CAPÍTULO 107

Llegué al apartamento. Dhumas despegó su cara de la laptop, vio mi cara y de inmediato notó que algo malo me había sucedido. Pero en vez de decirme algo, siguió observando su computadora.

No bastó con las mil respiraciones que hice para calmarme después de aquel encuentro, y después de la conversación con Sandra. Ni siquiera fue suficiente el kilo de maquillaje que me eché para ocultar el enrojecimiento.

Dejé mi bolso encima de la pequeña mesa al lado de la puerta y caminé lento hasta la sala, bañándome con la calidez de la calefacción y el olor a comida recién hecha. Mi esposo estaba sentado en medio del sofá de tres plazas, inclinado hacia delante dejando caer mechones de su cabello negro sobre la frente, serio. No apartó la mirada de allí ni siquiera estando de pie frente él.

Ya era de tarde, casi de noche. Di vueltas sin sentido antes de llegar allí. La llamada con Sandra fue larga, eso también provocó que las horas se me fueran.

Me senté a su lado y cuando vi el contenido de su
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