Tan dulce como la miel: Segunda parte.

En una de las imponentes oficinas de los pisos superiores del edificio del gremio Grand Orden, se encontraba Herbert Vanderbilt, el líder indiscutible del gremio de cazadores de rango S. A sus 37 años, era una figura imponente, con una estatura de 1.96 metros, hombros anchos y una presencia que irradiaba autoridad. Su cabello rubio caía en mechones desordenados sobre su frente, y sus ojos verdes brillaban con determinación. Sin duda, era uno de los cazadores más fuertes y respetados en todo el mundo.

Frente a él estaba su leal secretario, Kim Hyunjae, un hombre de 34 años cuyos rasgos coreanos añadían un aire de elegancia exótica a su apariencia. Aunque no compartía la imponente estatura de Vanderbilt, con sus 1.86 metros, Kim poseía una presencia igualmente impresionante. Su cabello negro estaba peinado hacia un lado con precisión, y sus ojos color pardo reflejaban una inteligencia aguda.

Cerrando su carpeta, el secretario Kim miró a su jefe, con determinación – Y por eso no es necesario que el líder del gremio asista a esta expedición en la mazmorra. Con tal de que algunos de rango A vayan y supervisen para protección, será suficiente. Incluso yo me ofrezco para ir como supervisor. Claro que necesitaré algunos ítems para mi protección, dado que soy un humano normal.

Herbert frunció el ceño, su gesto mostraba un claro tic nervioso y una leve molestia – Hasta ayer estabas insistiendo en que fuera a esta expedición porque decías que no había datos suficientes y que la mazmorra podría ser peligrosa. ¿Y ahora me dices que mi presencia no será necesaria?

El corazón de Kim latía con fuerza, sintiendo la presión aumentar. Sabía que su jefe tenía razón en cuestionar el cambio repentino de opinión – Lo siento por eso –  admitió, con un tono de disculpa en su voz – Hasta ayer no teníamos datos, pero nos han llegado nuevos informes. La mazmorra es completamente segura. Los cazadores de rango A serán suficientes para controlar la situación, mientras los de rango B y C se encargan de la recolección de productos y materiales.

Herbert suspiró, suspirando profundamente antes de responder – Entiendo – dijo finalmente, su tono más calmado pero aún escéptico – Espero que tengas razón en esto, Kim Hyunjae. No podemos arriesgar vidas innecesariamente.

Kim asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Sabía que esta decisión no era fácil para Herbert, quien siempre ponía la seguridad de los cazadores por encima de todo – Lo sé, señor – respondió con sinceridad – Haré todo lo posible para garantizar que esta expedición sea un éxito y que todos regresen sanos y salvos.

Con un gesto de asentimiento, Herbert dejó en claro que confiaba en Kim para manejar la situación. A pesar de sus dudas iniciales, sabía que su secretario era competente y estaba comprometido con la seguridad del gremio.

– E incluso si encontramos alguna amenaza, simplemente optaremos por una retirada. Así que no debe preocuparse el líder del gremio – aseguró el secretario Kim con tranquilidad, tratando de disipar las preocupaciones de Herbert.

Suspirando, ya derrotado, Herbert dejó caer los hombros, resignado ante la insistencia de Kim – Bueno, si insistes en que mi presencia no será necesaria, asistiré a esta otra reunión. Tenía pendiente asistir a la reunión de líderes de gremio.

– Me alegra que el líder del gremio escuche mis palabras, y le deseo un buen viaje. Por eso yo compré los boletos y todo lo que se necesita – anunció Kim, ofreciendo una pequeña sonrisa de satisfacción por haber resuelto la situación.

– ¿Primera clase? –  preguntó Herbert, levantando una ceja con curiosidad.

– Obviamente, señor – respondió el secretario Kim con orgullo, mostrando un brillo de determinación en sus ojos. Estaba decidido a garantizar que su jefe viajara con comodidad y estilo, aunque eso significara desviarse de su presupuesto habitual.

A pesar de la insistencia de Kim y su gesto considerado, Herbert no pudo evitar sentir una punzada de culpa por dejar la expedición en manos de otros. Se preguntaba si estaba tomando la decisión correcta al confiar en los informes recientes y dejar a sus compañeros cazadores sin su liderazgo.

Sin embargo, sabía que ya era demasiado tarde para cambiar de opinión. La expedición estaba en marcha, y él debía concentrarse en sus responsabilidades como líder del gremio, incluso si eso significaba dejar de lado sus propios deseos y preocupaciones.

Con un suspiro resignado, Herbert se levantó de su silla y se preparó para partir hacia la reunión. Sabía que tenía un largo día por delante.

Mientras tanto, Kim observaba a su jefe con una mezcla de preocupación y alivio, había salido bien librado del tema de cambio a última hora.

Mientras tanto, en los bulliciosos vestidores de las mujeres, Maggi se apresuraba a ponerse su traje de cazadora. La ropa negra se ajustaba perfectamente a su figura, mientras que por encima llevaba una armadura ligera de metal, equipada con varios ítems para su protección.

Justo cuando Maggi terminaba de ajustarse la armadura, alguien saltó hacia ella y la abrazó con fuerza. Maggi reconoció de inmediato la voz y el aroma familiar de su amiga, Lucia.

– Maggi, ¿cómo has estado, cariño? –  preguntó Lucia, con una sonrisa radiante en su rostro.

Lucia era una mujer impresionante, con una altura de aproximadamente 1.81 metros, esbelta y elegante. Su cabello rizado le caía en cascada sobre los hombros, y sus ojos avellana brillaban con calidez y afecto. A pesar de su apariencia llamativa, Lucia irradiaba una energía amistosa y acogedora que siempre hacía sentir a Maggi como en casa.

La relación entre Maggi y Lucia había tenido un comienzo un tanto accidentado, pero con el tiempo se había transformado en una amistad sólida y duradera. Lucia había sido un apoyo invaluable para ella cuando llegó a la ciudad como cazadora novata, ayudándola a adaptarse a su nuevo entorno y brindándole todo su apoyo y amistad.

Aunque al principio sus personalidades chocaban, Maggi había llegado a apreciar la sinceridad y el espíritu libre de Lucia, y ahora no podía imaginar su vida sin ella. Lucia se había convertido en mucho más que una amiga; era como una hermana para Maggi, siempre dispuesta a estar ahí cuando la necesitara.

Mientras Maggi devolvía el abrazo de Lucia, una sensación de gratitud y calidez llenaba su corazón – Hola, Lu. ¿Estás bien? Gracias por preguntar –  saludó Maggi con una sonrisa, notando la tensión en los hombros de su amiga.

Lucia respondió con un suspiro, su expresión revelando su nerviosismo – ¿Nerviosa por la expedición de hoy?

Maggi asintió comprensivamente – Entiendo. Pero al fin y al cabo, es solo otro día en el trabajo, ¿no?

– Claro que sí – asintió Lucia, pero su voz revelaba una chispa de emoción – Aunque siempre hay algo emocionante en explorar nuevas mazmorras. Nunca sabes qué sorpresas te esperan.

– Sí, tienes razón –  concedió Maggi – Además, siempre hay una buena recompensa esperándonos al final del día, ¿no? Depende de lo que encontremos en la mazmorra.

– Exactamente – coincidió Lucia con entusiasmo – Y esta vez, además, tendremos la oportunidad de ver en acción al líder del gremio. ¿Te das cuenta? Nosotros, los de rango bajo, rara vez tenemos esa oportunidad. Es como si estuviéramos presenciando las clases de un maestro.

Maggi asintió, pero no pudo evitar recordar una conversación anterior – La otra vez decías que te daba miedo –  señaló, preocupada por su amiga.

Lucia se encogió de hombros, tratando de disimular su nerviosismo – Bueno, no puedes culparme. Los de rango S están en un nivel completamente diferente al nuestro. Es normal sentir un poco de aprensión ante su presencia.

Y la verdad sea dicha, los cazadores de rangos superiores eran diferentes. Ya no se los podía considerar como humanos. A simple vista, uno simplemente sentía un aura intimidante. Incluso había veces en que los rangos E y F sentían como si la presión de su presencia los aplastara y oprimiera. Mucha gente sentía miedo a su alrededor. Era una triste realidad, ya que esas personas ya no podían acercarse al resto. Claro que había excepciones: algunos rangos superiores podían manejar esa aura intimidante y llevar una vida tranquila. Pero había otros que, independientemente de lo que hicieran, no podían esconderla y simplemente alejaban a las personas sin quererlo.

Maggi sabía esto muy bien. Había visto a cazadores de rango S de cerca, sintiendo esa presión abrumadora que emanaba de ellos. Recordaba la primera vez que había visto a Herbert Vanderbilt en persona, en una reunión del gremio. La sala de conferencias había estado llena de cazadores, todos hablando y riendo, pero en el momento en que Herbert había entrado, un silencio sepulcral se había apoderado del lugar. Su mera presencia había bastado para imponer respeto y temor. Maggi había sentido su corazón acelerar y sus manos sudar, incapaz de apartar la vista de su figura imponente.

Mientras recordaba esto, Lucia seguía hablando, su voz llena de una mezcla de emoción y ansiedad – ¿Te imaginas? Hoy podría ser el día en que realmente veamos de lo que es capaz el líder del gremio. Es una oportunidad única.

Maggi asintió, comprendiendo el entusiasmo de su amiga, pero también compartiendo sus temores – Sí, lo sé. Pero también significa que la mazmorra podría ser más peligrosa de lo que pensamos. No traen al líder de gremio sin una buena razón.

Lucia suspiró, asintiendo lentamente – Tienes razón. Pero tenemos que mantener la calma y hacer nuestro trabajo. Siempre lo hemos hecho bien hasta ahora.

– Sí, tienes razón pero no puedo evitar en sentirme un poco inquieta, tal vez solo nervios ja, ja, ja –  dijo Maggi, intentando infundir más confianza en su voz de la que realmente sentía.

El vestuario estaba lleno de actividad, con cazadoras preparándose, revisando sus equipos y ajustando sus armaduras. El ambiente era una mezcla de nerviosismo y anticipación. Las conversaciones se entremezclaban con el ruido metálico de las armaduras y el zumbido de las conversaciones en voz baja. Algunas cazadoras reían para aliviar la tensión, mientras otras revisaban sus armas con gestos meticulosos.

Maggi miró a su alrededor, viendo las caras conocidas de sus compañeras.

– Vamos, chicas – dijo una voz firme y confiada desde la puerta. Era Elena, una cazadora de rango A que a menudo lideraba las expediciones – Es hora de moverse.

Maggi y Lucia intercambiaron una última mirada de apoyo antes de seguir a Elena hacia otro lugar. Mientras caminaban por los pasillos del edificio del gremio, Maggi no pudo evitar sentirse pequeña ante la magnitud de la tarea que les esperaba, cuando estaba distraída se había separado de lucia que pasando unos minutos volvió a parecer rápidamente y se veía más feliz de lo usual.

– ¿Sabes? Me acabo de enterar de algo interesante. Un pajarito me contó que habría un cambio respecto a quién supervisaría esta misión. Así que, creo que tendremos un bonito rostro que apreciar hoy —dijo emocionada Lucia, con una chispa en los ojos que solo aparecía cuando hablaba de hombres guapos.

Para Maggi era muy natural que ella se expresara así, ya que siempre había sido muy alegre. Además, siempre decía que tenía un gusto particular por los hombres guapos. Así que, pensando un poco, si el líder del gremio no iba a acompañarnos en esta oportunidad, probablemente...

La respuesta a mi suposición llegó rápidamente cuando en el auditorio apareció el secretario Kim. El auditorio, una amplia sala con techos altos y paredes revestidas de madera oscura, estaba ya lleno de cazadores listos para la misión. El murmullo de conversaciones cesó cuando Kim hizo su entrada, su figura esbelta y elegante moviéndose con una confianza serena.

El secretario Kim era una persona, según decían, accesible y de fácil trato. Al menos eso es lo que se comentaba; Maggi había tenido el gusto de hablar con él. Pero en general se sentía que era un buen líder. Corría la voz de un apodo que se le había puesto: el "Secretario de clase S". No era un apodo para burlarse; el secretario Kim sobrepasaba en gran medida cualquier expectativa en el desarrollo de sus tareas. Por eso es que dentro del gremio se mantenía como el segundo al mando, porque sus capacidades administrativas estaban fuera de cualquier pensamiento lógico.

Lucia, con una sonrisa satisfecha, susurró – Te lo dije, Maggi. ¡Vamos a estar en buenas manos!

Maggi observo al secretario Kim mientras tomaba su lugar al frente de la sala. Su presencia, aunque no tan abrumadora como la del líder del gremio, tenía una autoridad propia, más sutil pero igualmente efectiva.

– Buenos días a todos – comenzó Kim, su voz clara y controlada resonando en la sala – Como muchos de ustedes ya saben, ha habido un cambio en la supervisión de la misión de hoy. El líder del gremio ha delegado esta tarea en mí, y aseguraré que todo se desarrolle de manera segura y eficiente.

Maggi sentí una mezcla de alivio y nerviosismo. Aunque Herbert Vanderbilt no los acompañaría, la presencia del secretario Kim traía una seguridad diferente, más meticulosa. – Sabemos que las mazmorras pueden ser impredecibles – continuó Kim, su mirada recorriendo la sala – Pero con una planificación cuidadosa y trabajo en equipo, podremos manejarlas. Los cazadores de rango A estarán a cargo de la supervisión directa y el control de amenazas, mientras que los rangos B y C se encargarán de la recolección de materiales y productos.

Lucia le dio un codazo a Maggi, sus ojos brillando de entusiasmo – ¡Te dije que sería emocionante!

Maggi no pudo evitar sonreír, aunque su mente estaba ocupada con los preparativos y los posibles peligros – Sí, pero aún tenemos que mantenernos enfocadas – le recordó a Lucia.

Kim continuó delineando el plan, su voz calma y autoritaria inspirando una confianza palpable en la sala. Aunque Maggi no estaba tan acostumbrada a trabajar directamente con él, sabía que su reputación estaba bien merecida.

………..                                                                                                   

La misión comenzó con algunas indicaciones claras por parte del secretario Kim, quien lideraría esta expedición. El objetivo era inspeccionar una mazmorra ubicada a una dos de la ciudad, trabajando en conjunto con otros gremios asociados. Se decidió que 6 cazadores de rango A, 10 de rango B y 10 de rango C participarían del gremio.

El camino hacia la mazmorra estaba rodeado de frondosa vegetación, una selva densa y vibrante que se extendía más allá de lo que alcanzaba la vista. Los árboles altos y enmarañados formaban un dosel que apenas dejaba pasar la luz del sol, creando un ambiente de penumbra y misterio.

– Esto es impresionante – comentó Lucia, sus ojos avellana brillando con emoción mientras observaba el entorno – ¿No te parece, Maggi?

– Sí, es hermoso y un poco intimidante al mismo tiempo —respondió ajustando su armadura ligera y asegurándome de que todos sus ítems estuvieran en su lugar.

Cada gremio se dividió para investigar los alrededores, centrándose en la recolección de plantas medicinales. Esta misión no presentaba un alto riesgo debido a la baja incidencia de monstruos en la mazmorra. Sin embargo, los cazadores de rango A permanecían alertas, preparados para cualquier eventualidad. Aunque las investigaciones previas indicaban que los monstruos encontrados aquí eran de rangos C y D, con la posibilidad remota de uno de rango B, se sabía que los cazadores experimentados podían manejarlos con facilidad.

El secretario Kim se movía entre los equipos, asegurándose de que todos entendieran sus roles y mantuvieran la comunicación abierta.

Recordando siempre que los monstruos en sí eran mucho más fuertes que los seres humanos. Un monstruo de rango B, con su tamaño impresionante y resistencia formidable, solo podría ser derrotado por un grupo de cinco cazadores de rango A. Esta realidad pesaba en nuestras mentes mientras todos se dedicaban a la recolección y toma de muestras de especímenes en la mazmorra.

La jungla era un enredo de lianas y hojas gigantes, el aire húmedo y cargado de aromas desconocidos. Todos se movían con cuidado, atentos a cualquier sonido o movimiento inusual. Las plantas que buscaban eran vitales, ya que su comercialización fuera de las mazmorras tenía un valor incalculable. Algunas de estas plantas eran la clave para curar enfermedades que antes no tenían tratamiento, y sus suplementos podían llegar a costar millones en el mercado negro.

– Maggi, encontré otra – anunció Lucia, su voz cargada de entusiasmo mientras sostenía una planta de hojas carmesí brillante.

– Buena captura, Lucia – respondió, acercándome para examinar la planta – Esta es una de las más raras. Nos pagarán bien por esto.

La recolección era meticulosa y cada muestra se guardaba con extremo cuidado. Se sabía que algunas plantas eran venenosas y podían ser usadas en el bajo mundo para eliminar rivales o enemigos. Era crucial estudiar estas plantas para encontrar antídotos y prevenir desgracias.

Los cazadores de rango A se movían con confianza, pero también con una vigilancia constante.

– ¿Qué pasa, Maggi? – preguntó Lucia, notando la expresión preocupada en su amiga.

– Solo estoy asegurándome de que todo esté bien – respondió, tratando de sonar tranquila –  Estas mazmorras siempre me ponen nerviosa.

Lucia le dio una palmadita en el hombro y sonrió – Lo sé, a mí también. Pero recuerda, estamos juntas en esto. No hay nada que no podamos manejar.

Maggi asintió, sintiendo cómo sus palabras calmaban un poco su ansiedad.

El tiempo pasó y ambas siguieron recolectando, cada hallazgo añadiendo un poco más de valor a la misión. Sin embargo, siempre estaba la sombra de la incertidumbre. ¿Qué pasaría si encontráramos algo inesperado? ¿Un monstruo que las investigaciones no detectaron?

– Maggi, mira esto – dijo Lucia, señalando una planta que emitía una luz tenue.

– Esto es... increíble. Nunca había visto algo así —murmuro Maggi.

– Tampoco yo. Debemos llevarla con cuidado. Podría ser un gran hallazgo – respondió Lucia, sus ojos brillando con emoción.

De repente… la jungla comenzó a temblar violentamente, se escucharon gritos y Maggi lo último que supo fue sentía como caía hacia el vacío.

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