Úrsula, caracterizada como Daniela, contemplaba absorta la incipiente escena de celos de Kamus cuando, según sus cálculos, había pasado poco más de trece horas desde que iniciaran lo que fuera que hubiera entre ellos.El frío hombre revelaba ser intenso, había un corazón que vibraba con ardiente pasión debajo de capas y capas de hielo, que se derretían con la llegada del verano y las vacaciones, pero ellos estaban todavía en otoño.—¿A qué se refiere con "lo que pasa entre nosotros"? Darío es mi compañero y tenemos una relación de cordialidad, nada más —una respuesta moderada—. Yo me besé con usted, ¿acaso cree que me ando besando con todo el mundo? —se le salió un poco de Úrsula, no pudo evitarlo.—Están circulando rumores que los vinculan a ustedes dos. —¿De verdad? Yo no he oído nada. —Martín se enteró y me lo dijo —afirmó Kamus, con total convencimiento.La incredulidad de Úrsula acabó con una risa.—Ahora veo que no soy la única crédula que cae en sus embustes, eso me alegra.K
Si el restaurante al que la había llevado Mad era elegante, el escogido por Kamus era lo que le seguía. Se sintió como si fuera de la realeza avanzando por ese piso de mármol sobre el que se alzaba un techo abovedado decorado con frescos como los que había en las catedrales más importantes del mundo.Fueron a un privado, donde sólo serían ellos dos y la tensión sexual que la estaba matando lentamente.Úrsula deslizó los dedos por el mantel aterciopelado de un rojo purpúreo encantador. Los cubiertos eran dorados.—No son de oro, ¿o sí? —se atrevió a preguntar, a riesgo de quedar como una pueblerina ignorante.Así mismo se sentía, como la cenicienta. Eso convertía a Bill en su hada madrina y a Kamus en su príncipe.—No lo sé —dijo él—, se lo preguntaremos al garzón cuando venga. ¿Te gusta este lugar? —Es precioso, como un palacio. Gracias por traerme aquí.Él le cogió la mano y se la besó, sin perder el contacto visual. Tal gesto añadió varios puntos al calentómetro de Úrsula, que esta
Un poco de agua en la nuca y en los brazos la refrescaría lo suficiente hasta llegar a casa de Kamus. Así no realizaría ninguna arriesgada, pero excitante, maniobra en el auto durante el camino, que sospechaba se le haría eterno.Kamus seguía sentado a la mesa, con una cara que le llegaba hasta el suelo. No creyó que fuera por lo elevada de la cuenta.—¿Pasó algo?—Te llamó tu ex.¿Cuál ex?, pensó de inmediato. Casi lo dijo. Por fortuna su cabeza fue más rápida. —¿Y qué quería?—¿Cómo podría saberlo? No le contesté, no voy a transgredir tu autonomía de ese modo, pero no lo quiero cerca de ti.—Si me prohíbes relacionarme con alguien estás transgrediendo mi autonomía —soltó ella, ¡Úrsula!, que se metía donde nadie la llamaba.Daniela habría dicho algo como: "no sé qué hacer para que deje de llamarme. ¿Debería denunciarlo por acoso?". Y Kamus se habría ofrecido a acompañarla a la policía, como ya había hecho.¡Qué desastre! Acababa de iniciar una discusión. —¡¿Cómo?! Ese tipo es peli
Dados los catastróficos acontecimientos por los que atravesaba Úrsula, la reunión del día domingo con Bill se pospuso. No había mucho que informar de todos modos.Tampoco fue al gimnasio. A las nueve de la mañana llegaron los contratistas que Kamus había contactado y empezaron las labores de limpieza y reparación. Él también se presentó. Lucía ojeroso y cansado igual que ella, que tampoco había dormido mucho. El único que se veía radiante era Pedro. Probablemente sus problemas neurológicos no le permitían comprender del todo lo que ocurría, la realidad le era esquiva, pensaba Kamus. A mediodía, mientras los hombres trabajaban a toda prisa para acabar durante la jornada (había llegado hasta un camión con muebles nuevos, cortesía de la fortuna de Kamus), ellos conversaban en el patio, luego de comer. Pedro estaba junto a la pileta de los peces, jugando con una consola portátil, sin consciencia de lo que ocurría a su alrededor. Su edad mental debía ser la de un niño. —¡Sí! —celebró e
En las relaciones humanas, amar implicaba no sólo gozar de los momentos felices con la persona amada, sino también acompañarla en los momentos en que la felicidad escaseaba. Así se mantenía el equilibrio. Alfonso Kamus no tenía la certeza de amar a Daniela, pero le gustaba. Le gustaba como nunca le había gustado una mujer en su vida, le gustaba tanto como armar circuitos y construir cosas a partir de sus componentes fundamentales, así que cuando ella lo llamó para preguntarle si podía ir a verlo, no pudo decirle que no, pese a saber que vendría cargando con todos sus recientes problemas a cuesta. Si gozaba tanto con sus brillantes colores, tendría que aceptar también sus grises sombras.El problema era que no tenía mucha experiencia en eso de ser sensible y cariñoso, mucho menos en dar apoyo o consuelo porque estaba acostumbrado a racionalizarlo todo. Y sus romances de vacaciones tampoco le servían de aprendizaje porque eran tan breves que, en cuanto dejaban de serle placenteros, l
Las impropias risas de Martín llenaban la oficina de Kamus por la mañana. Habían comenzado la jornada con un café que les había preparado Darío, Daniela tenía el día libre.—¡Ay por Dios! —Martín se apretaba el vientre. Hasta le faltaba el aire—. Mi parte favorita de la historia es cuando llega el ex novio loco usando un smoking jajajajaja. ¡Vaya lugar al que te fuiste a meter! Tu vida se ha vuelto muy emocionante. —Nunca me había pasado algo así. Y espera a que te cuente sobre el tipo que escupía fuego.Las risas de Martín se multiplicaron. Kamus necesitaba un desahogo y la opinión de alguien que mantuviera distancia emocional con el asunto, para mantener la perspectiva y ser lo más objetivo posible al respecto.Él siguió con su relato del fin de semana. Su amigo dejó de reír cuando llegó a la parte del intento de suicidio de Pedro, poco después de la discusión que él y Daniela habían tenido. El muchacho se había cortado las venas y acabó internado en el hospital.—Imagino la angusti
—¿Cómo está tu hermano? —le preguntó Kamus a Daniela cuando ella se reincorporó a trabajar al día siguiente.Esperó prudentemente hasta la hora del almuerzo. Si a ella le daba por ponerse a llorar, al menos no se interrumpiría su trabajo.—Su ánimo sigue por los suelos, así es cuando tiene una crisis. Se abren las heridas antiguas y duelen tanto como al principio. Ya no sólo está triste por lo de la casa, sino también por la muerte de la abuela, de nuestros padres, hasta del perro que tuvo a los diez años.—No sabía que tus padres habían muerto.—Fue cuando todavía éramos unos niños, Pedro es la única familia que me queda.¡Y él deseándole la muerte al pobre infeliz! Era un hombre terrible, pero no sabía ser de otro modo.—Estar encerrado en casa tampoco le ayuda. ¿En qué ha trabajado? Tengo muchos contactos, podría conseguirle algo.—Él nunca ha trabajado, antes del accidente estudiaba gastronomía, pero ya no cocina. Hace poco empezó a hacer streaming de videojuegos.En otras palabras
Úrsula y Alfonso se separaron al instante, la adrenalina los tenía sin aliento.—Qué sorpresa... —le dijo él a la mujer que había entrado intempestivamente a su oficina, interrumpiendo el fogoso momento.Al Alfonso de antes jamás le habría pasado algo así, el Alfonso de antes tenía una disciplinada rutina y hábitos ejemplares. Era respetuoso de los lugares y los tiempos; era decente y honorable. El Alfonso de antes era cuidadoso, discreto y reservado.El Alfonso de antes estaba tan solo.—¿Me podrías dar unos minutos? —le pidió él. La mujer dejó la oficina, indignada. Ellos se apresuraron en ordenarse y lucir presentables.—¿Es alguna socia? —preguntó Daniela. Esperaba que el incidente no afectara la reputación del hombre, ella quería robar sus secretos, no boicotearlo.—Es mi madre.La cara de horror de Daniela lo hizo reír. —Vamos, te la presentaré.Dina Leal se abanicaba el rostro en los asientos que había frente al escritorio de Daniela. Darío le había ofrecido un vaso con agua