Luego de nueve años juntos, las cosas entre Nikko y yo habían llegado a un punto difícil. Él era un hombre que amaba su libertad y tomaba decisiones arbitrarias, sin consultar con nadie lo que haría a continuación. Allí radicaban nuestras discusiones.
Su padre era abogado de una firma pequeña en Viana y antes de que su hijo mayor se graduara, logró introducirlo en su nómina. El trabajo, la ocupación y nuestros horarios, más la condición de vivir en distritos diferentes, le hizo acostumbrarse a no incluirme en casi ninguno de sus planes. Sin embargo, seguíamos juntos, porque el poco tiempo reunidos era bueno.
Catalina, la prima de Nikko, quien era dueña de una tienda de zapatos en Castelo, nos recibía de vez en cuando allí. Ella era una de las primas con las que mejor me llevaba, congeniábamos, e incluso ella conocía a mi amiga Sandra y solíamos reunirnos en Braga cuando Cata viajaba.
Dos días después del cumpleaños de su hijo, Nikko y yo entramos a su tienda con la idea de saludar y ver su nueva mercancía. Amo los zapatos y Cata vendía modelos increíbles, además me daba crédito.
Al entrar, no fueron los nuevos calzados los que provocaron mi ansiedad. Detrás del mostrador se encontraba una hermosa chica, alta, muy delgada y con el cabello lleno de reflejos a quien no conocía hasta entonces. Resultó llamarse Belinda, ser una de las mejores amigas de la dueña y me enteré de que, en sus ratos libres dentro de su trabajo como secretaria en un consultorio médico cercano a la villa de los Saravia, se ganaba un dinero extra colaborando con Catalina en la zapatería.
La mujer fue quien nos atendió en ausencia de la dueña. Nikko me la presentó como alguien a quien ya conocía desde hace mucho y me di cuenta que entre ambos existía mucha camaradería.
Se enfrascaron en una conversación muy amena y muy larga. Estaba acostumbrada a la reserva de Nikko, al no querer incluirme más de lo necesario en algunos ejemplos como ese, así que opté por alejarme poco a poco hasta verme divagando por el recinto comercial.
Me fui perdiendo entre zapatos de todas las tallas hasta llegar a los de damas.
El lugar estaba decorado de una forma muy especial. La repisa de botines femeninos llegaba a un tope de pared hecha de cajas de zapatos ubicada a mi lado derecho. Las mismas fueron ordenadas para crear con ellas un muro de adorno con la finalidad de tapar parte del depósito y así ahorrar espacio. Me encantaba mirar las cajas, estaban pintadas de distintos colores y tenían algunos poster pegados con imágenes de montañas locales, playas y paisajes de nuestro país, mostrando a una que otra modelo usar las marcas que allí se vendían.
Desde allí vi que Nikko y la tal Belinda aún seguían conversando y al parecer ella había dicho algo muy gracioso porque él estaba muerto de risa.
Suspiré y seguí mirando alrededor para quitarme de encima esa sensación de olvidada cuando al bajar la vista, me di cuenta de unos zapatos de hombres que se balanceaban un poco y sobresalían del depósito oculto por las cajas.
La persona que usaba esas deportivas tenía los tobillos cruzados, prácticamente acostado en el suelo
Me fui asomando hasta ir descubriendo un holgado jean claro, luego una camiseta negra y di con el rostro.
¡Pum!
Mi estómago dio un vuelco.
Me quedé congelada por un breve momento pero decidí reaccionar rápido.
—Hey —dije fingiendo una sonrisa.
Maël se sacó unos audífonos de las orejas y alzó la cabeza para verme.
—Hey —respondió casi sin ganas.
Mis labios se separaron.
«¿Me respondió el saludo? Vaya…»
—¿Cómo estás? ¿Qué haces allí? —exhalé con una risa floja.
Él suspiró con fastidio. Intenté que mis cejas no se levantaran por el gesto.
—Trabajo aquí. —Se encogió de hombros.
«Ah, eso no lo sabía…»
Asentí. Lo miré por un segundo y me pregunté qué hacía escondido detrás de esas cajas escuchando música en su iPod. Me eché a reír, no parecía ser el empleado del mes.
—¡Dios mío! Demasiada gente en el centro, estaba loca por llegar —exclamó Catalina entrando a la tienda como una tromba—. ¡Heeey! Buenos días, chica —me saludó con un abrazo ya cuando me alejé de Maël y me acerqué a Nikko.
Al girarse hacia su primo, se puso seria de repente y miró entre la dependienta y mi novio.
—Hola, Nikko.
—Hola, Cata —respondió él de la misma manera, burlándose un poco.
Arrugué las cejas.
—¿Qué sucede? —pregunté, con una sonrisa torcida.
—Ella está molesta conmigo porque dice que siempre vengo a entretener a sus empleados —respondió mi novio.
—Primero Maël y ahora Belinda. Cada vez que viene Nikko, estos se ponen a conversar de mil cosas y no les deja trabajar.
Mi novio y Belinda se echaron a reír. Yo en cambio sonreí como payaso. El pensamiento de Belinda y Nikko conversando animadamente despertó ese análisis de siempre existir algo nuevo de qué enterarme con respecto a mi pareja y siempre por boca de otros. Creo que al final nunca me acostumbraría a tanta reserva. Preferí llamar la atención de Cata para que me indicara los precios de unas botas que me gustaron y así dejar que aquellos siguieran actualizándose. No quería que Belinda me atendiera y mucho menos Maël.
Me probé el calzado frente al espejo bajo anclado en una de las paredes del fondo. Maël se levantó de tajo al ver a su jefa venir y me reí por la situación.
Me subí el jean que cargaba puesto para cerrar el cierre de mis futuras botas color negro de tacón alto y así poder ver mejor cómo me quedaban.
—¡Espectaculares! —opinó Cata. Vendedora, al fin. Aunque no se escapaba de la realidad, las botas eran todo un lujo—. Te quedan divinas. ¿Qué opinas, Maël?
Lo miré. Él miraba mis pies, luego a la nada.
—Sí, le quedan bien —fue lo único que dijo.
Ladeé la boca evitando no expresar lo que sentí: a mis pies arder cuando dejó sus ojos allí por más de dos segundos.
Me fascinó el calzado y en vez de usar el crédito, las pagué de una vez. No deseaba endeudarme delante de la flacucha que entretenía demasiado a mi novio.
—Maël, atiende a Delu, por favor —demandó Catalina y suspiré. Luego se dirigió a la puerta de entrada—. Belinda, voy un momento a casa ¿ok? —Paseó su mirada entre su primo y ella.
La chica asintió y la dueña salió disparada del sitio.
Maël adelantó el paso y mientras lo seguía, me lo quedé mirando de pies a cabeza.
Mordí mis labios… ¡Qué bueno estaba ese tío, por Dios! La forma como le quedaba la franela, el jean…
Al llegar al mostrador guardó los zapatos en una caja y los metió en una bolsa con el logo de la tienda. Pagué rápidamente, todos nuestros movimientos automatizados, y carraspeé mi garganta para avisarle a Nikko que ya estaba lista para irnos. Su tardanza en despedirse de la flaca me hizo sudar.
—¿Nos encontramos entonces allá? —preguntó ella como si yo no estuviera allí.
—¡Claro! Estaré con mamá y un primo en el centro comercial, pero creo que sí podemos ayudarte.
Allí fue cuando me grabé la cara de Belinda.
Nos fuimos, por fin, pero ya instalada en la habitación de Nikko, no me aguanté.
—¿A qué centro comercial irás? —le pregunté.
Él alzó la cara de vivo-tonto. Le vi hacer memoria.
—Ah… Eso es en Braga. Iré con Harry y mamá al centro en unos días.
—¿Y Belinda va con ustedes?
Nikko alzó las cejas.
—Sí. ¿Qué pasa?
Miré mi silueta en el espejo mientras me probaba las botas.
Arrugué los labios y me encogí de hombros.
—Nada.
Decidí concentrarme en las botas, en mi aspecto, de ahora cabellos lacios y largos, negros, olvidándome de Nikko con Belinda, Maël y su prieto culo, y me dejé convencer de mi pareja para quedarme unos cuantos días más en su casa.
El martes 10 de julio del 2018, ya con mi maletín listo para irme a casa, escuché una bulla provenir de la sala.Salí d la habitación de Nikko y me di cuenta de la llegada de muchos jóvenes, acompañados algunos con sus novias, todos bien vestidos con latas de Corales, Sagres y Súper Bock bajo el brazo.—¿Qué sucede allá afuera? —le pregunté a mi novio tras devolverme a su habitación.—Mierda, se me olvidó informarte —dijo Nikko colocando sus manos en la cabeza de forma exagerada.Luego se echó a reír y puse mi cara de aburrimiento.—Muy gracioso. Ajá, dime, ¿qué se te olvidó?—Hoy es el cumpleaños de Maël y se lo van a celebrar aquí.Arrugué el rostro.—¿Y por qué aquí? ¿Por qué no en su casa?Él suspiró e irguió su cuerpo un poco sobre el colchón de la cama.—Desde que su familia está en Lisboa, mamá le ofreció la casa para la celebración.—¿Y por qué están en Lisboa, no es el cumpleaños de su hijo? ¿No deberían estar aquí con él, o él con ellos?—No sé, Delu, tú sabes que mis tíos v
Confirmé después de que efectivamente, aquella muestra de buena voluntad de Maël para conmigo no era más que un falso manto rosa. Además, corrió el rumor en la familia de que su novia terminó con él.Escuché por boca de las tías de Nikko que la dulce Katty lo dejó una semana después del cumpleaños, por un maltrato que el chico le hizo a ella, o un engaño, cosas de jóvenes, no supe bien los detalles. Pero sí me enteré de que algo grave había pasado entre ellos y fue en esos días que vi en él algo tan distinto, una de sus molestias por la vida dio un salto gigante.Sentada junto al primo Harry y Nikko en un área de la casa que adoraba: un juego de sillones que mi suegra ubicó cerca del jardín, yo leía un guión que un amigo me envió a casa por correo local.Cada uno con lo suyo, hasta que los chicos comenzaron a reírse de algo que veían juntos en la laptop de Harry.Tosí un poco para que se callaran.—Delu, si te molesta tanto que estemos aquí, vete a leer en el cuarto —dijo mi novio.—N
Agosto, 2018. Viana.La miraba fijamente, escondida detrás de una botella de cerveza bien fría. La sospecha de que algo sucedía entre esa mujer y mi novio me devolvió hasta las ganas de fumar.Nos encontrábamos en otra fiesta de la familia, esa vez se realizaba en la casa de Catalina y no en un salón.Aquella era una celebración por todo lo alto: el cumpleaños de la tía Chía.Belinda, la amiga y empleada de tiempo parcial de Catalina se encontraba allí, por supuesto. Era a ella a quien yo veía.Una mueca desquiciada surca mi rostro al recordarla.Un enorme patio delantero, rodeado de materos colgados en las paredes. Al final un techo que cubría estratégicamente el porche de la casa. Era una estructura parecida a la vivienda de los padres de mi novio, con la diferencia de que dicho espacio a que mis suegros estaba ubicado en la parte de atrás.Luego de fumar, me senté un poco alejada de ellos dos, de Nikko y de Belinda, en unas sillas justo detrás de las suyas. Ellos tenían demasiado r
Por supuesto que me lo negó, pero descubrí que le gustaba. A Nikko le gustaba mucho aquella mujer, y ella gustaba mucho de él. ¡Qué maldición! Decidí entonces seguir la relación solamente enfocada en el sex0, y en la compañía que a ratos nos dábamos. ¿Por qué? Pues, porque una parte de mí me impedía dejarle ir del todo. Sé que suena patético pero en aquel tiempo no lo veía así.Al rato de abandonar la fiesta, Pina se comunicó conmigo aquella misma noche para contarme que aquellos dos se habían comportado raros, muy juntos y compartiendo secretos otros días anteriores a ese. Sus propios ojos, según su boca, lo vieron todo. Pina no tenía que contarme demasiado, ya lo sabía. Ellos estaban teniendo una aventura o la habían tenido, de eso estaba segura. Aun así, mis ojos y los de la joven esposa de Harry no eran suficientes pruebas para seguir armando revuelo. De nuevo lo dejé pasar porque a fin de cuentas me sentía un poco más libre estando con Nikko de esa manera.Llegó septiembre y a Ni
Cada vez que recuerdo las vicisitudes de mi destino, siento presión, mis habilidades se ralentizan. ¡Fue tan estúpido! No supe manejar el vivir tan cerca de Maël y me arrepiento de las mil tonterías que pensé en decirle, o en los catastróficos escenarios que imaginé junto a él, bien segura de atinar con algo bueno o de su agrado.Algo malo me sucedía, me vi atrapada entre las enormes ganas de irme y las extrañas ganas de quedarme y verlo todo. Ver, ver, ver…, ser vista también, ser vista por “él”. Deseaba estudiarle, canalizar sus maneras de vivir y de ser. Ya era grande, era un hombre que aparentaba más edad de la que tenía y yo me la pasaba nerviosa por su cercanía, aunque siempre escondiendo aquel dislate.Pienso que la enorme curiosidad por conocer la fuente de su energía, era lo que me mantenía con agobio dentro de la nueva casa de Nikko. Tenía que devolverme a Braga y encerrarme lejossss, alejarme por completo dando la mejor excusa del año. Pero cuando mis recuerdos se pierden e
—¿Te irás a Braga este fin de semana?Asentí a la pregunta que me hizo Nikko. Me encontraba remolona esa tardía mañana sin querer levantarme de la cama, solo deseaba hacer cositas con él hasta bien entrado el mediodía, batallando con la bendita canción aún metida en mi cabeza. Catorce días llevaba con aquella letra infernal entre ceja y ceja.—Necesito que te quedes. —Plantó un beso en mi boca y se dirigió al baño.Me senté en la cama cubriéndome mi desnudez con las sábanas.—¿Y eso? —pregunté.—Surgió un viaje con la familia. ¿Te gustaría viajar con nosotros?—¿Un viaje? ¿Cómo los viejos tiempos? ¿Para dónde vamos?Nikko me miró con cara de aburrimiento.—Para el mismo lugar de siempre, Delu.Reviré mis ojos y sonreí. Dije que sí y en unos pocos días ya nos encontrábamos en una casa en Arouca, localidad al noroeste del Distrito de Aveiro. Un pueblo tranquilo, con un modesto flujo de turismo pero hermoso, simplemente hermoso. La casa era una de las cabañas más grandes del complejo hot
Logré dormir un poco. Me abrumaba lo no preparada que me sentía para dejar la relación con Nikko.No estaba cien por ciento segura de su infidelidad y con la cabeza más fría, aseguré que no me engañaría durante ese viaje y menos delante de su familia. Además, las palabras que compartió con Cata me hacían pensar que él evitaba un problema innecesario. Pero entre tanto pensar, recordé que Maël y Belinda fueron compañeros de trabajo y que Nikko acudía a la tienda (y según Catalina) a molestarlos.Recordé entonces la fiesta de la tía Chía, el niño Maël evitando que me levantara, su rostro preocupado… A la mañana siguiente, me levanté sigilosa de la cama bien temprano para buscar a Maël.El chico tenía un muy buen hábito: levantarse temprano. Así que aproveché las horas quietas para llegarle e intentar sacarle información, pero no terminé de llegar a la cocina cuando desde el pasillo de habitaciones me invadió un olor divino, a dulce horneado y leches cortadas. Me arrastró de la barbilla,
Cayó la noche entre actividades familiares y pocas otras cosas que contar y no tuve oportunidad de hablar con Maël sobre el bendito tema. Decidí dejarlo pasar por el momento. Tenía férreas ganas de devolverme a Braga, a mi querido Tenões, quedarme en casa con mis padres, llamar a mi hermano para saber qué era de su vida. Quería estar en mi propio entorno, uno donde siempre sería bien acogida. Y no digo con esto que no lo haya sido en Casa Camélia, o en la casa de Nikko en Viana Do Castelo. Hablaba de lo esencial, la adulación de una pareja, en donde cada vez comenzaba a sentir que no era correcta.Cuando nos devolvimos, me bajé de uno de los carros familiares para entrar a mi adorado hogar. Había llegado a casa con un doble sentir: decepción personal por no haber luchado en conseguir información con Maël, y con ganas de torcerlo todo con Nikko. Eso último me perseguía.Cuando entré a la casa, me sorprendió ver a mi hermano, Danilo, sentado en el sillón y viendo televisión. Es decir, f