La familia de Nikko, mi novio, era bastante grande y vivían todos en un mismo complejo habitacional. Sus abuelos habían luchado día y noche para construir una urbanización entera donde los Saravias pudiesen vivir.
Cuando aquello que tanto me ha costado contar comenzó, esa explosión en mente ajena, Nikko había convencido a sus padres para que yo pudiera quedarme a dormir allí, en su casa. Estábamos felices y excitados por esa novedad.
Conocí a sus progenitores: Adelaida y Nicolás, también pude conocer a su hermano, Estéfano y a varios de sus primos: Eusebio y Harry, quienes eran hermanos y un solo año menores que mi novio. Conocí a Catalina, prima de todos ellos y un tanto contemporánea con Nikko, y a Marcelino, un chico de rostro dulce aunque físico imponente, quien era menor que todos nosotros.
Mis nervios me atacaban con el pasar de las horas, y más cuando hicieron que me instalara en el cuarto de Nikko. Él era mayor no solo en edad, sino en… experiencia. Yo solo me había dado unos cuantos besos con algunos chicos.
Así que sin tanto rollo, Nikko se convirtió en mi primer hombre, fue mi primera vez y esa primera vez, se convirtió en algo mucho más profundo.
El día que cumplimos medio año de novios, luego de ir al cine e ir a comer, Nikko y yo llegamos a su casa ese 04 de octubre y después de conocer a todo el mundo, nos encerramos en su cuarto para apaciguar el deseo que nos calentó el cerebro desde la proyección de la película. Estábamos tan calientes y remolones, y Nikko fue tan dedicado… pero a la mañana siguiente me vi sola en la cama.
Salí de las sábanas, me di una ducha en el baño de su habitación y salí en su búsqueda.
—¿Buscas a Nikko? —me asustó su hermano Estéfano, de tan solo dieciséis años, sentado alrededor del gran comedor—. Él no está. Siéntate y ven a desayunar.
—¿Nikko no está? —Me sentí aún más sola y mucho más lejos de casa.
Acepté su invitación. Y mientras conversaba con Estéfano, pensaba que era cierto que los Saravia destacaban en base a un gen único explayado en su anatomía, ambos hermanos (y sus primos) eran muy parecidos unos a otros.
—¿Entonces en verdad no sabes dónde está?
—Ya te lo ubico, pesada. —Qué especial camaradería entablamos de una vez—. De seguro se fue a estudiar. Siempre está estudiando —explicó y se quejó.
—¿Crees que se fue a Braga? —pregunté sin podérmelo creer, no había pensado en esa posibilidad. La incomodidad aumentó.
—No lo creo, ¿contigo aquí? Nahh. Voy a llamarlo. —Asentí y me quedé sentada frente al comedor tomándome un jugo de naranja.
Me recosté en el espaldar de mi silla y me relajé. El viento posarse sobre el tejado removiendo los árboles del patio trasero y los arbustos del frente, queriendo entrar por las amplias ventanas daba la bienvenida al invierno y describía al norte de Portugal en su estación más impresionante.
Comencé a detallar el lugar. A la señora Adelaida, mi suegra, le encantaban los recuerdos y adornos que traía consigo en los viajes que hacía con su esposo. Allí estaban los móviles colgados en varias esquinas. Sus sonidos tintineantes atravesaban la estancia y lograron reconfortarme. La noche anterior había perdido mi virginidad y me sentía tan rara… No era un sentimiento feo, pero Nikko no estaba.
Me puse a divagar entre mis pensamientos, mi decisión de abandonar la carrera de educación para meterme en la actuación teatral, contárselo a mis padres y a mi hermano…
—¿Tía Adelaida? —Una voz algo infantil me regresó a tierra—. ¿Tía Adelaida? ¿Tía Adelai…?
El niño más bello que había visto en mi vida estaba parado frente a mí, no muy lejos del comedor, petrificado, sin habla, mirándome fijamente.
De pronto, un lindo perrito le pasó de largo y vino corriendo hacia mí.
—Mira nada más, ¡qué lindo! ¿Es tuyo? —le pregunté al niño, quien no me respondió.
Toqueteé la cabecita del pequeño can devolviéndole la emoción a esa bola marrón que intentaba lamer mis manos.
Alcé la cara, incliné mi cabeza a un lado por la ternura que destilaba también ese precioso niño con sus cabellos casi rubios.
Pero él me miraba serio. Y el viento de un momento a otro se detuvo.
—Si buscas a tu tía Adelaida, me temo que no está.
El niño estaba tieso como un palo debajo del gran marco de yeso que le daba la bienvenida al comedor; un pequeño cuerpo rígido que me hizo perder la sonrisa.
—Ehh... —Rasqué mi cuello, puse cara de circunstancias.
—¡Maël! —Respingué con la voz de Estéfano—. ¿Qué haces ahí parado? ¿No ves que Bobby molesta a la visita?
—No, no hace falta, no me está molestando.
—Disculpa, Delu. Me tardé porque mi hermano no me contestaba. Al parecer, papá lo llamó para que fuese urgente a su trabajo y no pudo despedirse de ti. Me dijo que lo disculparas y que no te fueras, ya que te llevará a Braga en el carro de papá.
Asentí agradeciéndole la información. Giré mi rostro de nuevo hacia (ahora sabía que se llamaba) Maël, y ya no estaba, al igual que el perro.
Pero al rato pude fijarme que el Niño Maël que no se había ido del todo. Nos observaba escondido detrás de una de las paredes del pasillo.
Sonreí.
—¿Ese niño es hijo de quién? —le pregunté a Estéfano.
—De mi tía Antonia y tío Carlos. Es el hermano menor de mi primo Marcelino.
Hice memoria sobre el otro hermano.
—Ahhh, claro, Marcelino. A él lo recuerdo. A tus tíos aún no los conozco.
—Ellos viven en la casa del frente —señaló a su lado derecho con el cuchillo con el que seguía untando su pan con la mantequilla—, pero por el trabajo de tío Carlos viven viajando a Lisboa. Mis primos a veces se quedan aquí. —Masticó un poco de su pan y tragó casi sin morder—. Ahora le han regalado un perro a Maël y anda como loco siempre detrás de Bobby para arriba y para abajo. Y lo peor es que el perrito es un desastre.
Reí un poco.
—Es un cachorrito. Todos son así de desastrosos.
Él se encogió de hombros.
—Sí, puede ser.
—Se ve tierno —aseguré.
Estéfano se rió.
—¿Quién¿ ¿El perro? Pero si es una bola de puro pelo.
—¡No, el niño! —bromeé.
—Ah, bueno, sí. A ustedes las chicas les encantan los cachorritos y los niños —dijo con la boca llena de pan.
Al finalizar el desayuno, Estéfano me invitó a ver televisión con él en el cuarto de Nikko mientras lo esperábamos. Bobby se nos unió. Me encariñé de inmediato con el perrito y por consiguiente Maël vino detrás, persiguiendo a su mascota por todo el pasillo.
Luego de acomodarnos sobre el colchón frente al gran televisor, vimos al niño llegar al umbral de la entrada al cuarto. Estéfano no vio lo que yo sí, estoy segura de ello. Y no hablo de su llegada, precisamente, sino de otra cosa que ya me estaba empezando a generar curiosidad y una renovada incomodidad.
Maël se detuvo nuevamente, tal cual hoja capturada por el lente de una cámara. No logró entrar de inmediato a la habitación, simplemente se quedó quieto pegado al marco de la puerta, mirándome de una forma que nadie jamás lo había hecho.
Su mirada fue difícil de descifrar. Ese niño de cara seria, aunque algo hostil, parado allí sin quitar sus ojitos encima de mí, ancló una especie de barrera temerosa, pero firme. Algo rondaba su cabecita, algo que no era común en un niño. Me atrevo a decir que esa mirada no podía hacerla un adulto aunque quisiera. Por supuesto que no, era expresa y únicamente creada por un menor. ¿Quién se atrevería a competir con la expresión que emana de un secreto infantil?
—¿Por qué no pasas, tonto? —le preguntó su primo—. ¡Va! ¿Te gusta la niña? —se burló de él, señalándome con el pulgar.
A pesar de las burlas, el niño Maël no dejó de mirarme tan extraño…
Se trataba de un chiquillo precioso y se parecía mucho a sus otros primos, por supuesto, faltaba más. Cabello castaño, muy claro, ojos color marrón, facciones muy lindas para ser tan jovencito, y me causó curiosidad toda su actitud para conmigo.
Aquel día finalizó bien y el tiempo siguió pasando. La mirada del pequeño Maël se repitió muchísimas veces en todas las ocasiones que visité a Nikko. Puedo constatar que hasta sus primos notaron el trance en el que caía el menor cuando yo aparecía. Le hacían bromas al respecto, ridiculizándole, incluso. Bromas enfocadas en la idea de él teniendo una novia llamada Delu Vaz: “Maël está enamorado, Maël está enamorado de Delu!” Yo misma, en unas poquísimas oportunidades, cuando estábamos todos en grupo, me vi agarrando las tiernas mejillas de Maël y hasta le planté besitos poniéndole rojo de vergüenza. Al final sí lograba seguirles un poco el juego, entendí que siempre es atractivo ser adulada así sea por las babas de un bebé.
Luego de un tiempo, el infante se mudó junto a su hermano y sus padres a Lisboa, no lo vi más. Y por eso fui olvidando aquella mirada tan desolada, asombrada y muda; una mirada que no se expandía con el fortuito descubrimiento de un menor, sino que se quedaba clavada manteniendo su forma original. Estoy segura que Maël a esa edad supo esconder bien lo que sea que haya sentido. Importante y fuerte, de eso estoy segura; algo muy importante en la vida de aquel.
Me concentré los siguientes siete años de relación con Nikko en vivir aquel noviazgo a plenitud, entre los cambios universitarios y mi incorporación de lleno en el teatro luso. Estuve ocupada amando a Nikko con las locuras de una ex adolescente, deslumbrándome con su cuerpo alto y bien formado, duro y bien definido. Me enamoré perdidamente de él. En siete años experimentamos en la cama todo lo que podíamos, en la calle todo lo que debíamos. Junto a él conocí las aventuras de los hoteles, por él lloré escandalosamente y reí pletórica de placer y alegría. ¿Qué no hice con Nikko? Pero el tiempo no viene solo y trae consigo el cambio. Y nuestra relación se adaptaba a ellos en la medida de si eran buenos o malos.
Terminamos muchas veces la relación, y en esa cantidad volvíamos a los brazos del otro. Entre más enamorada estaba de él, más me daba cuenta de que Nikko no amaba igual que yo. Me acostumbré a cuestionarle por sus desaparecidas y él por las mías. Aunque las mías no eran tantas como las de él.
Así éramos: arrastrados a un lado, empujados hacia el otro. En el fondo de todo ese meollo, Nikko y yo seguíamos necesitándonos. Y al cumplir los fulanos siete años de noviazgo, las cosas se pusieron un poco más atípicas, difíciles, raras, porque luego de yo cumplir los 25 años de edad, la familia del niño Maël regresó de la capital y se instalaron en su antigua casa, frente a la de mi pareja. Al saberlo recordé de inmediato esa mirada, esa complicidad extraña que se había formado entre ambos: mujer e infante. Una de esas caricias que da el aire entre dos seres que no se conocen de nada y que dentro de la cabeza de cada uno, pensamientos, preguntas y dudas crecen como montañas a nuestro alrededor.
Aquella vez que vi de nuevo al pequeño primo, me di cuenta que en verdad las cosas, las personas, las situaciones cambian. Todo cambia por completo y nada regresa a su cauce, cuando en vez de cubrirte, esas amenazadoras montañas ya no están rodeándote, sino que ahora son tú mismo. Las cosas se pusieron demasiado tercas con Maël de nuevo en la vida de Nikko.
Año 2016.—¿Qué hacen los fantasmas merodeando por aquí?Las palabras de Maël hicieron que mi cara se arrugara y me girara hacia él. Por primera vez escuchaba la voz crecida del “niño”.Cuando pequeño, era juguetón y hasta tremendo con los mayores, pero conmigo se desvanecía, perdía la capacidad de hablar.Sabía que por alguna razón, o varias, los primos le molestaban, a veces eran crueles. A pesar de su comportamiento, siempre me pareció un niño muy inteligente.Pero esas burlas quedaron siete años atrás, cuando dejé de verlo por motivo de su viaje a la capital. Su regreso a Viana fue más que suficiente para recordar de sopetón aquella carita tersa y linda para que ahora, a comienzos del año 2016, mis ojos pudieran ver que ya no se trataba de un infante cualquiera, sino de un adolescente de quien ya más nunca nadie se burlaba.En esa actualidad pude sentir cómo se forma el carácter de un sujeto cuando crece demasiado pronto.Siempre me pregunté ¿qué sintió él cuando me vio después de
Año 2018.El primer indicio de lo que sucedía lo noté dos años después, en una de las reuniones infantiles que organizaba la familia de Nikko. Llegué a principios del mes de junio a un saloncito de fiesta que antiguamente los abuelos Saravia construyeron para el disfrute familiar, y pude notar que Maël había llegado temprano para ayudar con la colocación de las mesas y manteles y toda la preparación para aquel cumpleaños. Se celebraban los cinco añitos del hijo de la prima Catalina.Usando un vestido sencillo y cómodo vestido, colaboré en las tareas.En el momento en el que todo estuvo listo, aproveché la buena señal de Internet que ofrecía el salón y me senté en una de las primeras mesas para ir revisando mis correos y redes sociales mientras llegaban los invitados.Allí estaba Maël y no tenía por qué ser así, era una fiesta infantil. Sí, era su pequeño primito, pero igual él desencajaba. O eso era lo que yo sentía.Joder, no quería estar cerca de él. Maël me ponía de los nervios.Lo
Luego de nueve años juntos, las cosas entre Nikko y yo habían llegado a un punto difícil. Él era un hombre que amaba su libertad y tomaba decisiones arbitrarias, sin consultar con nadie lo que haría a continuación. Allí radicaban nuestras discusiones.Su padre era abogado de una firma pequeña en Viana y antes de que su hijo mayor se graduara, logró introducirlo en su nómina. El trabajo, la ocupación y nuestros horarios, más la condición de vivir en distritos diferentes, le hizo acostumbrarse a no incluirme en casi ninguno de sus planes. Sin embargo, seguíamos juntos, porque el poco tiempo reunidos era bueno.Catalina, la prima de Nikko, quien era dueña de una tienda de zapatos en Castelo, nos recibía de vez en cuando allí. Ella era una de las primas con las que mejor me llevaba, congeniábamos, e incluso ella conocía a mi amiga Sandra y solíamos reunirnos en Braga cuando Cata viajaba.Dos días después del cumpleaños de su hijo, Nikko y yo entramos a su tienda con la idea de saludar y v
El martes 10 de julio del 2018, ya con mi maletín listo para irme a casa, escuché una bulla provenir de la sala.Salí d la habitación de Nikko y me di cuenta de la llegada de muchos jóvenes, acompañados algunos con sus novias, todos bien vestidos con latas de Corales, Sagres y Súper Bock bajo el brazo.—¿Qué sucede allá afuera? —le pregunté a mi novio tras devolverme a su habitación.—Mierda, se me olvidó informarte —dijo Nikko colocando sus manos en la cabeza de forma exagerada.Luego se echó a reír y puse mi cara de aburrimiento.—Muy gracioso. Ajá, dime, ¿qué se te olvidó?—Hoy es el cumpleaños de Maël y se lo van a celebrar aquí.Arrugué el rostro.—¿Y por qué aquí? ¿Por qué no en su casa?Él suspiró e irguió su cuerpo un poco sobre el colchón de la cama.—Desde que su familia está en Lisboa, mamá le ofreció la casa para la celebración.—¿Y por qué están en Lisboa, no es el cumpleaños de su hijo? ¿No deberían estar aquí con él, o él con ellos?—No sé, Delu, tú sabes que mis tíos v
Confirmé después de que efectivamente, aquella muestra de buena voluntad de Maël para conmigo no era más que un falso manto rosa. Además, corrió el rumor en la familia de que su novia terminó con él.Escuché por boca de las tías de Nikko que la dulce Katty lo dejó una semana después del cumpleaños, por un maltrato que el chico le hizo a ella, o un engaño, cosas de jóvenes, no supe bien los detalles. Pero sí me enteré de que algo grave había pasado entre ellos y fue en esos días que vi en él algo tan distinto, una de sus molestias por la vida dio un salto gigante.Sentada junto al primo Harry y Nikko en un área de la casa que adoraba: un juego de sillones que mi suegra ubicó cerca del jardín, yo leía un guión que un amigo me envió a casa por correo local.Cada uno con lo suyo, hasta que los chicos comenzaron a reírse de algo que veían juntos en la laptop de Harry.Tosí un poco para que se callaran.—Delu, si te molesta tanto que estemos aquí, vete a leer en el cuarto —dijo mi novio.—N
Agosto, 2018. Viana.La miraba fijamente, escondida detrás de una botella de cerveza bien fría. La sospecha de que algo sucedía entre esa mujer y mi novio me devolvió hasta las ganas de fumar.Nos encontrábamos en otra fiesta de la familia, esa vez se realizaba en la casa de Catalina y no en un salón.Aquella era una celebración por todo lo alto: el cumpleaños de la tía Chía.Belinda, la amiga y empleada de tiempo parcial de Catalina se encontraba allí, por supuesto. Era a ella a quien yo veía.Una mueca desquiciada surca mi rostro al recordarla.Un enorme patio delantero, rodeado de materos colgados en las paredes. Al final un techo que cubría estratégicamente el porche de la casa. Era una estructura parecida a la vivienda de los padres de mi novio, con la diferencia de que dicho espacio a que mis suegros estaba ubicado en la parte de atrás.Luego de fumar, me senté un poco alejada de ellos dos, de Nikko y de Belinda, en unas sillas justo detrás de las suyas. Ellos tenían demasiado r
Por supuesto que me lo negó, pero descubrí que le gustaba. A Nikko le gustaba mucho aquella mujer, y ella gustaba mucho de él. ¡Qué maldición! Decidí entonces seguir la relación solamente enfocada en el sex0, y en la compañía que a ratos nos dábamos. ¿Por qué? Pues, porque una parte de mí me impedía dejarle ir del todo. Sé que suena patético pero en aquel tiempo no lo veía así.Al rato de abandonar la fiesta, Pina se comunicó conmigo aquella misma noche para contarme que aquellos dos se habían comportado raros, muy juntos y compartiendo secretos otros días anteriores a ese. Sus propios ojos, según su boca, lo vieron todo. Pina no tenía que contarme demasiado, ya lo sabía. Ellos estaban teniendo una aventura o la habían tenido, de eso estaba segura. Aun así, mis ojos y los de la joven esposa de Harry no eran suficientes pruebas para seguir armando revuelo. De nuevo lo dejé pasar porque a fin de cuentas me sentía un poco más libre estando con Nikko de esa manera.Llegó septiembre y a Ni
Cada vez que recuerdo las vicisitudes de mi destino, siento presión, mis habilidades se ralentizan. ¡Fue tan estúpido! No supe manejar el vivir tan cerca de Maël y me arrepiento de las mil tonterías que pensé en decirle, o en los catastróficos escenarios que imaginé junto a él, bien segura de atinar con algo bueno o de su agrado.Algo malo me sucedía, me vi atrapada entre las enormes ganas de irme y las extrañas ganas de quedarme y verlo todo. Ver, ver, ver…, ser vista también, ser vista por “él”. Deseaba estudiarle, canalizar sus maneras de vivir y de ser. Ya era grande, era un hombre que aparentaba más edad de la que tenía y yo me la pasaba nerviosa por su cercanía, aunque siempre escondiendo aquel dislate.Pienso que la enorme curiosidad por conocer la fuente de su energía, era lo que me mantenía con agobio dentro de la nueva casa de Nikko. Tenía que devolverme a Braga y encerrarme lejossss, alejarme por completo dando la mejor excusa del año. Pero cuando mis recuerdos se pierden e