Las impropias risas de Martín llenaban la oficina de Kamus por la mañana. Habían comenzado la jornada con un café que les había preparado Darío, Daniela tenía el día libre.—¡Ay por Dios! —Martín se apretaba el vientre. Hasta le faltaba el aire—. Mi parte favorita de la historia es cuando llega el ex novio loco usando un smoking jajajajaja. ¡Vaya lugar al que te fuiste a meter! Tu vida se ha vuelto muy emocionante. —Nunca me había pasado algo así. Y espera a que te cuente sobre el tipo que escupía fuego.Las risas de Martín se multiplicaron. Kamus necesitaba un desahogo y la opinión de alguien que mantuviera distancia emocional con el asunto, para mantener la perspectiva y ser lo más objetivo posible al respecto.Él siguió con su relato del fin de semana. Su amigo dejó de reír cuando llegó a la parte del intento de suicidio de Pedro, poco después de la discusión que él y Daniela habían tenido. El muchacho se había cortado las venas y acabó internado en el hospital.—Imagino la angusti
—¿Cómo está tu hermano? —le preguntó Kamus a Daniela cuando ella se reincorporó a trabajar al día siguiente.Esperó prudentemente hasta la hora del almuerzo. Si a ella le daba por ponerse a llorar, al menos no se interrumpiría su trabajo.—Su ánimo sigue por los suelos, así es cuando tiene una crisis. Se abren las heridas antiguas y duelen tanto como al principio. Ya no sólo está triste por lo de la casa, sino también por la muerte de la abuela, de nuestros padres, hasta del perro que tuvo a los diez años.—No sabía que tus padres habían muerto.—Fue cuando todavía éramos unos niños, Pedro es la única familia que me queda.¡Y él deseándole la muerte al pobre infeliz! Era un hombre terrible, pero no sabía ser de otro modo.—Estar encerrado en casa tampoco le ayuda. ¿En qué ha trabajado? Tengo muchos contactos, podría conseguirle algo.—Él nunca ha trabajado, antes del accidente estudiaba gastronomía, pero ya no cocina. Hace poco empezó a hacer streaming de videojuegos.En otras palabras
Úrsula y Alfonso se separaron al instante, la adrenalina los tenía sin aliento.—Qué sorpresa... —le dijo él a la mujer que había entrado intempestivamente a su oficina, interrumpiendo el fogoso momento.Al Alfonso de antes jamás le habría pasado algo así, el Alfonso de antes tenía una disciplinada rutina y hábitos ejemplares. Era respetuoso de los lugares y los tiempos; era decente y honorable. El Alfonso de antes era cuidadoso, discreto y reservado.El Alfonso de antes estaba tan solo.—¿Me podrías dar unos minutos? —le pidió él. La mujer dejó la oficina, indignada. Ellos se apresuraron en ordenarse y lucir presentables.—¿Es alguna socia? —preguntó Daniela. Esperaba que el incidente no afectara la reputación del hombre, ella quería robar sus secretos, no boicotearlo.—Es mi madre.La cara de horror de Daniela lo hizo reír. —Vamos, te la presentaré.Dina Leal se abanicaba el rostro en los asientos que había frente al escritorio de Daniela. Darío le había ofrecido un vaso con agua
La lluvia de estrellas, evento que había ocurrido ya hacía algunas semanas, seguía teniendo efectos en la vida de Úrsula. Un suculento bono de desempeño en su cuenta bancaria había recibido ella por su participación intelectual en el desarrollo de la línea Stars. "Disfrútalo", le había escrito Alfonso. Estaba fuera de la ciudad, así que el fin de semana tampoco pudieron resolver el asunto pendiente.Lo ganado con el bono le bastaba para saldar dos veces la deuda con los prestamistas, pero de qué le serviría aquello si su hermano desfallecía a cada día que pasaba. —Pedro, vamos afuera. Tengo una sorpresa para ti.Allá fue Pedro, sin más remedio. Había estado trabajando duro últimamente, ya que su hermana había tenido la brillante idea de promocionar el canal donde subía los streaming. Afuera de la casa había estacionado un auto nuevo, reluciente, hermoso.—Genial, ¿cambiarás de auto? —preguntó con desánimo.Él se marchitaba mientras Úrsula resplandecía, estaba llena de energías, la
Úrsula preparó su habitación como si fuera a tener una cita romántica. Movió todo lo que la pudiera delatar en su trabajo de actriz, encendió algunas velas donde antes estaba su lámpara de premio Oscar, guardó sus libros de actuación y puso en el librero unos de tecnología, con los lomos apuntando hacia la cámara de su PC.—Pedro, si oyes ruidos raros viniendo de mi habitación, no te preocupes. Estaré practicando mis diálogos. —¿Necesitas ayuda?—No... no te preocupes. Descansa.Una lencería sensual y una bata de seda fueron los últimos detalles a la espera de la llamada de Kamus.Nueve de la noche y nada.Diez, ya se estaba durmiendo.A las once él la llamó.—¿Recién llegas al hotel? ¿Cuánto dura ese simposio?—Fui a cenar con algunos directores de empresas. Sé que ya es tarde, pero te llamé para darte las buenas noches.—¡¿Qué?! ¡No, todavía no! Voy a colgar y a enviarte un link. Ábrelo de inmediato.La curiosidad lo animó, también se estaba durmiendo. El link era para unirse a una
Martes, el día D.Kamus fue el primero en retirarse de la empresa, poco después lo hizo Daniela. Tenían el mismo destino.Él revisó que todo estuviera en orden en su casa, sobre todo en el dormitorio. Sábanas limpias, almohadas mullidas, toallas en el baño. Todo olía bien, Gema había hecho un buen trabajo.Revisó el cajón del velador. Sí, Gema era la mejor.En la cocina, la botella de champagne estaba en la cubeta con hielo. Dejó dos copas en la isla. Fue al pasillo que llevaba hasta el patio y cerró con llave la habitación que había casi al final. Cerró con llave también su estudio en el segundo piso y guardó las llaves dentro de una caja en lo alto del clóset.Daniela sería la primera mujer que se quedaría en su casa y debía ser precavido con los secretos que allí guardaba.Se paseó por la casa revisando todo una vez más.Ella llegó por fin. Tenía las mejillas enrojecidas y la respiración acelerada como si hubiera llegado corriendo y no en su auto. Estaba nerviosa, ansiosa. Le sirvi
Úrsula no pudo evitar sentirse muy pequeña teniendo a Alfonso mirándola hacia abajo con su seria expresión.Siguió sintiéndose pequeña incluso cuando llegó hasta su lado.—¿Dónde estabas? —preguntó él, con voz severa.La piel le hormigueó ante la brusquedad de sus palabras.—Fui por mi teléfono.Lo que se oía como una vil mentira se volvió realidad cuando ella le mostró el aparato que guardaba a su espalda.El teléfono Deluxe.Alfonso la atrajo de la cintura y la arrinconó contra el muro del pasillo. Estaba duro y quería que ella lo supiera.Y lo disfrutara.Los demandantes besos con que la consumía le quitaban a Úrsula el aliento. Le apretó las nalgas y la levantó, ella le rodeó la cadera con las piernas y así avanzaron hasta la habitación. Él la había invitado a estar en su casa, pero el único lugar en que la quería era en la cama. La lanzó sobre ella. Del impacto a Úrsula se le soltó el teléfono, que rebotó en el piso.—Oh, no... —iba a incorporarse a verlo, él la mantuvo en su lu
Kamus ayudó a Úrsula a levantarse. La rodeó de la cintura al notar que le era doloroso estar de pie y la guio al sillón. Ella se sobaba la frente.—¿Qué carajos hacías detrás de la puerta?—Te estaba buscando... —respondió, con una mueca de dolor.Él fue por un analgésico y una compresa fría, que ella se apoyó en la frente. La tenía enrojecida.—Descansa un momento.Úrsula echó la cabeza hacia atrás, reclinándose en el sillón. Respiraba agitadamente y, de vez en cuando, dejaba salir unos suaves gemidos adoloridos. Su cadera se sentía en llamas, el coxis le ardía y estar sentada era una tortura. Intentó ponerse de lado para minimizar la presión.La falda se le había subido. La mano de Alfonso se apoderó del muslo que se asomaba. Lo masajeó, con claras intensiones de ir a por más.Ella lo miró con confusión por entre la compresa. La mano no dejaba de subir.—Alfonso, estamos en la oficina —lo regañó.Él se acercó más todavía, se inclinó sobre ella.—¿De verdad? No me había dado cuenta —