CAPÍTULO 49

Varias cabañas con paredes de piedra, cemento y barro en tonos grises y techos de madera, perfectas para lps inviernos del norte, eran las posadas en las que nos hospedamos: una línea no tan larga de casitas muy cerca de Afife.

Maël se disculpó con el grupo, debía retirarse por unas horas para llevar las cosas que dejó el hijo de Catalina olvidadas en la playa. Casualidad mundial que el propio Maël se ofreciera a buscarlas. La divina providencia esparció su extraña bendición sobre nosotros.

Ahora, el inframundo y sus misterios, o quizás un oscuro cielo, responsable de encontrarme allí, ansiosa por lo que nos deparaba la noche.

El tan esperado chicuelo llegó a la posada a eso de las 22:00 horas. Trajo consigo seis sixpack de cervezas, una para cada quien; exagerando, claro está.

Maël nos acompañó por un buen rato, conversando con Danilo y escuchándole hablar sobre sus experiencias universitarias, chicas lindas en la facultad, sobre música… Los demás uniéndose a la conversación, arrojan
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