LVI El CEO ya cayó

La ferocidad en su mirada le cortaba el aliento. Creyó que podría escaparse, pero habían enviado por él a la peor de las bestias.

Y la bestia de Abdali no lo dejaría ir así como así. Lo enviaría al fondo de un lago o al despeñadero, no había más opciones tratándose de un monstruo como él.

Un puñetazo demoledor le hizo crujir los huesos del rostro, una patada en el vientre le partió algunas costillas, otro puñetazo casi lo mandó al infierno. Estuvo seguro de que escupió algunos dientes.

La bestia lo alzó de la ropa con su fuerza sobrehumana y le rugió frente al rostro, mirándolo con sus ojos refulgentes. Los rumores sobre él se quedaban cortos. ¡Era el demonio! ¡Era la muerte encarnada!

—¿Ya te convencí de hablar? —preguntó la bestia, con su voz que era como un trueno.

—¡Pero si no me has preguntado nada! ¡Pregúntame, por el amor de Dios, pregúntame! ¡Yo te lo diré todo!

La sonrisa de la bestia dejó al descubierto sus dientes afilados justo cuando una canción de pop empezó a sonar en
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