CAPÍTULO 36

No salí de allí con la cabeza fresca, ni erradicando culpas. Lo que sucedió conmigo fue la muestra de un comienzo equívoco. Llegué a la casa de mis padres y entré a mi habitación pensando en mis futuros rechazos, y que éstos serían la insistencia de un muchacho ansioso; que de alejarlo, él se aferraría más a mí. No era tonta, pero eso no significaba que lo supiera todo. Más bien, yo era nueva en esto, era sencillo retractarme en las palabras y deseos.

Mi cuerpo guardaba una emoción tan grande que cubría todo tipo de dolores. A pesar de lo divino que la pasamos esa noche, de todas las circunstancias y todo su discurso, de que por fin habíamos sucumbido al deseo, seguía sintiendo surcar el error por mis venas.

Nikko me escribió otras veinte veces más, desde mensajes de texto hasta correos electrónicos. Viajó a Braga buscándome en Mafalaia, en Circo, en todos lados. Mi madre me contó que estuvo conversando con ellos un buen rato y que no notaron nada raro en él. Sin embargo, me armé de
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