cuidado cuando no tenías por qué hacerlo, eres importante para nosotros. — las mejillas de la latina se tiñeron de rojo y Hades no necesito nada más.  Durante todo un mes buscaron todo lo necesario para la bebé, los tres se encargaron de comprar todo, y sobre todo de buscar un nombre, Macarena lo hizo partícipe de todo lo referente a su embarazo y él no podía estar más gustoso.

— No lo sé, ningún nombre me termina de convencer. — dijo una noche con frustración la latina, mientras Hades apretaba sus pies en los puntos justos para hacerla sentir de gelatina.

— Alma. — susurro, luego de que un pequeño recuerdo de un pasado no muy lejano se filtrara en su mente.

— ¿Alma? Es lindo, Alma Fernández, no creo que combine, pero me gusta mucho, ¿cómo se te ocurrió?... Hades ¿Qué ocurre? — indago con preocupación al ver los celestes ojos de su Ángel, como lo llamaba, cubrirse de lágrimas, pero aun así no dejar caer ninguna.

— Por un momento recordé a mi hermanita, Dulce… ella había dicho que, si su hijo era una niña, la llamaría Alma… Dios, creo que tus hormonas se me están pegando, mira lo sensible que estoy. — dijo mostrando esa sonrisa tan hermosa que a Maca la dejaba sin aire.

Macarena decidió cambiar de tema, aun le intrigaba saber más de la vida de Hades, pero no lo presionaría, hasta hora, sabía que sus padres tenían una funeraria o que tenían acciones de una, no lo comprendía muy bien, pero podía ver que Hades no hablaba mucho con ellos, por lo que decidió dejar todo allí, podía darse cuenta que ese hombre estaba tan herido como ella, no por amor, pero si por la vida, y una de las razones era su hermana Dulce, los accidentes pasan, Macarena había perdido a sus padres en uno y Hades había perdido a su hermana y cuñado de la misma forma, o por lo menos eso fue lo que Hades dijo, un accidente, un trágico accidente.

— Respira, vamos Maca, tú puedes hermosa, respira, morena, eres la mujer con más cojones que conozco. — ser un asesino era de mucha ayuda, se pudo mostrar tranquilo mientras Macarena apretaba su mano y pujaba, aunque por dentro sentía que estaba a punto de desmayarse, era difícil ver nacer a alguien, más cuando has matado a tantos, pero era Maca quien pujaba y él no la dejaría, jamás lo haría.

— Es una hermosa niña, ¿el padre quiere cortar el cordón umbilical? — la pregunta del médico hizo que volteara a ver a Maca quien asintió con la cabeza, estaba agotada, y mientras Hades cortaba el cordón observo a la niña más hermosa en la tierra, así lo consideraba, su cabello era una mezcla de sangre y rizos, algo raro, ya que la única forma que se le formaban rizos a Macarena era luego de estar luchado dos horas con una máquina que más lo que quemaba su melena que los rulos que fabricaba, sus nariz era pequeña, como la de Maca, su piel… era clara, y su llanto era como el canto de las sirenas para este hombre, era la niña más hermosa que pudo haber visto, su hija, porque Hades se sentía más padre que él que dono el esperma.

Fue ese sentimiento que lo llevo a hacer algo sin consultarlo con Macarena, pero él se ocuparía que esa niña tuviera todo. Mientras Macarena se recuperaba en la habitación, Hades se encargaba del papeleo, y allí fue donde Hades Ángel se convirtió en padre.

— Alma Ángel, su madre se llama Macarena Fernández es de aquí y yo soy su padre, Hades Ángel estadounidense. — fue así como Hades abrió un mundo de posibilidades para ambas, en su corazón esa era su familia.

Macarena estaba sentada en la cama y Hades la veía con preocupación, solo habían pasado tres horas desde que estaba gritando y pujando, y ahora se veía tan…tan normal, como si de su vagina no hubiera salido una niña de tres kilos y medio.

— Hades, como… ¿sabes lo que hiciste? — la joven morena pasaba de la sorpresa, a la alegría y de allí al enfado.

— Reconocí a tu hija como mía, perdón Macarena, debí preguntarte, pero… es mi hija, así la siento. — el corazón de Macarena golpeaba contra su pecho de forma errática, mientras se repetía una y otra vez que no debía arruinar eso, su amistad, era lo único que le quedaba en el mundo además de su hija y hermano.

El tiempo paso, dos años en los cuales Alma lo llamaba papá y corría a su brazos, dos años donde cada noche iba a la habitación de Macarena para verla dormir y soñar que se acostaba a su lado, dos años donde Macarena no dejo que su corazón arruinara su amistad.

Diego había cumplido 14 años, Hades trataba de tener al joven bajo su aguda vista, pero no podía estar al pendiente de cada paso del moreno, no porque no quisiera, sino que estaba comenzando a comprender las consecuencias de ser uno de los mejores asesinos, eran dos años en los que el ángel de la muerte no habría sus alas, y el bajo mundo comenzaba a preguntarse ¿Dónde estaba? Eso no era bueno, no cuando quería mantener un perfil bajo, ser un hombre común y porque no, ordinario.

— ¡Mi hermano jamás haría eso! ¡largo de aquí o llamo a la policía! — los gritos de su latina lo alertaron que algo malo sucedía, la escuchaba aun antes de doblar la esquina, por lo que apresuro sus pasos, solo para encontrarse con un grupo de adolescentes de entre 16 y 20 años, rodeando a la mujer que amaba y a la bebé que él reconoció como hija, la cual lloraba en brazos de su madre.

— La policía no viene por aquí y lo sabes muy bien Maca, ahora o nos das la mercancía que tu hermano nos robó, o nos las pagas con algo. — dijo uno de los mayores recorriendo el cuerpo de Macarena con una mirada lujuriosa.

— Deja a mi mujer tranquila. — la voz de Hades sonaba como un susurro siniestro, salido de las peores pesadillas.

— No te metas gringo, esto es con los Fernández.

— Dime cuanto te debe Diago y lárgate.

— Dos mil y de los verdes… — Hades metió la mano en sus baqueros, aun no sabía cómo le explicaría a Macarena que tuviera esa cantidad de dinero, solo lo había retirado del cajero porque Diego le había enviado un mensaje que necesitaba dos mil dólares con urgencia, pero nunca imagino que era algo como esto, pensó que quizás el pequeño y travieso Diego había estado sacando del bote de ahorros de Maca y que se le había ido la mano y que no sabía cómo reponerlo, pero no que estuviera metido en esto.

— Aquí tienes, ahora largo. — Hades le lanzo el fajo de dinero y uno de los jóvenes lo tomo, mientras el que parecía ser el cabecilla sonreía.

— Dos mil, sin el interés, con el interés… podríamos sumar una follada con la Maca. — Hades trataba de recordar que matar a un grupo de jóvenes frente a Macarena no era opción.

— Maca ve a dentro. — pidió con calma, una que asusto a la latina.

— Hades…

— Ve a dentro Maca y trata de localizar a Diego. – dos años cuidando del joven, dos años explicándole lo mismo que Macarena, pero sobre todo las enseñanzas de sus difuntos padres, Hades se creía con el derecho de reclamarle a ese joven poner en riesgo a su hermana. Macarena lo vio con preocupación e ingreso a la casa, solo para dejar en la cuna a Alma, y tomar un b**e de madera que su padre guardaba en el armario.

— El gringo se cree Rambo. — dijo con burla el joven y Hades sonrió.

— No sabes con quien te metiste, soy Hades Ángel, y tú te atreviste a molestar a mi familia.

Macarena no creía lo que veía cuando volvió a abrir la puerta, ese no era su Ángel, ese era un demonio salido del mismo infierno, uno que le hizo recordad a Stefano y sus ataques de ira.

Años después.

Eros ingreso en la habitación de Hades, no sabía que su primo había regresado a la mansión Zabet, no era a él a quien estaba buscando, por lo que se sorprendió al verlo hablar con Valentina Constantini, pero más le sorprendió verlo sonreír.

— Perdón, no sabía que habías regresado, estaba buscando a Tina, Horus lleva como una hora buscándote, a ti y a Donato, creo que le dijeron que jugarían a las escondidas. — la castaña que tendría unos 14 años solo sonrió y salió de la habitación sin decir más. —  Es bueno verte…

— No necesitas mentir, sé que no es así, a nadie le da gusto verme, ni siquiera a Vicky y eso que es ciega. — Eros respiro profundo, tratando de llenarse de paciencia más que de aire.

— ¿En qué momento te convertiste en un idiota? En verdad, trato de comprender que te paso, pero no lo logro, desapareces por dos años, solo dándonos unas pocas llamadas cada tanto y cuando regresas eres como un muerto viviente y luego vuelves a desaparecer y ahora… estas peor que la última vez. — claro que estaba peor, ahora no solo era su mirada perdida lo que le concedía un aspecto de alma en pena, también era su persona, su cabello estaba largo y descuidado, su barba era de meses y tan descuidada como su cabello. — Pareces un vagabundo. – dijo su primo sin ser consiente y Hades al fin lo vio.

— Creo que un vagabundo tiene mucha más suerte que yo, no insultes a los vagabundos comparándonos conmigo, un maldito asesino, un ser despreciable…

— Patético, no eres despreciable, te convertiste en alguien patético, no puedo creer que alguna vez Lucero pudiera ver algo en ti. — los labios de Hades se estiraron en una sonrisa carente de sentimientos, el ángel de la muerte, parecía que había llegado al final de su camino.

— Por favor, Eros, ¿en verdad? — dijo con burla. — Estas perdiendo tu tiempo, se lo que buscas, Stefano ya lo intento, y Mateo, también mis padres, ¿puedes creer que incluso se atrevieron a nombrar a Dulce? Me da risa que crean que caeré en esa m****a de introversión, no me harán explotar, no conseguirán dada de mí, ahora sal de mi cuarto.

El mayor de los Zabet, lo vio con pena, Eros sentía que él le había arrebatado todo a Hades, esa era la mansión de los Zabet, de Candy y Amir, pero ya ninguno de sus hijos vivía allí, el único que había regresado a ese lugar, era Hades, y se veía aún peor que cuando Dulce murió, Eros sentía que lo perdería para siempre y no sabía qué hacer.

— Sufre por amor. – dijo la castaña y Eros detuvo sus pasos.

— ¿Qué? ¿de qué hablas Valentina? — era ridículo preguntarle a una niña que le sucedía a su primo, pero ya no quedaban opciones, ya lo habían intentado todo y Hades no hablaba, solo respiraba, casi no se alimentaba, en poco tiempo desaparecería.

— Sufre por amor, el ángel de la muerte conoció el amor y lo perdió, mejor dicho, lo dejo ir.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Hades te lo dijo?

— No, pero he visto el amor en los ojos de Donato, se cómo brillan, también lo he visto sufrir, se cómo se apagan, pero, sobre todo, conozco la mirada de un traidor, y Hades tiene esa mirada.

— Hades puede ser un asesino Tina, pero no es un traidor…

— Él cree que sí, y ante eso no pueden hacer nada, solo si la encuentran Hades regresara del infierno donde él decidió estar.

— Sí, conozco bien esa sensación de solo dejarte morir. — claro que Eros sabia como era auto castigarse por algo, pero, aun así, no creía que Hades fuera capaz de lastimar a una mujer como él hizo con su esposa Lucero.

— No te preocupes Eros, deja todo en mis manos, yo lo ayudare.

— ¿Tu? — pregunto incrédulo. — Disculpa Tina no quiero ofenderte, pero solo eres una niña…

— ¡Ay!, estos hermanos Zabet, ¿Cuándo comprenderán que Donato y yo somos mucho más que niños? En fin, no te estoy preguntando, solo lo hare. — Eros arrugo su entre cejo, sabía que esa joven heredaría la mafia de Chicago y que reinaría esa ciudad junto a su mellizo, pero, aun así, era solo una niña.

— ¿Por qué? Supongamos que te creo, que pienso que tu podrás conseguir lo que nosotros no, traer de regreso a Hades ¿Qué obtienes a cambio? — Valentina sonrió sus ojos adquirieron un brillo peculiar y Eros trago grueso.

— Obtendría que el Ángel de la muerte tuviera una deuda eterna conmigo. — explico mientras levantaba una ceja. — ¿Qué más? Me preparo para reinar Chicago, necesito buenos amigos, muy buenos amigos.

— Tina, yo nos vamos. — la joven Constantini dejo de ver a Eros por un segundo para ver a su mellizo salir más que molesto, detrás de él aparecía la razón de su enojo, el nuevo novio de Ámbar Zabet.

— Hasta luego Eros, algún día tu y Ámbar comprenderán que no es bueno subestimar a un niño.

Hades sonrió desde la columna del segundo piso, al ver a Tina salir y dejar a su primo con la boca abierta a mitad de la sala, Valentina le parecía una niña muy interesante, muy inteligente, pero, sobre todo, una joven portadora de la verdad nunca era bueno subestimar a un niño y el ángel de la muerte aprendió por la mala esa lección.

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