Katherine Parker nunca se imaginó que desarrollaría una relación de tanta confianza con la persona menos pensada del colegio: Mikael Sorokov, alias, el ruso. Años después, ante una situación límite, él será la luz que la guiará a volver de la oscuridad en la que ha estado sumida tanto tiempo. Nadie lo pensaría jamás, a nadie se le ocurriría siquiera hacerse a la idea que él era la solución, el amigo de su novio.
Leer másKatherine Una especie de deja vú se presenta cuando abro los ojos. La luz entra a raudales por la ventana pero hay un cambio: siento el calor de un gran cuerpo a mi lado. Sonrío al sentir su olor que penetra por mis fosas nasales, un leve gruñido hace que quede inmóvil. —Ya es tarde para ti…ya me despertaste —esboza el Ruso mientras dirige sus labios a la parte trasera de mi cuello. Su aliento caliente me hace salir un pequeño resoplido de lujuria involuntariamente. —Mikael, por favor…tengo que ir a ver a Kaleb. Una manos gigantescas recorren uno a uno mis senos que se han puesto en punta. —No llora, ya fui a verlo hace breves instantes. Sus labios besan todo el largo de mi columna vertebral causándome mini espasmos que se reproducen a lo largo de mi cuerpo. —Mikael… —susurro casi sin fuerzas. Mi garganta no me responde, mis labios se dirigen hacia atrás, buscando los suyos. Es que tiene una especie de imán y se buscan sin siquiera ordenarles. Acerca su gran cuerpo lleno de mús
Relator omnisciente1 año despuésEl hombre se bajó del automóvil luego de asegurarse que efectivamente era la dirección que le habían enviado, corroboró las coordenadas y en efecto, la sencilla casa pintada de blanco parecía ser el destino al cual debía dirigirse. Tomó mucho aire, trató de relajarse, las manos tenían un breve temblor por los nervios, un toque en la cabeza amenazaba con convertirse en una migraña atroz aunque en estos momentos eso era lo que menos importaba.Caminó inseguro por el sendero relleno de pequeñas piedrecillas que ahogaban sus pisadas a medida que se acercaba a la puerta de madera tallada. Todo estaba impecablemente limpio y se sentía un olorcillo primaveral que seguramente provenía de las flores plantadas en un bien cuidado jardín. Por un momento le recordó a su casa de la infancia, cuando todo era felicidad y armonía. Intentó espantar los malos pensamientos, ya había tenido mucho de eso, ahora era el momento de levantar la vista y mirar hacia el futuro. Y
MikaelEl edificio en el que vive Melisa es lujoso, moderno, de color negro y beige. Un lugar en el que, definitivamente, viviría alguien como ella.El portero me abre al verme acercar a las grandes puertas de vidrio que adornan la entrada.—Buenos días, señor Sorokov. Supongo que busca a la señorita Gold.—¿Está la señorita en su departamento? —le pregunto luego de los saludos de rigor. Conozco al hombre de siempre. He ido más de lo que me gustaría al departamento de Melisa pero desde hace unos años no me aparezco por el lugar, desde que decidí guardar sana distancia con ella.—Si, señor. Puede pasar, está en la lista de invitados especiales de la señorita.—Gracias. Conozco el camino, no me acompañe —le digo al ver sus intenciones de subirse conmigo al ascensor. Necesito hablar a solas con Melisa.Me paro en la puerta de su hogar y segundos después se abre la puerta. Nunca me dejo de sorprender de la belleza y sensualidad que emana de esta mujer. Aún sigo pensando porque alguien com
MelisaMe saco los zapatos con los que he estado de pie casi la mayor parte del día. Estoy agotada, como cada día. Pero eso es bueno, al menos me hace olvidar lo que necesito olvidar. Desde que Mikael me besó en la oficina hace unos días vivo en una nebulosa, ya no sé que es real y que es fantasía.Sonrío y llevo mi mano a mis labios en un intento por retener el recuerdo. Es que lo amo tanto, es que lo deseo tanto que ni aunque muera mil veces mi corazón lo va a olvidar. ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo la desagradecida de Kathy?, resoplo un mechón de mis cabellos que se ha dignado tocar mi rostro. Eso jamás lo permitiría si estuviera afuera pero como aquí nadie me ve, por esta vez lo perdono.Me dirijo descalza hasta la nevera. Necesito beber algo pues mi boca está reseca por la tensión creada. Miro mi móvil en busca de mensajes o llamadas o algo. Nada. Mi vida social es una mierda, definitivamente. No tengo amigos, no tengo más familia que mi hermana que vive en otra ciudad. Tod
Relator omniscienteEl oficial Connor observa minuciosamente el lugar. El recinto se encontraría en la más absoluta oscuridad si no fuera por una bombilla amarillenta que solo logra emitir unas figuras fantasmagóricas en las descascaradas paredes. El olor se vuelve a de a ratos nauseabundo e insoportable pero él está acostumbrado a peores sitios, su entrenamiento le ha permitido sobrevivir en condiciones ínfimas e infrahumanas. Piensa en su esposa e hijos, quienes lo esperan en casa. Ellos lo necesitan mas su amigo también, son contadas las ocasiones en las que el Ruso ha pedido ayuda y aquí está ante su llamado sorpresivo. A sus cuarenta años aún conserva su cuerpo entrenado y busca actualizarse constantemente con los artículos de punta que van surgiendo ya que su empresa también se dedica al rubro de seguridad y alta tecnología.Masculla por lo bajo cuando finalmente encuentra lo que busca. Puede ver por la pantalla del dispositivo a la mujer y al hombre de pie frente a ella. Ella p
Mikael“Puta madre”, murmuro mientras me fricciono fuertemente las sienes, las cuales padecen el martilleo típico de la borrachera, aunque ésta haya huido en el acto mismo de decirme Roberto, el guardia, las palabras…—Pensé que usted había salido. Vi a la señorita Katherine salir con usted…El estado de ebriedad que portaba salió de mi cuerpo con el vómito que siguió a esas palabras.—Está usted bien, señor? —me preguntó el guardia con cara de preocupación.En cuanto mi estómago dejó de eliminar todo el vodka que me había metido, le pedí a Roberto que buscara a John. En ese mismo instante la adrenalina se interpuso al alcohol y pude despejar mi cabeza. Katherine estaba en peligro. Algo en mi pecho que martilleaba rápidamente me lo decía.Inmediatamente me puse en acción. Llamé a un par de amigos que se dedicaban al rubro de la seguridad. Tenían lo último en dispositivos tecnológicos que podrían ayudarme a saber con quien se fue Katherine, aunque no había que hacer un curso de adivina
Mikael —Sírveme otro, Carlos —le insisto al barman, el cual me conoce desde hace tiempo. —Claro, jefe. —declama el moreno alejándose en búsqueda de lo que le pedí. Es que es cierto, soy su jefe. El bar es mío, aunque son muy pocas personas que lo saben. No me gusta andar alardeando sobre mis bienes. Siento que mi mente está abotargada y por eso se me ocurren todas estas tonterías en estos momentos. Trato de evitar el doloroso recuerdo de sus ojos, esos que por un instante ínfimo se apagaron al verme con Melisa. “Soy un verdadero estúpido”, me repito incansablemente mientras golpeo con un puño la mesa maciza. Agradezco haber hecho los reservados vip bien aislados porque de no ser así en estos momentos tendría a un montón de curiosos intentando saber el origen de los golpes. Cuando llevo un par de vasos más caen los otros recuerdos, los que no he podido evitar con nada, ni siquiera estando con otra mujer, a la cual le susurré su nombre en el oído. Cierro y abro varias veces los ojos
MikaelUnos minutos antes—Maldición, Marie. Con tu método de mierda todo se salió de control —grito en el teléfono mientras me paseo furioso. Siento que este día no termina más.—Cálmate, Mikael. Esto va a pasar, lo verás.—No, Marie. Sabes que no es así, maldición —no sé cuantas veces he maldecido en los pocos minutos que llevamos hablando.—Mikael, escucha. Ya lo hiciste. Ya lo hicieron. Verás que eso va a hacer efecto en algún momento.—¿Cuánto? Cuánto hay que esperar para ver los resultados? Esto es una maldita locura…yo… —tironeo una y otra vez de los pocos cabellos que logro tomar con mi manaza.—¿Qué está pasando, Mikael? Sabes que puedes contarme. Puedes confiar en mí, siempre lo he hecho. Mejor hablemos frente a frente. Te llamaré para confirmarte el día y el horario. Entonces hablaremos calmadamente.Cuelgo luego de despedirme y comienzo a pasearme por mi oficina. Es que esa mujer no sale de mi maldita cabeza. Todo lo que pasó esa noche se repite ininterrumpidamente como un
KatherineTengo la sensación de que cada vez los días pasan más lentos. Todo sigue igual, todo como siempre, mi rutina se ha afianzada aun más, pareciera que el trabajo ha aumentado a niveles que se me hace cada vez más difícil arrastrar mis pies hasta la oficina del jefe supremo quien parece estar también tan ocupado que dejó dicho a su secretaria que fuera ella quien la única que puede pasarle la documentación que le llevo para obtener su firma. No hemos vuelto a hablar desde...bueno...desde aquel día.Precisamente me estoy balanceando sobre mis tacones mientras miro sin ver por el gran ventanal de la pequeña sala en la que se espera para ingresar si se tiene cita con el gran Mikael Sorokov. Me doy cuenta de que el tiempo sigue avanzando inmutable, ya están cayendo las hojas de un color dorado firme lo que indica claramente que estamos en vísperas del otoño. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegué aquí?, me pregunto. ¿Cinco?¿Seis meses? Hasta casi he olvidado porque estoy aquí. Lo