No salí de allí con la cabeza fresca, ni erradicando culpas. Lo que sucedió conmigo fue la muestra de un comienzo equívoco. Llegué a la casa de mis padres y entré a mi habitación pensando en mis futuros rechazos, y que éstos serían la insistencia de un muchacho ansioso; que de alejarlo, él se aferraría más a mí. No era tonta, pero eso no significaba que lo supiera todo. Más bien, yo era nueva en esto, era sencillo retractarme en las palabras y deseos. Mi cuerpo guardaba una emoción tan grande que cubría todo tipo de dolores. A pesar de lo divino que la pasamos esa noche, de todas las circunstancias y todo su discurso, de que por fin habíamos sucumbido al deseo, seguía sintiendo surcar el error por mis venas.Nikko me escribió otras veinte veces más, desde mensajes de texto hasta correos electrónicos. Viajó a Braga buscándome en Mafalaia, en Circo, en todos lados. Mi madre me contó que estuvo conversando con ellos un buen rato y que no notaron nada raro en él. Sin embargo, me armé de
El día 02 de Marzo llegué de nuevo al mismo sitio de nuestro primer encuentro con la dirección anotada en mi móvil, y por primera vez pude detallar el camino. Era un sitio tranquilo, sus alrededores encerraban mucho lujo y misterio.Noté que las casas vecinas parecían iguales unas a otras, lo que me daba una idea de cómo quedaría la reforma de la que me recibía. Maël me había contado el plan final: todo aquello sería convertido en oficinas comerciales y médicas, pero el recinto seguiría pareciendo un hogar. Quitando la zona de escaleras, me encantaba ese destino. Y créanme, entraba en el Palacio del Error, era mejor que me gustara.Maël había dejado el portón abierto, así que lo atravesé. Encontré el escondite de la llave de la puerta principal que él me indicó por mensajes, y entré. El mismo olor a cemento y pintura me atacó pero logré defender mi nariz. Subí de inmediato al piso del anterior encuentro y vi que el colchón estaba mejor acomodado que la última vez. No pasó desapercibid
Mi expresión se congeló, pero luego sonreí por inercia. Nikko le contó algo de nuestro encuentro, eso estaba claro, ¿pero por qué Maël hablaba de mentiras? —Me gustaría saber qué te dijo para que pienses que te miente.La mirada de Maël cambió y me hizo sospechar que lo que Nikko le había dicho no me iba a gustar.—Me contó que ustedes volvieron —explicó por fin y así lo corroboré, acertando: no me gustó nada la información. Seguí escuchándolo con un sabor amargo en la lengua—. No le creo, Delu. Sin embargo…—Deseas que yo te lo confirme. O que lo desmienta, mejor dicho. Su mandíbula se movió y asintió, sin sacar sus retinas de las mías.—Mira, Maël. —Suspiré—. Por mi parte, Nikko y yo ni cerca estamos de volver.—No le creo que volvieron, pero sí que se besaron. Hoy me contó que ayer te dejó en su casa. Apenas ayer.Exhalé de nuevo. Su forma de hablar en ocasiones (muchas) me parecía tan altanera… Me removí, retirándome de nuestra pega corporal y crucé las piernas en flor. Lo que n
Hermoso. Nací allí y he recorrido cientos de veces aquel lugar, pero jamás dejará de maravillarme la tranquilidad, animosidad y hermosura de la Plaza de la República de Braga.Caminar sobre ese piso blancuzco y gris una y otra vez, sabiendo que te ha visto desde tus inicios, es como ver a los ojos de una madre que te cuida.Ya estábamos a mediados de Abril. De hecho, el día lunes 15 de ese mes, Circo me liberó temprano y aproveché para darme un paseo por los estantes de cultura que los artesanos de la región de Minho habían establecido. Fui con la idea de adquirir algún regalo para el equipo de producción, quienes dos de ellos viajaron desde Lisboa para incorporarse al trabajo artístico, formando el grupo de cuatro que éramos.El clima era agradable en pleno medio día. En la plaza había música popular y con sus templetes animaban a todo aquel que caminara por la avenida central hasta cada banca del terreno. Me acerqué al espectáculo, el cual parecía más una buena organización de calle
Maël y yo acordamos vernos todos los fines de semana, por lo que cinco días después de mi encuentro con Fran, agendamos el nuestro. Abril seguía en su apogeo y la obra demandaba mi atención, pero no podía dejar pasar ni un solo sábado de estar allí con él. Así que luego de la normal bienvenida, nos encontrábamos rozando nuestras piernas, acariciándonos, degustando pedazos de cada uno y descubriendo que dicha posición nos encantaba, una de la que estaba empezando a acostumbrarme en apenas un poco más de un mes.Nos recostamos con las cabezas a cada lado del colchón y las piernas echas un nudo. Como un Finger Trap, que entre más halas, más te atrapa.—Me encanta estar así.Él alzó la cabeza y se rió con mí comentario, introduciendo un pie en mi entrepierna.—¿Así? —Acarició con sus dedos mis sensibles partes.Cerré las piernas alrededor de su pie.—Cuidado con lo que haces, niño.Se rió aún más dejando caer la cabeza y colocando sus brazos bajo su nuca.—Niño —susurró—. ¿Te gustan los n
Nos levantamos al mismo tiempo para mirar por la ventana. Maël asomó su nariz entre los barrotes de la única que estaba abierta y quedó estático.—Mierd@… —susurró.Un carro que atravesó el portón eléctrico. —¿Quién es? —pregunté. Giró su rostro para mirarme, sus ojos totalmente explayados—. ¿Quién está abriendo el portón, Maël?—Escóndete en el baño.Mi cara se arrugó.—¿Pero quién es?—Vete al baño, Delu. ¡Rápido! ¡Ya, ya, ya! —demandó, chasqueando sus dedos.Miré alrededor y fui recogiendo mis cosas de la manera más rápida que pude, mientras escuchaba al vehículo entrar, el portón cerrarse y luego el motor apagarse.—Pero dime quién es —insistí, viéndole ponerse su ropa.—Shhhh —me cayó—. ¡Al baño! —susurró fuerte, señalando la puerta del tocador.Corrí, sintiéndome desubicada por estar haciendo aquello y con la clara molestia de no saber de quién diablos me escondía. Cuando alcancé entrar y mientras cerraba la puerta, me dio chance ver a Maël muy apresurado recogiendo el colchón,
Santo Sacramento. Yo… Un resbalón. Por supuesto que yo era tan solo un resbalón.Y… ¿desde cuándo ellos se hablaban así? No hubo respeto en esas palabras, parecían dos enemigos aclarando un asunto de mal gusto. Sentí… lástima y… rabia, rabia por toda la situación. Niñato. Pocos minutos antes me reclamó por haberlo llamado así, ¡niño! Pero en ese momento me convencí de que sí lo era. ¿Esa era la forma tan horrible y altanera cómo lo habían criado? —Sácala y no la traigas más. O no “lo” traigas más, no sé ya ni lo que te gusta.El señor Carlos bajó, pero Maël tardó en hacerlo. No me moví, no respiré, pero sentí una leve presión en la puerta del baño, como si sostuviesen algo pesado en contra de ella y después una sonora exhalación.Pegué mi cuerpo a la madera y cerré los ojos negando una y otra vez con la cabeza.Cuando Maël por fin bajó y el carro de los recién llegados atravesó de nuevo el portón de garaje, abrí la puerta del baño y ya vestida, casi sin fuerzas como un fantasma, me
Al día siguiente debía asistir a Circo, la obra estaba en su mejor apogeo. Llamé a Fran para que me diera una dirección a donde enviarle las entradas. Intentó que nos encontráramos en persona, pero no tenía ganas de adulaciones, así que me negué a su oferta y le envié a su trabajo tres pases para el evento, el cual se desarrollaría exactamente un mes después.Me sentía tan diferente con respecto a esta especie de ruptura, totalmente distinta a la de Nikko, quien por cierto no estaba del todo desaparecido. De vez en cuando tenía una de sus visitas sorpresa en casa para dar en el clavo familiar, con miras de conseguir algo conmigo. O tenía en mi bandeja algún mensaje o una foto de nosotros, recordando cosas de las que yo me había olvidado. Su aspecto era cada vez mejor, debo admitir, pero no sentía mayor cosa, por no decir que nada cuando lo veía. Lo único que él me hacía sentir eran ganas de estar con su primo.Maël también llenaba parte de mi móvil con llamadas que no contesté, mensaj