Año 2016.
—¿Qué hacen los fantasmas merodeando por aquí?
Las palabras de Maël hicieron que mi cara se arrugara y me girara hacia él. Por primera vez escuchaba la voz crecida del “niño”.
Cuando pequeño, era juguetón y hasta tremendo con los mayores, pero conmigo se desvanecía, perdía la capacidad de hablar.
Sabía que por alguna razón, o varias, los primos le molestaban, a veces eran crueles. A pesar de su comportamiento, siempre me pareció un niño muy inteligente.
Pero esas burlas quedaron siete años atrás, cuando dejé de verlo por motivo de su viaje a la capital. Su regreso a Viana fue más que suficiente para recordar de sopetón aquella carita tersa y linda para que ahora, a comienzos del año 2016, mis ojos pudieran ver que ya no se trataba de un infante cualquiera, sino de un adolescente de quien ya más nunca nadie se burlaba.
En esa actualidad pude sentir cómo se forma el carácter de un sujeto cuando crece demasiado pronto.
Siempre me pregunté ¿qué sintió él cuando me vio después de tanto tiempo? ¿Cuánto duraban los amoríos en los niños? ¿Cuánto tiempo duraban enamorados de su maestra, por ejemplo? ¿Son ciertos los casos en los que, al salir de la escuela, siguen embobados por aquellas faldas? Solo supe una cosa: cuando me vio ahora en el año 2016, por primera vez me dirigió una frase, mi presencia le hizo hablar como nunca antes, porque ahora era capaz de hacerlo, hablar y mucho más; hablar y estar allí de pie mirándome por los rabillos de sus ojos como si fuese posible no notarle. Entonces le preguntó a los primos con los que estaba reunido: “¿Qué hacen los fantasmas merodeando por aquí?” Justo cuando aparecí en la zona. ¿Qué significaba eso? ¿Yo era un fantasma? Me devané los sesos pensando en qué diablos quiso decir aquel niñato. Jamás, ningún miembro de aquella familia me había tratado de mala manera. Pero luego de mirarle, sentir el impacto y ocultarlo muy bien, pensé que aún seguía siendo un muchacho, un puberto con las hormonas revueltas y la rebeldía a flor de piel. Decir sandeces y meterse con lo ajeno debía ser tan divertido para él, seguro que sí.
Pero es que… ¡Dios! El comentario fue tan extraño que al saludar a todos los presentes, una energía amarga impidió que le diera mis saludos. Me dio rabia, él me dio rabia aquella vez. No lo soporté, me cayó mal, directo al estómago.
Aun así, tuve tiempo para observarlo. Maël se había convertido en uno de los adolescentes más hermosos que jamás había visto en mi vida. ¡No exagero nada! Extra de alto, extra de buenmozo, limpio, guapo… divino, bello, apabullante de sensual. ¡Sensual! Portugal está llena de rostros y físicos hermosos, pero si me topaba por la calle con alguien así, no sabría qué hacer de los nervios. Él era anormal, ni siquiera aparentaba su edad, la que calculé rápidamente debía ser de catorce o quince años.
Pero lo más interesante era su temperamento, la forma en cómo se posaba sobre las cosas, fingiendo estar relajado, la manera en cómo miraba a sus familiares. Y ese día que nos vimos noté que no, no estaba para nada relajado. Se vislumbraba en la distancia esa tensión en aquellos juveniles brazos. «¡Por Dios! Soy una adulta, ¿qué haces mirando?» me regañé.
Al rato, ya no estando allí, no me aguanté y lo busqué en las redes.
Y no solo una vez.
Estábamos en enero y durante mis días en Viana Do Castelo luego de las celebraciones decembrinas, el tenerlo cerca encendió mi curiosidad por ver sus fotos todos los días. Vi algunas que se tomó frente a un espejo, otras sin camisa o logrando una hazaña en el gimnasio, haciendo un deporte al aire libre... Lo detallé mejor y en segundos pensé que había exagerado un poco con su entrenamiento, demasiada hormona en ese cuerpo tan joven.
Pero una imagen me asqueó y a la vez me dejó con la boca seca. Una tercera persona tuvo que haberla tomado. Sentado, con los antebrazos sobre sus rodillas, sin camisa una vez más, con un pantalón corto tipo caqui, descalzo, serio y mirando al frente como si le supusiera un leve esfuerzo levantar la mirada.
Sus ojos… Allí estaba, aquella misma estúpida mirada intensa seguía merodeando sus facciones, eso no había cambiado, más bien parecía haberse intensificado.
Sentí algo en el pecho y aparté la mirada cerrando la aplicación de móvil.
Maël dejaba libre ante todos que yo no le caía nada bien. Solía ser tan soez conmigo que incluso se lo comenté al propio Nikko, quien me dijo, sin prestarle demasiada atención, que el “niño” solía ser así con todo el mundo. ¡Mentira! Lo más falso que le había oído decir a mi pareja. Esas actitudes, las cuales rozaban la incomodidad, eran solo para conmigo, el panorama estaba al ras de tierra. A Maël le faltaba madurar, Nikko pensaba igual, eso sí que era verdad.
Me quedé en Viana dos largas semanas, unas cortas vacaciones. Comencé a toparme a Maël en cada esquina. No sabía si era el perseguir de un destino cruel, o que tal vez él ya comenzaba a dejarse llevar por sus instintos. Pero lo veía más que a Nikko, me lo encontraba en cada pasillo y me fui dando cuenta de que mi presencia era un caos para él. Me vi ignorada por él en cada uno de mis saludos, cuando su mirada de asombro cambiaba dando paso a una de repugnancia o fastidio. Sopesé que mi forma de ser no le gustaba. La Delu Vaz de aquella época reía fuerte, siempre estaba apurada y nunca llegaba a ningún sitio. Decía cosas locas, vivía metida en un personaje, estudiaba guiones en voz alta, cantaba a cada rato, vestía de jeans, sandalias o botas, usaba suéteres todo el tiempo (o quizás alguna chaqueta de cuero para la templada temperatura), llevaba el pelo ondulado y extra de largo. Viéndolo a él, con sus camisetas de alguna banda rara bien pegada al cuerpo, jeans gruesos que se vislumbraban de buena marca, zapatos deportivos de la mejor calidad, cabello bien cortado, perfumes caros, yo no entraba en el reino de su lujoso cielo. Pensé tantas cosas intentando apartar de mi cabeza lo que me parecía ser la razón de su odio hacia mí.
Así que decidí ignorarle porque me estaba volviendo loca. Y en ocasiones también me divertía. Ver cómo se iba cuando me sentaba a su lado, o se cambiaba de puesto frente a una mesa compartida. Me reí bastante al verle cruzar varias veces por la tangente cuando me acercaba a saludar a sus tíos, y pude morir de asombro cuando actuaba delante de todos como si yo no existiera. Tétrico y divertido. Pero las cosas no siempre salen como uno quiere.
Eso no acabó con mi regreso al trabajo en Braga, sino que se propagó para ejecutarse los fines de semana, cuando tomaba el bus y me dirigía a Castelo. Siguió pasando y pasando, así y así durante meses, todo el tiempo que sucedía Maël fue así de infantil, como si yo le hubiese hecho algo muy malo. Porque las maneras de su trato se asemejaban a las de un jovencillo rencoroso que odiaba el mundo, simplemente él odiaba el mundo en el que yo estaba.
Su familia nunca notó nada. Ni siquiera se preguntaron qué le pasaba. Era tan extraño, que deseaba que Nikko supiera de aquello para que le desatara su pleito y todo terminara en sana paz, pero seguí siendo entonces la odiada a escondidas, retrasando mis ganas de ser yo quien lo detuviera.
Año 2018.El primer indicio de lo que sucedía lo noté dos años después, en una de las reuniones infantiles que organizaba la familia de Nikko. Llegué a principios del mes de junio a un saloncito de fiesta que antiguamente los abuelos Saravia construyeron para el disfrute familiar, y pude notar que Maël había llegado temprano para ayudar con la colocación de las mesas y manteles y toda la preparación para aquel cumpleaños. Se celebraban los cinco añitos del hijo de la prima Catalina.Usando un vestido sencillo y cómodo vestido, colaboré en las tareas.En el momento en el que todo estuvo listo, aproveché la buena señal de Internet que ofrecía el salón y me senté en una de las primeras mesas para ir revisando mis correos y redes sociales mientras llegaban los invitados.Allí estaba Maël y no tenía por qué ser así, era una fiesta infantil. Sí, era su pequeño primito, pero igual él desencajaba. O eso era lo que yo sentía.Joder, no quería estar cerca de él. Maël me ponía de los nervios.Lo
Luego de nueve años juntos, las cosas entre Nikko y yo habían llegado a un punto difícil. Él era un hombre que amaba su libertad y tomaba decisiones arbitrarias, sin consultar con nadie lo que haría a continuación. Allí radicaban nuestras discusiones.Su padre era abogado de una firma pequeña en Viana y antes de que su hijo mayor se graduara, logró introducirlo en su nómina. El trabajo, la ocupación y nuestros horarios, más la condición de vivir en distritos diferentes, le hizo acostumbrarse a no incluirme en casi ninguno de sus planes. Sin embargo, seguíamos juntos, porque el poco tiempo reunidos era bueno.Catalina, la prima de Nikko, quien era dueña de una tienda de zapatos en Castelo, nos recibía de vez en cuando allí. Ella era una de las primas con las que mejor me llevaba, congeniábamos, e incluso ella conocía a mi amiga Sandra y solíamos reunirnos en Braga cuando Cata viajaba.Dos días después del cumpleaños de su hijo, Nikko y yo entramos a su tienda con la idea de saludar y v
El martes 10 de julio del 2018, ya con mi maletín listo para irme a casa, escuché una bulla provenir de la sala.Salí d la habitación de Nikko y me di cuenta de la llegada de muchos jóvenes, acompañados algunos con sus novias, todos bien vestidos con latas de Corales, Sagres y Súper Bock bajo el brazo.—¿Qué sucede allá afuera? —le pregunté a mi novio tras devolverme a su habitación.—Mierda, se me olvidó informarte —dijo Nikko colocando sus manos en la cabeza de forma exagerada.Luego se echó a reír y puse mi cara de aburrimiento.—Muy gracioso. Ajá, dime, ¿qué se te olvidó?—Hoy es el cumpleaños de Maël y se lo van a celebrar aquí.Arrugué el rostro.—¿Y por qué aquí? ¿Por qué no en su casa?Él suspiró e irguió su cuerpo un poco sobre el colchón de la cama.—Desde que su familia está en Lisboa, mamá le ofreció la casa para la celebración.—¿Y por qué están en Lisboa, no es el cumpleaños de su hijo? ¿No deberían estar aquí con él, o él con ellos?—No sé, Delu, tú sabes que mis tíos v
Confirmé después de que efectivamente, aquella muestra de buena voluntad de Maël para conmigo no era más que un falso manto rosa. Además, corrió el rumor en la familia de que su novia terminó con él.Escuché por boca de las tías de Nikko que la dulce Katty lo dejó una semana después del cumpleaños, por un maltrato que el chico le hizo a ella, o un engaño, cosas de jóvenes, no supe bien los detalles. Pero sí me enteré de que algo grave había pasado entre ellos y fue en esos días que vi en él algo tan distinto, una de sus molestias por la vida dio un salto gigante.Sentada junto al primo Harry y Nikko en un área de la casa que adoraba: un juego de sillones que mi suegra ubicó cerca del jardín, yo leía un guión que un amigo me envió a casa por correo local.Cada uno con lo suyo, hasta que los chicos comenzaron a reírse de algo que veían juntos en la laptop de Harry.Tosí un poco para que se callaran.—Delu, si te molesta tanto que estemos aquí, vete a leer en el cuarto —dijo mi novio.—N
Agosto, 2018. Viana.La miraba fijamente, escondida detrás de una botella de cerveza bien fría. La sospecha de que algo sucedía entre esa mujer y mi novio me devolvió hasta las ganas de fumar.Nos encontrábamos en otra fiesta de la familia, esa vez se realizaba en la casa de Catalina y no en un salón.Aquella era una celebración por todo lo alto: el cumpleaños de la tía Chía.Belinda, la amiga y empleada de tiempo parcial de Catalina se encontraba allí, por supuesto. Era a ella a quien yo veía.Una mueca desquiciada surca mi rostro al recordarla.Un enorme patio delantero, rodeado de materos colgados en las paredes. Al final un techo que cubría estratégicamente el porche de la casa. Era una estructura parecida a la vivienda de los padres de mi novio, con la diferencia de que dicho espacio a que mis suegros estaba ubicado en la parte de atrás.Luego de fumar, me senté un poco alejada de ellos dos, de Nikko y de Belinda, en unas sillas justo detrás de las suyas. Ellos tenían demasiado r
Por supuesto que me lo negó, pero descubrí que le gustaba. A Nikko le gustaba mucho aquella mujer, y ella gustaba mucho de él. ¡Qué maldición! Decidí entonces seguir la relación solamente enfocada en el sex0, y en la compañía que a ratos nos dábamos. ¿Por qué? Pues, porque una parte de mí me impedía dejarle ir del todo. Sé que suena patético pero en aquel tiempo no lo veía así.Al rato de abandonar la fiesta, Pina se comunicó conmigo aquella misma noche para contarme que aquellos dos se habían comportado raros, muy juntos y compartiendo secretos otros días anteriores a ese. Sus propios ojos, según su boca, lo vieron todo. Pina no tenía que contarme demasiado, ya lo sabía. Ellos estaban teniendo una aventura o la habían tenido, de eso estaba segura. Aun así, mis ojos y los de la joven esposa de Harry no eran suficientes pruebas para seguir armando revuelo. De nuevo lo dejé pasar porque a fin de cuentas me sentía un poco más libre estando con Nikko de esa manera.Llegó septiembre y a Ni
Cada vez que recuerdo las vicisitudes de mi destino, siento presión, mis habilidades se ralentizan. ¡Fue tan estúpido! No supe manejar el vivir tan cerca de Maël y me arrepiento de las mil tonterías que pensé en decirle, o en los catastróficos escenarios que imaginé junto a él, bien segura de atinar con algo bueno o de su agrado.Algo malo me sucedía, me vi atrapada entre las enormes ganas de irme y las extrañas ganas de quedarme y verlo todo. Ver, ver, ver…, ser vista también, ser vista por “él”. Deseaba estudiarle, canalizar sus maneras de vivir y de ser. Ya era grande, era un hombre que aparentaba más edad de la que tenía y yo me la pasaba nerviosa por su cercanía, aunque siempre escondiendo aquel dislate.Pienso que la enorme curiosidad por conocer la fuente de su energía, era lo que me mantenía con agobio dentro de la nueva casa de Nikko. Tenía que devolverme a Braga y encerrarme lejossss, alejarme por completo dando la mejor excusa del año. Pero cuando mis recuerdos se pierden e
—¿Te irás a Braga este fin de semana?Asentí a la pregunta que me hizo Nikko. Me encontraba remolona esa tardía mañana sin querer levantarme de la cama, solo deseaba hacer cositas con él hasta bien entrado el mediodía, batallando con la bendita canción aún metida en mi cabeza. Catorce días llevaba con aquella letra infernal entre ceja y ceja.—Necesito que te quedes. —Plantó un beso en mi boca y se dirigió al baño.Me senté en la cama cubriéndome mi desnudez con las sábanas.—¿Y eso? —pregunté.—Surgió un viaje con la familia. ¿Te gustaría viajar con nosotros?—¿Un viaje? ¿Cómo los viejos tiempos? ¿Para dónde vamos?Nikko me miró con cara de aburrimiento.—Para el mismo lugar de siempre, Delu.Reviré mis ojos y sonreí. Dije que sí y en unos pocos días ya nos encontrábamos en una casa en Arouca, localidad al noroeste del Distrito de Aveiro. Un pueblo tranquilo, con un modesto flujo de turismo pero hermoso, simplemente hermoso. La casa era una de las cabañas más grandes del complejo hot