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Tan dulce como la miel: Tercera parte.

No sabía cuánto tiempo había estado desmayada. Despertó aturdida, con un dolor sordo en la cabeza y sin idea de cómo había llegado allí. Maggi miró a su alrededor y vio que estaba en una caverna oscura y húmeda. Aparte del lugar de donde había caído, no había otra salida visible hacia la superficie. La caverna se extendía en una serie de túneles oscuros y sinuosos.

– Bien, Maggi. Tienes que salir de aquí – se dijo a sí misma, tratando de calmar sus nervios. Inhaló profundamente, llenando sus pulmones con el aire frío y húmedo, y exhaló lentamente, buscando algo de calma. Se obligó a ponerse de pie, aunque sus piernas temblaban ligeramente, y comenzó a caminar hacia el túnel más cercano.

Después de unos minutos de caminar, la luz de su linterna reveló una figura tirada en el suelo. Su corazón se aceleró mientras se acercaba con cautela. Al arrodillarse junto a la figura, vio que era el secretario Kim. Su rostro estaba pálido y había un pequeño corte en su frente. Maggi lo sacudió suavemente, tratando de no moverlo demasiado por si tenía alguna lesión grave.

– Señor Kim, despierte – susurró con urgencia.

El secretario Kim abrió los ojos lentamente y se sentó, llevándose una mano a la cabeza – ¿Dónde estamos? – preguntó con voz ronca.

– Señor, hubo un terremoto y caímos por las grietas que se formaron. No he podido encontrar la salida – respondió Maggi, tratando de mantener la calma.

Kim frunció el ceño, su expresión reflejaba tanto confusión como preocupación – Ay, estamos perdidos, ¿verdad? – dijo, su voz llena de desánimo.

Maggi asintió, mordiéndose el labio. No quería alarmarlo más, pero la situación era crítica.

Kim suspiró y miró a su alrededor, intentando procesar la situación – Le aseguré al líder del gremio que no surgirían problemas, pero con esta situación... – dijo, su voz llena de remordimiento –  Me temo que mis capacidades se cuestionen.

Maggi sintió una oleada de empatía hacia él. Sabía lo que era sentirse responsable de algo fuera de su control – Señor, no ha sido su culpa. Estos incidentes donde las mazmorras cambian o incluso aumentan su dificultad son eventos inesperados. Nadie puede predecir cuándo ocurrirán. Ahora, lo importante es buscar al resto del grupo y encontrar una salida. No sabemos si hay monstruos ahí afuera, y necesitamos estar preparados.

Kim se puso de pie, sacudiéndose el polvo de su ropa y tratando de recuperar su compostura – Tienes razón, Maggi. Me vi abrumado por la situación. Bien, eres la experta en esto, así que yo te sigo.

Maggi asintió, sintiendo una mezcla de alivio y agradecimiento. Agarro con firmeza una pequeña linterna llevaba en el equipo que siempre cargaba con ella y comenzó a guiar al secretario Kim por los túneles. Mientras avanzaban, la caverna parecía cerrarse sobre ellos, cada sombra y eco alimentando sus temores.

Los túneles eran traicioneros, con pisos irregulares y paredes que parecían moverse en la penumbra.

– ¿Cómo estás, señor Kim? – preguntó, rompiendo el silencio opresivo.

– He estado mejor, pero tu compañía me da esperanza la verdad es que no hubiera sabido que hacer si yo hubiera estado solo – respondió Kim, su voz más firme ahora.

Maggi sonrió ligeramente. Mientras continuaban, un sonido distante de pasos resonó a través de los túneles. Maggi levantó una mano para indicar a Kim que se detuviera – ¿Escuchaste eso? –  susurró.

Kim asintió, tensándose. Ambos se quedaron quietos, escuchando atentamente. El sonido de los pasos se hizo más fuerte, acercándose.

– ¿Podría ser uno de los nuestros? – dijo Kim con cautela.

Maggi no podía estar segura, y no podía evitar sentir una punzada de miedo creciente. Estaban en una mazmorra, y no todos los sonidos significaban salvación. Manteniendo su arma lista, avanzaron hacia la fuente del sonido, esperando que fueran compañeros de equipo y no una amenaza.

Al no encontrar a nadie y tampoco nada ambos sintieron una mezcla de alivio y decepción.

– Bueno… al menos no nos topamos con algún monstruo – comento el secretario kim intentando romper el silencio tenso.

– Sí, señor – Estuvo de acuerdo Maggi.

El Secretario Kim sonrió y dijo – Ah, agradecería que no me llames "señor", no me siento tan viejo. En todo caso, solo dime Secretario Kim, así es como todo el mundo me llama. Y, por cierto, ¿cuál es su nombre, cazadora?

Maggi se sonrojó ligeramente, sintiéndose un poco tonta por no haberlo mencionado antes – Ah, cierto, discúlpeme – se disculpó – Mi nombre es Marguerite Montes. Soy una cazadora de rango C, mi especialidad es la de apoyo, y tengo unos pequeños poderes de curación de rango D. Nada grandioso, solo los suficientes para prestar primeros auxilios. Uso un rifle como arma para defenderme pero… creo que lo perdí mientras caía.

El Secretario Kim asintió, impresionado – Encantado de conocerla, Marguerite. 

– Por favor, solo llámame Maggi – pidió ella.

– Entendido, Maggi – dijo él.

Ambos volvieron a caminar por el túnel oscuro, iluminado solo por la tenue luz de la linterna de Maggi. El aire era denso y frío, y el sonido de sus pasos resonaba en las paredes de piedra, creando un eco inquietante. 

– ¿Y hace cuánto trabajas como cazadora en el gremio? – preguntó, intentando sonar casual.

Maggi agradeció el intento de alivianar el ambiente y respondió – Hace aproximadamente once años.

– Eso es mucho tiempo – dijo el Secretario Kim, con admiración en su voz.

– Bueno, como cazadores es nuestra responsabilidad cuidar a los ciudadanos. Cuando desperté mis habilidades, no había muchas opciones, además de convertirme en cazadora – respondió ella sinceramente, recordando los sacrificios que había hecho a lo largo de los años.

– Bueno, es una realidad. Mucha gente se ha tenido que convertir forzosamente en cazador. Y lamentablemente cumplir ciertos estándares – dijo con pesar el Secretario Kim mientras sus pasos resonaban suavemente en las húmedas paredes de la caverna.

Maggi asintió, sus pensamientos vagando hacia su hogar – Eso es verdad – dijo ella, con una nota de nostalgia en su voz – Inicialmente pensaba ayudar en la granja de mis padres.

El Secretario Kim arqueó una ceja, interesado – ¿Una granja? – preguntó.

Maggi esbozó una leve sonrisa al recordar su infancia – Sí, vivía en el campo. Bueno, mis padrea aún viven hay. Pero como me convertí en cazadora, ya no fue posible. Mis padres cultivan todo tipo de verduras de estación y también tienen algunos animales. Ahora mismo mi hermano mayor se hace cargo de la casa y de mis padres, los dos últimos de mis hermanos menores están estudiando en la capital. Y mi tercera hermana ya se graduó como profesora y volvió al pueblo a enseñar a los niños.

El Secretario Kim se detuvo un momento, admirando la dedicación y sacrificio en la historia de Maggi – Debiste sentirte triste al dejar tu modo de vida – comentó, intentando captar el alcance de su sacrificio.

Maggi suspiró, mirando al suelo por un instante antes de levantar la vista. —Tal vez un poco. Es difícil adaptarse a la ciudad, pero no tenía muchas opciones. Me pagan bien y mis hermanos necesitaban estudiar, así que era la mejor opción.

El Secretario Kim le dedicó una sonrisa cálida, reconociendo la fortaleza que había en ella – Eres  una persona maravillosa – dijo, sinceramente impresionado por su sacrificio y determinación.

Maggi sonrió tímidamente, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. Era raro recibir elogios por algo que consideraba su deber. Mientras avanzaban, el murmullo del agua se hacía más fuerte, lo que les daba esperanzas de encontrar una salida pronto. Las paredes de la caverna empezaron a mostrar signos de humedad, con pequeñas gotas de agua goteando y formando pequeños charcos en el suelo rocoso.

– ¿Alguna vez pensaste en regresar? – preguntó Kim, tratando de mantener la conversación mientras caminaban.

Maggi se mordió el labio, pensativa – A veces lo pienso, especialmente en los días difíciles. Pero luego recuerdo por qué estoy aquí. Mis hermanos están progresando y mis padres están bien, este trabajo paga la carrera de profesora de mi tercera hermana y también mande dinero para que la casa de mis padres mejorar. Eso es lo que me impulsa a seguir adelante.

El secretario Kim asintió, comprendiendo el peso de sus responsabilidades – Es admirable lo que haces.

– Gracias – dijo Maggi, conmovida por su comprensión –  Y usted, Secretario Kim, ¿alguna vez pensó en tener una vida diferente?

Kim rio suavemente, el sonido resonando en la caverna – Muchas veces. Pero como usted, mis responsabilidades siempre vienen primero. Mi trabajo en el gremio es mi vida, y aunque a veces es difícil, sé que estoy haciendo lo que se supone debo hacer.

Mientras conversaban, llegaron a una abertura más amplia en la caverna. El sonido del agua era ahora más fuerte y claro, lo que les daba una nueva esperanza. Maggi levantó su linterna, revelando un pequeño arroyo que corría a través de la caverna, iluminado por la tenue luz de la linterna.

– ¿Alguna vez has estado en una situación como esta? – preguntó Kim de repente.

Maggi negó con la cabeza – No, nunca. Aunque siempre estamos preparados para lo inesperado, esto es algo nuevo para mí.

Kim suspiró, sintiéndose culpable por la situación – Lamento haberte puesto en este lío. Debí haber sido más precavido.

Maggi se detuvo y lo miró directamente – No es culpa suya, Secretario Kim. Esto podría haberle pasado a cualquiera.

El Secretario Kim asintió, reconfortado – Tienes razón. Saldremos de esta.

Finalmente, después de lo que parecieron horas de caminata, llegaron a una bifurcación en el túnel. Maggi levantó la linterna y miró ambas direcciones, tratando de decidir por dónde continuar.

– ¿Cuál crees que deberíamos tomar? – preguntó Kim.

Maggi cerró los ojos por un momento, tratando de escuchar cualquier indicio que le indicara el camino correcto. Un ligero sonido de agua corriendo llegó a sus oídos desde el túnel de la derecha.

—Creo que debemos seguir el sonido del agua. Podría llevarnos a una salida – sugirió Maggi.

Kim asintió, confiando en su intuición – Vamos por ese entonces.

El túnel tembló nuevamente y, de repente se vieron arrastrados por una fuerza desconocida. En un intento desesperado por protegerse el uno al otro, el Secretario Kim cubrió a Maggi con su cuerpo y la abrazó firmemente. Ambos fueron arrastrados y golpeados en el proceso, la oscuridad y el ruido ensordecedor los envolvieron por completo.

Cuando Maggi se despertó nuevamente, su visión estaba borrosa y su cabeza retumbaba con un dolor sordo. Se obligó a parpadear varias veces hasta que sus ojos se adaptaron a la penumbra. Lo que vio la dejó sin aliento: una enorme cueva tapizada con todo tipo de raras hierbas y cristales puntiagudos gigantes por todos lados, que brillaban con un resplandor tenue y etéreo. Algunas de ellas las reconoció como verdaderos tesoros, hierbas medicinales y curativas cuyo costo en el mercado equivaldría a vivir dos vidas inmersas en lujo.

Pero había algo singular y perturbador en ese enorme lugar. A su alrededor, las paredes de la cueva estaban cubiertas con marcas de zarpazos, y el suelo mostraba rastros de una reciente y violenta lucha. Pedazos de roca estaban esparcidos por doquier, y manchas de sangre salpicaban las piedras. Había restos de algún monstruo, fragmentos de exoesqueletos y garras esparcidas que hablaban de una batalla feroz entre dos enormes criaturas.

El temor se instaló en el corazón de Maggi al pensar que aún podría haber monstruos cercanos. Recordó repentinamente al Secretario Kim y, con el dolor latiendo en su cuerpo, se levantó y empezó a buscarlo desesperadamente. Su respiración se volvió errática mientras escudriñaba la cueva, con el miedo atenazándole el pecho.

– ¡Secretario Kim! – Gritó, su voz resonando en el vasto espacio – ¡¿Dónde estás?!

La respuesta fue un gemido suave desde una esquina oscura de la cueva. Maggi corrió hacia el sonido y encontró al Secretario Kim tendido en el suelo, su rostro pálido y su respiración superficial. Se arrodilló rápidamente a su lado, su corazón martillando en su pecho. Al revisar sus heridas, notó varios moretones y una torcedura en el brazo, que parecía hincharse por momentos. No podía estar segura de si había sufrido algún daño cerebral u otra lesión interna más grave, así que decidió usar sus poderes de curación. Poniendo sus manos sobre él, dejó que la luz cálida y sanadora de sus poderes fluyera hacia él, cerrando las heridas visibles y aliviando el dolor.

Mientras lo curaba, sus pensamientos eran un torbellino de preocupación y culpa "¿Cómo pudimos terminar en esta situación?", se preguntaba. "Prometí mantenerlo a salvo, y ahora estamos atrapados en esta cueva infernal."

Con cuidado, lo movió para apoyarlo contra una pared y revisó nuevamente sus heridas.

– ¿Estás bien? – preguntó ella con voz temblorosa.              

Kim abrió los ojos lentamente y le dedicó una débil sonrisa – He estado mejor – bromeó, intentando aligerar la situación – ¿Y tú? ¿Estás bien?

Maggi asintió, aunque el alivio mezclado con el miedo seguía agitándose en su interior – Sí, creo que sí. Tenemos que encontrar una salida de aquí. No sabemos qué más podría estar acechando en esta cueva.

El Secretario Kim trató de incorporarse, ayudado por Maggi – Gracias por cuidarme – dijo con sinceridad – Te debo una.

Maggi negó con la cabeza – No es momento para agradecimientos. Tenemos que movernos antes de que sea demasiado tarde.

Mientras ambos se ponían de pie, Maggi no pudo evitar sentir una oleada de respeto y gratitud hacia el Secretario Kim. A pesar de la situación, él había mantenido la calma y se había asegurado de protegerla. Ahora, ella debía hacer lo mismo por él.

De repente, Maggi sintió que la cueva se movía y retumbaba, mientras el crujir de la vegetación resonaba por todos lados. Las paredes temblaban, y el polvo caía del techo en pequeñas cascadas. Al levantar la cabeza, vio a lo lejos una criatura de unos diez metros de altura, magullada y lamentable. La criatura parecía estar hecha de ramas y caminaba en cuatro patas, con un follaje de hojas y musgo en su espalda. Sus largos brazos y patas tenían garras afiladas, y la bestia parecía lista para atacar en cualquier momento, con un rugido que resonaba como un trueno en la cueva.

El corazón de Maggi latía con fuerza mientras evaluaba la situación. Sus pensamientos corrían rápidos. "Debo proteger al Secretario Kim. No podemos enfrentarnos a esta cosa directamente." Decidió alejarse de él y avanzar hacia la criatura, llamando su atención con gritos y movimientos para que la siguiera.

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