Cada vez que recuerdo las vicisitudes de mi destino, siento presión, mis habilidades se ralentizan. ¡Fue tan estúpido! No supe manejar el vivir tan cerca de Maël y me arrepiento de las mil tonterías que pensé en decirle, o en los catastróficos escenarios que imaginé junto a él, bien segura de atinar con algo bueno o de su agrado.Algo malo me sucedía, me vi atrapada entre las enormes ganas de irme y las extrañas ganas de quedarme y verlo todo. Ver, ver, ver…, ser vista también, ser vista por “él”. Deseaba estudiarle, canalizar sus maneras de vivir y de ser. Ya era grande, era un hombre que aparentaba más edad de la que tenía y yo me la pasaba nerviosa por su cercanía, aunque siempre escondiendo aquel dislate.Pienso que la enorme curiosidad por conocer la fuente de su energía, era lo que me mantenía con agobio dentro de la nueva casa de Nikko. Tenía que devolverme a Braga y encerrarme lejossss, alejarme por completo dando la mejor excusa del año. Pero cuando mis recuerdos se pierden e
—¿Te irás a Braga este fin de semana?Asentí a la pregunta que me hizo Nikko. Me encontraba remolona esa tardía mañana sin querer levantarme de la cama, solo deseaba hacer cositas con él hasta bien entrado el mediodía, batallando con la bendita canción aún metida en mi cabeza. Catorce días llevaba con aquella letra infernal entre ceja y ceja.—Necesito que te quedes. —Plantó un beso en mi boca y se dirigió al baño.Me senté en la cama cubriéndome mi desnudez con las sábanas.—¿Y eso? —pregunté.—Surgió un viaje con la familia. ¿Te gustaría viajar con nosotros?—¿Un viaje? ¿Cómo los viejos tiempos? ¿Para dónde vamos?Nikko me miró con cara de aburrimiento.—Para el mismo lugar de siempre, Delu.Reviré mis ojos y sonreí. Dije que sí y en unos pocos días ya nos encontrábamos en una casa en Arouca, localidad al noroeste del Distrito de Aveiro. Un pueblo tranquilo, con un modesto flujo de turismo pero hermoso, simplemente hermoso. La casa era una de las cabañas más grandes del complejo hot
Logré dormir un poco. Me abrumaba lo no preparada que me sentía para dejar la relación con Nikko.No estaba cien por ciento segura de su infidelidad y con la cabeza más fría, aseguré que no me engañaría durante ese viaje y menos delante de su familia. Además, las palabras que compartió con Cata me hacían pensar que él evitaba un problema innecesario. Pero entre tanto pensar, recordé que Maël y Belinda fueron compañeros de trabajo y que Nikko acudía a la tienda (y según Catalina) a molestarlos.Recordé entonces la fiesta de la tía Chía, el niño Maël evitando que me levantara, su rostro preocupado… A la mañana siguiente, me levanté sigilosa de la cama bien temprano para buscar a Maël.El chico tenía un muy buen hábito: levantarse temprano. Así que aproveché las horas quietas para llegarle e intentar sacarle información, pero no terminé de llegar a la cocina cuando desde el pasillo de habitaciones me invadió un olor divino, a dulce horneado y leches cortadas. Me arrastró de la barbilla,
Cayó la noche entre actividades familiares y pocas otras cosas que contar y no tuve oportunidad de hablar con Maël sobre el bendito tema. Decidí dejarlo pasar por el momento. Tenía férreas ganas de devolverme a Braga, a mi querido Tenões, quedarme en casa con mis padres, llamar a mi hermano para saber qué era de su vida. Quería estar en mi propio entorno, uno donde siempre sería bien acogida. Y no digo con esto que no lo haya sido en Casa Camélia, o en la casa de Nikko en Viana Do Castelo. Hablaba de lo esencial, la adulación de una pareja, en donde cada vez comenzaba a sentir que no era correcta.Cuando nos devolvimos, me bajé de uno de los carros familiares para entrar a mi adorado hogar. Había llegado a casa con un doble sentir: decepción personal por no haber luchado en conseguir información con Maël, y con ganas de torcerlo todo con Nikko. Eso último me perseguía.Cuando entré a la casa, me sorprendió ver a mi hermano, Danilo, sentado en el sillón y viendo televisión. Es decir, f
—¿Qué hacen? —dije señalando la obra, mirándolos a todos.—Una barbacoa de obra —respondió Marcel, mientras mezclaba cemento.Cada uno de ellos se encontraba desaliñado, sudado, sucio y lleno de salpicaduras de cemento, pintura y polvo.Asentí verdaderamente impresionada.—¿Y cómo de repente se les ha ocurrido construir una barbacoa? ¿Qué ha pasado con los asadores al carbón? —señalé hacia atrás, a la cocina.Vi cómo Maël sonrió tras mi comentario mientras sacaba unos bloques rojos de aquel cuarto de depósito ubicado al lado de la obra en construcción. El mismo de dónde intentó alguna vez desenredar las cuerdas de la bolsa de boxeo.—Los asadores están bien —explicó Nikko—, pero no son lo suficientemente grandes para toda esta familia. ¿Recuerdas cuando fuimos a la ferretería el mes pasado con mamá?Mmm, cierto. Ella no paró de indicarle a su hijo los materiales que deseaba para ese diseño. Asentí.Me acerqué un poco y detallé lo que levantaron hasta ese momento. Sonreí y me volteé co
De inmediato me quité la venda.«¿Qué…?»Miré la puerta.Agudicé mis oídos y el silencio absoluto fue demasiado abrumador.Sin moverme del colchón, escudriñé la parte baja de la puerta y la sombra me indicó que había alguien allí detrás.Tragué grueso y me atreví a preguntar:—¿Nikko? ¿Qué pasa, por qué no entras?Un juramento a modo de murmullo fue exhalado desde afuera y jadeé muchísimo.Agarré las cobijas e hice un puño con ellas en medio de mi pecho.—¿Quién es? —Mi voz trémula.La persona tardó unos segundos en responder.—Soy Maël.Mis ojos casi se salen de mis órbitas, la quijada casi se me cae.«Qué…? Pe… Pe… ¿Qué…? ¡¿MAËL ME ACABABA DE VER DESNUDA?!»Me puse de pie sobre la cama.—¿Qué?—Delu. Disculpa, solo vine a decirte…—No viniste a decirme nada, ¡pervertido!El ridículo y después pervertido de Maël me acaba de ver desnuda. Dios mío, Dios santo, Santa Madre de Dios.—¿Delu? —preguntó hacia la puerta—. ¡Mierda! —le escuché vociferar como para sí mismo.—¡Vete! —grité corr
¿Qué sería de la vida sin secretos? Mi hermano estaba en problemas.Actuamos rápido y demandé el llevarlo urgentemente a un hospital. Él no quería y con razones justas; sabía que allí debía responder preguntas, que tanto él como yo, incluso Nikko, debíamos dar parte a los médicos y a cualquier autoridad que se acercara a investigar sobre lo que había sucedido. Pero la historia de Danilo era tan extraña, tan torcida...Mi hermano se había enamorado de la mujer equivocada. Una "señora" a quien conoció no sé dónde, y quien le había provocado esas heridas. Bueno, no fue precisamente ella quien lo malogró, sino quizás los trabajadores de SU MARIDO, que luego de enterarse del escarceo entre ambos decidió darle su merecido. Patético y lamentable. Jodidamente horrible.La angustia por la noticia se apartó para dar paso a la rabia. Danilo no quería denunciar a nadie, el miedo atacó su razón. En la habitación del hospital discutimos fuerte, aunque sin gritar para no hacer partícipes a los demás
Le hice caso a mi hermano y nos guardamos como delincuentes en una habitación de hotel que tuve que pagar con mi dinero. Me quedé con él toda una semana, cuidándolo, con el ahogo más significativo dentro de mí.Interrogué muchas veces a mi hermano, le pregunté desde cuándo sabía de las sospechas del marido, y lo castigué por no haberse ocultado más, por seguir adelante sabiendo en el peligro en el que se metía. Le dije tantas cosas, él me contó tantas más, hasta que me ardieron los oídos y luego el cuerpo entero del cansancio, la rabia y la preocupación. Esa semana en aquella habitación me sentí fugitiva, estúpida y temerosa. Nunca jamás quiero volver a sentirme así, no se lo deseo a nadie. Pero se trataba de mi hermano y sé que él haría lo mismo por mí.Los consejos legales no eran más que una asesoría de qué hacer si aquel hombre llegaba a arremeter contra él de otras maneras. Por ese hecho, Danilo soltó la sopa con Nikko, revelándole la identidad del causante de sus heridas; una id