CAPÍTULO 104
Es sorprendente lo mucho que el tiempo puede reducirse a nada cuando dos personas vuelven a encontrarse. Estaba segura que habrían pasado cincuenta años y de volvernos a ver, con aspectos nuevos y envejecidos, todo habría sucedido de la misma manera. Me lo hubiese encontrado en esa casa, tal vez. O quizás en plena calle del centro comiéndose un helado con sus nietos. Y de la misma forma habríamos puesto un alto a nuestras vidas para sentarnos en un café cualquiera y actualizarnos, como si el tiempo, ese que tantas cosas buenas y malas nos ha dado, no hubiese existido nunca.

Una discusión antes de aceptar también existiría, por supuesto, del mismo modo que sucedió esa mañana, porque entre nosotros, las edades aunque fastidiosas, ya no eran un problema. La madurez tenía un límite y una puerta.

Maël seguía viviendo en Londres, por lo que se hospedaba en un hotel. Por ese hecho me convidó al restaurante de aquel recinto y allí nos sentamos, en una de las mesas más alejadas del sitio.

El me
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