Mikael —Sírveme otro, Carlos —le insisto al barman, el cual me conoce desde hace tiempo. —Claro, jefe. —declama el moreno alejándose en búsqueda de lo que le pedí. Es que es cierto, soy su jefe. El bar es mío, aunque son muy pocas personas que lo saben. No me gusta andar alardeando sobre mis bienes. Siento que mi mente está abotargada y por eso se me ocurren todas estas tonterías en estos momentos. Trato de evitar el doloroso recuerdo de sus ojos, esos que por un instante ínfimo se apagaron al verme con Melisa. “Soy un verdadero estúpido”, me repito incansablemente mientras golpeo con un puño la mesa maciza. Agradezco haber hecho los reservados vip bien aislados porque de no ser así en estos momentos tendría a un montón de curiosos intentando saber el origen de los golpes. Cuando llevo un par de vasos más caen los otros recuerdos, los que no he podido evitar con nada, ni siquiera estando con otra mujer, a la cual le susurré su nombre en el oído. Cierro y abro varias veces los ojos
Mikael“Puta madre”, murmuro mientras me fricciono fuertemente las sienes, las cuales padecen el martilleo típico de la borrachera, aunque ésta haya huido en el acto mismo de decirme Roberto, el guardia, las palabras…—Pensé que usted había salido. Vi a la señorita Katherine salir con usted…El estado de ebriedad que portaba salió de mi cuerpo con el vómito que siguió a esas palabras.—Está usted bien, señor? —me preguntó el guardia con cara de preocupación.En cuanto mi estómago dejó de eliminar todo el vodka que me había metido, le pedí a Roberto que buscara a John. En ese mismo instante la adrenalina se interpuso al alcohol y pude despejar mi cabeza. Katherine estaba en peligro. Algo en mi pecho que martilleaba rápidamente me lo decía.Inmediatamente me puse en acción. Llamé a un par de amigos que se dedicaban al rubro de la seguridad. Tenían lo último en dispositivos tecnológicos que podrían ayudarme a saber con quien se fue Katherine, aunque no había que hacer un curso de adivina
Relator omniscienteEl oficial Connor observa minuciosamente el lugar. El recinto se encontraría en la más absoluta oscuridad si no fuera por una bombilla amarillenta que solo logra emitir unas figuras fantasmagóricas en las descascaradas paredes. El olor se vuelve a de a ratos nauseabundo e insoportable pero él está acostumbrado a peores sitios, su entrenamiento le ha permitido sobrevivir en condiciones ínfimas e infrahumanas. Piensa en su esposa e hijos, quienes lo esperan en casa. Ellos lo necesitan mas su amigo también, son contadas las ocasiones en las que el Ruso ha pedido ayuda y aquí está ante su llamado sorpresivo. A sus cuarenta años aún conserva su cuerpo entrenado y busca actualizarse constantemente con los artículos de punta que van surgiendo ya que su empresa también se dedica al rubro de seguridad y alta tecnología.Masculla por lo bajo cuando finalmente encuentra lo que busca. Puede ver por la pantalla del dispositivo a la mujer y al hombre de pie frente a ella. Ella p
MelisaMe saco los zapatos con los que he estado de pie casi la mayor parte del día. Estoy agotada, como cada día. Pero eso es bueno, al menos me hace olvidar lo que necesito olvidar. Desde que Mikael me besó en la oficina hace unos días vivo en una nebulosa, ya no sé que es real y que es fantasía.Sonrío y llevo mi mano a mis labios en un intento por retener el recuerdo. Es que lo amo tanto, es que lo deseo tanto que ni aunque muera mil veces mi corazón lo va a olvidar. ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo la desagradecida de Kathy?, resoplo un mechón de mis cabellos que se ha dignado tocar mi rostro. Eso jamás lo permitiría si estuviera afuera pero como aquí nadie me ve, por esta vez lo perdono.Me dirijo descalza hasta la nevera. Necesito beber algo pues mi boca está reseca por la tensión creada. Miro mi móvil en busca de mensajes o llamadas o algo. Nada. Mi vida social es una mierda, definitivamente. No tengo amigos, no tengo más familia que mi hermana que vive en otra ciudad. Tod
MikaelEl edificio en el que vive Melisa es lujoso, moderno, de color negro y beige. Un lugar en el que, definitivamente, viviría alguien como ella.El portero me abre al verme acercar a las grandes puertas de vidrio que adornan la entrada.—Buenos días, señor Sorokov. Supongo que busca a la señorita Gold.—¿Está la señorita en su departamento? —le pregunto luego de los saludos de rigor. Conozco al hombre de siempre. He ido más de lo que me gustaría al departamento de Melisa pero desde hace unos años no me aparezco por el lugar, desde que decidí guardar sana distancia con ella.—Si, señor. Puede pasar, está en la lista de invitados especiales de la señorita.—Gracias. Conozco el camino, no me acompañe —le digo al ver sus intenciones de subirse conmigo al ascensor. Necesito hablar a solas con Melisa.Me paro en la puerta de su hogar y segundos después se abre la puerta. Nunca me dejo de sorprender de la belleza y sensualidad que emana de esta mujer. Aún sigo pensando porque alguien com
Relator omnisciente1 año despuésEl hombre se bajó del automóvil luego de asegurarse que efectivamente era la dirección que le habían enviado, corroboró las coordenadas y en efecto, la sencilla casa pintada de blanco parecía ser el destino al cual debía dirigirse. Tomó mucho aire, trató de relajarse, las manos tenían un breve temblor por los nervios, un toque en la cabeza amenazaba con convertirse en una migraña atroz aunque en estos momentos eso era lo que menos importaba.Caminó inseguro por el sendero relleno de pequeñas piedrecillas que ahogaban sus pisadas a medida que se acercaba a la puerta de madera tallada. Todo estaba impecablemente limpio y se sentía un olorcillo primaveral que seguramente provenía de las flores plantadas en un bien cuidado jardín. Por un momento le recordó a su casa de la infancia, cuando todo era felicidad y armonía. Intentó espantar los malos pensamientos, ya había tenido mucho de eso, ahora era el momento de levantar la vista y mirar hacia el futuro. Y
Katherine Una especie de deja vú se presenta cuando abro los ojos. La luz entra a raudales por la ventana pero hay un cambio: siento el calor de un gran cuerpo a mi lado. Sonrío al sentir su olor que penetra por mis fosas nasales, un leve gruñido hace que quede inmóvil. —Ya es tarde para ti…ya me despertaste —esboza el Ruso mientras dirige sus labios a la parte trasera de mi cuello. Su aliento caliente me hace salir un pequeño resoplido de lujuria involuntariamente. —Mikael, por favor…tengo que ir a ver a Kaleb. Una manos gigantescas recorren uno a uno mis senos que se han puesto en punta. —No llora, ya fui a verlo hace breves instantes. Sus labios besan todo el largo de mi columna vertebral causándome mini espasmos que se reproducen a lo largo de mi cuerpo. —Mikael… —susurro casi sin fuerzas. Mi garganta no me responde, mis labios se dirigen hacia atrás, buscando los suyos. Es que tiene una especie de imán y se buscan sin siquiera ordenarles. Acerca su gran cuerpo lleno de mús
Ya se han ido todos, como cada día soy el último en salir del edificio, quedando solo el personal de limpieza y seguridad. Mis pasos resuenan fuerte en el piso impecable, las cámaras se mueven silenciosas buscándome, ya que soy lo único que esta en movimiento en el recinto. El ascensor llega rápidamente a mi encuentro y aprieto el botón que va a la zona de aparcamiento. Tengo un leve dolor de cabeza que se ha ido agudizando, necesito descargar el estrés que se ha acumulado durante el día en mi cuello y hombros.—Tenga buenas noches, señor Sorokov —me despide el guardia de seguridad listo para cerrar el edificio por dentro en cuanto pise el exterior.Rebusco las llaves de mi auto en el bolsillo de mi chaqueta, aprieto y retumba el sonido de la alarma y las luces parpadean indicándome que las puertas están destrabadas. Me subo deleitándome con el olor a cuero de mi auto