Eun-ji, Moore, es una madre soltera de padre americano y madre coreana, su vida ha sido una auténtica lucha, aunque nació con una cuchara de plata en la mano, pero por circunstancia ajenas a ella, ha tenido que madurar y luchar por lo más que ama en este mundo, Euhin Moore, su hijo de un año y medio. Detectan una leucemia en su bebe, que sólo se puede curar con las células madre del cordón umbilical de un hermano o una hermana, aunque no le vale cualquier padre. El que engendre ese bebe, debe tener un tipo de sangre especial. ¿ Qué sera capaz de hacer esta madre?. Martín Edward Lewis, es el heredero oculto de la familia Lewis, controla Lewis C.O. para protegerlo de los familiares que asesinaron a sus padres. Con secuelas importantes psicológicas, M. Edward no sólo quieres hacerse con la compañía sino también descubrir a los asesinos de sus padres. No esperaba que cierta madre soltera apareciera para acompañarle en el camino. Edward Seniors Moore, es el abuelo de Martín, y desea más que nada proteger a su nieto, pero también desea verlo feliz, además, debe cumplir una promesa que le hizo a la mujer que salvó a su nieto, y que por culpa de ese accidente perdió la vida años más tarde, dejando a su hija y a su nieto desamparados. Para Edward cumplir esa promesa se ha vuelto casi una religión, más cuando su nieto, Martin Edward Lewis, tiene en su sangre la solución para salvar la vida al nieto de esa mujer. Su idea hacer que su encuentro marque sus vidas, se curen el uno al otro, y de paso crear un futuro juntos, seguro, pasional e irrompible, que se une por una vida nueva que nace, y otra por salvar.
Leer másMartin-“ ¡Ni se te ocurra!, tú te quedas aquí y lo soportas conmigo”- me gritó mi esposa, mientras me agarraba fuertemente la mano. Hoy llegaba al mundo Min-suk Emily Bada Lewis, la diosa de las heroínas, y por lo visto su madre no quería ni que me pusiera la ropa higienizada para entrar en paritorio.-“Señora Lewis su esposo, necesita cambiarse para que así, le dejen entrar a acompañarla”- le dijo la enfermera, para hacerla razonar.Por un segundo mi esposa puso ese gesto que llevaba poniendo el último trimestre del embarazo, ese que me decía que, ni de locos me iba a salir yo con la mía. Pero al final cedió. La verdad es que el embarazo de Mineba, que era el diminutivo que le habíamos puesto a nuestra hija, ya que era suficiente castigo que llevara el nombre de la madre de Eun-ji, mi madre y mi tía, pero cualquiera hacia cambiar de opinión a su madre, aunque para pronunciarlo todo junto y de un tirón, decidí ponerle un diminutivo. Estaba muy sensible, según mi experta mujer, el úl
Eun-ji.Me había costado llegar hasta él, para que el estúpido de Martin se pusiera con objeciones, sobre todo sabiendo lo que estaba sufriendo, durante el trayecto lo había preparado todo, sabía que me iban a solicitar el móvil, desde que me subiera al coche que me estaba esperando dos calles más allá del hotel del que yo y Bianca escapamos.Así que escondí el móvil de Bianca dentro de mi sujetador, si yo era la obsesión del del asesino de mi madre. estaba claro que no permitiría que nadie me tocase, en su delirio, yo le pertenecía y nadie tenía derecho a tocarme. O al menos eso esperaba yo, hoy ya que así me libraba de qué me registrarán y encontrarán el móvil.Al final tuve suerte, y pude llegar hasta el escondite, supe que me habían puesto una bolsa en la cabeza para que no supiera a dónde íbamos. Antes de llegar, me escondí el móvil había hecho una llamada perdida y había dejado un mensaje que decía:- “Rastréame.”-La llamada la hice a la segunda persona más inteligente que hab
Martin. Estaba de nuevo allí en ese coche, aun oí el golpe, y el metal retorcerse, los gritos de mis padres, y mi madre gritar mi nombre. Yo también grité no quería estar asustado, mi padre me había dicho que debía ser fuerte porque cuando él no estuviera, yo debía proteger a mi madre, solía decirme siempre cosas como esa, que yo sería grande, que conocería una mujer maravillosa como mi madre, y que me enamoraría, y que como hombre siempre, siempre debía proteger a mis seres queridos. Pero en este momento, eso no sucedía, el coche se detuvo después de girar y girar, sabía que algo nos había golpeado, pero para ser sincero yo no había visto nada, que nos golpeara al menos de mi asiento. Después de tanto ruido todo quedó en silencio, no sentía nada ni dolor ni nada, solo la sensación de irrealidad que causa un suceso así, el cree que eso no estaba pasando, con cuatro años, era aún peor, era como estar en una película, una película de terror me encontraba boca abajo, atado aun a mi s
Narrador. Mientras todo esto se producía, Edward Lewis, recibía la noticia del secuestro de su nieto, y montaba en colera. - “¿No dije que lo mantuvieran vigilado?, ¿Es qué tengo que hacer las cosas yo mismo, para que todo salga como quiero?”- dijo mirando a su mejor amigo. - “Tranquilo sabes que no le pasara nada, tienes a dos de tus mejores hombres infiltrados en toda esta historia, pero la cuestión es ¿Por qué lo dejaste llegar tan lejos?, comprendo que es tu hijo, pero creo que hace años ya ha sobre pasado los límites, hasta se deshizo de su madre. Sabes Edward, que debería haber estado encerrado en el psiquiátrico, desde que se obsesionó con su hermana. Ese fue un limité, que nunca debió pasar. Tras esto lo demás, fue la rotura de todos los límites, hasta llegar a la máxima atrocidad, eliminar a parte de tu familia, a tu sangre. Ha ido demasiado lejos.”- dijo su mejor amigo y abogado. - “Es por eso, que no deseo que me protejas con lo que pretendo hacer, quiero pagar junto a m
Eun-ji. Sabía que la idea que habíamos tenido no era la mejor, pero teníamos que movernos rápido, tras lo sucedido en la mansión que Bianca y John, una casa con la más sofisticada red de seguridad que, había en el mercado, con un personal muy preparado custodiando sus entradas, sólo había una única forma de que hubiera sido asaltada como fue, y que hubiera sido un trabajo desde dentro. Esto lo confirmó Bianca, cuando la noche anterior al evento, pasaba por delante del pasillo que estaba cerca del despacho de mi marido, y vio como uno de nuestro sirviente apoyado en la puerta del despacho, había puesto un aparato electrónico, pegado a la puerta, mientras con unos cascos muy pequeños se lo introdujo en el oído. Le pareció muy sospecho, y con cuidado de no ser vista, se situó en la pared lateral, para cubrir con la librería grande del pasillo, que la ocultaba a la vista de todos, sobre todo de los lo que estaban en el pasillo. No sabía quienes estaban en el despacho, pero lo sospechab
Martin.Nada más llegar al hotel, una sensación de que algo no estaba bien me invadió, llámenlo sexto sentido, pero sentí como el vello de mi piel se erizaba, y decidí hacerle caso.Algo me decía que, de alguna manera, el cobarde actuaría esta noche. Esa sensación fue la misma que esa vez, en esa noche, cuando estaba dentro del coche boca abajo mientras veía a mis padres heridos desangrase.En mi memoria, el olor a sangre se mezclaba con el de la gasolina derramada, y aun pese a esa edad, y después de años de terapia, tras miles de técnicas terapéuticas para tratar de superar la muerte de mis padres, recordé como oí que alguien se acercaba. Mis padres estaban inconscientes, quise llamarlo, pero esa sensación me invadió, la de un terror que no había conocido, que me obligo a silenciarme, optando por cerrar los ojos como veía que estaban mis padres. Creo que eso me salvó la vida, porque oí la voz de un hombre decir.- “Hecho, señor Lewis.”- Me costó años de entender que había sucedido,
Eun-ji. Costó mucho esfuerzo y muchas horas de ruegos, enfados, exigencias, llantos y explicaciones, por parte de Bianca y mía, para que esos dos cedieran a nuestra idea, y aun así, nos habían advertido que al mínimo movimiento extraño, o acercamiento por parte del maldito asesino de nuestros padres, como había pasado en la casa de John y Bianca, o como el suceso del corte de luz en la mansión Lewis, y se paraba todo, a nosotras nos rodeaban los seguritas, como si fuéramos Forntnox, la casa de la moneda de Estados Unidos, para que en segundos, nos metieran en una limusina, que estaría preparada, en la misma puerta del evento. Si no estábamos de acuerdo con esta condición, todo quedaba cancelado. Bianca en un principio protestó, pero tras encerrase varias horas en el dormitorio, que compartían ahora en la mansión de Martín y mía, hasta que aseguraran mejor la suya, tras el asalto, mi querida amiga, y pariente política, volvió dócil como una corderita, y acepto todos los términos sin
Eun-ji.El que protestaran, y se negaran a que desarrolláramos nuestra idea, era algo que teníamos previsto, por eso Bianca tomó una solución alternativa. Utilizar su cumpleaños, algo que nunca había hecho, ya que en dos días cumpliría veinte nueve años. Desde que se enteró lo que había pasado con su madre esa noche y quién la había asesinado. El origen de su nacimiento, para Bianca, no era motivo de celebración, y mi amiga decidió que no era algo para celebrar, y había renegado de su cumpleaños, porque veía, esa fecha como la confirmación de lo que el cerdo, del ser que la engendró, le hizo a su madre, para luego asesinarla años después, cuando ella quiso huir de él.Pero si para cogerlo tenía que celebrar su cumpleaños, lo iba a hacer, no se lo íbamos a poner tan fácil, a ese desperdicio de hombre, y como Martin no me dejaba actuar de cebo, para cazar a ese tiburón, sólo nos quedaba ofrecerle algo tan atractivo, que él no pudiera resistirse a asistir, que más atractivo que celebrar
Eun-ji. Cuando llegó Bianca a la mansión prácticamente no hablaba, John estaba libido de la ira y la preocupación al ver a su mujer es ese estado, que no reaccionaba con nada, era como si estuviera en shock, o como si el terror le hubiera dejado petrificada, lo hacía sentir inútil y eso para el gran abogado era algo nuevo, y que no le gustaba la sensación, más bien lo odiaba. Corría llevarla a una de la habitación de invitados, mientras mi marido convencía a John Baker Stuart, que debía dejarme actuar a mí, mientras ellos se reunían en el despacho de Martin, para que el abogado le contara todo lo que había pasado. Bianca permanecía traumatizada, sentada en la cama mirando por la ventana de la habitación, pero sin fijar la vista en nada. Sabía que tenía que sacarla de ese estado y opté por la vía rápida, pero efectiva, cogí el vaso de agua que le había subido las de servicio, les dije al personal de servicio, que salieran de la habitación. Y cuando estuve sola, con ella, me puse del