Tan dulce como la miel: Primera parte.

Tan dulce como la miel: Primera parte.

El sonido del despertador la sacó abruptamente de su mundo de ensueño. Con pesar, pero recordándose que tenía un trabajo al que ir, se levantó de la cama y comenzó su rutina diaria. Su  pequeño dormitorio estaba iluminado tenuemente por la luz del amanecer que se filtraba a través de las cortinas raídas. Las paredes, decoradas con algunas fotos antiguas y dibujos descoloridos, le daban al lugar un aire nostálgico.

Fue a la ducha para darse un baño. El agua caliente le ayudó a despejarse, y por un momento, cerró los ojos y dejó que el vapor la envolviera, recordando los tiempos más simples. Al salir, el espejo empañado le devolvió una imagen borrosa de sí misma, y se apresuró a limpiarlo para ver su reflejo.

Preparó un desayuno nutritivo, como los que hacía su madre: avena con frutas y un poco de miel. Mientras cocinaba, los recuerdos de las mañanas pasadas con su familia la invadieron. – ¿Qué pensaría mamá de todo esto? – se preguntó, sintiendo una punzada de melancolía. Rápidamente, apartó esos pensamientos y se concentró.

Se vistió con ropa sencilla: un pantalón, un polo y una casaca simple. Miró su reflejo en el espejo una vez más, peinó su cabello negro y, aunque no usara mucho maquillaje, se aseguró de aplicar bloqueador solar en el rostro y un bálsamo labial. Terminó su desayuno rápidamente, sin apenas saborear la comida, tomo su billetera y las llaves de su departamento y salió de su pequeño departamento, apenas más grande que una caja de zapatos según los estándares de algunos, y rápidamente se dirigió a la estación de trenes. Afortunadamente, solo quedaba a un par de cuadras, y era lo bueno de vivir cerca de la zona céntrica de la ciudad. El aire fresco de la mañana la recibió, y aunque el cielo estaba casi despejado con solo un par de nubes, la ciudad ya estaba en movimiento.

A medida que caminaba, observaba a las personas a su alrededor, cada una sumergida en su propio mundo. Los rostros serios y las miradas determinadas reflejaban el apuro por llegar a sus destinos. Se colocó sus auriculares y dejó que la música llenara sus oídos, buscando una manera de distraerse del bullicio.

En el tren, encontró un asiento junto a la ventana. Mientras la música sonaba suavemente, su mirada se perdió en el paisaje urbano que pasaba rápidamente. Los edificios altos, las calles concurridas y los pequeños parques se sucedían uno tras otro. Su mente comenzó a divagar, remontándose vagamente a los sucesos que ocurrieron hace 24 años y que cambiaron el mundo por completo. Recordó las historias que le contaban sus padres sobre ese tiempo de caos y resurgimiento.

"¿Qué estarían haciendo ahora?", pensó, imaginando sus vidas en un mundo tan diferente al que ellos habían conocido.

El tren se detuvo en su estación, y ella salió con el flujo de personas. Tomó aire profundamente, sintiendo la energía de la ciudad y la mezcla de emociones que la acompañaban. – Hoy será un buen día –  se dijo a sí misma, intentando aferrarse a ese pensamiento positivo mientras se dirigía a su trabajo, dispuesta a enfrentar lo que el día le trajera, mientras caminaba hacia su trabajo pensó vagamente en el cambio que le mundo sufrió, cuando todo comenzó.

……..

Hace 24 años, el mundo cambió por completo. De repente, una especie de portales se abrió por todo el globo, dejando pasar bestias de todo tipo que empezaron a matar a la gente de forma indiscriminada. Los portales, de un brillante y perturbador color violeta, flotaban en el aire como cicatrices en el tejido de la realidad. Las calles se llenaron de gritos y el olor acre de la destrucción. Las naciones y sus ejércitos, equipados con la más avanzada tecnología bélica, resultaron inútiles ante estas criaturas que venían de una dimensión desconocida. Las ciudades, desde las más grandes hasta los pueblos más pequeños, fueron sumidas en el caos.

Sin embargo, cuando llegó esta maldición, también llegó una especie de bendición. En medio de la desesperación y el caos, comenzaron a surgir personas con poderes sobrenaturales. Los primeros en manifestar sus habilidades se sintieron abrumados y asustados, pero pronto se dieron cuenta de que eran la única esperanza de la humanidad. A estos humanos bendecidos se les llamó Despertados y posteriormente, fueron conocidos como Cazadores. La noticia se difundió rápidamente: personas ordinarias que ahora podían conjurar fuego, manipular el hielo,  poseer una fuerza sobrehumana o poderes más allá de cualquier tipo de comprensión. Estos poderes, inexplicables y milagrosos, ofrecieron un rayo de esperanza en medio de la oscuridad.

En un principio, nadie se preocupó por las diferencias en las habilidades. La humanidad, desesperada por una salvación, se aferró a cualquier chispa de esperanza. La sociedad comenzó a reorganizarse, creando academias y campos de entrenamiento para los Cazadores. Las ciudades, aunque aún marcadas por la destrucción, empezaron a erigir barreras protectoras y refugios fortificados. La vida nunca volvió a ser igual, pero lentamente, con la ayuda de los Cazadores, las comunidades comenzaron a recuperarse.

Una mujer, una de las primeras en despertar, recordaba con claridad el momento en que su vida cambió. Estaba en medio de un ataque, el rugido de una bestia resonando en sus oídos, cuando de repente sintió una energía recorrer su cuerpo. "No puede ser," pensó, mientras una ráfaga de hielo emergía de sus manos, congelando a la criatura que amenazaba a su familia. Ese instante, mezcla de terror y maravilla, quedó grabado en su memoria para siempre.

– ¡Mamá, mira! – gritó su hijo pequeño, asombrado y temeroso a la vez. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas de alivio y miedo. – Estoy aquí, cariño. Todo va a estar bien – dijo, aunque no estaba segura de ello. A medida que los días pasaban, se unió a otros Despertados y comenzó a entrenar, aprendiendo a controlar y fortalecer sus habilidades.

Sin embargo, con el tiempo, surgieron diferencias. No todos los Despertados eran iguales. Algunos poseían habilidades mucho más poderosas que otros, y rápidamente se establecieron categorías y niveles de poder. La sociedad, aun intentando adaptarse, comenzó a clasificar a los Cazadores en rangos. Los más fuertes eran celebrados como héroes, mientras que aquellos con habilidades más modestas luchaban por encontrar su lugar.

Esa mujer cuyo nombre era María, aunque no estaba entre los más poderosos, se convirtió en una líder para los suyos. – No importa nuestro nivel – decía a sus compañeros – lo que importa es que luchamos juntos – Sus palabras, aunque simples, resonaban con verdad y determinación. Sabía que cada Cazador, sin importar su poder, era crucial para la supervivencia de la humanidad.

Los pensamientos de la mujer se volvían a menudo hacia los que habían caído en las primeras batallas, amigos y familiares que no tuvieron la suerte de despertar. "¿Por qué nosotros?" se preguntaba, reflexionando sobre el destino y la fortuna. Este conflicto, se mezclaba con culpa y gratitud, y la impulsaba a seguir luchando. Sabía que, aunque el mundo había cambiado de formas inimaginables, era su deber proteger lo que quedaba y construir un futuro donde su hijo pudiera vivir sin miedo.

Pero incluso con estos super humanos, la amenaza de los portales no cesaba. Las bestias seguían emergiendo, implacables y letales, obligando a la humanidad a adaptarse a una nueva realidad. Las esperanzas de las personas y su modo de vida cambiaron brutalmente hasta que, tras mucho esfuerzo y sacrificio, se alcanzó un frágil equilibrio.

Los gobiernos, cada uno con sus propias políticas y agendas, empezaron a acaparar a los Cazadores dentro de sus fronteras. La competición por estos valiosos recursos humanos se volvió feroz. La desventaja radicaba en que ciertos países tenían mayor cantidad de Cazadores, mientras que otros apenas contaban con unos pocos. La ironía se hizo evidente cuando países como Inglaterra apenas tenían un pequeño puñado de Despertados de rango medio, mientras que lugares como el Congo poseían Despertados de buen nivel. Japón, con su avanzada tecnología y recursos, solo contaba con uno o dos Cazadores de rango superior.

En Londres, el aire estaba cargado de tensión. Los días eran grises, no solo por el típico clima británico, sino por el peso de la incertidumbre que flotaba en el ambiente. Los pocos Cazadores de la ciudad eran vistos como héroes, pero también como una línea demasiado delgada de defensa. En una sala de conferencias del gobierno, el Primer Ministro discutía con sus asesores.

– Necesitamos más Cazadores –  decía, golpeando la mesa para enfatizar su punto. – No podemos depender de unos pocos para proteger a toda nuestra nación.

– Estamos haciendo todo lo posible, señor – respondió uno de sus asesores, – pero los Despertados son un recurso escaso. Los esfuerzos para atraer a más a nuestro país han sido infructuosos.

Mientras tanto, en Kinshasa, la capital del Congo, el panorama era muy diferente. La ciudad, vibrante y bulliciosa, se había adaptado rápidamente a la presencia de los Cazadores. En un mercado local, los sonidos de la vida cotidiana se mezclaban con historias de heroísmo.

– Dicen que Nzinga derrotó a tres bestias ella sola anoche – comentó un vendedor de frutas, sus ojos brillando con admiración. – Es nuestra mejor Cazadora.

Nzinga, de pie en una esquina del mercado, observaba la escena con una sonrisa cansada. Sabía que la gente contaba con ella, pero la responsabilidad era abrumadora. "Ojalá hubiera más como yo," pensaba, sintiendo el peso de cada vida que debía proteger.

En Tokio, la situación era igualmente tensa. Los Cazadores de alto rango eran escasos, y la población vivía en un estado constante de alerta. En un dojo, un joven Cazador llamado Hiroshi entrenaba incansablemente, consciente de que su habilidad podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte para muchos.

– Debemos estar preparados para lo peor –  le decía su maestro, un hombre anciano pero aún formidable – No podemos permitirnos ningún error.

– Lo sé, sensei –  respondía Hiroshi, su rostro reflejando una mezcla de determinación y miedo. – Haré todo lo posible para proteger a nuestra gente.

La desigual distribución de los Cazadores obligó a las naciones a repensar sus estructuras de gobierno y cooperación internacional. Nuevas alianzas se formaron, y los líderes mundiales se reunieron para establecer tratados y acuerdos. La creación de un consejo global de Cazadores fue una medida crucial para coordinar esfuerzos y recursos.

En una de esas reuniones, celebrada en una sala imponente con banderas de todas las naciones, los representantes discutían acaloradamente.

– Necesitamos compartir nuestros recursos – argumentaba el embajador japonés – Esta crisis no conoce fronteras.

– Pero nuestros Cazadores son nuestra última línea de defensa –  replicaba el representante de Estados Unidos – No podemos simplemente enviarlos al extranjero.

A pesar de las tensiones y desacuerdos, el consejo global representaba un paso hacia una cooperación más estrecha. La Organización de las Naciones Unidas, bajo la presión internacional y el apoyo de algunos países y de las masas en general, después de un largo y reñido debate tuvo que idear un método para que la humanidad sobreviviera.

En una sala de reuniones de la ONU, llena de representantes de todas las naciones, la atmósfera era tensa pero esperanzadora. El secretario general, un hombre de cabello gris y expresión grave, se levantó y se dirigió a la asamblea.

– Estamos en un punto crítico de nuestra historia –  comenzó, su voz resonando en la sala. –  Debemos unirnos y distribuir equitativamente a nuestros Cazadores para enfrentar esta amenaza común. No podemos permitir que las fronteras nos dividan en esta lucha.

En ese momento, los murmullos de los representantes se convirtieron en discusiones acaloradas. El embajador de Brasil se levantó – Nuestro país tiene un número considerable de Cazadores de alto rango – dijo con firmeza – Estamos dispuestos a colaborar, pero necesitamos garantías de que nuestras necesidades también serán atendidas.

– Es un sacrificio que todos debemos hacer –  replicó la representante de Canadá – No podemos pensar solo en nosotros mismos cuando la supervivencia de la humanidad está en juego.

Las negociaciones fueron intensas, pero finalmente se llegó a un acuerdo. Los Cazadores serían asignados a diferentes regiones, y los recursos se compartirían de manera equitativa.

Sin embargo, como ocurre con cualquier sistema, hubo contratiempos. Algunos individuos se emborracharon de poder y utilizaron sus habilidades para sus propios fines. En una ciudad devastada de Europa del Este, un Cazador que había abusado de su poder fue finalmente confrontado por sus propios compañeros.

– Pensaste que podías hacer lo que quisieras –  le dijo Anna, una Cazadora de nivel medio, con un tono de decepción – Pero olvidaste que somos responsables de proteger a la gente, no de gobernarla.

– Lo siento – murmuró el Cazador caído y al borde de la muerte, su rostro marcado por la culpa y el miedo – Me dejé llevar.

Estos Cazadores corruptos no acabaron bien. Algunos fueron asesinados por otros que no toleraban sus fechorías, y otros tantos no pudieron medir sus propias fuerzas y enfrentaron peligros que no podían vencer, encontrando la muerte.

Para regular esta situación, se formó la Asociación de Cazadores, encargada de legislar y establecer nuevas leyes para todo lo relacionado con los Cazadores y la amenaza que enfrentaban. La sede de la Asociación, ubicada en un edificio moderno en Ginebra, era un centro de intensa actividad. Allí, se debatían y promulgaban las normas que debían seguir todos los Cazadores.

En una de esas reuniones, Hiroshi, el joven Cazador japonés, expresó sus inquietudes. – Necesitamos un sistema de apoyo más robusto –  dijo, su voz llena de convicción – Muchos de nosotros enfrentamos peligros inmensos sin el respaldo adecuado.

– Estamos trabajando en ello –  respondió el presidente de la Asociación.

Con el tiempo, cuando la amenaza de los monstruos comenzó a ser controlada, se descubrió una nueva bendición. Los portales, que antes solo traían destrucción, empezaron a ofrecer recursos valiosos, como minerales, plantas y energías desconocidas que podían ser aprovechadas para el bien de la humanidad.

María, ahora una veterana y respetada líder entre los Cazadores, observaba estos cambios con una mezcla de esperanza y precaución – ¿Podremos realmente transformar esta maldición en una bendición permanente? – se preguntaba, mirando hacia un horizonte donde los portales brillaban con un misterioso resplandor.

– Debemos tener cuidado –  le dijo su compañero, un cazador de alto rango llamado Alejandro. – Pero también debemos aprovechar esta oportunidad. Hemos aprendido a adaptarnos, y ahora debemos aprender a prosperar.

Aquellos portales por los que los monstruos invadían la Tierra se descubrió que se podía acceder a ellos. En el interior de esos portales, se encontraron paisajes extraordinarios y desconocidos, llenos de montañas imposibles, bosques de colores vibrantes y vastas llanuras. Este nuevo mundo estaba repleto de materiales valiosos, tanto flora como fauna, que los científicos y Cazadores comenzaron a explorar con avidez.

Los Cazadores, equipados con sus habilidades y un creciente sentido de propósito, se adentraban en estos territorios desconocidos. Las bestias que antes solo significaban peligro ahora se convertían en fuentes de recursos. Algunas criaturas, al ser derrotadas, dejaban tras de sí pieles resistentes, escamas con propiedades mágicas, y órganos que podían ser usados para fabricar poderosas armas y pociones medicinales.

María, mientras recorría uno de estos mundos desconocidos, se detuvo para observar un río cristalino que serpenteaba entre árboles cuyas hojas brillaban con un resplandor esmeralda. "Quién hubiera pensado que detrás de tanta destrucción encontraríamos algo tan hermoso," pensó, sintiendo una mezcla de asombro y tristeza.

 – María, ¡mira esto! – llamó Alejandro, su compañero de equipo, sosteniendo una planta cuyas flores cambiaban de color – Podríamos usarla para mejorar nuestras pociones curativas. Imagínate el impacto que esto podría tener en nuestras reservas médicas.

– ¡Es increíble! – Respondió ella, una sonrisa iluminando su rostro – Cada día encontramos algo nuevo. Pero también tenemos que recordar que estos descubrimientos vienen con riesgos y debemos ser cuidadosos.

Con el tiempo, el mundo comenzó a ver una ventaja en la desgracia. La explotación de estos recursos trajo un renacimiento tecnológico y medicinal sin precedentes. Gremios liderados por Cazadores de los más altos rangos surgieron, organizando expediciones y comercializando sus hallazgos. Los cazadores de rango S, el pináculo de la fuerza y habilidad, se convirtieron en figuras casi míticas. Incluso dentro de la comunidad de cazadores, su presencia era intimidante para los de rango inferior.

Un día, en la sede del Gremio de Cazadores en Nueva York, un imponente edificio de cristal y acero, María y Alejandro se reunieron con otros líderes. La sala de conferencias estaba llena de mapas, artefactos y muestras de los recursos recolectados.

– Los Cazadores de rango S han hecho posible lo que antes era impensable –  comentó el líder del gremio, un hombre de aspecto severo llamado Marcus – Pero no debemos olvidar que los Cazadores de rango A, B, C y hasta los de rango F también juegan un papel crucial.

– Es cierto – asintió María – Cada uno de nosotros contribuye de alguna manera. Pero no podemos permitir que la arrogancia de unos pocos nos divida."

Entre los asistentes estaba Hiroshi, quien había avanzado a rango A gracias a su dedicación y habilidad – He visto a muchos de mis amigos caer porque no supieron medir sus fuerzas –  dijo con voz grave – Necesitamos más entrenamiento y mejores estrategias.

– Y también necesitamos recordar por qué luchamos – añadió María, mirando a todos en la sala. – Esto no es solo por poder o prestigio. Es por la gente allá afuera, nuestras familias, nuestros amigos. No podemos perder de vista lo que realmente importa.

Con el tiempo, el miedo comenzó a disiparse y la humanidad empezó a reconstruir sus vidas. Las ciudades, ahora protegidas por barreras mágicas y patrulladas por Cazadores, volvieron a llenarse de actividad y esperanza. La gente volvía a trabajar, a estudiar, y a disfrutar de las pequeñas alegrías cotidianas, siempre conscientes de la protección que los Cazadores les brindaban.

En un pequeño parque de Tokio, Hiroshi se sentó en un banco, observando a los niños jugar. Su corazón se llenaba de una mezcla de satisfacción y anhelo – Esto es por lo que luchamos –  pensó – para que estos niños puedan tener un futuro sin miedo.

Mientras tanto, en las profundidades de un bosque encantado dentro de un portal, María y su equipo seguían explorando, descubriendo nuevos recursos y enfrentando nuevos desafíos. Cada día era una batalla, pero también una oportunidad para aprender y crecer. Los Cazadores, con su valentía y dedicación, se convirtieron en los verdaderos héroes de un mundo que nunca dejó de soñar con un futuro mejor.

………

Y aquí estaba ella, Maggi, una joven de 29 años que había despertado como Cazadora de Rango C a los 18. Desde entonces, había dedicado su vida a trabajar en un gremio de cazadores. La rutina no era mala; su salario ayudaba a mantener a su familia, que vivía en el campo, y tenía la satisfacción de saber que su labor contribuía a proteger a las personas de las criaturas que amenazaban su mundo. Aunque siempre había un trasfondo de peligro y la constante posibilidad de enfrentarse a la muerte en alguna oscura mazmorra, Maggi había aprendido a aceptarlo como parte de su vida.

Después de unos minutos de caminar. Observó la bulliciosa calle principal, llena de gente que iba y venía, algunos apurados, otros más relajados. El sol de la mañana iluminaba los edificios con un cálido resplandor, y el aroma de la comida callejera flotaba en el aire. Maggi se detuvo un momento, inhalando profundamente, tratando de encontrar algo de calma en medio del caos de la ciudad.

Compañero de equipo, la esperaba más adelante – Buenos días, Maggi – saludó con una sonrisa amistosa – ¿Lista para otro día en el gremio Grand Orden?

Maggi asintió, devolviendo la sonrisa – ¿Lista como siempre – respondió, aunque en su interior sentía una mezcla de nerviosismo y determinación. Cada día en el gremio era un desafío nuevo, y nunca sabía qué peligros podrían esperarla.

Caminaron juntos un par de cuadras hasta llegar al imponente edificio del gremio Grand Orden. Sus paredes de mármol brillaban bajo el sol de la mañana, y las banderas con el emblema del gremio ondeaban en lo alto. Para Maggi, el edificio siempre había sido un símbolo de seguridad y protección, pero también de responsabilidad y sacrificio.

Al entrar al edificio, Maggi se preparó mentalmente para el día que tenía por delante. Había reuniones que atender, misiones por planificar y nuevos reclutas que entrenar. Cada tarea traía consigo su propia dosis de desafíos, pero Maggi estaba decidida a enfrentarlos con determinación.

– Vamos, Maggi – dijo el joven, poniendo una mano en su hombro. – Sabes que puedes hacerlo. Eres una de las mejores cazadoras que conozco.

Maggi asintió, agradecida por las palabras de ánimo de su compañero. Sabía que no estaría sola en sus desafíos, que siempre tendría el apoyo de sus compañeros de equipo y la fortaleza de su propio espíritu.

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