CAPÍTULO 42

Santo Sacramento. Yo… Un resbalón. Por supuesto que yo era tan solo un resbalón.

Y… ¿desde cuándo ellos se hablaban así? No hubo respeto en esas palabras, parecían dos enemigos aclarando un asunto de mal gusto. Sentí… lástima y… rabia, rabia por toda la situación. Niñato. Pocos minutos antes me reclamó por haberlo llamado así, ¡niño! Pero en ese momento me convencí de que sí lo era. ¿Esa era la forma tan horrible y altanera cómo lo habían criado?

—Sácala y no la traigas más. O no “lo” traigas más, no sé ya ni lo que te gusta.

El señor Carlos bajó, pero Maël tardó en hacerlo. No me moví, no respiré, pero sentí una leve presión en la puerta del baño, como si sostuviesen algo pesado en contra de ella y después una sonora exhalación.

Pegué mi cuerpo a la madera y cerré los ojos negando una y otra vez con la cabeza.

Cuando Maël por fin bajó y el carro de los recién llegados atravesó de nuevo el portón de garaje, abrí la puerta del baño y ya vestida, casi sin fuerzas como un fantasma, me
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