XXXII A prueba de besos

Úrsula llegó a las 8:10 a casa de Kamus y, para no parecer ansiosa o desesperada, estacionó una cuadra antes y ahí estuvo hasta que fue la hora indicada. Lo que pasara a continuación dependería de lo que hiciera su jefe al abrir la puerta.

Si salía, se irían al trabajo de inmediato.

¡Buuuuu!

Si la hacía entrar, continuarían con el complejo, pero exquisito proceso de conocerse íntimamente y presentarían a las partes de su cuerpo que seguían sin encontrarse. Eso era inaceptable considerando lo social que era ella. Quería dialogar con todo el cuerpo de Kamus.

Un vistazo al espejo para confirmar que sus mejillas no estuvieran sonrojadas y bajó.

—Pasa —dijo él al abrirle la puerta.

¡Aleluya!

Úrsula entró con el vientre apretado y el pulso en ascenso, mientras su cabeza se llenaba de expectativas. Se quedaron mirando frente a frente, disfrutando de ese primer encuentro luego de casi doce horas sin verse, ¡una eternidad! ¿Había cambiado algo en el rostro de él desde entonces? Sí, la zona a
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