3 Demonio.

Meses después

— Estaremos bien pequeño, solo dame tiempo a solucionar todo, mamá te cuidara. — Hades jamás había visto a una mujer tan desprotegida como aquella joven, su pecho dolía al ver esa imagen

— ¿Sabe del bebé? — la voz de su nuevo amigo la tomó por sorpresa y se giró de inmediato. — El padre…  ¿sabe? — aclaro el castaño casi rubio.

— No, no me dio tiempo a decirle, él ya tiene a alguien más. —  El ángel de la muerte tenía ganas de preguntar quién era y donde estaba, estaba dispuesto a dar sus servicios sin pago alguno. Pero en lugar de eso solo la abrazo, y Macarena se permitió lloran una vez.

— Dios, no sé qué me sucede, yo no soy así, soy fuerte, es solo…

— Acabas de perder a tus padres y estas embarazada, no es momento de ser fuerte, es tiempo de llorar, sacar todo y seguir adelante. — Hades sabia de eso, si bien sus padres estaban vivos, su hermana menor no lo estaba, Dulce Ángel se había ido dejando un vacío en el corazón de su hermano que creía que jamás llenaría, él mejor que nadie sabía lo que era perder un familiar, perder un amor, pues él había perdido a la estrella de los enamorados, aunque perder no sería la palabra, ya que Lucero Bach nunca fue suya, siempre brillo para Eros, su primo.

Ese día nació una amistad muy particular, Hades era un famoso asesino, conocido como el Ángel de la muerte, primogénito de Matt Ángel y su esposa Melody, sus padres no lo habían criado, habían dejado esa responsabilidad a su tía Candy Ángel, esposa del empresario Amir Zabet, madre de los quintillizos, por lo que estos eran como hermanos, unos tan unidos que darían la vida por el otro, Hades debía estar en camino a China en ese momento, su prima Rosita, hija adoptiva de Candy y Amir lo necesitaba, estaba embarazada de un Bach, uno que no la merecía, pero cuando estaba  punto de embarca en Nueva York con destino a China, recibió una llamada, un pedido que no pudo negarse a realizar. Debía ir a México y matar a un conocido narcotraficante que había acabado con la vida de varios adolescentes, y todo por el hecho de que estos se reusaban a vender sus drogas, fue eso lo que lo llevo al país de Macarena, termino su trabajo lo más rápido que pudo, su mente estaba en regresar a norte américa y de allí partir a China, su prima Rosita necesitaba su ayuda y él se la brindaría, pero cuando se cruzó con la latina en el aeropuerto algo dentro de él se activó, algo que nunca había sentido, la obligación de ayudar a esa joven, creyó que era culpa, su último trabajo no había salido bien, además de asesinar al narcotraficante, habían dos víctimas más, daño colateral, diría cualquiera, pero para Hades, eran dos inocentes a los que él le quito la vida.

Lo que comenzó como un método de auto ayuda, para tranquilizar su conciencia, se convirtió en una amistad verdadera, a tal punto que paso de vivir en un hotel de mala muerte, a vivir en casa con Macarena y Diego, su hermano menor, ocultándole a que se dedicaba, decidió que lo mejor y más seguro era mentirle, sabía que la joven no era partidaria de la violencia, menos de la muerte, le dijo que viajo por negocios y luego cuando su estadía se alargo dijo que lo habían despedido, no buscaba otra cosa de que ella dejara de hacerle preguntas, las cuales no estaba dispuesto a contestar, nunca se imaginó que cuando la latina supiera que se había quedado sin empleo lo obligaría a mudarse a su hogar, pactaron que se quedaría allí mientras Hades buscaba trabajo, y en su tiempo libre cuidaría a Diego, mientras Macarena trabajaba en una cafetería, era el único empleo que había conseguido la joven, hasta el día que lo llamaron por teléfono.

— Hola. — dijo en un fluido castellano Hades.

— ¿Familiar de Macarena Fernández? — un escalofrió recorrió su espalda en ese momento.

— Si, ¿Qué sucede?

— Necesitamos que acuda al hospital Pince, la joven fue ingresada por una amenaza de aborto y se encuentra en estado delicado.

Hades no necesito nada más para salir hasta el lugar, acompañado de Diego, el hombre se encargaba de cuidar al hermano de la joven y luego trabajaba de noche en un taller mecánico, ni él mismo sabia porque hacia todo eso, pero simplemente no podía llegar con dinero de la nada y darle a Macarena para los gastos de la casa, eso sería sospechoso, más cuando se quería mostrar cómo alguien sencillo.

— Hola linda. — dijo de forma suave y mostrando una sonrisa cuando Maca abrió sus ojos.

— ¿Hades? ¿Qué sucedió? — dijo al tiempo que miraba a su alrededor.

— Estas muy estresada Maca, te desmayaste en la cafetería.

— Si lo recuerdo…yo… Dios ¿mi bebe? — pregunto de forma agitada, por lo que Hades tomo su mano para tranquilizarla.

— Está bien, pero tuviste una amenaza de aborto, tienes la placenta previa, debes mantener reposo y yo me ocupare de eso.

— Nosotros te cuidaremos hermana. — dijo Diego apareciendo entre ellos.

Y así lo hizo, Hades se ocupó de ellos, tomo turno doble en el taller, mañana y tarde, para todos los del vecindario ellos eran una familia, se comportaban como una familia, Macarena le prepara el almuerzo y siempre dejaba una nota afectuosa en la lonchera.

Cuídate mucho, no olvides beber mucha agua, hoy pronosticaron altas temperaturas, y regresa pronto a casa.

Hades leía varias veces al día las notas que la joven le dejaba y las guardaba, todas y cada una, regresaba a casa lo más rápido que podía para que su latina no se preocupara y poder cenar juntos, luego cada noche le hacía masajes en los pies, ya que la joven no podía caminar mucho, él se encargaba de que sus pies no se hincharan, Hades la cuidaba como jamás había cuidado a nadie y como nadie la había cuidado antes.

Todo marchaba de maravilla, hasta que Hades llego un día con bastante dinero, más de lo habitual, mucho más, y Macarena se preocupó, hacía unos días lo observaba ansioso, preocupado e incluso con un brillo frio y espeluznante en sus ojos.

— ¿Qué es esto? — pregunto la latina al tiempo que se sorprendía por la cantidad de dinero que veía.

— Pedí un préstamo, no te preocupes, quiero que lo uses para todo lo que creas necesario, no temas gastarlo. — el pecho de Macarena se oprimió, en esos cuatro meses Hades se había convertido en alguien importante en su vida, alguien muy importante.

— Pero… ¿Por qué dices eso? ¿Acaso me dejaras? — y por tonto que parecía ella sentía que la estaba abandonando, cuando en realidad eran amigos, solo amigos se repitió.

— Jamás te dejare, jamás los dejaré. — dijo observando a Diego que también lo miraba con preocupación.

— ¿Entonces? — cuestiono el niño de 12 años y quien había aprendido a ver a Hades como un ejemplo a seguir.

— Debo viajar por un problema que hubo en la empresa donde trabajaba, uno de los últimos contratos que hice, no sé, encontraron un problema, me explicarán más al llegar y no sé cuánto me demore, por lo que me quiero asegurar que estarán bien mientras regreso. — Hades se sentía dividido, necesitaba regresar a Nueva York, habían atacado la mansión Zabet, el hogar de sus tíos, el loco de Arkady Neizan se había atrevido a atentar contra su familia, y además su ahijada, la hija de su prima Victoria había nacido, debía ir. Por más que no quisiera dejar sola a su latina.

— Pero volverás, ¿verdad? — dijo la joven morena reteniendo las lágrimas.

— Puedes estar segura de que siempre regresare por ti… por ustedes. — juro mientras se perdía en el caramelo líquido que eran los ojos de Maca.

En el momento que Hades la abrazo, descubrió que se había enamorado de esa latina. El ángel de la muerte grito en su mente algo que en ese momento no pudo decir.

Te amo Macarena.

Años después.

Mateo Zabet regreso a su hogar un año antes que sus hermanos, la universidad de Canadá fue casi un juego para el joven de 20 años, de todos en la familia era el que más destacaba por su inteligencia y uno de los pocos que no había desertado con los estudios, paso unos días en la gran mansión, donde fue recibido por sus padres Candy Ángel, Amir Zabet y su hermano Eros, se tomó una semana para saber cómo estaba su familia, Eros  quien era el mayor, seguía tan enamorado como el primer día de su esposa Lucero, la princesa de los Bach, quien se estaba preparando para asumir como cabeza de la familia más poderosa del mundo, ambos seguían cuidando del hijo de su difunta prima Dulce y su esposo Tiago, el pequeño Horus, ya no era tan pequeño, Zafiro seguía tan feliz y letal como siempre junto a su mafioso ruso criando al pequeño Lukyan, Rosita, su hermana adoptiva también vivía feliz junto a su hija Violeta y su esposo… un Bach, que no terminaba de convencer a nadie de la familia de ser lo que ella merecía, y luego estaban sus mitades, como ellos se llamaban, eran quintillizos y de una u otra manera estaban conectados, Victoria quien era ciega estaba embarazada por segunda vez, parecía que la mafia Siciliana seguiría creciendo, Ámbar cada día estaba más loca, aun le quedaba un año para terminar la universidad en España, aunque debía admitir que lo tenía alucinando el hecho que la loca de Ámbar se hubiera encariñado tanto con los mellizos Constantini, siempre se la veía con los casi adolescentes a su lado y eso que ya no era su niñera, Felipe estaba raro, más de lo habitual, no contaba mucho de su vida, algo raro sucedía, no faltaba mucho para su tan soñada boda con su sicario apodado el caimán, algo raro pasaba con ellos, cualquiera pensaría que estaban ocultando a un hijo, pero era algo imposible, eran dos hombres, lo que sea que mantuviera al pequeño rubio en Chicago y no corriendo a Nueva York para ver a Mateo, el de ojos celeste lo averiguaría, tarde o temprano, mientras Stefano sufría, siempre dijeron que los Zabet amaban con locura pero lo que le sucedía a su hermano le parecía ridículo.

— ¿Abandonaste la universidad para buscar a una mujer? — esto era algo inaceptable para Mateo, aunque nunca admitiría que él lo pensó, claro que Mateo pensó en dejar todo he ir por ella.

— No lo entenderías, tú no sabes lo que es el amor, además… — Stefano parecía otra persona, ya no tenía ese temperamento que lo metía en tantos problemas.

— ¿Además? — lo apremio, porque podría no saber lo que era el amor, pero sabía lo que era perder a alguien o mejor dicho dejarla ir.

— Creo que tiene un hijo mío. — termino de decir su secreto, jamás le había dicho a nadie, pero ahora se lo confiaba a una de sus mitades.

— ¿Qué m****a? ¿Cómo qué crees? — Mateo se permitió tomar un poco del wiski que su padre tenía en la oficina de la mansión, quizás se le había hecho un habito en los últimos 3 años, desde que la perdió, a ella, Elizabet.

— Hicimos el amor, el preservativo se rompió y no quería perder tiempo, era su primera vez y me aproveche de eso, creyó que era su sangre la que sentía y no mi semen. — reconoció con vergüenza, y Mateo lo vio con dureza antes de hablar.

— ¿Por qué rayos no le advertiste?  Podría a ver tomado la píldora del día después. — Mateo estaba enojado, no podía creer que su hermano engañara a una mujer.

— Tenía miedo de que se enojara, ella es tan temperamental como lo era yo, ¿entiendes? Nos amábamos, pero también nos lastimábamos por igual, o mejor dicho yo la lastimaba, provocando su furia, pasaron dos semanas y estaba atentó a ella, al primer síntoma de embarazo le pediría matrimonio, arreglaría todo, pero entonces Arkady jugo con mi mente, el bastardo estaba furioso porque Vicky estaba con Alessandro y lo había despreciado. — veía como los músculos de los brazos de Stefano se trenzaban, definitivamente había aprendido a controlar su furia, si esto hubiera pasado dos años atrás… estaría destrozando todo a su paso.

— ¿Qué fue lo que hiciste realmente? ¿Por qué ella huyo de ti? — lo suponía, aun recordaba el día que Stefano casi golpeo a Victoria, y todo por estar drogado.

— No lo hizo, no importo lo bestia que fui, ella no huyo de mi… — recordó el rubio mostrando una sonrisa tan rota como su alma. —  Arkady me aseguró que me engañaba, sabes que tenía problemas de ira, yo… la golpee y luego en lugar de tratar de escucharla, la deje y comencé a salir con Dalila, mientras comenzaba el tratamiento para dejar las drogas,  mi hermosa morena solo lo soporto dos meses, veía el dolor en sus ojos cada vez que me veía besar a Dalila, un día trato de hablar conmigo, dijo que tenía algo importante que decir, ya estaba en tratamiento para manejar mi ira, esas ganas de destruir todo, pero aún estaba demasiado lejos para mantener la calma, primero le dije que sí, que hablaríamos, pero luego la vi abrazada de Milco su compañero de clases, le grite delante de todos, la trate de lo peor, a los dos días la vi salir de la rectoría, sus ojos estaban hinchados, se notaba que había llorado, se veía tan mal, pero no me acerqué, aún recuerdo cómo me miro, sus ojos imploraban por mí, pero justo llego Dalila y comenzó a besarme, cuando regrese mi vista, ella ya no estaba, paso una semana y no había rastros de Macarena, entonces fui a pedirle explicaciones a Milco, creí que ellos tenían algo, cuando él me dijo que no eran nada y que ese día solo la ayudo porque Maca estaba mareada y había estado vomitando toda la mañana lo supe, estoy seguro que ella estaba embarazada, estoy seguro que eso era lo que queria decirme. — una de sus mitades se quemaba en el infierno, ardía en las llamas de la incertidumbre, y Mateo comenzaba a sentir la desesperación de Stefano.

— Pero ella ¿Qué te dijo? — indago sirviéndose otra copa, algo que, para Stefano, no pasó desapercibido, pero no dijo nada, Mateo siempre sabía lo que hacía o eso creían todos.

— Nada, no la pude encontrar, ella dejo la universidad, ese día que la vi y ni siquiera pude obtener su dirección, jamás en el tiempo que salimos le pregunté exactamente donde vivía, solo disfrutaba estando a su lado, tocarla, besarla.

— Stefano, quizás estaba enferma del estómago, quizás…

— ¿Y si no? Ella estaba en Rusia por una beca, vi el diminuto cuarto en el que vivía, si tiene a mi hijo y están pasando hambre, frio, si se enferma, ¡Dios hay días que creo que me volveré loco!

Mateo consoló a su hermano, el dolor de uno siempre seria compartido por los demás, pero, aun así, la vida seguía, cada uno tenía cosas que hacer.

No le llevo mucho tiempo a Mateo montar su propia empresa, desde que era un niño lo había decidido, un año llevaba siendo su propio jefe, y si bien en un principio quiso ayudar a su hermano Stefano, pronto se vio abocado a sus problemas, Ámbar había regresado de la universidad y era un peligro para todos, en especial para el negocio de Mateo, la joven se había acostado con uno de sus inversionistas que era casado y su esposa se había enterado, generando un gran problema.

— No me grites Mateo. — dijo la rubia poniéndose de pie.

— Agradece que solo te grite, no me importa con quien duermas, solo ¡no interfieras en mis negocios! — la advertencia fue seguida de un golpe de puño en su escritorio y su hermana se largó sin siquiera cerrar la puerta de la oficina.

Mateo camino a cerrarla no quería ver a nadie, porque estaba seguro de que en ese momento sería capaz de descargar su enojo en algún pobre trabajador, pero se detuvo en el marco de la puerta, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver un trasero grande y redondo, la joven estaba en una posición muy comprometedora y a él le tentaba darle una nalgada.

— ¿Y tú quién eres? — Su voz sonó furiosa, aun le duraba el enojo por el contrato perdido. De forma automática la joven se levantó y quedo dándole la espalda, la cual se notaba tensa, giro lentamente, mientras Mateo descubría que sus piernas eran cortas, ya que aun con los grandes tacones que llevaba se veía pequeña.

— Se…señor…yo…MACA…Macarena, soy Macarena Fernández. — dijo temblando como una hoja, sus ojos color chocolate brillaban de una forma única, y sus labios gruesos invitaban a querer besarlos.

— ¿A qué sector perteneces? — indago el hombre mientras la veía de forma descarada.

— Recados, soy la chica de los recados.

Mateo cerró la puerta casi en la cara de la joven, estaba asustado, no entendía que le pasaba, ¿Por qué su corazón latía de forma errática?

Necesito dos años para descubrir que estaba enamorado de ella, dos años en los cuales no perdía detalle de aquella mujer, esa latina que levantaba suspiros entre los hombre y los cuales él se encargaba de despedirlos por una u otra razón, 730 días en los que Mateo hizo hasta lo imposible por llamar su atención, pero ella siempre huía de él, parecía un conejo asustado y él un lobo hambriento, no entendía porque, era guapo, lo sabía, estaba en el cuarto puesto de los empresarios más sexy, superado por sus hermanos Eros, Stefano, y su cuñado Santoro, tenía dinero, era soltero, entonces…

— ¿Por qué m****a no me miras? — dijo una vez más apretando sus puños, la acababa de cruzar en el pasillo y como siempre ella corrió su cara, como si viera al demonio. Unos golpes en la puerta lo sacaron de su miseria.

— ¡Adelante! — grito producto de la frustración que sentía.

— Ho…hola se…señor. — Ante él la mujer que lo traía loco los últimos dos años, mirándolo desde la puerta, con el temor grabado en su rostro.

— Pasa. — dijo con molestia y sin entender porque actuaba así con él, solo con él su voz temblaba.

— Señor Zabet, lamento interrumpirlo. — podía verla temblar y tenía ganas de preguntar ¿por qué?

— Dime que necesitas. — la joven abrió sus ojos y Mateo se dio cuenta que su voz salió sumamente suave y seductora.

— Señor Zabet, yo… quería saber si puede autorizar un préstamo… para mí. — termino diciendo en un susurro y bajando su mirada.

— ¿El sueldo no te alcanza? — Sin querer la voz del hombre salió con un poco de burla, sabía que le pagaban bien, él había ordenado que aumentaran su sueldo cada tres meses.

— No, digo sí, pero necesito 250 mil dólares. — Desesperación, eso gritaban sus ojos y Mateo al fin tuvo la llave para llegar a ella.

— Lamento informarle que no doy préstamos.

— Pero si se les han otorgado a otros empleados. — podía ver que esa latina tenía carácter, sus cejas casi chocaban y la veía apretar sus puños conteniendo su enojo.

— Empleados, pero tú solo eres una simple chica de recados, dime, ¿lo consideras un verdadero trabajo? Creo que incluso te pagan más de lo que vales. — su mente de empresario le jugó una mala pasada, no lo pudo evitar, la deseaba, la veía como el mejor negocio de su vida, ese que llevaba dos años persiguiendo y ella ni cuenta se había dado.

— No es necesario ser cruel, señor, lamento quitarle su valioso tiempo. — la vio parada frente a él, tan indefensa, tan vulnerable.

— Soy un hombre de negocios, dime, si te doy el dinero que necesitas ¿Qué garantía me darías?

— Lo que usted quiera. — Dijo sin pensarlo — Vera yo necesito ese dinero porque…

— No me interesa el porqué, y te daré todo lo que pidas, con una condición. — la interrumpió mientras sonreía y ella como acto reflejo retrocedió, grave error, él iba a poner como condición que le diera la oportunidad de conocerse mejor, pero ante el gesto de la joven su mente le dio un plan mejor a seguir.

— Cu… ¿cuál?

— Tú serás mía, cada vez que yo lo requieras. — no perdió tiempo en ver su cara, estaba seguro de que lo rechazaría, tomo unos documentos de su escritorio y trato de leerlos, algo imposible estando ella allí.

—… — pasaron unos minutos que parecieron eternos, hasta que Mateo al fin levanto su cara.

— No tengo todo el día, soy un hombre ocupado.

— Yo… — Mateo la vio indecisa y ataco una vez más.

— Toma, te espero en este hotel hoy, se puntual, si no llegas me daré por enterado que no te interesa hacer negocios conmigo.

Mateo se encontraba en la habitación de aquel lujoso hotel aun no podía creer que ella había firmado el contrato, no podía creer que al fin la probaría, se había desecho del saco y había abierto su camisa un poco, estaba nervioso y le parecía ridículo lo que el amor podía hacer, esta vez no fallaría, esta vez haría lo necesario, no la perdería una vez más, Macarena golpeo la puerta, y el dio el pase.

— El uniforme de trabajo siempre resalto tus atributos. — dijo con voz cargada de deseo y Maca se congelo en su lugar. — ¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste?

— No…es, es solo que... no sé qué hacer. — vio cómo su piel color caramelo tomaba un color rojizo y se maravilló.

— ¿Cuántos novios has tenido Maca? — pregunto divertido, sabía que no estaba casada y que en ese momento no tenía novio, por lo que se decían en los pasillo Macarena estaba sola hacía tres años.

— Uno. — dijo en un susurro, bajando la cabeza.

— ¿Uno? — no lo podía creer.

— Si… bueno, no… — no sabía porque quería saber aquello y ella no sabía cómo explicarlo, pero lo único que consiguió fue incrementar la curiosidad del hombre.

— ¿Con cuántos hombres has dormido? — pregunto acercándose a ella, ya que no se movía de su lugar.

— Dos. — respondió mientras observaba como se acercaba lentamente a ella.

— Entonces, ¿dos novios? No tienes cara de relaciones ocasionales. — respondió mientras caminaba a su alrededor como quien observa una obra de arte.

— No, un novio y un amigo. — Mateo detuvo su caminar y llevando dos de sus dedos a la barbilla de Maca, levanto su rostro para que lo viera a los ojos.

— ¿Duermes con tus amigos? — indago con molestia.

— No, solo sucedió una vez, hace tres años, creí… — no sabía porque seguía hablando, pero no quería recordar a Hades, no quería admitir que creyó que su amigo también la amaba. — Pero no fue así. — dijo sin darse cuenta de que hablaba en voz alta.

— ¿Que no fue así? — no le gustaba el dolor en sus ojos, así no se parecían a los de ella, Elizabet sonreía con los ojos.

— ¿Le preocupa si estoy limpia? — Dijo con la furia que la situación le generaba — Para que sepa señor Zabet solo he tenido sexo dos veces en mi vida, a los 18 con el idiota de mi novio una sola vez y a los 20 con mi mejor amigo el cual desapareció al día siguiente.

Mateo la observaba temblar de rabia por sus preguntas, por haber estado con ellos, porque la lastimaron, sin pensarlo mucho tomo sus labios, lentamente los saboreo, dejo que Macarena reaccionara al contacto y lo consiguió luego de unos minutos, sus manos que estaban en la ancha cadera de la joven bajaron a su trasero, el cual apretó hacia él causando que ella sintiera su férrea erección en el vientre y un pequeño gemido salió de sus labios, dejo su boca  y bajo por el cuello, lamiendo y chupando todo lo que había a su paso, mientras su respiración daba en la oreja de Macarena, quien se estremeció y no pudo evitar apoyar sus manos en el pecho duro del hombre, hacia demasiado tiempo que no estaba con alguien, pero no tenía tiempo para eso, el amor, el sexo, y la compañía masculina formaban parte de un pasado ya muy lejano, tenía demasiadas responsabilidades en ese momento como para buscar novio, o así sea diversión de una noche.

— Eres hermosa. — susurro a tiempo que desabrochaba cada botón de la camisa blanca de la joven y volvía a besar su labios.

Macarena se desconectó de cualquier pensamiento, no valía la pena pensar en nada, lo correcto e incorrecto perdía sentido, todo era por Alma, por su hija, la misma que esperaba en el hospital para someterse a una operación para corregir una malformación en su corazón, solo ella podía conseguir el dinero para la operación y tratamiento de recuperación, a pesar de que su hermano Diego, hoy de 17 años, hiciera todo lo posible por ayudarla no era suficiente, todo dependía de ella, como en los últimos cinco años.

Mateo la guio a la cama, mientras ella esperaba que sacara el animal que sabía que llevaba dentro, sus ojos celestes se los mostraba, y fue en ese momento en el que reparo que eran del mismo color que los de Hades, y como si hubiera viajado tres años atrás rompiendo la barrera del tiempo, como en aquella noche que ella se entregó a su amigo, levanto su mano y acaricio el rostro de aquel hombre, pero solo le bastó con oír su voz para saber que él no era Hades.

— Macarena, no te permito pensar en otro que no sea yo. — Mateo se dio cuenta del cambio en el brillo de su mirada y no estaba dispuesto a que ella soñara con otro en ese momento. — Di mi nombre. — ordeno a la vez que apretaba uno de sus senos, aun cubierto por el sostén.

— ¡Mateo! — dijo de forma fuerte al sentir un poco de dolor por el arrebato de su jefe.

— Así es morena, soy Mateo, estás conmigo… eres mía. — y mientras hablaba llevaba su mano bajo la falda, colándose por su ropa interior, descubriendo que el cuerpo de la latina reaccionaba de grata manera a su contacto.

Se tomó su tiempo para acariciar cada parte de su cuerpo, la había deseado con tanto fervor que disfrutaría de toda ella, pero lo que más le gusto, fue ver como poco a poco, con cada caricia, con cada beso, Macarena se dejaba llevar un poco más.

Estaba con su cabeza entre las piernas de Maca, lamiendo todo de ella, cuando sintió las manos de la joven tomar su cabello con fuerza y comenzar a mover las caderas, lo estaba disfrutando, al fin Macarena se estaba entregando al completo y él se dedicó a jugar con su clítoris, mientras disfrutaba de los gemidos de la latina.

— Deliciosa. — dijo al tiempo que se levantó para quitarse la ropa y la vio acalorada y un poco avergonzada. — Solo disfruta. — la tentó una vez más, si, para Macarena él era un demonio, y estaba a punto de llevarla a las profundidades de su infierno.

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