XXXVI Noche ardiente

Un poco de agua en la nuca y en los brazos la refrescaría lo suficiente hasta llegar a casa de Kamus. Así no realizaría ninguna arriesgada, pero excitante, maniobra en el auto durante el camino, que sospechaba se le haría eterno.

Kamus seguía sentado a la mesa, con una cara que le llegaba hasta el suelo. No creyó que fuera por lo elevada de la cuenta.

—¿Pasó algo?

—Te llamó tu ex.

¿Cuál ex?, pensó de inmediato. Casi lo dijo. Por fortuna su cabeza fue más rápida.

—¿Y qué quería?

—¿Cómo podría saberlo? No le contesté, no voy a transgredir tu autonomía de ese modo, pero no lo quiero cerca de ti.

—Si me prohíbes relacionarme con alguien estás transgrediendo mi autonomía —soltó ella, ¡Úrsula!, que se metía donde nadie la llamaba.

Daniela habría dicho algo como: "no sé qué hacer para que deje de llamarme. ¿Debería denunciarlo por acoso?".

Y Kamus se habría ofrecido a acompañarla a la policía, como ya había hecho.

¡Qué desastre! Acababa de iniciar una discusión.

—¡¿Cómo?! Ese tipo es peli
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