CAPÍTULO 103

Me alcanzó rápido, justo cuando abrí la puerta de mi coche y la cerró de golpe sosteniendo su agarre y penetrándome otra vez con sus ojos de acero.

—¡No te vas a ir! —zanjó con premura.

—¡¿Perdón?! —Me solté de un tirón.

Empuñó sus manos y vi que las abrió y cerró varias veces, como intentando calmarse. Luego habló más suave.

—No te vayas.

—¿Por qué? ¿No querías la casa? Cómprala, allí la tienes. Debo irme pronto, deberías quedarte para que arregles hoy mismo la documentación.

—No. —Se acercó a mí y tuve que pegarme a la carrocería.

Maël respiraba acelerado y no era el único. Adelantó unos pasos y de repente su exquisito olor entró por mi nariz drogando mis neuronas, aquellas que creía desintoxicadas de él. Usaba el mismo perfume, se atrevió a conservar ese aroma juvenil y salvaje de antaño.

—Dios, Delu… —exhaló en un susurro. —Te busqué tanto, tantas veces…

Me dieron ganas de llorar, pero no lo haría delante de él.

—Déjame ir —pedí en un hilo de voz. Qué amargos recuerdos me trajo
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