CAPÍTULO 8

Agosto, 2018. Viana.

La miraba fijamente, escondida detrás de una botella de cerveza bien fría. La sospecha de que algo sucedía entre esa mujer y mi novio me devolvió hasta las ganas de fumar.

Nos encontrábamos en otra fiesta de la familia, esa vez se realizaba en la casa de Catalina y no en un salón.

Aquella era una celebración por todo lo alto: el cumpleaños de la tía Chía.

Belinda, la amiga y empleada de tiempo parcial de Catalina se encontraba allí, por supuesto. Era a ella a quien yo veía.

Una mueca desquiciada surca mi rostro al recordarla.

Un enorme patio delantero, rodeado de materos colgados en las paredes. Al final un techo que cubría estratégicamente el porche de la casa. Era una estructura parecida a la vivienda de los padres de mi novio, con la diferencia de que dicho espacio a que mis suegros estaba ubicado en la parte de atrás.

Luego de fumar, me senté un poco alejada de ellos dos, de Nikko y de Belinda, en unas sillas justo detrás de las suyas. Ellos tenían demasiado r
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