XXIII Sentimiento innegable

Despierta desde hacía varios minutos, Amalia no se había atrevido a dejar la cama. Todavía no podía creer que Mad estuviera a su lado, y que hubieran hecho mucho más que dormir.

Su pequeño cuerpo, desnudo y cansado, quedó debajo del de Mad cuando la rodeó con el brazo. Ahora el izquierdo lucía igual de tatuado que el derecho. ¿Se arrepentiría Mad al despertarse?

¿Se arrepentiría de estar allí con ella?

Asediada por el calor de su cuerpo, no pudo evitar removerse.

—¿Quieres ir al baño? —preguntó él, todavía con los ojos cerrados y voz adormilada.

—No.

Ante la negativa, él se aferró más a ella, entrelazando también sus piernas. Amalia soltó un suspiro. Se entretuvo jugueteando con los cortos cabellos de Mad.

—¿Puedo preguntarte algo?

Mad soltó una risa. Después de todo lo que habían hecho, ya estaban en confianza para hablar de lo que fuera.

—Te escucho.

—Anoche, mientras... ya sabes, tú y yo... ¿Pensabas en Ana?

—Ana terminó conmigo, lo que menos quiero es seguir pensando en ella.

—Per
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